Desde los márgenes de la (pluri)nación:
Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir
Mariana D. Gómez ⃰
Resumen
El artículo reconstruye
las intervenciones y dimensiones de la acción colectiva del Movimiento de
Mujeres Indígenas por el Buen Vivir, apoyándome en observaciones, entrevistas,
documentos y posicionamientos difundidos en redes sociales y medios. Primero problematizo
mi entrada al campo y algunos problemas con los que me encontré al tratar con
mujeres autoreconocidas como “indígenas” que están
construyendo su propia política de representación; luego analizo las
intervenciones en el movimiento de mujeres y disidencias argentino -en el marco
de las movilizaciones y encuentros de los últimos años-; por último considero
las definiciones de sí mismas que realizan referentes del colectivo (indígenas,
antipatriarcales pero no feministas, racializadas,
plurinacionales), focalizándome en los planteos sobre la “identidad originaria”
y la “plurinacionalidad” en el marco de una política de identidad sobre la cual
reflexionaré en tanto hipótesis de partida.
Palabras clave: mujeres indígenas- Argentina- indigeneidad-
políticas de la identidad
From the margins of the pluri(nation):
Indigenous
Women Movement for Buen Vivir
Abstract
The article rebuilds the interventions and dimensions of “Movimiento de Mujeres
Indígenas por el Buen Vivir” collective action, relying on observations, interviews, documents and positions disseminated through social media and media posts. First I problematized my entry into the field where self-recognized
women as “indigenous” are building their own politic of representation; then I analyze their interventions in the current Argentine Women and Dissent’s Movement within the big mobilizations and meetings of recent years; third, I dwell on the definitions of themselves carried out by referents of the collective (indigenous, antipatriarchal but not feminist, racialized, plurinational women) focusing in the questions around their “indigenous identity” and “plurinationality” within the framework of an identity politics which I will reflect as a starting hypothesis.
Key words: indigenous women- Argentina- indigenity-
identity politics.
1. Introducción: mujeres de origen indígena en
Argentina
Este texto analiza
algunas dimensiones de la acción colectiva[I] que viene desplegando desde fines de 2014 un
colectivo de mujeres denominado “Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen
Vivir”, liderado por la activista mapuche (Moira Millán), y que alcanzó notoria
visibilidad en el movimiento de mujeres y disidencias argentino durante 2017,
2018 y 2019.[II] Este trabajo se inserta en una investigación
más amplia sobre acciones colectivas, procesos organizativos e identitarios de
mujeres que se autoreconocen como miembros de alguna
“comunidad indígena”, “pueblo indígena” o “nación originaria” en Argentina,
considerando el protagonismo que las mujeres de
origen indígena vienen disputando en espacios de activismo y militancia así
como también la influencia de un discurso transnacional basado en una figura
globalizada de “la mujer indígena”, presentada como un nuevo actor social y
político y un nuevo sujeto de políticas (por lo general llevadas adelante por
ONG que son financiadas por la cooperación internacional y por donantes
privados). Durante la última década y media las “mujeres indígenas”, sus
derechos y problemáticas étnicas y de género, comenzaron a formar parte de las
agendas latinoamericanas feministas académicas y activistas (Ulloa 2007) aunque
en Argentina este proceso lleva unos pocos años.
En la última década,
mujeres organizadas de origen indígena se hicieron presentes en el espacio
público en la Ciudad de Buenos Aires y comenzaron a articular desde la capital
del país una voz indígena y femenina crítica respecto de la violación de los
derechos de sus comunidades y pueblos, de las malas políticas indigenistas de
los gobiernos provinciales y nacionales, de los proyectos neoextractivistas
que afectan a sus comunidades y de la misoginia de las dirigencias indígenas.
El primer grupo de mujeres que realizó una acción colectiva en Buenos Aires fue
liderado por una activista de origen wichí, Octorina Zamora en el año 2009 (Gómez 2020). Luego, fueron
mujeres de origen mapuche y mapuche-tewelche las que
buscaron lograr visibilidad en los medios de comunicación (incluyendo las redes
sociales) y realizaron acciones colectivas en la esfera pública -
movilizaciones-, en un contexto signado por el avance del neoextractivismo
en las provincias del sur y del norte del país, la indiferencia gubernamental a
la violación de los derechos indígenas y la persecución judicial a varios
referentes. Como señalamos en otro lugar (Gómez y Trentini
2020), estas mujeres, al mismo tiempo que se vuelven lideresas, referentes y
voceras de los reclamos de sus comunidades –recurriendo al esencialismo
estratégico- también problematizan su condición de género (racializada)
y debaten con ideas, conceptos y referentes de los feminismos que se expanden y
popularizan en nuestro país desde el 2015 en adelante (Tarducci
y Daich 2018; Vivaldi y Gómez 2018; Natalucci y Rey 2018).
“Movimiento de Mujeres
Indígenas por el Buen Vivir” (MMIPBV) es un colectivo de mujeres que se auto-reconocen como miembros y/o descendientes de varias de
las “36 naciones originarias” que supuestamente existen en nuestro país, aunque
varias de éstas serían el resultado de los procesos de reemergencia étnica
indígena de las últimas tres décadas (Gordillo y Hirsch 2010; Lazzari 2017). Las integrantes más activas y visibles se auto-identifican como “originarias” de la “nación mapuche”,
la “nación quechua” y la “nación kolla”. Desde un
imaginario que comparten, las “naciones indígenas” (con límites claros entre
ellas) residirían en “territorios indígenas ancestrales” y sus miembros
compartirían una lengua, una cultura y una cosmovisión en común.[III]
El nombre del
colectivo primero fue “Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir” pero a
partir de 2018 se renombraron como “Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen
Vivir”. Su primera acción colectiva se hizo en el 2015 y buscó instalar en el
debate público el “derecho al Buen Vivir” o el “Buen Vivir como un derecho”
(Álvarez Ávila 2019). Luego fueron tomando otras problemáticas que atañen a las
mujeres indígenas del país, se sumaron nuevas mujeres que se encuentran en el
proceso de identificarse como “originarias” y también colaboradoras no
indígenas (periodistas, fotógrafas, investigadoras). En los medios, en el
espacio público y en los debates académicos la visibilidad más notoria la tiene
Moira Millán, secundada por Irma Caupán Perriot (mapuche) y María Urquizu
(kolla). Algunas de las integrantes viven en
localidades del sur argentino, otras en Buenos Aires y otras “habitan entre”
lugares rurales y urbanos y llegan a la ciudad para participar de actividades
puntuales. Su política de financiamiento hasta ahora ha sido autogestiva: recaudan dinero mediante peñas, rifas,
conversatorios y campamentos y también solicitan donaciones vía las redes
sociales.
2. Orígenes del MMIPBV y tensiones en un “campo”
nuevo
Sus orígenes se
remontan al año 2012, cuando M. Millán y otras mujeres de origen qom y mapuche se reunieron en la ciudad de Rosario y
comenzaron a imaginar la posibilidad de hacer una gran marcha de “mujeres
indígenas” para visibilizar problemas y situaciones de injusticia (Soria 2019).
Luego, a fines de 2014, Millán comenzó a organizar reuniones abiertas en la
ciudad de Buenos Aires, convocando el apoyo de otros actores (ambientalistas,
comunicadores, organizaciones civiles que acompañan reclamos indígenas,
activistas, académicos/as, políticos, etc.) para, en abril de 2015, realizar la
Primera Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir en Buenos Aires. Entre
aquella reunión de Rosario y las posteriores del 2014 se fue conformando el
colectivo Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir, devenida en el
actual MMIPBV, el cual muestra, al menos a simple vista, un liderazgo muy
marcado en la figura de Millán pero no por ello cuestionado.
Millán suele presentarse como mujer, mapuche, weichafe
(guerrera) y pionera en la “recuperación de territorio ancestral” en la
Patagonia argentina, además de guionista y escritora. Para sus intervenciones
en el espacio público se viste con el küpan (vestido
negro tradicional) ya que apela al esencialismo estratégico para hacerse
visible y portar con orgullo los diacríticos de la identidad femenina
mapuche (küpan, joyas de plata, y fajas de lana con
motivos que las mujeres llevan atadas a la cintura). Como comentó en una
entrevista que me dio en el 2015: “todas las piezas de plata hablan de mí, de
mi maternidad, de quién soy, de mi etapa, mi ciclo, porque en el mundo indígena
particularmente no se cuentan los años de vida sino otras cosas…”. Millán fue
miembro de una organización indígena llamada “11 de octubre” que agrupaba
comunidades mapuche-tehuelche (Valverde 2005; Ramos 2018) y desde el 2005
reside en la comunidad o LofPillán Mahuiza, un “territorio recuperado” entre varias familias[IV].Comparte con varios de sus hermanos sanguíneos el activismo político,
cultural y educativo sobre la causa del pueblo mapuche y los derechos
indígenas. Como parte de su activismo, en el 2011 emprendió un viaje por
distintas regiones del país para realizar un “llamamiento” a las “mujeres
originarias” de otros pueblos. Ese viaje quedó plasmado en un
documental-ficción (una road movie
titulada Pupila de Mujer)[V] donde narra su historia de vida y las causas
que la motivaron a conocer a otras mujeres originarias. La película se estrenó
en el cine Gaumont en el 2012. Para ese entonces ella
ya tenía presencia en las redes del activismo mapuche transcordillerano
y en los debates del feminismo poscolonial en Buenos Aires (Bidaseca
y Vázquez Laba 2011). Además, M. Millán escribe notas en medios
alternativos y en 2019 publicó su primera novela.[VI] Entre las mujeres mapuche que la influenciaron
suele mencionara Viviana Coliqueo, Aimé Painé y
Segunda Wenchunao.
Desde el 2014 hasta
fines de 2018 fui siguiendo las actividades en el espacio público que llevó
adelante el MMIPBV para hacerse visibles, plantear demandas y realizar
denuncias ante una sociedad, un estado y un movimiento feminista que desconoce
las realidades regionales y locales donde viven las mujeres indígenas. Leí los
documentos que difundieron, seguí sus intervenciones en las redes y me acerqué
a observar actividades abiertas al público, como un “Foro sobre Genocidio y
Argentinización” realizado en el 2017 en Bahía Blanca; también asistí a las
conferencias de prensa, conversatorios y charlas-debate que organizaron en
Buenos Aires y pude entrevistar a sus principales referentes (Moira Millán e
Irma Caupán Perriot).
Cuando me acerqué a las primeras reuniones abiertas, entre fines de 2014 y los
primeros meses de 2015, me presenté como una antropóloga dedicada a investigar
sobre problemáticas de mujeres indígenas en el país. No apelé a una credencial
de “investigadora comprometida” pero me ofrecí a colaborar con gusto en
cualquier tarea organizativa o documental que necesitaran para la marcha que
estaban planificando; también comenté que, siendo jovencita, antes de dedicarme
a la investigación académica, trabajé como técnica en proyectos de ONG con
mujeres tobas rurales en el oeste de la provincia de Formosa.
Pudo haber sido por la
mala fama que tienen las ONG para mucha gente indígena -acusadas de
“intermediar en sus causas”-, o porque decidí no presentarme de entrada con una
actitud de “investigadora comprometida” ni tampoco ofrecer una obediente
disposición a la agenda de este colectivo de mujeres (a las que recién me
estaba acercando y no conocía) pero, lo cierto, es que de entrada sentí que mi
presencia incomodaba a su principal referente. Nunca busqué posicionarme como
una representante en el ámbito académico de las causas de las mujeres indígenas
sino como quien investiga sobre algunos procesos, acciones y demandas. En los
últimos 15 años primero me dediqué a investigar, desde una perspectiva de
género y feminista, sobre el proceso de conversión socio-religiosa y cultural
por el que atravesaron mujeres tobas (qom) que
pertenecieron a grupos de tradición cazadora-recolectora y que, desde hace más
de un siglo, se asentaron en comunidades rurales en un territorio ubicado en el
oeste formoseño (Gómez 2016). Luego, a partir de mi investigación postdoctoral,
me propuse seguir desde una etnografía multilocal
acciones colectivas y procesos organizativos e identitarios de activistas y
líderes de distintos orígenes (mapuche, wichí y qom principalmente).
Estuve en el rol de
acompañar problemáticas que afectaban la vida cotidiana de mujeres tobas, indígenas
y rurales, cuando trabajé en proyectos de ONG que apuntaban a fortalecer los
derechos y prioridades de las mujeres en el plano territorial y organizativo
-alrededor de la producción de artesanías-(2002-2006). Sobre estas experiencias
reflexioné en algunos escritos que no alcancé a publicar todavía pero me detuve
en las dificultades surgidas de las diversas expectativas que nos movían a
ellas y a mí en distintas direcciones al intentar trazar puentes y diálogos
entre nosotras. No me fue nada fácil “acompañar” a mujeres originarias cuyas
marcas étnicas, “raciales”, de clase, lingüísticas, etc. se sentían muy
diferentes a las mías (mujer veinteañera en ese entonces, soltera, sin hijos,
universitaria y de clase media de Buenos Aires, sin religión –agnóstica- y con
aspecto acriollado dado mi color de piel marrón). Las diferencias que más nos
alejaban (aunque nunca nos hicieron perder el diálogo y la mutua simpatía) eran
de orden religioso y de género: las mujeres tobas son evangélicas, muy
conservadoras y su proceso organizativo como “mujeres artesanas” sería
impensable sin la presencia de proyectos de ONG con perspectiva de género (Gómez
2008). Además, en todas las comunidades del Gran Chaco Argentino las personas
indígenas (de origen qom, wichí,
pilagá, mocoví, etc.) no construyen su identidad étnica recurriendo a
esencialismos estratégicos ni marcando su pertenencia a un “pueblo” o
“nación-originaria”. Los anclajes identitarios son otros: las familias
extensas, las antiguas parcialidades, las identidades religiosas vinculadas a
las iglesias cristianas evangélicas, las identidades políticas tradicionales
(peronismo y radicalismo) y una identidad panindígena
como “aborígenes” propia de las “formaciones provinciales de la alteridad” en
la región chaqueña (tomo el concepto de Briones 2005).
Pero regresemos al
MMIPBV: mi acercamiento a su coordinadora o líder y a sus otras integrantes fue
cauteloso y distante porque, en primer lugar,
me desorientaba el esencialismo estratégico[VII] al que apelaban o la recurrencia a roles
estereotipados sobre las “mujeres indígenas” típicos del discurso multicultural
latinoamericano; en segundo lugar, intuía que ellas esperaban algo de mí que
nunca me pudieron comunicar de manera directa o formal, y tercero, sentía que
me veían como una “interferencia no deseada” considerando que estaban abocadas
a producir su propia política de representación para intervenir en la esfera
pública, en los medios, redes sociales y en los debates académicos. En algún
momento alguien del colectivo me dijo de manera poco clara en una de estas
reuniones abiertas que si quería colaborar con ellas “les escribiera un libro”,
pero nunca logramos avanzar en ninguna conversación seria.[VIII] Dadas estas razones, sólo hice observaciones
en actividades abiertas al público (y como mencioné más arriba algunas
entrevistas y análisis de los documentos que produjeron). Por lo tanto, el
análisis y la mirada que encontrarán en este artículo fueron producidas “desde
afuera” y no en colaboración con ellas. En el 2018 conocí a otras integrantes
del MMIPBV que aceptaron venir a conversar con lxs
estudiantes de un seminario que dicté en la carrera de antropología de la
Facultad de Filosofía y Letras (UBA) ese mismo año. Por último, Irma Caupán Perriot aceptó participar
–en representación del MMIPBV- en la presentación de un libro sobre mujeres
indígenas y política que compilamos con Silvana Sciortino
(Gómez y Sciortino 2018).
A pesar de todas estas
dificultades persistió mi interés en escribir sobre la acción colectiva del
MMIPBV. No sólo porque se correspondía con mis temas de investigación, sino
porque es el primer colectivo de mujeres organizadas de origen indígena que se
hicieron presentes en la esfera pública argentina para visibilizar a nivel
nacional demandas y problemas que afrontan las mujeres indígenas y sus
comunidades, trayendo a la escena política nacional y local conceptos
utilizados por las y los indígenas de otras partes de Latinoamérica (Buen
Vivir, plurinacionalidad, antipatriarcado, etc.). En
este artículo considero la acción colectiva desarrollada desde fines de 2014 a
fines de 2018. Soy consciente de que dejo fuera del análisis una de las últimas
campañas del MMIPBV orientada a denunciar en los medios y en las redes la
violencia sexual-racial que hombres criollos y blancos ejercen contra mujeres y
niñes indígenas en el norte argentino violentando
todos sus derechos (Campaña contra el Chineo).[IX]
3. Hipótesis, conceptos y puntos de partida
La hipótesis que sigue
mi análisis es que el MMIPBV representa un tipo de indigeneidad
(De la cadena y Starn 2009) basada en una política de
identidad (Hobsbawm 2000), aunque con anclaje territorial. Desde mi punto de
vista se trata de una indigeneidad femenina que no
está territorializada en una única comunidad o territorio. La indigeneidad de este colectivo de mujeres comenzó a tomar
forma y visibilidad en la ciudad de Buenos Aires (en el centro del país) y se
plantea, entre otros objetivos, recuperar identidades originarias aunque
concebidas en función de un vínculo primordial con un territorio, un
pueblo-nación originario y una lengua.
Marisol De la cadena
(2009) utiliza el concepto de indigeneidad para
referirse a un campo complejo de prácticas y relaciones donde “lo indígena” se
construye fundamentalmente como un tipo
de subjetividad e identidad, y donde en esa construcción intervienen
sujetos, agencias y espacios indígenas y no indígenas. Por ello señala el
carácter impuro o espurio de cualquier indigeneidad.
Indigeneidad, entonces, refiere a las formas de
construcción de las identidades indígenas bajo las recientes condiciones de la
globalización, las políticas neoliberales que alientan estas políticas de
identidad basadas en la diferencia cultural pero también bajo la existencia de
un movimiento internacional y/o transnacional que aspira a promover y proteger
los derechos de las personas de las “primeras naciones” en varios continentes.
En Argentina personas agrupadas en “comunidades”, “pueblos” y “naciones
originarias” en las últimas tres décadas comenzaron a identificarse como
“indígenas” pues sus padres, abuelos y bisabuelos son/eran originarios, y
reclaman derechos colectivos, como los derechos territoriales reconocidos en la
Constitución Nacional Argentina. Como señala Lazzari
(2017) ,en los modos de imaginar a la nación argentina
se creyó que el componente “indio” de la población (hoy denominados
“indígenas”) estaba condenado a desaparecer y/o a asimilarse con grupos de otro
origen (criollos e inmigrantes europeos). Sin embargo esto no ocurrió: “…hoy al
hablar de ‘indígenas’ nos referimos a personas que manifiestan alguna
conciencia de que la marginalidad y la exclusión que las afectan responden a
que sus ancestros estaban aquí-antes que
los argentinos y fueron conquistados por esos “que vinieron de afuera”. Esta
manera de comprender a los pueblos indígenas deja abierta a redefiniciones la
cuestión de los “contenidos” culturales y demográficos de cada pueblo indígena”
(Lazzari 2017: 18).
En tanto sujeto
social, en absoluto homogéneo ni unificado, las “mujeres indígenas” son
aquellas mujeres que se reconocen como miembros de pueblos y/o naciones
originarias: “colectivos humanos que están en condiciones de remontar su
historia a poblaciones que fueron conquistadas, colonizadas y nacionalizadas
por otras que provenían de tierras lejanas” (Lazzari
2017). “Mujer indígena”, por su parte, es una categoría social que se remonta a
las políticas indigenistas latinoamericanas y refiere a una identidad étnica pan-indígena femenina a
la que se le asocian “roles esenciales”: dadoras de vida, cuidadoras y
defensoras de la tierra y de los territorios, transmisoras de la cultura y la
lengua, sabias, espirituales, con saberes especiales, etc. Esta categoría hoy
está presente en el vocabulario de cualquier persona que se reconoce indígena,
en las organizaciones indígenas y en las políticas estatales y no
gubernamentales. De este modo, la creación del sujeto “mujer indígena” está
asociada no sólo a la emergencia de movimientos y colectividades indígenas en
el continente sino también a las viejas políticas indigenistas del siglo pasado
y a las políticas de identidad y de reconocimiento de derechos indígenas del
actual en los estados nación interculturales, pluriculturales, multiculturales
y plurinacionales.
Sin embargo,
apropiarse de la categoría “mujeres indígenas” o “mujeres originarias” para
construir un posicionamiento identitario y político –tal como hicieron las
referentes del MMIPBV- implica reconocerse como una mujer subalterna, racializada y atravesada por la colonialidad
en un contexto nacional donde las formas de visibilización y politización de
las personas indígenas -vía las políticas de identidad y de reconocimiento de
derechos- han cobrado importancia desde la reforma constitucional de 1994
(Gordillo y Hirsch 2010).
Lo primero (la
subalternidad), y lo último (la colonialidad), se
explican porque sus familias, parcialidades y pueblos vivieron historias de
sometimiento estatal-militar, “sometimiento” que las organizaciones indígenas y
un sector de los/as investigadores vienen revisando en clave de “genocidio
indígena” dadas las características que tuvo el accionar estatal (Delrío et. al. 2018). Se suman el despojo y arrinconamiento
territorial, la explotación laboral en las peores condiciones en los
establecimientos agroindustriales de principios del siglo XX, la conversión sociorreligiosa a diversos cristianismos, los procesos de des-marcación identitaria, distanciamiento y pérdida de
lenguas nativas y, en los últimos años, la reemergencia étnica mediante el
esencialismo estratégico.
La racialización[X] (lo segundo) de las “mujeres indígenas” se
vincula a varias situaciones: a los efectos de la “colonialidad
del género” en las originarias y afrodescendientes en Argentina y en
Latinoamérica, a las jerarquías raciales que utilizaron las patronales de las
agroindustrias del NOA para dividir a sus trabajadoras indígenas (Gómez 2011),
a que en algunas regiones del país –Gran Chaco argentino y Rosario por ejemplo-
pertenecen a los estratos más bajos de la clase trabajadora desocupada
(“población sobrante”), viéndose obligadas a articular estrategias económicas
para sobrevivir -producción de artesanías, trabajo precario, acceso a subsidios
estatales-. A lo anterior se suma un color de piel amarronado, dorado o cobrizo
(y otras características fenotípicas que presentan las personas que descienden
de las poblaciones de origen precolombino), y el hecho de que el imaginario
nacional de Argentina se construyó excluyendo
a la población indígena y transformándola en “una presencia no visible pero
latente y culturalmente constitutiva de formas hegemónicas de nacionalidad”
(Gordillo y Hirsch 2010). Así, la condición de género de las mujeres indígenas
tiene un color de piel no blanco usualmente racializado de manera negativa, dado que “lo negro” y “lo marrón” en nuestro
país ha sido representado de manera peyorativa por amplios sectores de la
sociedad, reproduciéndose de esta manera una forma particular de racismo (Ratier 1971; Grimson 2017).
Al hacer un seguimiento
de la “articulación pública de la indigenidad” (De la
Cadena y Starn 2009) del MMIPBV mediante la voz
colectiva que fueron construyendo se observa que, por un lado, tienen interés
en establecer debates con diversos sectores de la sociedad argentina:
movimiento amplio de mujeres y disidencias, movimiento feminista y sus
referentes principales, investigadoras, referentes de otros movimientos
sociales; por otro lado, toman y reesemantizan
conceptos provenientes del movimiento indígena latinoamericano (Buen Vivir y
Plurinacionalidad), de las investigaciones académicas sobre los procesos de
reemergencia indígena y de los feminismos no hegemónicos (apropiándose de
categorías para pensarse a sí mismas como cuerpo-territorio) pero sin
reconocerse por ello como feministas.
4. Acciones en las calles, actividades y campaña para
plurinacionalizar los ENM
El 21 de abril de 2015
la Marcha de Mujeres Originarias por el Buen Vivir logró reunir a un grupo
numeroso de mujeres indígenas de distintos puntos del país, ponerlas al frente
de la misma y realizar su primera acción colectiva en las calles porteñas,
secundadas por más de un millar de personas no indígenas que respaldaron su
propuesta. El Buen vivir es un concepto transversalizado en las luchas de las
organizaciones indígenas y en otros movimientos sociales (Stefanoni
2012; Schavelzon 2016; Dongil
Martin 2018). Asociado a la defensa de otras formas de vida en “territorios
comunitarios” y de los bienes comunes, las mujeres indígenas -en un imaginario
indianista popularizado- aparecen asociadas a éstos y a la Madre-Tierra o a la
Pachamama, presentándose como las guardianas legítimas y las portavoces de una
nueva propuesta: el Buen Vivir como un derecho. Lorena Cabnal,
feminista indígena y comunitaria, crítica del “esencialismo étnico” y del
“patriarcado originario ancestral”, afirma que el Buen Vivir es un paradigma
ancestral propio de la cosmovisión de los pueblos andinos vinculado a la idea
de una vida equilibrada en términos espirituales y materiales, y también que
éste paradigma se encuentra “cosmogónicamente masculino centrado” ya que fue
formulado por indigenistas de izquierda“ exponentes y pregoneros del movimiento
indígena que poseen la legitimidad y autoridad epistemológica” para hablar en
nombre de todos/as (Cabnal 2010: 18).
En la entrevista de
2015, M. Millán explicaba que las mujeres terminaban asumiendo el rol de
“guardianas” y defensoras no tanto por una disposición natural sino debido a
que los hombres migran y se resienten –por el alcohol y la baja autoestima-,
resultando en masculinidades disociadas de sus territorios de origen y en
mujeres más arraigadas y dispuestas a defenderlos (aunque no sean reconocidas o
valoradas por ello):
Las mujeres de los
pueblos originarios, en su mayoría, son las guardianas de los territorios,
porque los hombres se ven atravesados por el alcohol, por el despojo y por el
resentimiento social que les provoca el tener que irse para trabajar y dejar
solas a las mujeres. Son las hipótesis del conflicto para las transnacionales
porque saben que pueden correr a los hombres pero a las mujeres con sus hijos
no, mientras haya mujer con hijo ella va a tratar de proteger ese lugar,
entonces necesita des-hacerse de la mujer, entonces
van a desplegar todo mecanismo de terror contra las mujeres, desde la
judicialización como le ocurrió a Relmu Ñanku, hasta macheteando, como le sucedió a una mujer en
Misiones, entonces las mujeres tenemos que salir a la palestra pública, contar
lo que nos pasa, porque además nuestros hombres no cuentan lo que nos está
pasando… incluso ¿sabes que? Hay un reconocimiento
por parte del patriarcado argentino a figuras emblemáticas varoniles, incluso
desde la propia figura de Félix Díaz, pero ningún reconocimiento hacia
nosotras. (M. Millán, entrevista en abril de 2015).
Aquella mañana del 21
de abril de 2015 las mujeres de la Marcha por el Buen Vivir se concentraron en
el monumento a Julio Roca (“el genocida Roca”), luego caminaron hasta el Acampe
Qom (situado entre la Av. 9 de Julio y Av. Rivadavia) e hicieron un abrazo humano
como gesto desolidaridad con la lucha de la comunidad
que lideraba Félix Díaz (Potae Navogoh).En
la entrevista, Millán comentó que “los hermanos del Acampe qom”,
en su mayoría de origen qom y wichí,
tuvieron dificultades para comprender los motivos que la llevaron a organizar
una marcha liderada sólo por mujeres. Ellos esperaban que fuera Félix Díaz
quien hablase en el Congreso de la Nación y tuviera un lugar destacado dado que
se encontraba desde hacía meses “acampando” en la Ciudad de Buenos Aires liderando
una acción de protesta. Además, para los hombres del acampe, las mujeres son
tímidas y no sabrían “qué decir”, lo que revela el imaginario degradado desde
el que contemplaban a sus propias compañeras: situadas en lugares pasivos,
silenciosos o mudos y sin competencia lingüística para hablar en nombre de las
necesidades colectivas:
Ellos, los hermanos del
Acampe Qom, nos preguntaban ‘¿Pero por qué van a hacer una marcha sólo de
mujeres originarias? Si marchamos todos que sea Félix el que entre al congreso
y tome la palabra’, y nosotras dijimos ‘no, queremos que vengan las hermanas
del acampe’, y ellos otra vez nos decían ‘no porque no sirven, no porque no van
a saber qué decir, que vaya Félix Díaz porque las mujeres no lo van a saber
hacer’. Pero nosotras nos pusimos firmes y dijimos que no, que no sería un
hombre el que hablaría en nombre del Acampe, entonces la eligieron a María, una
hermana de la comunidad de Namqom [comunidad situada
en las afueras de Formosa capital]. Entonces le decíamos ‘ellas van a ser las
primeras en hablar, las hermanas del Acampe’ y así fue que les planteamos esta
cuestión de la importancia de que sean sólo las mujeres y no los hombres, aun
cuando la lucha era de todos los pueblos. ¿Pero por qué no las mujeres?
Finalmente, alrededor
de las 16 hs. llegaron al Congreso de la Nación y
allí dieron una conferencia de prensa ante periodistas y políticos de todo el
arco político. Como señalamos en otro lugar (Gómez y Trentini
2020), en esta primera acción colectiva las organizadoras apelaron a un tipo de
esencialismo estratégico al poner en escena roles típicos asignados a “la mujer
indígena” en el imaginario social: guardianas de la cultura, trasmisoras de
valores, sabias, defensoras de la vida y de los territorios. La intervención en
el centro de la ciudad con sus vestidos coloridos y otros diacríticos indígenas
(vinchas, plumas, joyería e instrumentos musicales) demuestran el uso
estratégico y performativo de sus identidades étnicas y de género para hacerse
escuchar por el estado y el gobierno, marcar su diferencia cultural y
cuestionar una larga historia de invisibilización y
racismo e instalar el debate sobre el “Buen Vivir como un derecho”.[XI]
Entre el 2016 y el
2018 realizaron más actividades. En el 2016 la Segunda Marcha de Mujeres
Originarias por el Buen Vivir[XII], nuevamente una acción en el espacio público
con las mismas características que la primera pero con menor nivel de
organización y convocatoria, pues en esta ocasión lograron reunir sólo un
centenar de personas. En el 2017 realizaron dos eventos que tuvieron resonancia
en las redes y medios: una charla-debate en un local de ATE en Buenos Aires,
donde mujeres mapuche y tobas-qom (de un barrio de la
ciudad Rosario) narraron sus experiencias de persecución, tortura y discriminación
racial por parte de la policía y la gendarmería en Neuquén y Rosario
respectivamente. En mayo realizaron un “Foro sobre Genocidio Indígena y
Argentinización” en un polideportivo en las afueras de Bahía Blanca. Además,
desde el asesinato de Rafael Nahuel el 25 de octubre de 2017 (un joven de
origen mapuche) todos los 25 de cada mes
organizan una concentración en el Monumento a Julio Roca (Ciudad de Buenos
Aires) con el objetivo de repudiar la violencia y el racismo de las fuerzas de
seguridad y de la sociedad argentina y señalar la escasa repercusión que tuvo
este asesinato en comparación con el de Santiago Maldonado (un joven no
mapuche, artesano, simpatizante con los reclamos de la comunidad Pu Lof
Cushamen, aparentemente desaparecido durante una represión a la comunidad y
posteriormente asesinado)[XIII].
Entre el 2017 y 2018
organizaron nuevas charlas-debate, conversatorios y conferencias de prensa en
espacios universitarios (cátedras libres y seminarios), en foros -como el Foro
CLACSO 2018-; en centros culturales y sindicatos, y desde 2017 comenzaron a
intervenir en el movimiento de mujeres y disidencias argentino. En pocos años
lograron construir alianzas con figuras destacadas del movimiento de derechos
humanos (DDHH) (Nora Cortiñas, Pérez Esquivel,
Osvaldo Bayer), con organizaciones civiles que desde la investigación apoyan el
activismo político indígena (como la Red de Investigadorxs
en Genocidio y Política Indígena), con integrantes del colectivo feminista Ni
una Menos, con el colectivo
Indias en Pie de Rosario y con el grupo de mujeres afrodescendientes Matambas.
Durante el 2018,
mujeres urbanas de origen indígena que integran distintos colectivos (MMIPBV;
Feministas del Abya Yala, Kullakas
del Feminismo Comunitario Antipatriarcal) lograron
hacerse visibles en el ENM (Encuentro Nacional de Mujeres) realizado en Trelew
(Chubut). El MMIPBV fue el impulsor de la propuesta para que el ENM se renombre
como “Encuentro Plurinacional de Mujeres”, llevando adelante una campaña
denominada “Nos queremos Plurinacional” elaborada durante el Primer Parlamento
de Mujeres Indígenas realizado en Ensenada en abril de 2018.[XIV] Además, en el encuentro de Trelew, se alejaron
del histórico taller denominado “Mujeres de Pueblos Originarios” que existe
desde 1986 y que desde entonces estuvo monopolizado por referentes indígenas
conservadoras y poco dispuestas a discutir sobre violencias de género y derecho
al aborto (Sciortino 2014,2017). Silvana Sciortino, analizó las conclusiones de los talleres
coordinados por mujeres indígenas desde 1986 hasta 2011 y encontró que “la
desigualdad y la violencia de género fueron apareciendo como temas de debate de
manera conflictiva, con cierta resistencia a ser reconocidos y abordados
colectivamente” (2017: 102), al igual que el derecho al aborto y otras
cuestiones que eran evitadas o abordadas desde nociones esencialistas y
conservadoras sobre “la cultura indígena”, “la mujer indígena” y “la diferencia
cultural”. Sin embargo, a partir de2018
la comisión organizadora del ENM (hoy ya renombrado como Encuentro Plurinacional
de Mujeres, Lesbianas, Trans, Travestis, Bisexuales y No Binaries)
aprobó la creación de un nuevo taller denominado “Mujeres por la Libre
Determinación de los Pueblos, los Cuerpos y los Territorios”, resultando ser
uno de los más concurridos.
En síntesis, en los
últimos años se observan alcances significativos para el movimiento feminista
argentino que logró, en sólo cinco años, enraizarse y masificarse a lo largo
del país mediante la militancia de múltiples colectivos y organizaciones.
Simultáneamente también es un momento significativo para las mujeres indígenas
urbanizadas que vienen participando del movimiento de mujeres y disidencias que
se da cita todos los años.
5. “Somos originarias, no feministas, somos antipatriarcales y antirracistas”
El MMIPBV intenta
articular una voz colectiva, indígena y femenina pero sin reconocerse feminista
e insiste en presentarse como “no occidental” (no se reconoce descendiente de
los inmigrantes europeos que llegaron a fines del siglo XIX a Argentina). Este
colectivo no plantea como sus reivindicaciones centrales la autonomía de la
sexualidad y el cuerpo de las mujeres sino la “autodeterminación” de los
cuerpos y los territorios indígenas, y pone sobre la mesa la incisiva discusión
sobre el racismo de la sociedad argentina, el cual se manifiesta, aseguran
ellas, en el movimiento de mujeres y disidencias. También enumera los casos de
feminicidios de jóvenes originarias[XV],denuncia el “genocidio indígena” no reconocido
por el estado argentino (Delrío et. al., 2018), señala la importancia de recuperar formas de
hacer política articuladas a la “espiritualidad”, y se manifiesta contra la
criminalización de mujeres mapuche, como la que padeció en Chile una machi
(Francisca Lincollao) y la propia M. Millán en los
últimos dos años.[XVI]
En otro
trabajo (Gómez y Trentini 2020) explicamos que, por
lo general, las integrantes de organizaciones mapuche del sur argentino no se
definen como feministas. Pero en un encuentro de mujeres realizado en abril de
2019, convocado por las mujeres del Parlamento Mapuche Tewelche
de Río Negro y al que me permitieron asistir, observé posicionamientos
favorables a los feminismos plurales, diversos y no hegemónicos.[XVII]Tanto en Chile como en el sur argentino las activistas mapuche
plantean que los feminismos urbanos están alejados de las problemáticas de las
mujeres en sus territorios, mientras ellas se muestran alejadas de sus
polémicas[XVIII], más no tanto de algunas de sus
luchas, como el derecho al aborto legal y gratuito para el caso de Argentina.
Por otra parte, muchas “mujeres indígenas” asumen que el camino para lograr una
mayor igualdad en las relaciones de género debe construirse en compañía de los
hombres, precisamente por aquel principio de la complementariedad y dualidad
que sería común al pueblo mapuche y a otros pueblos andinos -aymaras y quechuas- antes de la colonización. No obstante,
varias feministas indígenas vienen señalando los pesados riesgos de asumir una
concepción idealizada sobre el pasado indígena precolonial y las relaciones de
género (Cabnal 2010; Cumes 2013). Cuminao
(2009), activista y académica mapuche de Chile, años atrás se refirió a una
“cierta imposibilidad con el feminismo” debido a que las mapuche
chilenas priorizan su identidad étnica y a los lugares que ocuparon en
la sociedad chilena como “sirvientas” o trabajadoras domésticas. No es un
detalle menor que la primera organización de mujeres mapuche en Chile, creada a
principios de la década de 1990, fuera la “Coordinadora Nacional de Mujeres
Mapuche que se Desempeñan como Trabajadoras de Casa Particular” (2009: 113).
Volviendo al MMIPBV y
Argentina: si bien se han pronunciado en contra del machismo de las dirigencias
indígenas, éste no suele ser el foco de su activismo. No se reconocen ni como
feministas comunitarias ni como feministas indígenas
aunque participan en el movimiento amplio de mujeres y disidencias para desde
allí denunciar la invisibilización y la condición racializada de las “mujeres indígenas” y “negras”
(afrodescendientes) por su color de piel, por sus rasgos y orígenes, y por ser
sujetos de una historia de colonización que todavía se perpetúa mediante la colonialidad. Estas denuncias ocurren en el marco de las
grandes movilizaciones feministas en Buenos Aires: un tiempo propicio para la
escucha y el diálogo entre les diferentes colectivos mediante la performance
política y el ritual. En síntesis, se trata de mujeres que por lo menos hasta
principios de 2019 estuvieron poniendo en el centro de su agenda otros
temas/problemas: autodeterminación, identidad originaria, cuerpo-territorio,
racismo y antirracismo, genocidio, naciones originarias, plurinacionalidad. De
esta forma lograron hacer una diferencia radical con los términos conservadores
en los que se venían discutiendo las problemáticas de las mujeres de pueblos
originarios en los ENM desde 1986, como señaló Sciortino
en su investigación (2013).
Por su parte, para las
feministas argentinas no indígenas puede ser un desafío concebir la identidad
de las “mujeres indígenas” en los términos de las integrantes del MMIPBV pues,
en este caso, las diferencias culturales y sociales se interpretan como
diferencias esenciales pero arraigadas en una historia de conquista, despojo
territorial y colonización de sus “naciones originarias” mientras que las
diferencias de género son imaginadas desde la conjunción de fuerzas humanas y
no-humanas (espirituales) que forman parte de una ontología cosmológica. Así,
cabe preguntarnos: ¿Qué se predica y revaloriza cuando las referentes del
MMIPBV hablan de “recuperar” sus “identidades originarias”?
En principio, la
descolonización cultural sobre los propios cuerpos y subjetividades mediante la
recuperación de una “memoria larga” cuyo punto de inflexión es el “genocidio
indígena”; en segundo lugar, la recuperación de pautas espirituales donde los
seres humanos se conciben como una fuerza más dentro un cosmos integrado con
otras fuerzas; en tercer lugar, la “vuelta al territorio” y a “vivir en
comunidad” mediante la recuperación de “territorios ancestrales” como actos
directos de reparación histórica para los descendientes de un pueblo (el
“pueblo-nación mapuche”) que fue despojado de sus dominios territoriales
durante la conquista estatal-militar del sur argentino conocida como “Conquista
del Desierto”; en cuarto lugar, otra relación entre cuerpo-territorio
concibiendo al Buen Vivir como una forma de vida anticapitalista y un derecho
para todas las personas. La recuperación de estas pautas de vida implicaría el
compromiso con un tipo de militancia política, cultural y también “espiritual”.
En la entrevista de
2018 que pude hacerle a Irma Caupán Perriot, me contó que nació en una familia mapuche pero fue adoptada por una familia argentina de
ascendencia francesa. Además se refirió a la importancia que para ella y sus
compañeras tiene el debate sobre las “identidades originarias”, “la cuestión
identitaria” o “lo identitario” expresado en el activismo por el reconocimiento
de la “plurinacionalidad” en el movimiento de mujeres y disidencias que
llevaron adelante en el 2018. En el plano personal esto implica un proceso de
identificación con las propias “raíces indígenas” invisibilizadas u ocultas en
las genealogías familiares de cada una de ellas. En este contexto, la
identificación (o no) como feminista no es un asunto prioritario para ellas:
I-Lo que pasa es que
nosotras estamos interpeleando y diciendo, por
ejemplo, “Dentro del sindicalismo ¿Qué lugar le hacen a lo identitario?”
M- ¿A lo identitario en
términos asumir una identidad indígena?
I-Y si, porque tenés tus derechos como originario, en los distintos grupos
vos podes ir interpelando y viendo que en ese grupo hay
cualquier cantidad de hermanos, vos los ves y decís “son hermanos” y
por ahí están sosteniendo una banderita que no tiene nada que ver con ellos,
pero por ahí nunca se lo plantearon ¿entendés? En las
villas o en determinados lugares vos vas y ves que acá está lo plurinacional…
pero bueno estamos en una sociedad muy racista, muy formateados, modelados y
determinados, es muy difícil correrse de eso y desencajar un poco y comenzar.
Pero ese trabajo lo vengo haciendo y lo seguiré haciendo. Trabajo en salud
mental y para mí lo que te da salud es la identidad. Una vez quevos tenés tu propia identidad
después haces lo que querés…
M: ¿Y qué es la identidad?
Me refiero a esto que se proponen ustedes de “recuperar identidades”.
I: Bueno, para cada
pueblo originario sería recuperar todo lo ancestral ¿no? Poder reconocerse y
decir: “yo soy esto”
M: ¿”Soy
esto” o “vengo de esto”?
I: Soy esto, porque
todo esto forma parte de mí de alguna manera, después yo decido si voy a hacer
esto o quiero hacer lo otro, pero que te marquen y que te digan lo que tenés que ser, cuando por ejemplo vos tenés
“cara de mapuche” tener que parecerte a tal cosa o ser… vos decidís
pero al menos poder hacer este trabajo. Es terrible cómo nos formatean, es
impresionante, lo vemos en la escuela, con la propaganda donde existe una única
voz, casi no hay voces que traigan disenso, y así nos van cortando, acallando,
sacando lo plurinacional cada vez más…
Desde este
posicionamiento podemos dilucidar algunos sentidos asociados a la “cuestión
identitaria” que se desprenden de las reflexiones de Irma. En primer lugar, si
bien para ella lo “originario” tendría una base natural, autoevidente y manifiesta
en características fenotípicas que develan los orígenes indios de las personas
renuentes a “reconocerse”, vendría muy bien recordar las propias palabras de
Silvia Rivera Cusicanqui acerca de que “la identidad
no es igual al color de piel”[XIX]. Además sería bueno
preguntarnos por qué muchas personas que tienen estas características no se
asumen como indígenas: ¿Pueden explicarse estas elecciones sólo como
consecuencia de que estas personas están “colonizadas” y “desindianizadas”?
Juana Antieco -otra referente del MMIPBV-se explayó sobre otro
sentido al que también se refirió Irma Caupán (“la
identidad indígena se recupera recuperando lo ancestral”). En un conversatorio
realizado en un centro cultural de la ciudad de Buenos Aires en 2018 señaló
que, como consecuencia del despojo sufrido por el “pueblo-nación mapuche”
durante la conquista del desierto, las identidades indígenas de sus bisabuelos
y abuelos fueron “robadas”, “extirpadas” y/o “prohibidas”, y que éstas son las
“identidades” que las integrantes del MMIPBV se han propuesto “recuperar”
mediante un proceso de “descolonización” y
de “búsqueda de sus raíces” en una historia no oficial y oculta y que
incluye a las propias genealogías familiares:
Se trata de empezar a
recuperar la verdadera raíz e historia, y a reconstruirse sobre esa base,
porque todo lo que vino luego nos fue fragmentando (por evangélicos, por
peronistas, etc.). Hay que recuperar memoria, raíz, forma de organización
social y política de nuestro pueblo, pero volver a ese saber profundo cuesta,
preguntarse por quienes fueron mis padres, abuelos, antepasados… Mi papá no nos
enseñó a hablar mapudungun porque los castigaban… Pero por algo una siente ese newen, esa fuerza, las cosas se van dando
solas…Tenemos una necesidad de descolonizar la historia, el territorio,
nuestros cuerpos, identidades, para reconocernos diversos. Yo no me considero
igual a alguien cuyos abuelos vinieron de Occidente. (Juana Antieco,
2018)
Moira Millán, por su parte, se reconoce nutrida
de la sabiduría de varias “naciones-originarias” y asegura que dejó de ser
“mujer mapuche etnocéntrica” para transformarse en una “mujer indoamericana”.
Nació y se crio en una familia trabajadora de (negada) ascendencia
mapuche–especialmente por influencia de su madre-[XX] y durante su adolescencia
integró una iglesia evangélica. Su acercamiento a la cultura mapuche comenzó
con el proceso de “recuperación de su identidad” a sus 18 años, en el marco de
un camaruco
celebrado en la casa de unos parientes que vivían en el campo. Según Millán, el
MMIPBV lucha por la “recuperación de identidades” y por los derechos de
“naciones originarias” que fueron invadidas y colonizadas:
Somos naciones sin
estado, somos naciones que fuimos invadidas, Argentina es una fuerza de
ocupación sobre los territorios de 36 naciones originarias, es así, sé que hay
gente que puede decir “no, pero esto no es así”, pero es así: Argentina vino,
invadió mediante una guerra desigual, nos sometió, ganó la guerra y ahí
quedamos: hoy hablamos el idioma del colonizador, practicamos la religión que
nos impuso, vamos a sus escuelas y hacemos todo lo que el estado quiere porque
él ganó la guerra. Sin embargo, varios pueblos originarios tenemos memoria de
que tuvimos otra espiritualidad, otro idioma, una concepción del territorio
distinta, no nos olvidamos quienes fuimos en definitiva, y aun así a mi no me interesa generar una lucha por la independencia,
porque no me interesa generar un nuevo estado, yo pienso que todo ese bagaje de
conocimiento, filosofía y espiritualidad de la vida tiene que llevarnos a crear
una nueva matriz civilizatoria como humanidad. Yo pienso que somos una
sola humanidad y mi ser mapuche responde a la percepción de la armonía que te
pasa a vos, que me pasa a mí, que le pasa a un negro en África, entonces se
trata de pensar como ordenamos esto… (Entrevista a M. Millán, abril de 2015).
Hay muchas de nuestras compañeras que no se sienten
argentinas, que no quieren consumir medicación de las grandes compañías
farmacéuticas, que buscan medicina alternativa, que buscan otro tipo de
alimentación, una forma de vivir distinta, y este sistema las excluye porque
existe una fobia hacia otros modelos cosmogónicos, evidentemente creamos una
especie de cosmofobia.[XXI]
La reinvindicación
de las “identidades originarias” implicaría asumir un posicionamiento político
–además de “ontológico” y “cosmológico”- con el fin de reclamar derechos
colectivos indígenas, comenzando por el derecho al territorio, puesto que
“recuperar identidad” para las referentes del MMIPBV implica volver a vivir “en
territorio ancestral”. Además reclaman derechos
específicos como “mujeres indígenas”-tal como sucede en otros países como
México, Colombia y Ecuador- y otro pacto con el estado argentino y su racismo
estructural (“las
instituciones no nos abren las puertas porque no hablamos castellano” dice
Moira Millán). Así, autoreconocerse desde una
identidad originaria para las integrantes del MMIPBV conlleva asumirla
construcción de una “política de identidad” donde lo personal es “plurinacional
y territorial”, e interpelar y “tensionar” los términos en los que se debate la
historia del país para replantear otras coordenadas de legibilidad:
M: ¿Cómo consideras y
definís el trabajo político que hacen?
I: Es un trabajo de
tensión, de crear tensión, ya desde el momento en que estamos
defendiendo el territorio estamos tensionando: al estado, a la sociedad,
interpelándolos, y sobre todo eso ¿no? Y ser instituyentes en esto: nosotras
fuimos las primeras en empezar a hablar de Buen Vivir como un derecho, y
empezamos a hablar de territorio y no lo defendemos como propiedad, sino como
vida de la que somos parte, más allá de
ser mapuche todos los originarios estamos defendiendo el territorio como una
cuestión de vida, salud, que es lo primero que esta
arrasando este estado, porque constantemente el estado incide en los
territorios y nos han ido corriendo, con lo de Maldonado quedó a la vista y nos
permitió visibilizar toda la realidad que estaba padeciendo el pueblo, en
general, no solo mapuche, sino a lo
largo de todo el país. Esa manera es una forma de hacer política, generando
tensión, ser instituyentes y visibilizando problemas, hablamos de Buen Vivir,
cuando nadie hablaba de esto, y es algo que parece tan ajeno pero que tiene que
ver con cuidar la naturaleza, con recuperar los territorios, recuperar la
reciprocidad con esa naturaleza, recuperar la vida en definitiva. (Entrevista a Irma Caupán
Perriot, agosto de 2018)
Este debate sobre “la
cuestión identitaria” sobre el que se vienen expresando las referentes del
MMIPBV ha traído desafíos al movimiento de mujeres y disidencias, produciendo
tensiones en dos sentidos. La primera vez fue en el 2017, unas horas antes de
que comience el Primer Paro Internacional de Mujeres (8M-2017), cuando el
MMIPBV (en ese entonces todavía se denominaban Marcha de Mujeres Originarias
por el Buen Vivir) difundió un comunicado titulado “Sólo 3 minutos”, donde
expresaban su frustración porque la comisión organizadora les negó unos minutos
para intervenir en la lectura del documento final. La comisión organizadora
luego explicó que los documentos son el resultado del debate y el consenso
alcanzado entre las organizaciones que participan de las asambleas
organizativas previas y que el MMIPBV no había participado en ninguna, lo cual
era cierto. Pero la “denuncia” de las MMIPBV parecía expresar que, debido al
lugar subalterno que ocupan desde la colonia las “mujeres indígenas” en nuestro
país, esperaban que la comisión hiciera una excepción como mecanismo
compensatorio u acción afirmativa. Es que asumirse como “mujer indígena”, en
tanto identidad étnico-política panindígena, implica
poner en cuestión su condición subalterna y racializada
tanto como activar una serie de sentidos positivos (la sabiduría ancestral, la
reciprocidad, el vínculo con el territorio, el rol de transmisora de la
cultura, la espiritualidad femenina).[XXII]
En el 2018 el MMIPBV
redobló su apuesta mediante la creación de la propuesta para que el “Encuentro
Nacional de Mujeres” se renombre como “Encuentro Plurinacional de Mujeres”,
surgida en el Primer Parlamento de Mujeres Originarias por el Buen Vivir. Se
reconocen las ideólogas y promotoras de la campaña “Nos queremos Plurinacional”
y llegaron al ENM en Trelew en octubre de 2018 con esta campaña militada
previamente en charlas-debate en espacios de Buenos Aires y en otras ciudades,
como centros culturales, universidades y espacios de organizaciones sociales.
Esta campañales otorgó un grado mayor de visibilidada Moira Millán y a Irma Caupán
Perriot en el movimiento feminista, en los medios y
en las redes sociales. Desde allí disputaron representaciones, buscaron “institutir” nuevos sentidos en las reuniones de la comisión
organizadora de los ENM y comenzaron a interpelar de manera explícita al
feminismo –la vertiente hegemónica dentro del movimiento de mujeres y
disidencias argentino-denunciando el “racismo oculto” o “elegante” del que no
se habla en una sociedad como la argentina que no se reconoce racista pero su
sentido común popular hace lugar a varias formas de racismo[XXIII].
Plurinacionalidad y antirracismo para el movimiento
de mujeres y disidencias argentino
Mediante la
apropiación del término plurinacionalidad las referentes del MMIPVB encontraron
una herramienta más para visibilizar a todas aquellas mujeres que viven en
nuestro país y que participan en los encuentros anuales de mujeres y disidencias pero sus voces y cuerpos son mucho menos
audibles y visibles debido a que no encajan en el habitus
de la feminista urbana o conurbana de clase media descendiente de inmigrantes
europeos y criollos. A través del instalar el debate por renombrar al Encuentro
Nacional de Mujeres como “plurinacional”, el MMIPBV se acercaron desde los
márgenes y lograron plantear el problema de ser y/o representar a mujeres que
sufren racismo por color de piel, por origen indígena, por ser pobres o por
hablar y socializarse en lenguas indígenas. El término “plurinacionalidad”
forma parte del vocabulario indianista e indigenista que atraviesa al
movimiento indígena latinoamericano, especialmente en países como Ecuador y
Bolivia donde ingresó en el lenguaje estatal y adquirió reconocimiento
constitucional al reconocer a “grupos étnicos indígenas con demandas de
autonomía territorial y política, representación directa y justicia propia, en
el marco soberano de los modernos países latinoamericanos” (Schavelzon
2018:13). Según Boaventura De Souza (2009:168) la
plurinacionalidad refiere a una forma de re(articular) la contradicción que
emergió en el estado moderno monocultural, visible por la acción de actores
políticos que lo han colocado en la agenda pública y pugnan por construir una democracia poscolonial, plurinacional e
intercultural.
En Argentina las organizaciones mapuche fueron de las primeras en tomarlo al
considerarse miembros de un “pueblo-nación” que fue intervenido por los estados
chileno y argentino a fines del siglo XIX, y cabe destacar que existe un
Consejo Plurinacional Indígena desde el año 2012. En el imaginario de las
referentes del MMIPBV, la plurinacionalidad en Argentina se expresaría en la
existencia de “36 naciones originarias”, cada una con su propia lengua,
cultura, costumbres y territorio, es decir, “naciones originarias” imaginadas
desde un concepto bastante antiguo de cultura. Sin embargo, este imaginario
produce eficacia simbólica, afectiva y política en los encuentros de mujeres y
disidencias: conmueve y moviliza a colectivos y organizaciones feministas que
simpatizan con una Argentina marrón, indigeneizada y
migrante. No obstante, la realidad de la población indígena que vive en
territorio argentino es bastante disonante respecto de este imaginario: siete
de cada diez personas autoreconocidas como indígenas
(utilizando el criterio subjetivo incorporado en los censos nacionales desde el
2001) viven en el Gran Buenos Aires y en otras ciudades (Valverde et. al.
2015), y en mucha menor medida en comunidades rurales o en “territorios
indígenas”.
Respecto del racismo
por origen social y color de piel, Moira Millán en sus primeras entrevistas en
el diario Página 12 se refirió a la discriminación que sufrió cuando era niña
por ser “india y pobre”, situación que aparentemente todavía persiste en las
escuelas del sur argentino.[XXIV] La feminista indígena Lorena Cabnal analizó en sus escritos las consecuencias en la vida
de las mujeres indígenas (cuerpos racializados y
devaluados) provocadas por el racismo de origen colonial basado en un orden
jerárquico establecido entre los diferentes colores de piel. Además
señala que el racismo se continúa en las estructuras estatales y sociales
actuales (Cabnal 2010). ¿Cómo comenzar a discutir el
racismo al que se enfrentaron las “mujeres indígenas” en Argentina? (Gómez
2011; Soria 2019).En uno de los comunicados del MMIPBV
leemos que “la
plurinacionalidad no implica un cambio de nombre sino de estructura que
amplifique nuestras formas de habitar el territorio y nuestros
cuerpos-territorio”[XXV]. En otro documento añaden que la plurinacionalidad
conllevaría que las mujeres de las “naciones originarias” puedan expresarse en
sus propios idiomas y/o ser traducidas para participar en mejores condiciones
en los encuentros de mujeres y disidencias.[XXVI]Además advierten que la “inmensa mayoría” apoya
su campaña –como quedó demostrado en el encuentro de Trelew- aunque sea
persistentemente socavada por una “pequeña minoría” que integra la comisión
organizadora de dichos encuentros y “que impone la voluntad patriarcal de sus
partidos políticos por encima de la demanda por integrar y amplificar
derechos”. Por esta razón, a fines de 2018, llamaron a mujeres indígenas,
afrodescendientes, racializadas y disidencias a conformar una “comisión
plurinacional” para continuar debatiendo la necesidad de un cambio de
denominación y realizar acciones contra “el racismo que se perpetúa en lo
nacional y popular”.[XXVII] Como “Comisión Plurinacional” continuaron
realizando encuentros en localidades del sur del país y en la ciudad de La
Plata para consensuar su participación en las reuniones organizativas del
próximo encuentro en octubre de 2019:
Nuestra lucha es por un Encuentro de Mujeres que no niegue a las más de
36 Naciones Indígenas. Proponemos que nuestros modos de organización integren
los espacios de funcionamiento y que desde allí también nos fortalezcamos como
sujetas políticas. Nuestras propuestas nacen desde las resistencias y luchas
territoriales e identitarias. Ya basta de racismo en las luchas, una vez
más interpelamos a las mujeres que luchan y de los feminismos que invisibilizan
el carácter político del resguardo de las cosmogonías indígenas y de la
sabiduría ancestral de las negritudes. A
nuestras hermanas las esperamos en #LaPlata porque
el encuentro somos todas sí están las voceras de las más de 36 Naciones
Indígenas y las mujeres negras, afrodescendientes y debemos garantizar su
participación.[XXVIII]
En el paro
internacional del 8M 2019 en Buenos Aires el MMIPBV se autoconvocó para marchar
con la “Campaña por el
Derecho al Aborto Legal, Seguro y Gratuito” pero desde una columna propia que compartieron
con activistas afrodescendientes denominada "Negras, Indígenas, Mujeres
Racializadas y Disidencias” y bajo el lema “Sembraron racismo y cosecharon la
rebelión de las flores”. En esa ocasión se pudo ver en las redes sociales a
integrantes del MMIPBV de otras localidades del país en movilizaciones en Trelew, San
Antonio Oeste (Río Negro), Rawson y Córdoba. El día anterior habían dado a conocer un comunicado
que fue leído en cada uno de estos lugares titulado “Documento desde
nuestra cosmovisión indígena para este 8M 2019: Las mujeres indígenas paramos”.[XXIX]
Reflexiones finales
El activismo de las
referentes del MMIPBV permitió que la noción de plurinacionalidad y varios de
sus sentidos asociados ingresaran en el imaginario y agenda del feminismo
argentino para “torcer” reconocimientos, cuerpos y formas de hacer política; al
mismo tiempo, esto produjo que un colectivo de mujeres indígenas comenzara a
participar en el debate en torno a la plurinacionalidad en el movimiento
indígena en Argentina. Además, a lo largo de 2019 la propuesta por el cambio de
nombre del ENM logró transversalizarse cuando otros colectivos feministas se la
reapropiaron y construyeron una campaña similar denominada “Somos
Plurinacional”.[XXX]
Considerando las
formas de hacer política que vienen produciendo las mujeres de origen indígena
en Argentina (Gómez 2014; Castelnuovo 2015;Gigena 2015, Sciortino
2017; Gómez y Sciortino 2018) y en Latinoamérica
(Hernández 2008; Pequeño Bueno 2009; Espinosa y Duarte 2014; Gigena 2019; Ulloa
2020), aquí concluyo que el MMIPBV hace
política mediante una política de la
identidad, es decir, mediante un tipo de acción política que funciona sobre
la base de la elección de una identidad que se vuelve la central en la vida del
sujeto puesto que se trata de la identidad que decide encarnar con mayor vigor
(Hobsbawm 2000). A diferencia de otras “mujeres indígenas” que ingresan en
algún proceso organizativo mediante la politización de su maternidad, a través
de la participación en movimientos sociales, en proyectos estatales o de ONG o
en la política tradicional (Gómez 2014, Sciortino
2017b; García Gualda 2016; Denuncio 2018; Rizzo 2018; Valdez 2020), entiendo
que en este caso la entrada se produce a partir de la problematización de la
identidad originaria y la radicalización política de los roles estereotipados
asignados a las mujeres indígenas, como el de “guardianas de los territorios”,
ya que la política de la identidad de las referentes del MMIPBV reivindica como
un derecho constitucionalmente reconocido a los pueblos indígenas en nuestro
país la posibilidad de tener un anclaje territorial (material) mediante las
recuperaciones territoriales.
La política de
identidad que elaboran estas mujeres se basa en hacerse visibles en la esfera
pública -especialmente en el movimiento de mujeres y disidencias- como “mujeres
indígenas” con problemáticas específicas por su condición de clase y de género racializada e invisibilizada en los marcos hegemónicos.
Pero también hacen “política de la identidad” cuando se proponen “recuperar sus
identidades originarias” mediante un proceso de descolonización que conlleva la
recuperación y/o visibilización de prácticas basadas en saberes y tradiciones
de sus familias y pueblos que fueron negados, prohibidos o clandestinizados,
muchas de las cuales persistieron en espacios rurales y urbanos. En algunos
casos esto puede desembocar en el proyecto de “volver a vivir en territorio”
(territorios rurales de los que sus abuelos y padres fueron despojados después
de las campañas militares) y disputar el acceso a la tierra como un derecho
legítimo.
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⃰⃰ Consejo Nacional de
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noviembre 2020 |
[I] El concepto de acción colectiva se vincula al análisis de formas de organización y movilización colectiva que generan sectores subalternos para visibilizar conflictos, injusticias y exclusiones, plantear demandas para ampliar la ciudadanía, visibilizar y denunciar las consecuencias negativas de la expansión del capital en la vida de las personas, “…las acciones colectivas de protesta se generan, como sugiere, entre otros, Clauss Offe, por la exclusión de los actores colectivos y sus demandas por parte del sistema político que no reconoce al actor como interlocutor legítimo ni el contenido de sus intereses como válidos y dignos de ser procesados públicamente. Ante tal marginación sistémica, los actores buscan la satisfacción de sus demandas por vías extra-institucionales” (Estrada Saavedra 2003: 193).
[II] De
ahora en más utilizaré la sigla MMIPBV para referirme al colectivo. Los
términos entrecomillados refieren a categorías nativas que utilizan las
referentes del colectivo.
[III] Los usos del término “nación indígena” se vinculan a los usos del concepto “plurinacionalidad” en el campo del activismo y la militancia indígena, aunque originalmente el término “nación” fue común a las administraciones coloniales para referirse a las comunidades étnicas y sus subdivisiones. Como unidades políticas y territoriales en el marco de repúblicas constituidas, las nacionalidades indígenas no cuestionan ni disputan la integridad y soberanía nacional. Se trata más bien, en la propuesta desde los “pueblos indígenas”, de atender la necesidad de pensar una institucionalidad estatal que no repela las distintas formas sociales, económicas y políticas bloqueadas por la replicación del republicanismo liberal de herencia europea (Schavelzon 2018: 12).
[IV] En la Patagonia argentina muchas familias indígenas que fueron desalojadas décadas atrás en sus territorios tradicionales estén comenzando a “volver a los territorios”, es decir, a “recuperarlos”, y esto se ha vuelto un eje central de conflicto entre las comunidades y los grandes terratenientes nacionales y extranjeros, amparados por los poderes locales y nacionales (Gómez y Trentini 2020).
[V]
Pupila de Mujer. Mirada de la Tierra, 2012, dirección de Flor Copley.
[VI] El tren del olvido, Editorial Planeta, 2019. Véase entrevista en: https://www.vice.com/es_latam/article/59nwxb/moira-no-se-considera-feminista-ella-es-antipatriarcal
[VII] El concepto de “esencialismo estratégico” (Spivak 1987) lo utilizo para dar cuenta de los procesos en los que las políticas de identidad indígena entran en relación con las políticas de reconocimiento estatal. Retomando a Judith Butler este concepto permite dar cuenta de “la invocación performativa de una identidad para propósitos de resistencia política a la amenaza hegemónica de borrado o marginalización” (1993: 109).
[VIII] Unos días después (fines de 2014) me citaron en un bar pero ninguna mujer de este colectivo se hizo presente. Además existieron otras escenas donde afloraron indicios de prejuicios, malentendidos y falta de comunicación.
[IX] https://noticias.perfil.com/noticias/informacion-general/el-chineo-la-aberrante-iniciacion-sexual-que-padecen-las-ninas
[X] La racialización es una operación conceptual que tiende a
inscribir, fijar y explicar diversos rasgos (fenotípicos y culturales, como el
color de piel, el coeficiente intelectual o el ‘vigor corporal’), sobre la base
de argumentos que amalgaman la cultura y la biología. Así, se cree que ciertas
capacidades de los miembros de un grupo cultural yacen en su componente
biológico-genético-cultural demarcando y determinando de antemano las
potencialidades de cada grupo. La racialización
implica la creación de jerarquías sociales sobre la base de diferencias
biológicas y culturales.
[XI] En febrero de 2015 unas 50 mujeres se juntaron en Epuyén (Chubut) para discutir y elaborar un proyecto de ley que presentaron ese mismo día en el Congreso (Álvarez Ávila, 2018).
[XII] https://notasperiodismopopular.com.ar/2016/04/26/segunda-marcha-mujeres-originarias-buen-vivir/
[XIII] Santiago Maldonado era un joven de 28 años, blanco, artesano de profesión, que se encontraba apoyando los reclamos de la comunidad mapuche Pu Lof Cushamen en Chubut cuando ésta fue objeto de una durísima represión por parte de gendarmería nacional el 1 de agosto de 2017. Santiago desapareció durante la misma y su cuerpo (re)apareció tres meses después flotando en el río que corre dentro del territorio de la comunidad. La responsabilidad de su muerte apunta hacia los altos mandos de la gendarmería nacional y funcionarios del Ministerio de Seguridad del gobierno de Mauricio Macri (2015-2019).
[XV] “El femicidio de mujeres indígenas en la Argentina”, disponible en http://www.mapuexpress.org/?p=1938.
[XVI]
Durante el 2018 Millán y el MMIPBV llevaron adelante una campaña exigiendo la
“absolución definitiva” de Moira Millán en una causa judicial que se le abrió
por ocupar pacíficamente el Juzgado Federal de Esquel en 2017 en apoyo al
reclamo de una comunidad mapuche “Vuelta del Río” por haber atravesado un
violento allanamiento. Millán finalmente fue absuelta en noviembre de 2018.
[XVII] Véase: https://www.pressenza.com/es/2019/05/laura-mankel-soy-mapuche-soy-feminista/ https://www.pressenza.com/es/2019/05/mujeres-mapuche-en-rio-negro-priorizando-derechos-propios/
[XVIII] https://www.elmostrador.cl/braga/2019/05/25/daniela-catrileo-el-movimiento-feminista-en-chile-obedece-a-la-agenda-de-feminismos-blancos-y hegemonicos/;https://www.vice.com/es_latam/article/59nwxb/moira-no-se-considera-feminista-ella-es-antipatriarcal
[XIX] https://www.lostiempos.com/oh/entrevista/20190812/silvia-rivera-descolonizarme-es-proceso-todosdias?fbclid=IwAR3a6UiuDylcfA8okr8ENspyBLWpGkamCFWPiiOsBFStpY6QYg0bVGLdz0g
[XX] “Nací en un hogar evangélico porque mi mamá era evangélica y por eso ella negaba toda nuestra cultura, siempre tuvo mucha tensión con nuestra abuela, una yerbatera y guía espiritual que sanaba (…). Mi mamá no quería ser mapuche, ella negaba todo ese mundo y le dolía profundamente y cuando hablaba decía que le traía mucho dolor. Tenía como dos mandatos terribles que yo tuve que desandar: uno decía que ‘somos pobres, feas, indígenas y ¿qué vamos a esperar?’ y el otro ‘una se casa con quien puede y no con quien quiere’. Sí, terrible ¿no? Ella nos marcó mucho y con mis hermanos tuvimos que empezar a reconstruir la autoestima y a decir ‘yono soy eso’. (Entrevista a Moira Millán, abril de 2015, Buenos Aires).
[XXI] https://www.vice.com/es_latam/article/59nwxb/moira-no-se-considera-feminista-ella-es-antipatriarcal
[XXII] Sofía Soria al analizar las coordenadas del discurso político que viene sosteniendo Moira Millán encuentra que su voz incisiva marca una “frontera antagónica respecto del colonialismo” e identifica “dos ejes de impugnación y disputa: por un lado, la memoria hegemónica como problema y el estado como principal interlocutor; por otro lado, el racismo silencioso como estructuración afectiva de las miradas y las sensibilidades feministas como instancia de interpelación ineludible” (Soria 2019:11).
[XXIII] Por ejemplo, los diversos usos de la categoría “negro/a” para referirse a habitus culturales, mentales y características fenotípicas de las personas (Ratier 1971).
[XXV] http://www.lapulseada.com.ar/1-parlamento-de-mujeres-originarias-plurinacionales-nos-queremos/, publicado el 20 de junio de 2018.
[XXVI] Documento publicado el 4 de marzo de 2019 en la página de Facebook del MMIPBV.
[XXVII] En flyer posteado en la página de Facebook del MMIPBV, 3 de marzo 2019.
[XXVIII]
Publicado en la página de Facebook del MMIPBV, 4 de marzo 2019.
[XXIX] https://www.facebook.com/notes/movimiento-de-mujeres-indigenas-por-el-buen-vivir/documento-desde-nuestra-cosmovisi%C3%B3n-ind%C3%ADgena-para-este-8m-2019
lasmujeresind%C3%ADgen/1672439362900036/
[XXX] Las referentes del MMIPBV decidieron no sumarse y continuar con su propia campaña nombrada “Nos queremos plurinacional”.