DAICH,
Deborah. Tras las huellas de Ruth Mary Kelly (2019). Feminismos y prostitución
en la Buenos Aires del siglo XX. Buenos Aires, Biblos, 200 pp.
¿Es posible
revisar las genealogías feministas para hacerle lugar a los debates planteados
que no llegaron a alcanzar condiciones de escucha? ¿Cómo interrogar el pasado
para entender cabalmente los ecos que todavía resuenan en nuestras agendas
políticas? En su reciente libro Tras las
huellas de Ruth Mary Kelly. Feminismos y prostitución en la Buenos Aires del
siglo XX, Deborah Daich trabaja a partir de tales interrogantes y logra
reconstruir la figura de Ruth, una prostituta que deambuló por espacios feministas,
de liberación sexual y de lucha por los derechos humanos, una pionera que
enarboló demandas gremiales para ella y sus compañeras, una mujer pública de
voz orgullosamente escandalosa. Seguir los pasos estrepitosos de Ruth se vuelve
una oportunidad para recuperar los contornos históricos que adquirió la
discusión feminista en torno al trabajo sexual en los últimos 50 años, al
tiempo que en sus devenires laborales se consiguen entrever algunos de los
cambios en términos de posibilidades de ocupación pero también de políticas de
regulación estatal de la oferta de servicios sexuales. Y la autora lleva
adelante esta persecución cuasi detectivesca a través de un minucioso trabajo
de archivo que combina entrevistas orales, rastreo en la prensa escrita, indagación
por volantes y solicitadas, entre otros materiales efímeros producidos al calor
de la militancia, así como también una lectura atenta de bibliografía que le
permitió dar con la pista de Kelly.
En el
primer capítulo, “Ruth, del puerto nuestro”, Daich afila sus herramientas de
antropóloga para describir el entramado de relaciones sociales, reglas y
costumbres, los arreglos laborales, las posibilidades latentes de conflicto y
violencia, pero también los intercambios de afecto y cuidado que existían entre
prostitutas y trabajadores marítimos que consumían servicios sexuales en la
época en la que Ruth comenzó a desempeñarse en el puerto de Buenos Aires, a
mediados de la década de 1940.
Es en el
segundo capítulo “En el ambiente”, en el que la autora sistematiza, por un
lado, literatura actualizada en torno al estudio de las dinámicas del mercado
del sexo, sus características, las maneras en las que sexo-género, raza y clase
se yuxtaponen y delimitan márgenes de acción, posibilidades de ocupación y
niveles de precariedad. Por otro lado, el conjunto de reflexiones teóricas
convive con una reconstrucción de la trayectoria laboral de Ruth, desde su
experiencia en un cabaret salteño en la década de 1930 hasta su llegada a la
capital del país y a su puerto a mediados de 1940. Es en ese racconto enhebrado
a partir de menciones sobre el tema que Ruth Mary Kelly aportó en diversas
entrevistas y en sus memorias que Daich consigue acompasar una historia de
regulaciones estatales de la prostitución en nuestro país con la vivencia
situada de Ruth. Y al tirar del hilo de las pistas que fue dejando Kelly, Daich
también construye el primer paréntesis dentro del relato: “Ruth y las damas de
la calle Florida”. Allí la antropóloga juega con la posibilidad de que las
primeras andanzas políticas de Ruth, detenida durante el peronismo por vender
periódicos radicales, estuviera emparentada con el arresto de un conjunto de
mujeres de la oligarquía porteña quienes protestaban por la reforma
constitucional peronista en 1948. Este ejercicio de imaginación histórica le
sirve a Daich para recuperar de entre los testimonios presentes en El grito sagrado (30 días en la cárcel)
(1957), de Adela Grondona -una de las detenidas- aquellos que hacen particular
mención a la convivencia entre las señoras, las monjas a cargo del correccional
femenino que funcionaba en el Asilo de San Miguel y prostitutas detenidas por
contraventoras. Las distancias de clase, las marcas raciales que unas y otras
portan en sus cuerpos y en sus ropas, constituyen elementos para que la autora
reflexione sobre los componentes de raza, clase y género sobre los que se
montaron miradas histórico-morales acerca de las buenas y malas mujeres.
El capítulo
“Mujeres públicas” aprovecha las derivas de Ruth por espacios feministas en la
década de 1970 para reconstruir a través de entrevistas con militantes de
aquellos tiempos como Leonor Calvera, Hilda Rais, María Elena Oddone, Mirta
Henault, entre otras, las formas de encuentro, las agendas políticas, las
dinámicas existentes dentro de cada grupo feminista. Es este yire político,
esta contigüidad entre experiencias militantes la que le permite a Daich
retomar una afirmación de Juan José Sebrelli en Historia de los homosexuales en Argentina (1997) y abrir un nuevo paréntesis en el relato.
Así logra dar cuenta de la vivencia lésbica de Ruth y su aparente paso por
Safo, uno de los grupos que habría conformado el Frente de Liberación
Homosexual también a comienzos de los años ‘70. Feminista, prostituta y
tortillera, tal como acostumbraba nombrarse, Ruth aparecía como un faro señero
desde el sur en aquella genealogía que años después compondría Joan Nestlé en
su ensayo Lesbianas y Prostitutas: una
hermandad histórica (1987).
Tal vez sea
el capítulo cuarto “El gremio y los debates” el que sintetice más cabalmente el
aporte sustantivo que la autora realiza a la historia de la lucha de las
trabajadoras sexuales. En este apartado aparece la perspectiva pionera de Ruth
en relación a construir una organización para las prostitutas y una agenda de demandas
que incorpore sus necesidades situadas y concretas. Kelly vuelve sobre el tema
en diferentes entrevistas a lo largo de la década de 1980: vivienda, amparo
contra la violencia policial, medidas básicas de higiene y cuidados son algunos
de los elementos que esta militante aportaba para pensar reivindicaciones
urgentes, a partir de su conocimiento de la situación en la que se ejercía la
actividad. Pero sus reflexiones iban también más allá: Ruth componía una mirada
clasista, anticapitalista y feminista sobre el tema y entrecruzaba las
consideraciones sociales existentes en torno a la prostitución, con las
condiciones de precariedad y explotación en las que se realizaba el trabajo
femenino dentro y fuera de las casas. Esos cruces condensados en las palabras
de Ruth le sirven de excusa a la autora para reponer un conjunto de diálogos y
debates en torno a trabajo sexual, grupos antipornografía, organizaciones de
trabajadoras sexuales, demandas por salario para el trabajo doméstico en el
hemisferio norte, sobre los cuales existe escasa bibliografía disponible en
castellano. Resulta así un aporte valioso para la reconstrucción histórica de
discusiones pero también para otorgarle entidad política a colectivas que
resultaron clave en la propia genealogía de la organización de las trabajadoras
sexuales, como WHO (Whores, Housewives and Others - Putas, amas de casa y
otras), COYOTE (Call off your tired ethics, “Abandoná tu ética cansada”) y
DOLPHIN (Dump obsolete laws, prove hypocrisy isn’t necessary, “Deshacete de
leyes obsoletas, probá que la hipocresía no es necesaria”). Y es en esa misma
línea que la autora recupera una dimensión muchas veces soslayada de la
actividad del Comité Salarios para Amas de Casa (1972-1977), al que conocimos a
través de la difusión del trabajo de Silvia Federici en los últimos años en
nuestro país: las articulaciones y acompañamientos mutuos que existieron entre
el Comité y diversas iniciativas de trabajadoras sexuales por organizarse y
demandar derechos laborales.
El capítulo
5 “La escucha” recoge y reinterpreta las descripciones de espacios y dinámicas
feministas por los que deambuló Ruth y que fueron trabajados en capítulos
previos, pero esta vez para reflexionar sobre las condiciones históricas de
audibilidad en los contextos en los que ella desplegó sus ideas políticas y su
particular apropiación del feminismo. ¿Por qué las demandas laborales de Ruth y
su convicción de que el trabajo sexual debía ser reconocido como una forma
posible de ganarse la vida no encontraron eco entre muchas de sus compañeras de
ruta feminista? La autora ensaya dos respuestas posibles. En la primera
consigue dar cuenta de las recepciones y resignificaciones locales de un
conjunto de autoras que ejercieron poderosa influencia sobre una camada de
feministas porteñas y dejaron marca indeleble en sus nociones en torno a la
prostitución como un violento estigma patriarcal que refuerza el control de la
sexualidad de las mujeres. Pero es en la segunda respuesta donde esa matriz
teórico-política adquiere otra materialidad, al adentrarse en el sesgo de clase
que alejaba a aquellas feministas de las vivencias de la propia Ruth. Lo
lícito, lo deseable, lo audible, lo pasible de ser pensado e incorporado en una
agenda política encuentra en esta reconstrucción su carácter histórico, al
centrarse en el desigual reparto de privilegios que otorgó legitimidad a
ciertas voces por sobre otras.
El libro
concluye este rastreo incansable a lo largo de medio siglo con una estampa del
discurrir de Ruth por diversos activismos enmarcados en el retorno de la
democracia: desde marchas de la resistencia e interpelaciones directas al
flamante presidente Raúl Alfonsín, hasta intervenciones junto a jóvenes punks y
otrxs protagonistas de la contracultura por la derogación de los edictos policiales.
Su intención de nombrarse como trabajadora sexual en estos años aparece
enmarcada tanto por el acercamiento a nuevos debates producidos por integrantes
de COYOTE, como por un vínculo de camaradería política con Saúl Ubaldini, líder
de la CGT y militantes del Partido Intransigente. Es en el momento de repliegue
de Ruth Mary Kelly de la escena pública en los ‘90 que la autora registra, no
obstante, un cambio en las condiciones de escucha, de construcción de agendas,
de instancias de lucha y organización por y para las trabajadoras sexuales.
Habrán sido seguramente las escandalosas semillas plantadas con insistencia por
Ruth que comenzaban a rendir frutos.
Gabriela Mitidieri ⃰
⃰ Instituto
Interdisciplinario de Estudios de Género- Universidad de Buenos Aires- Consejo
Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas. Contacto:
gmitidieri@gmail.com