El feminismo y sus olas
Eli Bartra ⃰
“Un predador se vuelve más peligroso cuando está herido”. Noam Chomsky[I]
Resumen
En este texto se exponen una serie de reflexiones sobre los
principales debates que se han dado en el seno del pensamiento feminista de los
últimos años. No están todos, desde luego, sino que se eligieron justamente los
más polémicos alrededor de los cuales no existe un consenso. En tanto activista
por varias décadas he podido pensar lo que planteo desde adentro y en tanto
académica me permito una mirada relativamente distante, con la necesaria
distancia como para poder ver mejor algunas cuestiones.
Palabras clave: feminismo – diversidad – patriarcado - esencialismo –
acoso
Feminism
and its Waves
Abstract
In this text I reflect on the main debates within recent feminist thought. I do not offer a general panorama, but instead focus upon those that are the most polemic, and about which a consensus does not exist. As an activist for many decades I offer some ideas from inside that experience. However, as an academic my view is somewhat more removed, and takes the necessary distance to be able to see some things more clearly.
Key words: feminism – diversity – patriarchy - essentialism –
harassment
Reflexiones en voz
alta, personales y colectivas al mismo tiempo, de lo que me ha dado la
participación en el activismo feminista, así como de la escucha de múltiples
pensares es lo que ofrezco aquí, en el otoño de mi vida, y desde el
confinamiento por el covid-19 primero en el Mediterráneo, mismo mar que baña el
Orán de Albert Camus en su estremecedora novela La peste escrita en 1947, y también desde un lacerado México.
Singular y plural
Recientemente las feministas de lengua
castellana se han puesto a expresar numerosas cuestiones nodales sobre
feminismo. Finalmente, parece que las ideas fluyen. Es algo relativamente nuevo
pues no se habían escrito tantos textos llamémosle teóricos, filosóficos o
simplemente reflexivos, en tan poco tiempo, sobre el significado de las luchas
feministas y sobre las ideas, los conceptos y las categorías que lo acompañan.
Debe tener que ver con el hecho de que el propio movimiento está viviendo (o
estaba antes de la pandemia, aunque parece que sigue de todas maneras) un
periodo de efervescencia muy significativo.
El feminismo en
singular incomoda más que los feminismos. De la misma manera que hablar de la
mujer (en singular) es rechazado por un buen número de feministas de Occidente
supuestamente antiesencialistas. Incluso hablar de mujeres no gusta mucho, pero
si se dice género es más amable, es pasable. Y, desde luego, la famosa y
desafortunada “perspectiva de género” se lleva las palmas. El feminismo ha sido
el fantasma número uno (quizá más que el comunismo) que ha recorrido el mundo
por siglos. Es un fantasma porque por más que lo han querido asir, atrapar, se
escurre y reaparece después de un tiempo en el mismo o en otro lugar, con una
apariencia distinta. El feminismo es este poderoso movimiento de las mujeres
contra la opresión de género, contra la dominación de los hombres hacia las
mujeres, al que algunos hombres se han unido, en efecto, desde siempre. Pero es
de mujeres porque somos las primeras interesadas en que desaparezca la
desigualdad, la violencia sistemática y sistémica, la marginación, la invisibilización… porque el patriarcado no se ha ido, aún
se encuentra reinando.
Muchas han sido y son
las explicaciones sobre los orígenes del patriarcado y de la subordinación
femenina. Muchas también las hipótesis. De la misma manera que diversas han
sido y son las estrategias y las luchas que se llevan a cabo contra el dominio
patriarcal. De ahí que se piense que existen varios feminismos. De ahí que, en
realidad, son muchas las formas que va cobrando la conceptualización, la forma
de nombrar un proceso, de abordarlo y de atacarlo. Por eso se piensa que hay
muchos feminismos. Y, sobre todo, porque desde el interior del propio feminismo
surgieron voces de mujeres negras, en particular, que empezaron (y continúan)
hablando de un feminismo hegemónico, racista, excluyente y que ha marginado a
lesbianas, negras, indígenas, discapacitadas… Todo ello es más que certero.
Voces supuestamente feministas en todo el mundo han llevado a cabo
marginaciones y exclusiones, deliberadas o no, y más, pero no creo que se trate
de un feminismo hegemónico. Nunca ha habido un feminismo hegemónico. También se
ha hecho referencia en diversas publicaciones a lo largo de los años a un
feminismo blanco que mantiene el statu
quo. Aparte de que la noción peca de racista es equívoca pues si defiende
el estado de cosas actual no es feminismo, es un quehacer patriarcal y
neoliberal.[II]
Siempre ha habido un
movimiento amplio, plural y diverso integrado por una enorme cantidad de
distintos grupos y tendencias con ideas diferentes. Y no como piensa Luna Follegati que el movimiento feminista empezó a ser plural
en el siglo XXI (2017: 271).Por ejemplo, en México las mujeres del Partido
Comunista Mexicano que integraban la Unión Nacional de Mujeres Mexicanas se
salieron del recién creado Frente Nacional por la Liberación y los Derechos de las
Mujeres (FNALIDM) en 1979, porque no estaban de acuerdo en que hubiera
lesbianas participando, ni que se las apoyara en sus movilizaciones (Lau Jaiven, 2014).Pero ellas nunca fueron feminismo hegemónico
ni nada parecido.
Creo que hay un
problema recurrente que ha enfrentado y sigue enfrentando el movimiento
feminista y que considero muy grave. Puesto que todas (y todos) nos hemos
formado y estructurado políticamente, dentro de supuestas democracias
representativas, con las ideas de los partidos políticos y de la política por
representación de la ciudadanía, se piensa con frecuencia que dentro del
feminismo se tiene también que representar a las personas. Ese es un error
monumental. Muchas mujeres dicen que no se sienten REPRESENTADAS por el
feminismo. Y bueno quizá eso es porque no se han metido y han levantado su voz
y sus demandas específicas dentro de él. Lo afirma todavía en el presente
alguien como Frances Ryan: “Pero como mujer discapacitada durante mi infancia
en el Reino Unido a principios de los 90, no me sentí representada por el
feminismo tal como se presentaba a mi generación.”[III]En los años 70, hace medio siglo, ya me
sorprendió enormemente cuando en una reunión del movimiento una compañera
lesbiana me dijo que porque no decía yo algo con respecto a las lesbianas. Mi
respuesta fue que era ella quien tenía que decirlo y no yo. Yo no me
representaba más que a mi misma, por lo tanto, si su
interés era que se considerara colectivamente, que se abordara la problemática
lésbica, era ella quien lo tenía que plantear. No era un sistema de
representaciones y no lo es hoy en día. De ahí que cada mujer, desde sus
identidades plantea de la manera que le parece mejor, en grupos de mujeres de
diferentes edades o bien en grupos solo de jóvenes o en grupos solo de viejas.
En colectivas de distintas etnias mezcladas o en grupos solo de indígenas o
solo de negras. Pero cada quien lo tiene que proponer, aportar, nadie debería
decirlo por las otras nadie debería de representar a las discapacitadas. Ellas
mismas son quienes deben hablar por ellas. Pero pienso que eso no se ha
entendido todavía. (El caso de la discapacidad mental es diferente pues
diferente es su situación y, a menudo, requieren –ahí sí- de personas que las
apoyen, representen).
Tenemos también el
hecho de que la National Organization
for Women (NOW) de los
Estados Unidos en 1969, al parecer, dijo que las lesbianas eran una amenaza
para el feminismo (Eric-Udorie 2018: XVII). Se trató
de uno de los primeros grupos, liberal este, con un feminismo tibio y
excluyente, como dice June Eric-Udorie, pero tampoco
fue hegemónico y dominante. Por la sencilla razón de que este no ha existido.
La misma autora también afirma que “Desde la época de Sojourner
Truth en adelante, las feministas de todas las edades
y tipos han ignorado o activamente excluido a los grupos marginalizados.” (Ibid).[IV] ¿Esta
gran diversidad de grupos ha conformado EL feminismo hegemónico excluyente?
Ahora bien, es ya un
tópico y una falacia afirmar que las mujeres siempre están unas contra otras,
son rivales y se pelean todo el tiempo. No es posible la unidad entre las
mujeres por todo ello, son todas diferentes y de ahí, en parte, el problema de
la unidad. Incluso llegamos a escuchar una voz como la de Deborah Cameron
(2019: 12) que afirma que “como las mujeres son un grupo muy grande,
internamente diverso, siempre ha sido difícil unirlas.” ¿Es esto privativo de
las mujeres? ¿No sería igualmente aplicable a los varones? La historia de la humanidad
ha estado dominada por guerras, interminables, reiterativas, y no han sido las
mujeres quienes han ido a guerrear. Que las mujeres compiten por los varones,
pues seguramente; de la misma manera que los hombres compiten y se matan por
las mujeres. Si las mujeres no se han podido unir nunca ¿cómo es que se produce
un feminismo hegemónico?
El feminismo ha sido internacionalista,
global. Es sabido que las mujeres de todo el mundo están sujetas al
patriarcado, pero nunca de la misma manera. Jamás se ha pensado que todas las
mujeres, de todo el mundo son igualmente dominadas, maltratadas, subordinadas,
explotadas, oprimidas. Se ha explicado una y muchas veces las diferencias entre
las distintas mujeres en virtud de su etnia, su racialización,
su edad, su clase social, su sexualidad o su identidad genérica. En todo caso
no es posible pensar hoy que las mujeres de todo el mundo son iguales y
oprimidas de la misma manera, pero sí se puede afirmar, como se hizo desde hace
muchas décadas, que todas las mujeres del mundo viven en sociedades
patriarcales y, por lo tanto, todas viven en condiciones desiguales y
desvalorizadas con respecto a los varones. Ello implica el sinnúmero de
vejaciones, violencias, discriminaciones, infamias que viven. Nunca ha dicho el
neofeminismo que las mujeres conforman un grupo homogéneo e indiferenciado
globalmente, esto es, que no diferencia entre las mujeres. Se le ha achacado
esta afirmación, pero yo no la he visto escrita en ningún lado. Se le han
atribuido toda suerte de ideas, que el feminismo jamás ha expresado. Esa es una
más de las tantas estrategias para asustar a propias y extrañas, crear nociones
aberrantes para poderlo atacar con “conocimiento de causa” y sin ninguna
prudencia.
El movimiento feminista ha servido y sigue
sirviendo para mover conciencias. Tanto desde el activismo callejero, como en
los medios, tanto en las prácticas artísticas como en la academia sirve para
eso, para despertar conciencias. Lo que cada quien logre hacer individual y
colectivamente con la conciencia alerta, con el saber de la desigualdad que
somete, es otro asunto.
Independientemente de si se adopta el
singular o el plural, lo deseable es que haya consistencia en su utilización.
Si se postula en un texto o en una conferencia pública que es preciso hablar de
los feminismos porque son muchos y diversos, no se puede inmediatamente después
decir “el feminismo” es esto o aquello. Evidentemente que no se trata de algo
rígido. Se puede pensar que existe un solo feminismo y de repente hablar de los
feminismos si así conviene, si es acorde con el discurso que se está
elaborando. O al revés. Pero con una cierta coherencia teórica.
Por otro lado, si se
dice violencia de género, así como estudios de género, son nociones deslavadas
para que pasen mejor. Si se habla de mujeres golpeadas o de estudios feministas
es muy incómodo, ya se sabe. Pero pienso que no hay que instalarnos en la
comodidad de esas nociones, hay que llamar a las cosas por su nombre aunque
incomode.
Las olas del movimiento feminista
No me ha acabado de
gustar nunca la periodización de las olas con respecto al movimiento feminista.
De ahí que a la llamada 2ªola la bauticé como neofeminismo en un texto en
inglés de 2001. Me sigue pareciendo una noción acertada para el feminismo que
inicia en el mundo en la década de 1960 y en México en la de 1970. El problema
es la denominación a partir de entonces.
Hemos estado en el
entendido de que el movimiento sufragista, la larga lucha por el voto y la
educación para las mujeres, es decir, una lucha política en la arena pública,
había conformado la 1ª ola del feminismo en el mundo. Ese periodo abarca, grosso modo, desde mediados del siglo
XIX hasta que se va obteniendo el derecho al sufragio en los distintos países.
Sin embargo, voces muy diversas, pero aisladas, por los derechos de las
mujeres, se escucharon en varias partes del mundo, desde mucho antes. Un punto
de partida clave fue el trabajo de la francesa Olympe de Gouges
(1791) y su muerte en la guillotina en 1793 a los 45 años. Pero en tanto movimiento,
como conjunto de mujeres organizadas con metas comunes, no fue sino un siglo
después, en el XIX. Ahora bien, por ejemplo, la española Nuria Varela propone
una periodización diferente y divide esa primera etapa u ola en dos. Para ella
la 1ª ola es la previa al sufragismo del XIX y la 2ª ola es la lucha,
propiamente dicha, por el voto y la educación hasta entrado el siglo XX. Y a la
que se le denominado hasta ahora 2ª ola, para ella sería la 3ª. Con lo cual
afirma que “el 8 de marzo de 2018 fue el momento de inflexión de esta cuarta
ola” (Varela 2019:27-33; 144). Desde luego, ella se está refiriendo a Europa.
Después de la
obtención del voto vino un remanso, en todas partes, una calma, que precedió al
surgimiento del neofeminismo (2ª ola) en la década de 1960 en los Estados
Unidos. Ahora bien, ha pasado ya medio siglo y no se ha sabido del todo cómo
periodizarlo. Eso proviene también del propio hecho de que se trata de olas y
no de periodos o eras o épocas. La primera ola (según cómo se periodice) duró
mucho más de cincuenta años en algunas partes del mundo y dentro de ella se
expresaron muy distintas ideas desde las más radicales (como las de Emma
Goldman en los Estados Unidos) hasta las reformistas liberales (quizá como
Emmeline Pankhurst en el Reino Unidos). En México los
extremos podrían ser desde Hermila Galindo hasta Rosario Castellanos.
El neofeminismo
representa ruptura y continuidad al mismo tiempo. Rompe con lo anterior en la
medida en que se trató de una lucha fundamentalmente centrada en la toma de
conciencia (personal y colectiva) y cuyo interés fue el cuerpo a diferencia de
la 1ª ola en la que el cuerpo de las mujeres no era el núcleo de la atención
sino principalmente asuntos de ciudadanía. En el neofeminismo se toma
conciencia de la subordinación de las mujeres, del patriarcado, de la
imposibilidad de decidir sobre nuestros cuerpos, de la violencia contra las
mujeres con sus mil rostros.
En tanto movimiento
social fue fundamentalmente de clase media que pronto consideró la necesidad de
volcarse hacia otras clases sociales. De ahí el intento de alianzas con
sindicatos y partidos políticos y, ya en plena década de los 80, se tornó en un
feminismo con aspiraciones de ser popular.
Se dice ahora a menudo
que la 3ª ola inicia en los 90 del siglo pasado y que ya estamos en la 4ª que
no se sabe del todo cuándo inicia, es posible que en la segunda década del
nuevo siglo XXI. Qué es lo que realmente amerita el paso a una nueva ola, no
está del todo claro tampoco, a excepción del cambio generacional. ¿Cómo y quién
decide la periodización y con base en qué?
En México entre la
primera y la segunda olas se ve claramente una ruptura significativa, un cambio
muy importante. En la primera se lucha hacia afuera, hacia la política formal,
hacia lo público: el sufragio y el derecho a la educación. Las batallas se
libran en el ágora. En la segunda la lucha está centrada en el cuerpo de las
mujeres, como dije: aborto, violación y mujeres golpeadas. Es desde ahí que se
salta a lo público, a lo político, pero el activismo es más que nada hacia
adentro (en la conciencia) con base en los pequeños grupos. Las manifestaciones
en la calle son pobres y a veces francamente insignificantes a pesar de que se
hacía mucho ruido. En la década de 1990 hay una vuelta a priorizar la política
pública y se acentúa la fragmentación. Es aquí cuando resulta necesario
pluralizarlo todo: las mujeres, los feminismos, los géneros. No cabe ninguna
duda de que la diversidad se ha manifestado a lo largo de estos 50 últimos años
en distintas formas de pensar y luchar, pero el acento se ha puesto en
cuestiones específicas, en los 70 se priorizó el cuerpo, en los 80, los
sectores populares y sus necesidades, en los 90, la conquista de los espacios
políticos y académicos. En el nuevo milenio el principal interés se encuentra
en subrayar las diferencias y hay una vuelta al cuerpo. Ello significaría que
en los 80 inicia una nueva ola, en los 90 otra y así cada década. Yo no veo
realmente una ruptura significativa a lo largo de 40 años. Hoy sería tal vez ya
posible hablar de una 3ª ola del feminismo en el mundo en virtud de ciertos
cambios que se están llevando a cabo bastante significativos. La mundialización
del feminismo, de la mano de la globalización, la masificación, la utilización de
las nuevas tecnologías, la permeabilidad de las ideas hacia arriba (los
poderes) y hacia abajo (sectores populares) de la sociedad, las redes sociales
y el cambio generacional nos hablan de grandes transformaciones. Lo preocupante
es que sigue habiendo una continuidad en algunos de los temas de la “agenda”,
cosa que no sucedía entre la 1ª y la 2ª ola. Se habían cumplido las metas: se
obtuvo el derecho al sufragio y a la educación incluso a la superior. En cambio
hoy en muchas partes se sigue luchando por la despenalización del aborto, se
sigue luchando contra la violación y la violencia hacia las mujeres (que no de
género) que se ha acrecentado hasta proporciones inimaginables.
De acuerdo con Deborah
Cameron estábamos en 2019 en la 4ª ola. Sin embargo, no dice concretamente de
cuándo a cuándo duró la 3ª ola. (2019).
Se dice que la
historia, la memoria, resultan importantes para el andar en el mundo. Se ha
dicho que al conocer el pasado evitamos la repetición de errores, pero también
es un lugar común afirmar que nadie aprende en cabeza ajena y que el pasado (en
este caso del feminismo) no sirve para las nuevas generaciones. Todas las
personitas tropezamos varias veces con la misma piedra. Es probable que eso sea
cierto, pero también creo que hay que insistir en que las nuevas generaciones
de feministas se asomen un poco al pasado, que lo traten de entender, que lean
libros y no solamente notas de internet, y construyan lo que tengan que
construir con lo viejo y con lo nuevo. Estoy convencida de que no es positivo
que se invente el hilo negro todos los días, para ello pienso que hay que
informarse a fondo, conocer lo que se ha dicho y hecho en la historia del
feminismo y abrevar del pensamiento feminista existente en el mundo que ya
cuenta con un acervo monumental. El trabajo ahora es discernir lo que nos sirve
y lo que no.
¿1ª ola, 2ª ola, 3ª
ola 4ª ola? En virtud de qué, cuál es el cambio o la ruptura que amerite
periodizarlo así. Tal vez se trate de una suerte de contraofensiva por parte
del patriarcado (en boca de feministas o pseudo-feministas)
de atomizar al movimiento lo más posible, de romper la continuidad. Varios
grupos de feministas de la diversidad (étnica, sexual, genérica) han intentado
por todos los medios borrar el denominador común de opresión entre todas las
mujeres y quizá esta es una forma más. Consideran que el denominador común es
esencialista.
En los últimos años
nos la hemos pasado definiendo y redefiniendo conceptos y categorías una y otra
vez, lo cual es muy bueno. Al llegar la posmodernidad todo se volvió posmo:
posfeminismo o postfeminismo, posgénero. poscolonial,
poscolonialidad. Y de ahí hemos ido pasando a lo descolonial y decolonial. Desafortunadamente aún no hay
claridad sobre muchos de estos conceptos y se utilizan de manera muy laxa y
hasta, a menudo, confusa.
Hemos llegado al momento en que si no hacemos
referencia en plural -casi con respecto a todo- está perfectamente mal, somos
viejas, con un lenguaje obsoleto y ello significa, sobre todo, no ser
incluyentes de las diversidades. Y quien no hable de feminismos es descartable
por no estar en lo actual, al día.
Heteropatricarcal es otra de esas palabras posmo que resultan en
una redundancia, lo heterosexual como norma obligatoria, es patriarcal por
antonomasia, por lo tanto, casi no es necesario subrayarlo. Sin embargo, es una
noción que suena bonito, suena chic y
hay que usarlo por lo mismo. Se dice que es justamente para enfatizar el
carácter heteronormativo del patriarcado, puede ser que así sea.
Por otro lado, las
activistas y académicas de la descolonización en América Latina, durante la
segunda década del siglo XXI, en varios textos se han volcado a la defensa de
la descolonización o decolonización y lo que quieren
descolonizar no son solamente los discursos sexistas, homofóbicos, neoliberales
dominantes y demás, sino que quieren descolonizar, casi en primer término, el
discurso feminista y pretenden “la desconstrucción de los feminismos
hegemónicos occidentales” (Gómez y Lozano 2019: 94). Pasan del singular al plural con referencia
al feminismo, sin orden ni concierto. Pero, sobre todo, lo que quieren es
deshacerse del legado de los discursos universalistas que las ha llevado a
reproducir el pensamiento feminista burgués del cual intentan despojarse. De
acuerdo con las autoras de esta corriente, el feminismo latinoamericano se
fundó sobre la herencia del colonialismo y el pensamiento eurocéntrico. Según
ellas una perspectiva descolonial busca explorar “los
retos y posibilidades que enfrentan las jóvenes feministas latinoamericanas en
la deconstrucción de los feminismos hegemónicos occidentales.” (Gómez y Lozano
2019: 94). Si se habla de hegemonía
quizá sería el feminismo y no los feminismos. Y esto de que el feminismo en la
región latinoamericana y caribeña (que casi nunca es mencionada esta última) se
fundó en el colonialismo y lo eurocéntrico (además de gringocéntrico)
ni duda cabe. El pensamiento de la región ha abrevado de Europa y otros
lugares, en muchos campos. Es un gran referente intelectual y político aún hoy
en día, aunque no nos guste. Pero nada de eso tiene que ver con lo burgués. A
menos que nos remontemos a los orígenes y nos demos cuenta de que ¡Olympe de Gouges era burguesa!
Esencialismo, mujerismo y
victimismo
Asimismo, la lucha
contra el llamado esencialismo y el mujerismo parece
ser más virulenta que contra el propio machismo incluso desde el propio
feminismo o pseudo-feminismo.
¿Igualdad o diferencia? Ambas, siempre ambas.
Igualdad entre todos los seres humanos y diferencia entre cada todos. Igualdad
de derechos entre hombres y mujeres, conservando diferencias. Ni siquiera se
entiende porqué se ha presentado esta cuestión, como
una disyuntiva. Es preciso que exista un equilibrio entre igualdad y diferencia
entre los sexos/géneros, no es posible apostar por una igualdad sin contemplar
la diferencia y viceversa. Me parece muy acertada la afirmación-interrogante de
Deborah Cameron: “¿para que exista la igualdad todo el mundo ha de recibir el
mismo trato? ¿O algunas clases de igualdad solo se alcanzan si no tratas a todo el mundo de forma
idéntica?” (Cameron 2019: 63). Igualdad y diferencia, ya lo dijo muy bien hace
tiempo Victoria Sendón en“¿Qué es el feminismo de la diferencia? (Una visión
muy personal)”.A trabajo igual, salario igual.
Paternidad y maternidad responsables, de forma equitativa. Igualdad para
desaparecer los techos de cristal. Igualdad de oportunidades en todo. Derechos
a padres y madres por igual, pero diferentes si la madre está lactando. Los
mismos derechos a la salud, la educación, los trabajos. Pero no somos iguales,
somos diferentes machos y hembras, hombres y mujeres. Por ejemplo, las personas
transgénero y transexuales requieren derechos iguales, pero también con sus
especificidades. Las mujeres requieren permisos y tiempos diferenciados para
parir, amamantar, que los varones no requieren.
Hay un asunto, el de los géneros, bastante
complejo todavía ¿cuántos géneros existen? ¿Tantos como individuos, es un
asunto personal o social? Se habla de
combatir el sexo y el género binarios. Me parece excelente. Como idea. Y por
qué razón tantas lesbianas parecen hombres y tantos homosexuales quieren
parecer mujeres, asemejan mujeres. Ambos en sus formas más estereotipadas,
ambos reproduciendo a los sujetos performativos.
El esencialismo es
algo que se inventó para tachar cualquier cuestión dentro del feminismo con la
que no se está de acuerdo de esencialista. O sea, biologicista. Se utiliza de
manera muy fácil y rápida constantemente para desacreditar alguna idea que haga
referencia a las mujeres como género y, peor aún, a la mujer como concepto
abstracto al considerar acertadamente que LA mujer no existe en el mundo
concreto sensible. O sea, si se afirma que las mujeres son de determinada
manera es ser esencialista puesto que se supone que nada que compartan las
mujeres a no ser una esencia femenina.
Y no comparten nada porque cada mujer es diferente de la de al lado. Una
rosada, una negra, una morena y el consabido largo etcétera. Pero, en realidad,
las mujeres por distintas que sean entre sí comparten el hecho de ser mujeres y
ser maltratadas como tales.
Algunas feministas han
estado obsesionadas por décadas con el esencialismo, o sea piensan que cada vez
que dicen que algo es femenino es ser esencialista, pues remite a los elementos
fundamentales o “esencia” de las hembras de los seres humanos. Lo que hace que
sean hembras, que no mujeres, pues remite a lo biológico.
El mujerismo,
nuevamente, es un concepto para desacreditar de un plumazo algo que se expresa
y con lo que no se está de acuerdo. Es decir, si se apoya a una mujer para un
cargo público por el mero hecho de ser mujer es mujerismo.
Pero esto es así si es que se trata de una mujer poco calificada y
antifeminista. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en los Estados Unidos
surgió el concepto womanist desde la negritud para
enfrentarse al concepto de feminismo que supuestamente detentaban las mujeres
blancas. Fue la escritora Alice Walker quien acuñó el término en 1979 en un
cuento titulado "Coming Apart"
(Deshaciéndose). Así, lo que en un país representa la reivindicación de las
mujeres negras frente a un feminismo llamado “hegemónico” por ser el que
iniciaron mujeres blancas, en otro(s) representa la expresión reaccionaria del
apoyo incondicional a las mujeres solo por ser mujeres.
El uso de la x, @, la
e o la i para el plural niñis, por ejemplo, aparece
como lo más incluyente que existe en el lenguaje escrito unos y hablado otros,
pero pienso que es una falsa salida pues acabamos desapareciendo a las mujeres
de forma parecida a como se hizo detrás de genérico masculino. Ahora es un
genérico masculino y femenino pero con i en lugar de la o masculina. ¿De verdad
cuesta mucho trabajo buscar genéricos neutros existentes (o crearlos) y/o
repetir las palabras en masculino y femenino? Cuando escuchamos a algún orador
u oradora hablando en público con lenguaje incluyente no forzado si no natural,
por ejemplo, a Claudia Sheinbaum, a Hugo López-Gatell y a otros u otras
funcionarias del gobierno mexicano, resulta muy agradable y así podemos
constatar que sí se puede hacer de otra manera más práctica y más incluyente
que la i o la e: ejemplo, todes.
Finalmente se desaparece a lo femenino (y lo masculino) de un zarpazo ¿es eso
bueno, positivo? Podría serlo si viviéramos en una sociedad igualitaria, pero
en vista de la gran diferencia jerárquica en detrimento de las mujeres lo
conveniente es hacerlas visibles siempre que se pueda. Lo contrario es una
aberración. De la misma manera que las bibliografías que solo usan la inicial
del nombre (aparte de ser poco claras) borran la presencia de las mujeres en
las referencias y evitan saber el género de las personas citadas lo cual
resulta ser un gran inconveniente, sobre todo desde el feminismo. Es
imprescindible saber si los sujetos citados son hombres o mujeres y quién
escribe determinado texto. Es tan importante porque en ocasiones se expresa una
idea y es relevante saber si es un hombre o una mujer quien la suscribe.
El backlasho contraofensiva hacia el
feminismo ¡es feroz!!!! Lo podemos
constatar por todas partes en la vida real en su forma más extrema: los
feminicidios. En la academia se viven todos los días los virulentos ataques de
los varones en contra de las feministas que adquieren un cierto poder. No falta
el insulto de feminazis o de feministas radicales. También en la cultura
popular, por ejemplo, en el cine hollywoodense y en todos los demás, en donde
se puede ver la revancha machista en sus múltiples y complejas formas.[V]En los contenidos de las películas o en la
representación de los personajes femeninos (con suma frecuencia jóvenes, bellos
y quejumbrosos o bien maduras histéricas y malvadas).
Todas las personas débiles de este mundo han
tendido siempre a la victimización. Las mujeres en tanto mujeres, la han
manejado a diestra y siniestra. El feminismo ha tenido que estar muy alerta,
buscar (y encontrar) todas las formas posibles para combatirla. Creo que ha
salido bastante bien librado, en términos generales. Ahora bien, hay varios
grupos de mujeres afrodescendientes, discapacitadas, indígenas, gordas,
anoréxicas, de la llamada diversidad sexual, con sexualidades e identidades
plurales, queer (o bien en tránsito entre un sexo o un
género y otro –contra el binarismo, pero de uno a otra-) las intersexo, las sexoservidoras, la lista sería muy larga,
pero a lo que voy es a que cada grupo se siente más discriminado, marginado,
rechazado que cualquier otro. Cada uno ha sufrido mucho más que cualquier otro
y lo hacen saber a los cuatro vientos siempre que pueden. Las salidas a esta
cuestión también han estado ahí a la mano. El feminismo, creo, ha ahuyentado
todo lo que ha podido al victimismo, lo mismo que el movimiento de la negritud
en los Estados Unidos lo ha combatido y lo combate black is beautiful y
hoy (2020) con un fascista en el poder, son desde luego víctimas de ese poder,
pero no victimistas. Resisten, Black Lives Matter.
El victimismo utiliza el hecho real,
concreto, existente en la vida social de ciertas personas o grupos que son
sujetos víctimas de la opresión, discriminación y maltrato de otros grupos con
poder suficiente como para hacerlo. El victimismo surge de víctimas reales de
carne y hueso, no inventadas. No surge de la nada como parece algunas veces
cuando se hace referencia a él. Y, desde luego, las protestas, gritos, llantos,
de las víctimas de abusos sobre sus personas no significan victimismo, son
víctimas: de maltrato, de burlas, de violencia física, de discriminación, de
explotación y de todo lo sabido. Si se logra protestar frente a ello, no se
trata de victimismo. No se hacen las víctimas, son víctimas. Las mujeres somos
víctimas de una sociedad que nos oprime y la revuelta contra ello no es
victimismo.
Sobre acoso
El piropo hacia las
mujeres se debe considerar acoso sexual. Sobre todo por desconocidos en la
calle. Si se da en el marco de una relación jerárquica puede ser considerado
hostigamiento sexual. Por más que a algunas mujeres les parezca halagador y
hasta encantador que les digan cosas en el ámbito público (así se sienten
bonitas y atractivas), a otras nos parece una opinión no solicitada sobre
nuestro cuerpo con frecuencia ofensiva, cuando no francamente repugnante. Aun
cuando griten “¡guapa!” es una impertinencia, es comentar nuestros cuerpos en
momentos a menudo inoportunos y no deseados.
Otra cosa distinta es
cuando se prodigan piropos entre amigos y amigas. Es otro espacio y ahí reinan
diferentes reglas de convivencia. Si un amigo o colega piropea a una mujer
hasta se agradece, siempre y cuando no sea ofensivo, evidentemente. De la misma
manera, un amigo o colega le puede agradar el piropo de una mujer cercana, y
ambos pueden convertirse en acoso si se vuelven reiterativos, realmente no
deseados, y a todas luces molestos.
El acoso sexual hacia
las mujeres, en todas sus formas, es el ejercicio de un poder, el masculino,
sobre las mujeres, es una agresión sexista ultrajante.
Por usos y costumbres
se ha violado a las mujeres por siglos. Por usos y costumbres se vende a las
mujeres y se las casa contra su voluntad. Por usos y costumbres se les practica
la clitoridectomía. Por usos y costumbres se ha
mantenido a las mujeres encargándose de las labores domésticas, el cuidado y la
crianza. Que el piropo responda a usos y costumbres no quiere decir que sea
algo siempre deseable o deseado por las mujeres. El piropo en México es
generalmente soez. Sin duda, cuando las mujeres envejecen y el piropo
desaparece, pueden aflorar las inseguridades de las mujeres pues piensan que ya
no son atractivas… sin duda sucede, vivimos en una sociedad machista que lo
permea todo.
El movimiento del #Metoo no es ni
puritano ni victimista, al contrario, surge en una sociedad que tiene mucho de
puritana, la norteamericana, pero va justamente a contrapelo de ello y no son victimistas
quienes levantan valientemente la voz. Ellas han sido víctimas de acoso y no se
hacen pasar falsamente por víctimas, no son victimistas.
El acoso
sexual es solo una manifestación de las grandes injusticias hacia las mujeres y
es una práctica cotidiana que padecen millones en todo el mundo. Si en alguna
ocasión se acusa a alguien sin merecerlo será una excepción y será injusto, de
la misma manera que si alguna mujer golpea a su pareja masculina será una
excepción. Tan excepción como que una mujer lance un piropo grosero e
insultante a un hombre en la calle.
El
movimiento #Metoo ha
contribuido a crear conciencia sobre la problemática
del acoso y el hostigamiento sexual, y por ello ha sido más que benéfico.Ha visibilizado el acoso pues se tiende a
normalizar, a pensar que está bien y que agradecidas deben de estar las mujeres
porque los hombres las volteen a ver, les digan cosas sexuales, las toquen y
demás, eso significa que son de buen ver, apetitosas, deseables y… calladitas,
porque si no, no obtendrán el trabajo o lo que requieren del sujeto hostigador.
Este movimiento no es mujerista ni esencialista. Defender los derechos de las
mujeres no es ser mujerista, denunciar el acoso
sexual no es ser mujerista o esencialista, es ser
feminista. Si la denuncia de cualquier abuso o discriminación en contra de las
mujeres se considera mujerista, quizá entonces el
feminismo lo es.
Lo transgénero, lo transqueer,
lo raro
Hay tantos géneros
como personas en el mundo, dice Laurie Penny (2020). La posición feminista
contra el binarismo genérico es lo transqueer. Son
las de ella y muchas otras como ella, muy valientes posiciones, muy
vanguardistas, de búsqueda constante y perseverante, sin haber encontrado
realmente la respuesta, o las respuestas, al mundo genérico/sexual binario
asfixiantemente opresivo. Sin embargo, en este conflicto de identidad genérica,
en esta disforia de género (mucho más frecuente y presente en los sujetos de lo
que se piensa), a menudo, manifiestan sufrir más que cualquiera y, por
supuesto, más que cualquier mujer cis.
Me parece importante
la manera en que Laurie Penny trata la cuestión concreta de qué hacer con el
binarismo de género desde una posición crítica (llámese queer, trans o simplemente
feminista): “Cuestionar el género –ya sea que signifique estar a horcajadas
sobre lo binario del género, cruzarlo o romper sus supuestos dondequiera que te
encuentres- es una parte esencial del feminismo que me ha sostenido…”
(Penny,2020).[VI]
Ni duda cabe que las
múltiples luchas de las personas trans contra su marginación, su
discriminación, es más que legítima, es imperativa. Tanto como para organizar
su movimiento de manera autónoma y gritar alto y fuerte lo que les pertenece,
sus derechos, sean feministas o no. Por ello, no es pertinente que su
movimiento esté inmerso, subsumido en el movimiento feminista de mujeres. Para
eso se crearon las alianzas y hay que fortalecer los puentes, los vínculos
políticos. Es preciso decir que las personas trans tienen mucha necesidad de
protagonismo y hemos tenido la experiencia, una y otra vez, que cuando se
encuentran, entremezcladas, con el movimiento feminista tienden a ponerse bajo
los reflectores con mucha facilidad, a tomar casi por asalto el micrófono y a
querer ir en la descubierta de las manifestaciones. Su legítimo interés por
salir de la marginación (además –en ciertos casos- con un pasado de
socialización como varones que les dio poder o de mujeres que no han querido
serlo y salen con arrojo) las hace tomar la palabra en cuanto tienen la oportunidad
y en subir al “estrado” cualquiera que este sea, a las primeras de cambio y si
hay cámaras y luces qué mejor que mejor. Desde luego que la problemática trans
es muy compleja y atravesada por la clase, la etnia, la edad se complica aún
más. No es la misma condición la de una sexoservidora indígena o negra que la
de una trans género urbana mestiza y con recursos económicos.
Hay que tener
sumamente presente que el hecho de que una persona sea trans no la hace
necesariamente feminista y, tal vez, la mayoría no lo son. Por lo tanto, cuando
se habla de inclusión trans en el feminismo se crea un malentendido que se ha
arrastrado ya por un tiempo. Cuando las mujeres se juntaron, se organizaron y
se organizan en tanto feministas con una lucha colectiva común, lo más
importante es que son mujeres y fueron socializadas como mujeres. Y si son
lesbianas, trans, bi o lo que sea es una cuestión que
no tiene por qué pasar a un primer plano cuando del movimiento feminista se
trata. Ahora bien, en su seno se deben organizar, si lo desean, en tanto
lesbianas activistas y luchar por sus derechos como mujeres lesbianas, negras,
indias, bi, o lo que sea pertinente. Pero lo primero
es el feminismo, es el piso común, es la plataforma que las cobija, que nos
cobija a todas, vengamos de donde vengamos. Porque la meta colectiva común es
una condición de subordinación a otro género dominante que hace lo que quiere
con ellas, hasta matarlas si se le antoja. En todo caso, lo que no debería de
ser una consideración es la de que alguien por ser trans (género, sexual…), queer, lesbiana, gay, lo que sea menos cis, por ese solo
hecho, es feminista. No importando que su actuar en el mundo no lo sea. Con
ello voy a que lo de ser incluyente, per
se, es un sinsentido. ¿Quién incluye a quién (se supone que en el
feminismo) y por qué razón?
Lo queer, hoy en día, se nombra casi
siempre como teoría queer.
La inmensa mayoría de quienes escriben sobre el tema son varones. Lo irónico es
a sus bastante limitados y repetitivos planteamientos los llamen pomposamente
teoría. De hecho, ya con eso, muestran una falta de humildad teórica y política
evidente. Quizá han pensado en crear una teoría queer, pero lo que es hasta el
presente, no hay tal.
Las palabras mágicas
para todo lo anterior son, entonces, inclusión, diversidad y género. En función
incluso de esos tres conceptos es que se articulan políticas públicas en
diversas instancias, incluida la academia. Nótese, en primera instancia, que
las mujeres desaparecieron, claro, como por arte de magia.
Hay mujeres trans, con
diversas cargas políticas detrás, que han sido utilizadas (o lo hacen por motu propio) por las feministas, en
particular dentro de la academia, pero no solamente. Al feminismo siempre se lo
ha tachado de victimista, cuando ha convenido para atacarlo, desarticularlo,
despreciarlo. Es muy común, pero no se critica a las personas trans de
victimistas, por hacerse más víctimas que cualquiera y, sobre todo, que
cualquier mujer. Nos hacen saber que ellos, ellas con su doble, triple o más
opresiones son quienes sufren de verdad por el patriarcado no así las mujeres
cis.
Muchas feministas
jóvenes dan por supuesto que existe algo que es el mainstream feminism o feminismo hegemónico. Ese es el blanco de
las quejas de personas que se viven profundamente marginalizadas por la
sociedad y por este feminismo dominante. Así, tenemos a lesbianas, lesbianas
negras y lesbianas negras discapacitadas como June Eric-Udorie.
También encontramos las mujeres negras transgénero como Gabriella
Bellot.[VII] Esta autora que como muchas mujeres trans ha
sufrido más que cualquiera o tanto como cualquier mujer y, sin embargo, se
decepciona terriblemente y se siente ofendida porque Chimamanda
Ngozi Adichie expresó que
las mujeres trans no son mujeres como las que han nacido y han sido
socializadas como mujeres. No tengo ninguna duda de que personas trans han
tenido una vida difícil en virtud, justamente, de las cuestiones de identidad
genérica. Tampoco dudo que en muchos casos se lo han pasado más mal que
montones de mujeres. Pero es por todo ello, por las dificultades del tránsito
de identidad, por el trato que reciben, por un sin fin de problemáticas que son
mujeres diferentes con una problemática específica y no individual sino a
menudo compartida como grupo social.
Ahora bien, se entiende claramente que las
mujeres transexuales quieran pertenecer al grupo mujeres, quieren dejar de ser
varones y ser hembras y mujeres. Requieren ser aceptadas en ese grupo de manera
“normal”. Eso ha sido más que difícil porque no siempre lo logran. Y
precisamente por esto su lucha feminista, sus luchas deben ser y son distintas
porque no necesariamente comparten la misma condición genérica que las cis u
otras mujeres de la diversidad sexual. Es un hecho que nacemos con sexo. Es un
hecho que se nos socializa en función de ese sexo. Aun tratándose de sujetos
intersexuales pues no son socializados como tales (y ese hecho, en sí, es un
grave problema). Si se acepta que el movimiento feminista es plural, que hay
posiciones divergentes e incluso encontradas, ¿por qué los furiosos ataques a
las disidencias frente a los sujetos trans? Por qué la decisión de algunas
feministas de integrar su presencia en el seno del movimiento –por el mero
hecho de que eligieron ser mujeres- sin que haya un consenso. Si ellas deciden
ser mujeres, actuar como mujeres e incluso llevar a cabo transformaciones
químicas y quirúrgicas están en todo su derecho. Pero me pregunto si esa
decisión de ser mujeres, utilizando toda la parafernalia de la feminidad
estereotipada dentro del patriarcado y recogiendo de la basura lo que las
feministas han tirado por opresivo y degradante, como decía Luis González de
Alba (lo cito de memoria), me pregunto si eso representa una posición
significativa para el pensamiento y la acción feministas.
Por otro lado, la escritora J.K. Rowling
–relevante, diría yo, que esconda su nombre femenino Joanne detrás de las
iniciales J.K.) fué acusada de transfóbica
por hacer las siguientes aseveraciones “…borrar el concepto de sexo le quita a muchas personas la capacidad de hablar de sus
vidas de manera significativa.” […] “Si el sexo no es real no hay una atracción
de personas del mismo sexo. Si el sexo no es real, la realidad que viven las
mujeres en todo el mundo, se borra.”[VIII] Y esto lo dijo, al parecer, en relación con el
hecho de haber afirmado que las personas que tienen la menstruación deberían
designarse como mujeres. Quizá habría que haber dicho con la posibilidad de
tenerla, pues las niñas y las viejas no la tienen y son mujeres. Estoy de
acuerdo con Rowling que lo trans, así como el género en muchos contextos, borra
a las mujeres, borra las experiencias de las mujeres “reales”.
Pornografía y sexoservicio
No se puede ser
abolicionista frente a la pornografía o la prostitución. Eso, sin duda
representa tirar al bebé junto con el agua de la tina. Es probablemente cierto
que la pornografía comercial es una “incitación a la violencia y a los abusos
sexuales” (Cameron 2019:112), pero se coloca la dualidad placer frente al
peligro y es quizá esa una forma maniquea de abordar la problemática. La
pornografía puede existir sin que sea degradante para las mujeres, sexista, racista
o etaria. Es como si se dijera que porque el sexo heterosexual, pero también el
homosexual, es fundamentalmente orquestado para placer masculino o para placer
del sujeto dominante en la relación, en virtud de ello habría que abolir el
sexo. Lo mismo en cuanto a la prostitución. El sexoservicio
es denigrante, abyecto, va en detrimento de quien vende su cuerpo. Pero no se
resuelve prohibiendo que se venda el cuerpo, quizá la solución de prohibir la
compra pone el peso en el lado de los hombres y no de las mujeres (sin olvidar
hombres que venden y mujeres que compran, pero son minoría). ¿Es la salida a
este problema simplemente la abolición vía prohibición? Si para miles de
mujeres esa es la salida al hambre y la miseria, el problema no se soluciona
con la abolición de la prostitución sino con cambios socio-políticos y
económicos estructurales. Ambas son problemáticas bastante complejas que no se
resuelven con el sí o el no a su existencia y persistencia en abstracto.
De metodología y mitología
En Debates
en torno a una metodología feminista escribí sobre la existencia de un
método de análisis y unas técnicas específicas de la investigación feminista.
Cuando alguien usa la palabra feminismo se puede referir a varias cosas entre
ellas dice Deborah Cameron (2019:11) en su reciente libro: “El feminismo como
marco intelectual: lo que la filósofa Nancy Hartsock
describió como ‘un modo de análisis […] una manera de formular preguntas y de
buscar respuestas’.”
El mito de la
objetividad ha recorrido todas y cada una de las disciplinas y las ciencias
sobre todo desde el positivismo hasta nuestros días.
En diversos lugares se ha expresado que el
feminismo bueno no ese académico, sino el feminismo popular, el de los pueblos
originarios, ese es el importante. O como lo afirma el uruguayo Raúl Zibechi, “movimiento de mujeres, movimiento feminista, pero
no el feminismo académico sino el feminismo popular […] un feminismo que es otra cosa de lo que
conocimos desde los 80 en América Latina. Es la emergencia de los pueblos
originarios, es el feminismo popular, plebeyo, indígena y radical,
anticapitalista.” (2020). El autor parece ignorar que en la década de los 80
dominó en algunos lugares (México entre ellos) el feminismo popular y que hoy,
sin alejarse de la academia, también hay feminismo popular y comunitario. Por
otro lado, también cree que el feminismo renace en los 80 y que el radical
surge con la emergencia de los pueblos originarios, desconoce (como mucha otra
gente) que feminismo radical hubo en el mundo desde mucho antes. En la década
de 1970 existió un feminismo radical claramente identificable en ciertas partes
de Nuestra América, distinto a lo que se denominaba feminismo radical en los
Estados Unidos que se refería al feminismo lésbico.
En el Manifiesto del 99% reclaman un
“universalismo” como si fuera una cuestión novedosa cuando el feminismo de la
segunda ola siempre fue internacionalista, más no universalista. Si por
universalismo se entiende la creencia en una verdad única inamovible, objetiva,
mundial y eterna, el feminismo nunca ha sido universalista. Y, sin embargo, se
lo ha criticado hasta el cansancio incluidas Nancy Gómez y María Lozano quienes
critican y afirman que hay que deshacerse del discurso universalista de la 2ª
ola (2019: 94,95,97). O se tacha, asimismo, de universalista al neofeminismo en
el texto de Almudena Cabezas (2014) y en tantos otros. Varias de las cuestiones
que se propugnan en el Manifiesto del 99%no
son para nada nuevas. Un feminismo anticapitalista y antimperialista, desde los
70’s e incluso antes ha habido ese feminismo. Desde que surgió el de la segunda
ola se rechazó el reduccionismo de la izquierda, del marxismo, en la medida en
que pensaban que lo primero y más importante era la lucha de clases y luego ya
vendría lo demás. Cuando ese feminismo surgió se enfrentó de inmediato a dicho
presupuesto de la izquierda. Y, a pesar de que se piensa que la
interseccionalidad surgió a finales de los 80, ya antes se hacía referencia a
las diversas desigualdades por sexo (género), raza (racialización),
preferencia sexual (diversidad sexual), habilidades corporales, edad, clase,
etnia y no se privilegiaba a ninguna sino que debían considerarse todas. No
había una contradicción principal, como en el marxismo, sino que había
numerosas contradicciones todas igualmente importantes.
En el Manifiesto
para el 99% se dice que no es una utopía lo que plantean, pero pienso que
cuando hablan de lo que desean, lo que quieren y lo que proponen es pura
utopía, yo la suscribo al 99%, no tengo nada en contra delas
utopías, ellas han movido al mundo y lo siguen haciendo. (Arruzza,
2019). Sin embargo, se proponen trazar el camino para lograr la sociedad no
capitalista, justa, igualitaria, antirracista, anti-patriarcal,
pero el camino no se ve claramente trazado. Una estrategia que se menciona es
la coordinación entre diferentes movimientos, lo cual tampoco es algo novedoso
pues hace referencia a las famosas alianzas entre grupos y movimientos
feministas y de mujeres. Se trata de una sumatoria de causas justas, de luchas
de clases, ambientalistas y antirracistas. Más que nada para un cambio social y
por ello se requiere la coordinación de movimientos. En el Manifiesto dicen que
el feminista no puede ser separatista. No veo la razón. Se puede tratar de un
movimiento autónomo de mujeres que se coordina con otros movimientos. En los
70s se hablaba de autonomía del movimiento, hoy se dice separatismo. Queremos,
desde luego, un sistema de salud pública para todo el mundo (aunque esto lo han
tenido y lo tienen países capitalistas y hasta neoliberales). Todo ello
representa una nueva ola del feminismo, y coincido en ello, pero nunca se dice
si es la tercera, la cuarta o cuál. Sus posiciones son radicales en la medida
en que van en contra de la meritocracia del feminismo liberal, su ganar
espacios y su romper el techo de cristal.
Rabia, enojo, cólera e ironía subversiva
La enorme cólera que se ha visto en las calles
de la Ciudad de México a partir de 2019, pero no solamente ahí
sino que es algo que ha aflorado en diversas partes del país y del mundo, es
pura y simplemente una manifestación más que legítima de enojo, de indignación,
ante tanta brutalidad en contra de las mujeres, por donde se mire, por doquier.
Las mujeres jóvenes, el nuevo movimiento feminista, han dicho basta, han
gritado y seguirán gritando ¡basta! La enorme ventaja, frente al neofeminismo
de los 70,es que hoy en día no son cincuenta no son
cien sino miles y miles de gargantas que gritan al unísono: ni una más (ni una
muerte más) o bien ni una menos (ni una mujer viva menos). Una frase alude a la
muerte, la otra a la vida, no deja de ser significativa la diferencia en las
consignas que pretenden decir lo mismo, pero lo expresan de manera inversa. Es
probable que tenga que ver con el arraigo cultural de cada una.
La cólera, ya hablaba de ello la mismísima
Virginia Woolf en Una habitación propia,
es fundamental para las mujeres en rebeldía. Las mujeres no conformes con lo
que les ha tocado vivir, a disgusto con ello, expresan con cólera y su
insatisfacción de muy diversas maneras. Puede ser en la calle, en la casa, en
la literatura, en las artes visuales.
La cólera puede significar el inicio de la
resistencia, de la lucha contra los poderes que nos atropellan. En la vida
diaria, cada vez que una mujer se enoja frente a algún acontecimiento
cotidiano, con frecuencia sale la voz masculina que dice-ordena “no se enoje,
señora”. La cólera es un sentimiento útil para los y las de abajo. La
resignación, que es un sentimiento cristiano, (que no la resiliencia), en
cambio, lleva a aceptar la adversidad, no hacerle frente, no luchar.
Y es precisamente la “indignación, el
cansancio y el hartazgo” lo que se ha convertido en el capital político del
feminismo del siglo XXI, de acuerdo con Nuria (Varela, 2019: 148). Y es muy
importante cómo señala, ahora sí, las claras diferencias entre este feminismo
que ella llama de la cuarta ola y los anteriores. A lo que ella enumera y
explica como la importancia del ciberactivismo, con toda su enorme complejidad
y potencial, yo añadiría la cultura pop y lo multimedia como estrategias
fundamentales de manifestación del feminismo actual.[IX] (Gómez y Lozano, 2019: 100). Este feminismo empezó a
fraguarse en el 2010 por lo que lleva más o menos una década.
La ironía es un arma fundamental tanto de las
mujeres, en general, como de las feministas en específico. Esta se utiliza en
la vida cotidiana, en la literatura, y en el activismo, desde luego. En la vida
cotidiana es una de las formas más socorridas de enfrentar el machismo en las
familias o en los medios laborales.
Se ha estudiado bastante ya la estrategia
irónica que utilizaron tanto Virginia Woolf como Rosario Castellanos en su
obra.[X]
La ironía puede ser una forma soslayada de
enfrentar la agresión machista. El caso es que las mujeres feministas la han
usado y la usan constantemente. Resulta una forma muy elegante de enfrentar la
discriminación.
Donna Haraway, en su texto Manifiesto Cyborg propuso
reivindicar la ironía y escribió "La ironía se ocupa de las
contradicciones que, incluso dialécticamente, no dan lugar a totalidades
mayores, y que surgen de la tensión inherente a mantener juntas cosas
incompatibles, consideradas necesarias y verdaderas. La ironía trata del humor
y de la seriedad. Es también una estrategia retórica y un método político para
el que yo pido más respeto dentro del feminismo socialista." (Haraway 1991:1).
Diversidad
Respeto a la diversidad (¿las diversidades?). A
la diversidad sexual en primer lugar, entendible, necesaria, imprescindible…
vivimos en una sociedad dominada por la heterosexualidad obligatoria, ya lo
explicó certeramente Adrienne Rich
en “Compulsory Heterosexuality and Lesbian Existence" (1980). Surge
por la imperiosa necesidad de que el lesbianismo se hiciera visible y
respetable, que no tolerable. No se trata de tolerarlo ni mucho menos. Tolerar
es soportar, respetar es tomar en cuenta a lo otro y considerarlo importante.
De ahí otras minorías como bisexuales, trans de todo tipo, discapacitadas,
desde luego minorías étnicas y racializadas, ancianidad, todos los grupos que
podrían ser diversos de la norma dominante son considerados “diversidad”, o
bien personas diversas. Esta última noción es bastante incómoda. “La defensa de
las personas diversas” ¿Qué no somos todas y cada una de las personas
diferentes de la de junto? ¿Quiénes serían, entonces, las personas diversas? La
noción de diversidad sexual creo que es afortunada en la medida en que denota
lo diferente frente a la norma heterosexual establecida. De ahí se ha querido
estirar la cuerda para que quepan más cosas, más desigualdades sociales, pero
en realidad son tantas que, por supuesto no caben. Diversidad genérica, étnica,
¿y la diversidad pálida o caucásica minoritaria en países mestizos o en
diversas partes del mundo? Habría entonces que considerar diversidad oprimida o
marginada, es necesario especificar. Finalmente, si lo estiramos un poco, lo
mismo sucede con diversidad sexual. Mi sexualidad lésbica es diversa de la
heterosexual que domina, pero mi sexualidad heterosexual difiere, probablemente
de la tuya, también heterosexual. Cada sexualidad es distinta, diversa de las
otras. A mí me gustan unas cosas, yo tengo unas fantasías perversas bien
diversas y distintas de las tuyas y así. Pero se ha dado hoy en hablar de las
personas diversas, sobre todo para no dejar nunca de ser incluyentes.
Pero antes de las diversidades se hablaba ya
de la enorme diversidad en el seno del movimiento feminista (como si se
descubriera el agua tibia) y justo por culpa (aunque no se dice) de la
diversidad es que no se ha podido unificar. Es “altamente diversificado y
difícil de cohesionar,” afirma Almudena Cabezas (2014:1). A su vez cita a Sonia
Brito quien afirma que: “En el reino de la diversidad sería un error considerar
la existencia de un movimiento de mujeres unificado y homogéneo” (2014:1). Es
que nunca lo ha sido ni ha pretendido serlo.
Por lo tanto, paradójicamente, se quiere
enfatizar y respetar la diversidad que, al mismo tiempo, impide la unificación.
Lo novedoso y lo perverso
Una de las
perversiones peores que ha padecido el feminismo ha sido la posmodernidad. Me
refiero a la supuesta teoría posmoderna con su falsa complejidad e
ininteligibilidad, con un barroquismo lingüístico totalmente innecesario que,
finalmente, lo que esconde es una falta de propuestas teóricas y políticas
nuevas.
Con demasiada frecuencia se expresan ideas
como si fueran la gran novedad y, en realidad, con el mismo nombre o con otro
son ya bastante viejas dentro del pensamiento feminista.
Que las mujeres no
conformamos un grupo homogéneo. Se ha dicho desde hace tiempo, por lo menos en
los 70 ya se decía. Que en ese grupo hay negras, indígenas (de las blancas ni
se habla), o sea se especifica la racialización y la
etnia de algunas. Las blancas no pertenecen a etnia alguna. Luego se mencionan
las clases sociales en las que aparecen las campesinas (las obreras con
frecuencia no están), trabajadoras sexuales y, en estas diversidades meten a
las discapacitadas, las lesbianas y las trans. Evidentemente no está toda la
diversidad de mujeres sino solamente las que se consideran más vulnerables,
(aun así faltarían muchas) pues hay más
clasificaciones de mujeres en el mundo. Y se habla a menudo de feministas y
lesbianas. Lo cual me parece el colmo del absurdo, hay feministas lesbianas y
lesbianas no feministas entonces por qué esa división sin sentido. Hay
feministas activistas -entre ellas las activistas lesbianas-, las activistas a
favor de la igualdad o bien de la diferencia, activistas ecologistas y la lista
puede ser larguísima.
Pienso que la primera
exigencia que deben de hacer las feministas lesbianas no es hacia las
feministas hetero sino hacia sistema capitalista patriarcal para que sean
tomadas en cuenta e incluidas en los planes y programas de toda índole, en las
políticas públicas, la educación, la salud, los proyectos de todo tipo,
gubernamentales y no gubernamentales. ¿Por qué pedirlo a las mujeres
organizadas, en movimiento, y muchas de ellas autónomas? Quieren, piden, exigen
un feminismo inclusivo ¿a quién se lo piden? ¿Quién tiene el poder de decisión
sobre las personas, los grupos, colectivos y colectivas para que puedan o no
formar parte del movimiento feminista, para incluirlas?
Una de las grandes novedades, junto con las
ya mencionadas, dentro del movimiento feminista es el uso de la tecnología, las
estrategias utilizadas con las redes sociales y todo lo que aporta el mundo
digital e Internet que es algo fundamental en estos días y, desde luego, algo
novedoso que contribuye a considerar la existencia de una nueva ola feminista,
la tercera.
Como feministas queremos cambiarlo todo y el
todo es enorme. La gran revolución radical anti-patriarcal,
anticapitalista, antirracista, antimperialista, contra las iglesias, los
ejércitos, las fronteras, la medicina privada, las farmacéuticas voraces que no
curan sino que enferman, la familia patriarcal.
En los setentas se hablaba de la autonomía
del movimiento feminista, hoy en día se habla de separatismo. Ha cambiado la
palabra, el concepto es el mismo.
Resulta muy
interesante que casi todas las que escriben sobre las pautas que debería de
seguir el movimiento feminista para ganar terreno, para lograr avanzar contra
el patriarcado, mencionan la cuestión de las alianzas. “articular políticas de
alianzas con otros sectores sociales” lo llama Rosa Cobo y “para ello es
necesario desarrollar una cultura política de pactos” (Cobo 2011: 227). En
efecto, esta es una tarea a la que el movimiento feminista se ha abocado desde
hace muchísimo tiempo, tampoco es algo nuevo, aunque, la verdad sea dicha no ha
sido muy exitoso en el campo de las alianzas. Se han dado, desde luego, pero no
es una cuestión que haya sido particularmente fecunda. Habría que pensar la
razón, pero es probable que las ideas y las concepciones políticas de cada
grupo no permitan fácilmente la vinculación con grupos que no son
particularmente afines.
El libro de Andi Zeisler, We Were
Feminists Once… (2016) es
sobre lo perverso en lo que han
convertido al feminismo las corporaciones transnacionales. Se trata de la
cooptación, la banalización y la mercadotecnia utilizando al feminismo lo cual
inició hace ya un par de décadas, pero va en aumento. La mercantilización del feminismo ha venido
llegando poco a poco y es parte del backlash, de la revancha del patriarcado frente a la
diseminación del feminismo. Los medios y la cultura popular es el campo en
donde Zeisler piensa que se encuentran los mecanismos
para el cambio de mentalidades.
Lo que hacen los
medios y las corporaciones con el feminismo es pura y simplemente cooptarlo
para desmantelarlo, entibiarlo lo más posible, desvirtuarlo en cuanto pueden.
No hay duda de que su entibiamiento acabará dominando
de manera voraz como toda mercadotecnia y así las ideas y los compromisos junto
con la radicalidad quedaran en el trastero de la historia.
Hoy en día (2020) hay
una gran coincidencia en que el nuevo feminismo de la 3ª ola, que es radical si
se quiere, es además ecofeminista o ambientalista, es antirracista,
anticapitalista, antipatriarcal y como estrategias utilizala calle, los medios (las nuevas Tecnologías de la
Información y la Comunicación o TICs), es
ciberfeminista por excelencia y es interseccional,
aunque esto no tenga más que la etiqueta de nuevo pues se dio desde la 2ªola.
El feminismo de hoy, ante todo de mujeres jóvenes, es muchas cosas, como vemos,
y quizá, algún día se le considerará “hegemónico”.
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⃰⃰ Profesora Distinguida
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco. Doctora en Filosofía, UNAM,
Maestría en Estética, París V, Sorbonne. Contacto: ebartra@correo.xoc.uam.mx
[I] Este artículo de Noam Chomsky, “A predator becomes more dangerous when wounded” fue publicado en The Guardian el 9 marzo 2007. https://www.globalpolicy.org/component/content/article/156/26387.html consultada 20 octubre 2020.
Este artículo
de Noam Chomsky, “A predator becomes
more dangerous when wounded” fue publicado en The
Guardian el 9 marzo 2007.
https://www.globalpolicy.org/component/content/article/156/26387.html
consultada 20 octubre 2020.
[II] Ver, por ejemplo, el texto de Alejandra Pretel https://afrofeminas.com/2020/06/02/a-que-nos-referimos-cuando-hablamos-de-feminismo-blanco/ consultada 5 de agosto 2020.
[III] ”Butas a disabled woman growing up
in the UK in the early 90’s, I didn’t feel represented by feminism as it was
being presented to my generation.” (2018, pp. 77-78).
[IV] “From Sojourner Truth’s day on,
feminists of all ages and types ignored or actively excluded marginalized
groups.”
[V] Ver el libro de Zeisler, 2017.
[VI] “Questioning gender —
whether that means straddling the gender binary, crossing it, or breaking down
its assumptions wherever you happen to stand — is an essential part of the
feminism that has sustained me…” (Penny,
2020).
[VII] Ver su capítulo “Borderlands” en Eric-Udorie 2018: 47-60.
[VIII] Ver en inglés: https://variety.com/2020/film/news/eddie-redmayne-jk-rowling-anti-trans-tweets-harry-potter-fantastic-beasts-1234630226/ consultada 10 junio 2020.
O ver La Jornada. La Jornada de en Medio, México, 10 junio 2020, p. 7ª.
[IX] Para profundizar en el papel de la cultura pop como estrategia feminista ver Gómez y Lozano.
[X] Ver, por ejemplo, Orlando de
Virginia Woolf. Para un estudio sobre la ironía en R. Castellanos ver Megged, 1984.