TARDUCCI,
Mónica, TREBISACCE, Catalina, GRAMMATICO, Karin (2019). Cuando el feminismo era
mala palabra. Algunas experiencias del feminismo porteño. Buenos Aires, Espacio
editorial, 158 pp.
En un
contexto en el cual el crecimiento del movimiento de mujeres es vertiginoso, y
casi naturalmente olvidadizo, “Cuando el feminismo era mala palabra…” es una
excelente clase de historia. Pues se trata de un libro histórico o que nos
referencia históricamente recordándonos, como bien insiste la contratapa,
cuanta deuda tenemos con el pasado del feminismo. Los objetivos propuestos
están plenamente cumplidos: “Conocer las luchas que aparecen en estas páginas,
no es un ejercicio de mera nostalgia, sino que es la posibilidad de ver las
continuidades y descubrir, con asombro, que muchas veces nuestras antecesoras
ya reflexionaron y llevaron a la práctica cuestiones que creemos invenciones
recientes.”
Se trata a
la vez de un libro sincero, no pretende que las experiencias locales puedan ser
generalizadas; y eso lo vuelve exuberante en tanto muestra la pluralidad de
preocupaciones que convivieron en una escala acotada de experiencias
militantes.
Cada
capítulo se inicia con una breve pero ajustada caracterización de la década. La
idea de militancia feminista se presenta más y más densa en los setentas
revolucionarios, luego en los años de terror y más aún después de la
transición… el trabajo gris y cotidiano de quienes sostuvieron las voces del
feminismo cuando “era mala palabra” como anuncia el título, se oye cada vez más
fuerte conforme avanzamos en el libro. Con un cuidadoso trabajo de fuentes, las
autoras desmitifican algunos supuestos sobre la existencia feminista; y en ese
camino, es destacable la articulación entre las tres partes que componen el
libro.
El primer
capítulo, “Los años setenta” de autoría de Catalina Trebisacce, está organizado
en dos partes que aluden a las consideraciones de la militancia femenina en esa
década: las “autónomas” y las “políticas”. Como adelantamos, la lectura se
inicia con una caracterización en de la década en un recorrido que selecciona
los momentos clave para pensar el problema.
Respecto de
las autónomas, se destaca la destreza con la cual se desenvolvían en unos años
en los que la fuerza centrípeta de las organizaciones y partidos era
arrebatadora. Fueron experiencias cortas e intensas… casi una constante en las
experiencias militantes de la década de los setenta argentinos. Grandes nombres
que continuaron gravitando en el feminismo argentino durante décadas se enlazan
en el relato con experiencias mínimas y cotidianas en las que las búsquedas
intensas hacían de cada hallazgo un episodio revolucionario. Trebisacce
encuentra esos trayectos en las feministas de la Unión Feminista Argentina
(UFA) y el Movimiento de Liberación Femenina (MLF): la autora se ocupa de las
tradiciones en las que se reconocen, sus inicios, las lecturas, las referencias
teóricas y de autoridad y las diferencias manifiestas entre ambos grupos. El
apartado “Las mil y una formas de las batallas” da sobrada cuenta de la
diversidad e intensidad del activismo feminista de las autónomas.
La segunda
parte del capítulo se ocupa de las políticas, sobre las que indudablemente hay
más investigaciones a la mano, una de ellas es la de la misma autora. Los
problemas en torno a la militancia de las mujeres en las organizaciones de la
izquierda (revolucionaria, anticapitalista y la llamada izquierda nacional) es
un desafío a las preguntas y a las fuentes: en esta ocasión, Trebisacce toma la
prensa partidaria y los documentos internos de las organizaciones, ocupándose
del Partido Socialista de los Trabajadores y del Frente de Izquierda Popular;
de hecho la autora sostiene que solamente en esos dos casos el tema de las mujeres
se habría tratado de una cuestión feminista, a diferencia del tratamiento que
ha tenido en otras organizaciones revolucionarias.
En este
caso se interesa por las referencias internacionales, los espacios de mujeres
al interior de los partidos que contaban con publicaciones específicas y las
consiguientes tensiones que esas militancias ocasionaría en las organizaciones.
El cierre
del primer capítulo llama a la lectura del segundo, a cargo de Karin Grammático
“Los años de la dictadura” quien desarrolla y se interroga por el devenir del
activismo feminista en el contexto opresor. La autora observa las formas en que
la dictadura recurre a la noción de familia como refugio de lo reaccionario y
conservador… para lo cual la familia patriarcal y capitalista proporciona una
excelente estructura. Con el mismo objetivo, los militares habrían “rediseñado”
las funciones de las mujeres en la sociedad.
Pero
centralmente, Grammático demuestra que sí hubo militancia feminista durante el
terrorismo de Estado. Podemos sumar su tesis a las perspectivas
historiográficas que contradicen las visiones sobre la quietud de las
militancias durante la dictadura, en las que los trabajos sobre movimiento
obrero fueron pioneros. Vaya como ejemplo la enumeración y breve descripción que
hallamos en el apartado “Los grupos feministas bajo la dictadura”, entre los
cuales se hallan algunos que son materia de desarrollo en el capítulo
siguiente.
Las
memorias de las feministas, la prensa periódica y las revistas “femeninas” son
algunos de los recursos de la autora para componer un diverso y complejo mapa
de la militancia feminista entre los años setenta y los años ochenta. Dos casos
de activismo y activación de esa militancia se reconstruyen respecto a las
múltiples adhesiones en contra a la sanción a una trabajadora estatal y a la
reforma de la Patria Potestad. Y supieron capitalizar las disposiciones de la
CEDAW (Convención sobre la Eliminación de Tosas las formas de Discriminación
contra la Mujer) que el gobierno dictatorial había suscripto en 1980. La
organización en torno a la demanda de aquella reforma e incluso las apelaciones
a las autoridades dieron lugar a diferencias entre el grupo de mujeres que se
distanciaron en función de las discrepancias respecto a las formas
organizativas que debían darse.
El panorama
de la militancia feminista en tiempos de terror también muestra el despliegue
en el ámbito de la cultura. Obras
colectivas e individuales, films, revistas especializadas divulgaron los temas
y problemas que ocuparon a las feministas de los años de dictadura, como
maternidad, socialización de las infancias, relaciones familiares, pareja,
sexualidad, vínculos entre mujeres.
Mención
especial requieren el tratamiento de los últimos dos temas que ocupan a
Grammático; uno es la realización de eventos públicos: Jornadas, Congresos,
Seminarios que fueron oportunidad para que las feministas porteñas
visibilizaran las cuestiones vinculadas a la mujer, sus intereses y
necesidades. El hecho de que grandes nombres del mundo de la cultura haya participado
de esos eventos contribuyó a la trascendencia de las demandas. Finalmente, la
resonancia internacional de las cuestiones que ocupaban a las feministas
porteñas, ya sea en los encuentros latinoamericanos como en los foros europeos,
pues el tema de los Derechos Humanos comenzaba a articularse con la lucha de
las mujeres.
“Los
ochenta” es el capítulo y la década que dan cierre a este libro, de autoría de
Mónica Tarducci. Con una clara articulación con el capítulo anterior, se
introduce la década con una mirada hacia las transformaciones culturales que
trajo la transición democrática, destacando claro está, aquellas expresiones
lideradas por mujeres y /o feministas, tanto en el mundo de los medios de
comunicación como en las definiciones de las políticas públicas porteñas.
Quizás por
la profusión de grupos y agencias y porque las fuentes y documentos son más
generosas, se trata del capítulo más extenso. Tarducci da tratamiento a los
grupos feministas; las actas, publicaciones, solicitadas y otras manifestaciones
públicas de estos grupos articulado con la memoria de su participación en ellos
permiten a la autora una reconstrucción minuciosa del activismo de las
organizaciones, que en solo dos años comenzaron a transformar el mundo del
feminismo porteño. En primer lugar, desarrolla extensamente los orígenes,
articulaciones y preocupaciones de ATEM (Asociación de Trabajo y Estudios sobre
la Mujer 25 de Noviembre). Las actividades iniciales que circulaban en torno al
mundo del trabajo femenino y al compromiso con los Derechos Humanos, fueron
ampliándose conforme se desplegaban los conflictos de una década convulsionada.
“Brujas”, la publicación creada a poco andar de ATEM, es una vía de entrada a
las preocupaciones de la Asociación; la selección de títulos que destaca la
autora nos ayuda a valorar la profundidad histórica que tienen algunos temas
que nos ocupan hoy: el trabajo doméstico, la solidaridad feminista y el tema
del poder, entre otros.
Otro
espacio de encuentro entre mujeres fue “Lugar de Mujer”, fundado pocos meses
antes de finalizar la dictadura; como en el caso anterior, nombres de
relevancia para el movimiento de mujeres y feminista se reunieron en esa
entidad. De muy amplios objetivos, se constituyeron como una asociación civil
que se dio tres tareas centrales: estudio, divulgación e investigación.
Podríamos decir que entre los legados del grupo se destacan la articulación
internacional, el activismo sostenido por la legalización del aborto y la
visibilización de la presencia de las lesbianas en la creación de un grupo
específico.
“Alternativa Feminista” es la organización (y
poco después, publicación) que desde fines de 1984 se presentan en sociedad
oponiéndose a toda forma de autoritarismo y discriminación; se proponen como
tarea constituir grupos de estudio, difundir las ideas feministas y ocuparse de
mujeres de sectores populares. Pioneras también en poner en discusión el
trabajo femenino doméstico y extradoméstico; pero quizás lo más novedoso es la
pregunta por la propia historia, al interrogarse por los motivos por los cuales
no crece y/o se consolida el movimiento feminista en Argentina.
También
íntimamente ligada a su publicación, en los mismos años surgió “Mujeres en
Movimiento”, grupo y revista que discuten ejes centrales del feminismo como
movimiento político desde una perspectiva anticapitalista, algo inédito en esta
década. Por ello se destacan entre sus ejes de intervención la relación con
grupos femeninos no feministas y el trabajo con las clases sociales oprimidas,
subrayando con esas definiciones las relaciones de poder que pesan sobre las
mujeres. Coherente con lo anterior, les ponen nombre a sus inquietudes y en
1987 organizan el Primer Encuentro Nacional de la Mujer Trabajadora que dio
lugar a discutir sobre la historia de las trabajadoras, la salud, las leyes
laborales, las especificidades de las mujeres rurales, las que se desempeñan en
el servicio doméstico y también las jubiladas.
Un apartado
merece el tratamiento de los grupos de lesbianas feministas, cuyo debate se
introduce acerca de si las organizaciones debían tener espacios específicos.
Los Encuentros feministas Latinoamericanos, publicaciones de ATEM y de Lugar de
Mujer propician estas discusiones en publicaciones y en jornadas específicas
como el Taller de Existencia Lesbiana. Más tarde el tema se presenta en los
Encuentros Nacionales de Mujeres, no sin resistencias y a veces fuera del
calendario oficial.
El capítulo
también reconoce y homenajea a la trayectoria militante de Carola Caride en el
Taller Permanente de la Mujer creado en 1986 y cuyo activismo persiste hoy en
la Librería de la Mujer.
Un tercer
apartado del capítulo se ocupa de la Multisectorial de la Mujer y las
conmemoraciones del día Internacional de la mujer, el 8 de marzo. Tarducci
reconstruye los orígenes de la Multisectorial y la relevancia de la ocupación
del espacio público; montada sobre las memorias de las militantes, construye un
relato emotivo de aquella primera movilización durante la democracia. Con la
consigna de “llevar el 8 de marzo a la calle” se condensaban reclamos
históricos como la igualdad de los hijos ante la ley, igual salario por igual
trabajo, con demandas novedosas como la legislación de la jubilación para el
ama de casa y la solicitud de creación de ámbitos estatales que se ocupen de
las mujeres. También entonces Tarducci destaca la relevancia de los medios de
comunicación y de periodistas feministas que contribuyeron a instalar aquellos
temas en la opinión pública. Año a año, la agenda de demandas de la
Multisectorial en cada 8 de marzo se expande, haciéndose más complejiza y
radicalizándose.
El último
eje de desenvolvimiento del feminismo de los ochenta que despliega Tarducci es
el de las Campañas; acciones que se fundan en pos de militar derechos y su
profundización y que encontraron activando juntas a quienes participaban en
distintos grupos. La Patria potestad y el divorcio vincular son dos logros que
militó el feminismo en la década; el aborto y la eliminación de la violencia
sobre las mujeres son derechos aún pendientes. Todos esos temas han sido
tomados en los Encuentros Nacional de Mujeres que cada octubre multiplican y
profundizan las demandas y que es historizado por la autora. Se cierra el
capítulo con menciones a la multiplicidad de Grupos de reflexión, Mesas
redondas, Asambleas, Talleres, que, sin estar encuadrados en las organizaciones
más notorias, han contribuido con el proceso de creciente incidencia del
feminismo en la sociedad argentina.
Como
dijimos, “Cuando el feminismo…” asume ser una investigación sobre Buenos Aires,
y sin embargo, ilumina procesos de otros espacios y permite pensar experiencias
de otras regiones; no solamente por el impacto que el activismo porteño tiene
en el resto del país, sino porque muchas de esas mujeres y sus organizaciones
se han dado la tarea de multiplicar y divulgarse en el resto de las provincias.
Trebisacce, Grammatico y Tarducci nos dicen que Feminismo, no es una mala
palabra ni un término del cual desmarcarse ante la mirada fruncida de unxs
cuantxs, sino que, tal como propone este libro, es un lugar en el cual
reconocernos.
Laura Pasquali ⃰
⃰ Doctora
en Historia. Posdoctorado en Ciencias Sociales- Facultad de Humanidades y
Artes. Universidad Nacional de Rosario. Contacto: laura@pasquali.com.ar