La interseccionalidad, el feminismo socialista y el activismo contemporáneo: reflexiones de una feminista socialista de la segunda ola

Linda Gordon **

Cuando leí por primera vez el término interseccionalidad, lo puse en la misma categoría de otros términos de creación similar (posicionalidad, espacialidad, funcionalidad) que considero jerga académica y de difícil comprensión propia de las humanidades. Las personas más jóvenes dedicadas a la academia podrán considerar que son términos personalizados, útiles, incluso. Para una académica de más trayectoria como yo, estos son términos problemáticos. Esto ocurre, por un lado, porque provengo de una era en la que los estudios sobre feminismo/mujeres/género/LGBTQ estaban conectados a un movimiento social radical de gran escala. Me preocupaba que términos como éstos funcionaran de modo tal que quienes nos dedicamos a la academia quedemos cada vez más en una situación de aislamiento, hablando únicamente dentro de esta comunidad. Temía que este vocabulario actúe como un “señalador” que aísle el trabajo académico de quienes trabajan en incidencia y activismo. Para mí, eran términos que expulsaban a la comunidad en general.

El disparador de este ensayo fue un documento sobre feminismo socialista que redacté para la Conferencia de Mujeres Historiadoras de 2014 en Berkshire. Tomé una parte del documento original (un intento de resumir la idea principal de la teoría del feminismo socialista desarrollada en Estados Unidos a fines de la década de los sesenta y durante los setenta) para su uso en este documento. Luego, recibí una buena dosis de ayuda por la que estoy muy agradecida a Tracey Deutsch, Susan Stanford Friedman, Molly Nolan, Allen Hunter, Ros Petchesky y lectores y lectoras anónimos de la publicación Gender & History.

Por otro lado, en lo relativo a la interseccionalidad en particular, me pregunté: “¿en qué se diferencia de la premisa esencial de dos siglos de feminismo socialista que establece que hay múltiples formas de dominación que interactúan y se fusionan?”. Desde que me uní al feminismo socialista de los setenta, reaccioné a las tendencias ahistóricas entre las corrientes intelectuales progresistas de Estados Unidos; a nuestra tendencia estadounidense de reinventar en vez de desarrollar sobre la base de análisis anteriores.

Pues bien, estaba equivocada. La interseccionalidad se enfrentó a mi sensibilidad anticuada y malhumorada, y vino a señalar tanto una nueva militancia como un desafío a los análisis de asuntos sencillos; de un solo factor. En verdad, el concepto básico, aquel que establece que hay múltiples formas de dominación que interactúan e incluso se fusionan en nuevas formas, tiene una larga trayectoria en el feminismo de izquierda y en el discurso antirracista, antinacionalista y anticolonial.

Sin embargo, este concepto mutó en el activismo moderno y tiene un gran alcance democrático. Es un término abstracto que se convirtió en un eslogan activista. Al mismo tiempo, el concepto ha cambiado para hacer énfasis en algunos aspectos de la dominación a la vez que se excluyen otros, en especial, la desigualdad económica. Además, a veces el concepto también gira hacia una comprensión pluralista y empiricista de la diversidad que omite cuestiones de poder. En los párrafos siguientes trazaré, en primer lugar, una descripción de las precursores de la interseccionalidad en el feminismo de la segunda ola, en particular en lo atinente a la corriente socialista feminista. Luego, examinaré su relación con la academia y los estudios de las mujeres y de género. Finalmente, estudiaré su uso por parte del activismo en 2016.

La tradición socialista feminista de la interseccionalidad

El término “interseccionalidad” fue acuñado por Kimberlé Crenshaw en 1989. Cuando inventó este término, Crenshaw hablaba desde su lugar de académica jurídica feminista negra, y todas esas cualidades de su postura son relevantes para el caso. Dentro de sí, por supuesto, se sitúa el contexto activista de los derechos civiles y de los movimientos de mujeres del período comprendido entre 1955 y 1980. También se sitúa allí la particular experiencia de las feministas negras que criticaban la proclama de sisterhood del movimiento de liberación de la década de los setenta, en el que las mujeres blancas eran la fuerza dominante. Crenshaw pertenece a la generación de académicas jurídicas que desarrollaron la teoría crítica sobre la raza y luego la contrapusieron al feminismo, o bien lo que podríamos llamar la teoría crítica de sexo/género[I].

La motivación puntual de Crenshaw surgió específicamente en su práctica profesional como abogada defensora. Crenshaw concibió la interseccionalidad como una crítica a las limitaciones de un régimen jurídico en el que la discriminación por sexo y la discriminación por cuestiones raciales eran dos delitos separados. Crenshaw, Patricia Williams, Mari Matsuda y otras académicas jurídicas feministas negras investigaban herramientas intelectuales con las que se pueda forzar a la ley a dar una respuesta adecuada a los casos que comprendían discriminación por sexo y por raza[II]. Sus escritos eran activistas: si bien no eran abogadas litigantes, sí estaban inmersas en los debates sobre defensa o advocacy, feminismo y derechos civiles. Crenshaw citó un caso en especial, DeGraffenreid v General Motors, en el que se denegaba el acceso a mejores trabajos a mujeres afroamericanas. Los tribunales federales desestimaron la demanda porque no se trataba específicamente de discriminación por razones de raza (porque los hombres negros sí podían acceder a mejores trabajos) ni por razones de sexo (porque las mujeres blancas sí podían acceder a mejores trabajos)[III]. El razonamiento jurídico de la sentencia del caso DeGraffenreid también pone de manifiesto los límites de las políticas de identidad, y eso también es parte de la crítica de Crenshaw. Al definir la interseccionalidad como una crítica a las políticas de identidad, Crenshaw critica “el dominio de una orientación en particular que atomiza problemas sociales colectivos en desafíos diferenciados a los que se enfrentan grupos específicos”[IV].

La teoría crítica de la raza y la interseccionalidad pueden haber recibido la influencia de los primeros análisis de la izquierda, de la izquierda negra y de la izquierda feminista respecto de las múltiples formas de dominación. Los parecidos pueden ser evidentes, pero sabemos que a menudo los movimientos sociales ignoran lo que ha ocurrido antes de su propia historia. Negar la teoría social previa es prácticamente una constante de los movimientos sociales, que a menudo reinventan en vez de recuperar y mejorar las ideas anteriores. Cuando empezó la “segunda ola” del feminismo, por ejemplo, la mayoría de las que participábamos no sabíamos nada de las activistas por los derechos de las mujeres del siglo XIX ni habíamos leído nada de la obra de Elizabeth Cady Stanton. Usábamos las remeras que volvían a Emma Goldman una heroína de última moda, pero no teníamos idea del legado de los feminismos anarquista, socialista y comunista, de las obras de Josephine Conger-Kaneko del Partido Socialista o de Mary Inman del Partido Comunista. No teníamos información sobre el legado feminista socialdemocrático estadounidense, desde la era Progresista hasta la del New Deal. De modo similar, muchos activistas por los derechos civiles no estaban al tanto de los aportes históricos de intelectuales y activistas de origen negro y latino, A. Philip Randolph, Angelo Herndon, Emma Tenayuca o Luisa Moreno. Esto representó una pérdida para los movimientos porque muchas de estas personas tomaron conceptos y actuaron sobre la interrelación entre las desigualdades de clase, raza y sexo. (No fue solo culpa nuestra, no tuvimos instructores).

El desconocimiento de las tradiciones anteriores siempre representó algunas ventajas para los movimientos sociales. Empezar de cero permitió que el activismo rechace los viejos caminos que podrían haber empobrecido el universo del discurso y limitado las concepciones acerca de lo posible. Las feministas más jóvenes y las activistas antirracistas tuvieron la libertad de inventar nuevos modos de organización y de explorar modos de dominación anteriormente considerados “naturales” o incluso “triviales”. Sin embargo, perdimos la oportunidad la aprender de las experiencias previas sobre cómo dar un marco teórico a la injusticia y la desigualdad, y cómo planificar y poner esos planes en acción dentro de la estructura política estadounidense.

Aun así, en el movimiento de liberación de las mujeres de los EE. UU, que surgió a fines de la década de los sesenta había plena conciencia de las luchas más recientes de donde este movimiento provenía. Su madre fue, por supuesto, el movimiento por los derechos civiles. Muchas fundadoras del movimiento de liberación de las mujeres habían participado de aquel otro movimiento, y todas recibieron la inspiración y la influencia intelectual de sus ideas y prácticas. En consecuencia, muy pocas feministas de esa época no tenían consciencia de la virulencia y de la institucionalización del racismo estadounidense. De modo similar, la Guerra contra Vietnam educó a una generación de mujeres a cuestionar la corrección de la política exterior estadounidense y la veracidad del Gobierno. El movimiento de liberación de mujeres tomó su nombre de los movimientos descoloniales de Asia y África. En contraste con los estereotipos dominantes de la liberación de las mujeres, pocas feministas de la segunda ola —salvo las que se proclamaban feministas radicales, probablemente— consideraban que el sexismo era la única o incluso la principal injusticia, aunque a esta información no reciba la atención que merece. La mayoría de las miembros del movimiento de liberación de las mujeres entendieron que el origen de las injusticias raciales, internacionales y de clase tenían vínculos independientes de la dominación masculina, si bien a menudo estos se entrelazaban y fortalecían a causa de esta dominación.

Sin embargo, la corriente feminista socialista dentro de este movimiento fue la que operó específicamente sobre la base de un análisis similar al que ahora llamamos interseccionalidad. Las organizaciones más grandes con identidad feminista socialista fueron la Unión de Liberación de Mujeres de Chicago (Chicago Women’s Liberation Union) y Pan y Rosas de Boston (Boston’s Bread and Roses), además de varios grupos similares que aparecieron en otras ciudades. Aquello que en ese momento se llamó feminismo socialista, hoy en día y en retrospectiva se llamaría, con la misma precisión, feminismo de la Nueva Izquierda. Es Nueva porque rechazó el autoritarismo de la Vieja Izquierda, pero también porque rechazó la noción marxista que concebía que la clase era la raíz de las demás opresiones. Además, las luchas del Tercer Mundo (el término de moda), como aquellas de Cuba, Vietnam y Sudáfrica, ayudaron a las feministas socialistas a escapar de la postura binaria de la Guerra Fría —es decir, de las alternativas del comunismo o capitalismo. Para la mayor parte, las feministas socialistas no trataron de definir qué es el socialismo. Nosotras rechazábamos la idea de que la propiedad pública en sí misma crearía socialismo y nos inclinábamos a una idea de democracia participativa, pero no intentamos trabajar sobre la implementación de esta idea a nivel de país. De hecho, el término “socialista” era marginal al feminismo de la Nueva Izquierda. Muchos grupos dentro de esta corriente eligieron no usar el término, tanto por motivos de honestidad como de estrategia. En gran parte, en aquel momento ser “socialista” hacía referencia, simplemente, a un tipo de feminismo que reconocía muchos vectores de dominación que debían interpelarse. Lo que hacíamos podría llamarse un análisis materialista, pero este análisis consideraba que la mayoría de las formas de dominación, incluidas las formas culturales, descansaban en condiciones materiales, entre ellas, el racismo, la doble moral sexual, la homofobia y la violencia[V].

Las feministas negras eran quienes promovían con particular influencia este análisis. Una gran parte de su pensamiento era feminista socialista, en especial en su conciencia de que la pobreza y la desigualdad económica no podían escindirse del racismo contra el que luchaban. En este punto de mi análisis, necesito corregir un mito sobre el movimiento de liberación de las mujeres en los Estados Unidos: se dice que estaba integrado únicamente por mujeres jóvenes blancas, educadas y de clase media. El movimiento de liberación de las mujeres estaba integrado principalmente por mujeres blancas de clase media, pero considerarlo exclusivamente integrado por ellas solo sirve para ocultar a las agrupaciones, a las acciones y a las publicaciones de feministas afroamericanas. Las críticas feministas ya se gestaban en el movimiento de derechos civiles y pronto el espíritu del Black Power llevó a que muchas personas afroamericanas se organicen y formen agrupaciones separadas, como los Panteras Negras, los Boinas Cafés y los Young Lords. Muchas feministas negras organizaron sus propios grupos. Tal como explicó la historiadora Sara Evans, “[N]o es posible, simplemente, ocultar las voces feministas teóricas y estratégicas de mujeres tales como Pat Robinson, Francis Beal, Eleanor Holmes Norton, Florynce Kennedy, Alice Walker, Elizabeth Martinez, Paula Gunn Allen y Shirley Lim”[VI]. Y muchas más. Tampoco deberíamos negar la historia de las organizaciones que estas agrupaciones crearon, como, por ejemplo, National Welfare Rights Organization, Third World Women’s Alliance, Black Women Organized for Action, National Black Feminist Organization, Combahee River Collective, además de las organizaciones tradicionales de mujeres negras, como National Council of Negro Women (anteriormente, National Association of Colored Women) y la sororidad activista Alpha Kappa Alpha. Si bien el feminismo negro fue la influencia más grande entre las feministas de color, otros colectivos de personas racializadas —chicanas, puertorriqueñas, asiático-americanas e indígenas— también fundaron sus propias agrupaciones[VII]. Estas agrupaciones articularon el concepto de interseccionalidad con distintas palabras y frases. La feminista afroamericana Fran Beal de Third World Women’s Alliance acuñó la frase “doble riesgo” (‘double jeopardy’) en 1969, en referencia a los costos de ser mujer y negra[VIII]. Otras empezaron a usar el término “triple riesgo” (‘triple jeopardy’) para agregar otras desigualdades. Una década después, Combahee River Collective sostuvo que “los principales sistemas de opresión se entrelazan. La síntesis de estas opresiones crea las condiciones de nuestras vidas”[IX].

Según otro mito sobre el movimiento de liberación de las mujeres, se afirma que el movimiento se separó de la Nueva Izquierda, y ello debe corregirse, especialmente al considerar su orientación interseccional. Esta supuesta división simplemente no ocurrió, ni con las feministas socialistas ni con las feministas de la década de los setenta en general. El mito de una división identifica erróneamente un debate con un divorcio y un enojo con una separación o incluso con un fratricidio. Las feministas socialistas se enfurecieron ante la arrogancia y el sexismo de muchos hombres de la Nueva Izquierda —algunos de ellos nuestros propios novios—, pero, de todos modos, los consideraban sus camaradas. De hecho, a fines de la década de los sesenta y en la década de los setenta, era frecuente referirse a todos los movimientos de la Nueva Izquierda como “el movimiento”[X]. De esta experiencia de participación en todo un mundo de movimientos sociales radicales provino la sospecha de intentos de clasificar formas de opresión; de considerar algunas formas más o menos fundamentales que otras. Esta postura llevó, en el mejor de los casos, a una saludable humildad y a un rechazo a descartar otros reclamos de injusticias.

La corrección del mito de la separación entre el feminismo y la Nueva Izquierda es clave para comprender la versión del feminismo socialista de la interseccionalidad actual. Las feministas socialistas estaban inmersas en una Nueva Izquierda amplia, y comprendían su trabajo como parte de una campaña de múltiples enfoques contra la injusticia. Consideraban que la desigualdad entre sexos/géneros contribuía a las estructuras de las injusticias de clase, raciales, sexuales, militaristas y ambientales, a las que poco después agregaron la discapacidad y tipos de identidad sexual por fuera del binarismo. Los grupos feministas socialistas protestaron contra los ataques de la policía a las Panteras Negras, hicieron piquetes en apoyo a luchas sindicales, marcharon contra la Guerra de Vietnam y apoyaron las luchas de personas privadas de su libertad, entre otras movilizaciones. Este análisis integral derivó de la multiplicidad de movimientos progresistas que nos rodeaban. En otros términos, esta versión de interseccionalidad no era solo una instancia teórica, sino que también constituía una perspectiva sobre el activismo.

El rechazo a la clasificación de las injusticias de modo comparativo también permitió la libertad, e incluso la espontaneidad, en el desarrollo de proyectos y coaliciones; era una orientación no ideológica que funcionaba, en el mejor de los casos, para reforzar una humildad saludable hacia distintas prioridades, un respeto por otros movimientos progresistas. Florecieron miles de pimpollos. Algunos grupos más pequeños que desprendían del principal, llevaron adelante distintos proyectos, y nadie parecía interesarse en evaluar si, por ejemplo, la organización del entorno laboral era más o menos importante que la organización de los derechos reproductivos. Mi propia organización, Pan y Rosas (Bread and Roses) llevó adelante el proyecto de una escuela feminista con cursos que ofrecían desde mecánica del automotor a cocina vegetariana, a economía; otras miembros ofrecían educación sexual a adolescentes, trabajaban con una organización de madres en pos de asignaciones estatales adecuadas (Mothers for Adequate Welfare); otras participaban en marchas contra la guerra; otras marchaban el Día de la Tierra; otras escribieron Our Bodies Ourselves, organizaron tareas administrativas dentro de un esquema típico “de 9 a 17” y nadie dijo que ninguna de esas actividades era más importante que el resto. La insistencia de las feministas socialistas en las múltiples formas de injusticia también se aplicaba a la cuestión de la representación. La orientación interseccional rechazó la búsqueda de un grupo clave —la clase trabajadora, las mujeres, el tercer mundo— que podría o debería llevar la delantera.

Como los grupos feministas socialistas estaban típicamente descentralizados, no era necesario hacer que toda la organización apruebe el proyecto, simplemente se formaba un grupo y se ponían a trabajar. Estos proyectos y grupos autónomos no se ocultaban, sino que ayudaban a crear coaliciones, porque ningún individuo ni grupo tenía que reprimir sus identidades para poder cooperar. Es cierto que los grupos de feministas socialistas a menudo hacían hincapié en problemáticas de la clase trabajadora y antirracistas, pero no rechazaban proyectos con objetivos más limitados. Además, los grupos intentaron establecer muy pocas conexiones con agrupaciones ubicadas en otras partes de EE. UU., lo que habría sido imposible de todos modos, porque el movimiento crecía tan rápido que nadie podía hacer un seguimiento de las distintas agrupaciones que se formaban.

Estas influencias, combinadas con la sensibilización de pequeños grupos, produjeron varios nuevos análisis relacionados con la interseccionalidad. Por ejemplo, los escritos y debates de las feministas socialistas expandieron la noción marxista de explotación e incluyeron otras estructuras en las que algunos se beneficiaban del trabajo de otros, como, por ejemplo, en las tareas domésticas y de crianza. El ensayo de Silvia Federici “El salario por el trabajo doméstico”, por ejemplo, junto con “La política del trabajo doméstico”, de Patricia Mainardi, suplementaron la antigua idea marxista de que los capitalistas se beneficiaban del trabajo no remunerado de las mujeres con el concepto feminista de que los hombres de clase trabajadora y de clase media también resultaban beneficiados[XI]. Entonces, también, las mujeres prósperas que contrataban a mujeres más pobres para el cuidado de niños y la limpieza del hogar ganaban, porque infravalorar el trabajo doméstico contribuía a mantener los salarios bajos para las trabajadoras domésticas. Mientras el trabajo de cuidado asumía una proporción cada vez mayor de los trabajos en el contexto de un Estado de bienestar en contracción, de ningún modo esto fue una teoría críptica, pero clave para la organización posterior de los proyectos tales como las campañas recientes de trabajadoras de cuidado de la salud en el hogar.

Las feministas socialistas aprendieron mucho de otros análisis feministas, pero además expandieron los análisis para incluir consideraciones de clase y raza. Fueron las “feministas radicales” —las que argumentaron que la dominación masculina era una forma primitiva de injusticia— las que expusieron los abusos sexuales y personales como la violación y el acoso, la supresión de la sexualidad femenina y los costos de la maternidad obligatoria[XII]. Las feministas socialistas expandieron este análisis e investigaron cómo estas formas de opresión afectaron a las mujeres pobres y a las mujeres de color de forma desproporcionada. Las feministas socialistas blancas aprendieron de las feministas negras a interpelar el discurso de la construcción familiar normativa o “correcta” e intentaron honrar todas las formas de conformación familiar, incluidas las parejas gay, las familias extendidas, las comunas, las madres solteras y sus hijos e hijas. Muchas de ellas apoyaron, por ejemplo, a la National Welfare Rights Organization, liderada por mujeres negras. Dos décadas después, un grupo de feministas socialistas, el Comité de las 100, brindó su apoyo, infructuosamente, contra el rechazo del gobierno de Clinton a la asistencia a familias con hijos e hijas dependientes (Aid to Families with Dependent Children). Con este rechazo, Estados Unidos se convirtió en el único país rico que no garantiza la ayuda a niños pobres. En las primeras etapas del desarrollo de un movimiento ambientalista, el ecofeminismo se convirtió en una poderosa corriente de pensamiento que afirmaba que la dominación masculina era una de las fuentes de la degradación ambiental. Probablemente, quien acuñó el término fue Francoise d’Eaubonne en su obra Le Feminisme ou la Mort en 1974, seguida poco después por Vandana Shiva en 1988 en su obra Staying Alive; las ideas ecofeministas llegaron a los Estados Unidos a través del brillante libro de Carolyn Merchant del año 1980, The Death of Nature.[XIII] Las feministas socialistas construyeron sobre estas ideas y sostuvieron que la polución no fue creada por una sola fuerza, sino por muchas: en efecto, no solo se trató de una actitud de macho dominador de la naturaleza, sino que también se trata de la renta empresarial desmedida, del imperialismo, de las políticas racistas que buscaron proteger solo a los barrios lujosos y del capitalismo consumista dedicado a alentar a las personas a comprar cada vez más bienes y productos descartables.

Dentro de las perspectivas feministas socialistas empezaban a surgir incipientemente algunas reflexiones sobre el concepto de género, pero no estaban muy bien desarrolladas. Para las jóvenes graduadas universitarias que conformaron la mayor parte del movimiento de liberación de las mujeres, descubrir lo femenino como una subjetividad política fue tan estremecedor que, a menudo, ellas no eran conscientes de las construcciones de género menos privilegiadas. Este vínculo intenso entre feministas de la Segunda Ola, promovido por el despertar de la consciencia como un proceso íntimo, a menudo llevó a hacer afirmaciones románticas de hermandad universal entre mujeres. Reconocer la existencia de múltiples formas de opresión no siempre creó una comprensión de que el género en sí mismo tomó distintas formas. Además, muchas personas dejaron de usar el género como un concepto analítico para concebir una idea de género como identidad. De hecho, hemos aprendido desde entonces que no existe un género “puro” como tal. Ninguna persona tuvo alguna vez una identidad de género “pura”; por ejemplo, el género de toda persona incluye la clase, la raza, la religión, el cuerpo, el origen étnico. Sin embargo, la teoría de la década de los setenta a menudo caía en una retórica universalista.

También se estaba explorando por esa época el lado queer del sexo y del género, especialmente a medida que muchos grupos feministas de concientización brindaban espacios seguros en los que las mujeres se declaraban lesbianas. Si bien algunas pocas personas transgénero estaban “fuera” en este período, la liberación de las mujeres rechazó todos los marcos de género, e incluso pensaba en un futuro con una sociedad sin géneros. Desde la época de Pan y Rosas, la serie de libros Our Bodies, Ourselves fue precursora en la idea de que no había una sexualidad “estándar” o “normal” y sostuvo la apertura a todas las formas de actividad sexual placentera consentida entre adultos.

La interseccionalidad en las universidades

La versión feminista socialista de la interseccionalidad modulada como feminismo ingresó a las universidades. Desde la década de los setenta, estos programas surgieron de la agitación de académicas que habían sido formadas por el movimiento de liberación de las mujeres y a menudo eran iniciadas y empujadas a la existencia por la presión desde las estudiantes hacia las autoridades. Pronto los programas fueron institucionalizados. Los estudios de mujeres brindaban trabajo al número creciente de mujeres jóvenes con doctorados en humanidades y campos de las ciencias sociales como antropología y sociología. Los cursos de estudios de mujeres en los Estados Unidos a menudo tenían muchas inscritas y sus facultades prepararon publicaciones, conferencias y premios que marcaban el éxito profesional. Sin embargo, en la década de los noventa, el activismo menguó, pero no así los programas de estudios de mujeres/de género.

A medida que crecían los estudios de mujeres, las facultades incluyeron una generación de académicas de humanidades con capacitación en enfoques teóricos posmodernos y posestructuralistas. Muchas trabajaban en áreas dominadas por la “teoría” que significó cada vez más la teoría posmoderna, lingüística, ontológica y/o epistemológica. El pensamiento feminista ganó una considerable sofisticación a raíz del trabajo de estas académicas. Ellas hicieron notables aportes que contribuyeron a la construcción de la comprensión actual de la interseccionalidad. Expusieron la ilusión de generalizar a las mujeres, especialmente, la generalización de la experiencia de las mujeres urbanas occidentales privilegiadas. Además, desafiaron a los binarios esencialistas e hizo énfasis en la fluidez de identidades y sujetos. Mostraron que el género, en su fluidez, contribuyó a organizar todo tipo de formas culturales. Consideraron cada vez más que los temas que trataban no eran temas de mujeres sino conceptos entre los que el género era un tema preponderante.

Eran, por supuesto, debates entre académicas feministas. Algunas rechazaban el giro respecto del género, entonces, objetaban el desarrollo de estudios sobre los hombres. Otras objetaban la visión posmoderna de que la experiencia se construye inevitablemente dentro de la lengua; se negaba la experiencia no lingüística. Otras se preocupaban porque el giro posmoderno construía un campo cercano de discurso, de modo tal que no se podrían identificar fuentes de subversión, representación o resistencia. Algunas otras lamentaban el crecimiento de la distancia entre el feminismo académico y el feminismo activista. Consideraban a la teorización posmoderna como un desvío del foco de las mujeres como sujetos políticos que podían movilizarse en pos de un cambio social. No obstante, gran parte de estas críticas surgieron de una visión sin interseccionalidad que aún se aferraba a la esperanza de que una podría generalizar e incluso universalizar sobre las mujeres y el género, y establecer que las mujeres unidas por las experiencias que transitan en común podrían unirse en acciones políticas. Esta visión no solo era inocente, sino que también era potencialmente opresiva porque adhería, aunque inconscientemente, en las normas de género de los grupos dominantes.

No debería sorprender que en esta era de activismo reduccionista, la teoría feminista posmoderna también sea cada vez más pesimista. Parte de este cambio era positivo, afirmaban con complacencia y exageración en el sector de la Nueva Izquierda; incluso había fantasías revolucionarias sobre la dimensión del cambio. Dudo que la influencia intelectual del posmodernismo era la fuente de este pesimismo político. Sin embargo, indudablemente existía un lazo entre el posmodernismo y el pesimismo acerca de la construcción de una coalición feminista: la negación posmoderna de la estabilidad de sujetos hizo que sea más difícil ver cómo los grupos de mujeres podrían unirse en estrategias colectivas en nombre de las mujeres como grupo general. La noción misma de “mujeres” perdió especificidad. Este problema era un producto colateral de la teoría, no de las teóricas. Muchas feministas posmodernas eran activistas en las universidades o sociedades académicas a las que pertenecían. Las académicas feministas a menudo lideraban las luchas contra el racismo en la academia. No obstante, al igual que el resto de la academia, tendían a verla como su hogar y la esfera en la que hacían su aporte como feministas. (Me incluyo en este grupo).

Juntas, la sensibilidad hacia el racismo estadounidense, los crecientes números de académicas feministas de color y la des-universalización del género viralizaron la idea de interseccionalidad postulada por Crenshaw. Hoy, este término es muy popular en la teoría feminista. Todas las egresadas de mis cursos sobre estudios de las mujeres conocen el término. No obstante, a menudo lo comprenden de un modo que evita los cuestionamientos al poder; lo usan como una prescripción para la diversidad, que representa a seres humanos de distintos tipos y/o identidades. Entonces, un grupo que incluye miembros de varias razas y sexos es interseccional. En esta comprensión, la interseccionalidad no hace nada para cambiar las desigualdades fundamentales de poder[XIV]. En el peor de los casos, la diversidad hoy puede ser una forma de representación parecida al simbolismo. Así como ocurre con la “diversidad”, la interseccionalidad puede señalar una especie de pluralismo en el que las identidades están representadas como equivalentes en un campo de grupos de interés competitivos[XV].

Además, la interseccionalidad comprendida como diversidad puede recurrir a afirmaciones esencialistas. Considero que esto ocurre de dos modos. En primer lugar, la interseccionalidad se usa a veces para identificar a los cuerpos individuales como perspectivas de representación, que asumen, por ejemplo, que una persona de sexo femenino defenderá los intereses de las mujeres, que una persona afroamericana defenderá los intereses de su raza, y que una persona transgénero defenderá los intereses de las personas transgénero. (Mientras escribo este texto, las feministas de los Estados Unidos dividen su apoyo a Bernie Sanders o Hillary Clinton en la carrera para la presidencia. Esta división está basada en parte en el distinto peso que colocan a que una persona de sexo femenino ocupe la presidencia del país). Aprecio cómo pueden surgir estas concepciones, porque en parte son ciertas: es cierto que la experiencia de ser de sexo femenino hacer que sea más probable que una persona apoye políticas que ayuden a las mujeres, así como la experiencia de una persona de ser negra puede tener el mismo efecto. En segundo lugar, el modo en que la interseccionalidad puede derivar en afirmaciones esencialistas, tal como sostiene Jennifer Nash, es que el foco en la representación de varias categorías de personas presupone una homogeneidad innata dentro de cada categoría, otra afirmación esencialista. Entonces, los esfuerzos para convocar a representantes de distintas razas o identidades sexuales/de distintos géneros podrá asumir que esa persona representa a toda su raza u orientación sexual, por ejemplo[XVI]. Sostiene Nash, al igual que el fallecido José Muñoz, que es necesario resistirse a los “modelos identitarios de relacionalidad” que puede develar la interseccionalidad[XVII].

Tal vez la interseccionalidad debe homogeneizar categorías en algún punto; por ejemplo, para sugerir que las mujeres afroamericanas tienen algunos intereses en común. Sin embargo, si estas categorías existen para evitar el esencialismo, tienen que estar basadas en la experiencia. Además, estas categorías también deben registrar que los intereses comunes pueden ser construidos, reconstruidos o descubiertos mediante la experiencia grupal. Pero la metáfora de la intersección en algunas ocasiones da a entender que solo las mujeres afroamericanas pueden comprender su opresión, que, por ejemplo, solo las personas discapacitadas pueden entender la discapacidad. Este reclamo aparece en algunas críticas recientes de la apropiación de las mujeres blancas de la discusión sobre interseccionalidad, en las que se sugiere que, si las blancas hablan de esto, se niega a las mujeres de color la autoridad para definir sus propias experiencias. La socióloga Sirma Bilge, por ejemplo, denuncia el “blanqueamiento de la interseccionalidad”[XVIII]. Con seguridad, nadie diría que es imposible que aquellas personas que no hayan tenido ciertas experiencias puedan aprender de aquellas personas que sí. Tal como muchas personas de color han señalado a las personas blancas, apartar a las personas de color del tema de la raza era una forma más de racismo.

La socióloga Leslie McCall sugiere una posible solución a este problema: podría evitarse atribuir la condición de igualdad dentro de las categorías. Para eso, se debería desplegar las categorías únicamente de modo temporal, sin desproveerlas de sus relaciones. En otras palabras, sostiene que la interseccionalidad debería ocuparse de las “relaciones entre grupos sociales, en especial, de cómo cambian estos grupos, en vez de ocuparse de la definición o representación de estos grupos en sí mismas (...). Deberían observar la complejidad de las relaciones entre múltiples grupos sociales dentro y entre categorías analíticas”[XIX]. Considero que este es un llamado a un uso más flexible e histórico de las categorías sociales, uno que no despoja las relaciones de la desigualdad intrínseca de poder.

Esta crítica a las políticas de identidad dentro de la interseccionalidad también destaca un problema de la interseccionalidad como metáfora visual y espacial. Una intersección es un cruce de líneas o planes en la que cada uno se entiende diferente al otro. Entonces, si imaginamos que el género y la condición de blanca de una persona se intersecan, una de estas condiciones puede entenderse como un aspecto distinto de una persona. Un gráfico del libro ‘A Primer on Intersectionality’[XX] trata varias formas de prejuicio como actitudes separadas, como caminos separados que se intersecan. Pero, de hecho, estas actitudes se fusionan en vez de intersecarse. Además, el foco en las actitudes cubre la fusión de estructuras: por ejemplo, las políticas que disponen el pago de salarios bajos a trabajadoras de cuidado de la salud en el hogar están enraizadas en estructuras institucionalizadas dentro, por ejemplo, del mercado laboral, del sistema educativo, de la discriminación de la vivienda y de la legislación de políticas. Es necesario hacer un análisis para explicar esto.

Es más, si una intentara usar esta imagen como un modelo y detallar cada categoría social o prejuicio como una línea que incluya género, raza, religión, clase, discapacidad y experiencia familiar, la intersección estaría tan llena de líneas entrecruzadas que cada individuo viviría en su propia intersección individual. Esta especificidad extendida hace que sea más difícil ver cuáles son los intereses compartidos, como así también sería más difícil articular un activismo colectivo.

El concepto de interseccionalidad también empezó a enfocarse en algunas posiciones sociales más que en otras. Un tema en particular para reducir el potencial de la interseccionalidad como concepto es la negación de la desigualdad de clase. Por ejemplo, el programa de SUNY-Albany School of Social Work contiene un “módulo” sobre la interseccionalidad que enumera como influencias para considerar el género, la edad, el grupo étnico o la raza y las identidades de carrera[XXI]. Negar u ocultar la desigualdad de clase o la desigualdad económica —sé que no son conceptos idénticos— es un fenómeno común y excesivamente determinado. La identificación de clases en el sentido marxista es difícil, cuando no imposible en la actualidad, especialmente en los Estados Unidos, a medida que la desindustrialización y los ataques contra los sindicatos han diezmado a la clase trabajadora y forzado a muchos trabajadores a la precarización laboral. Mientras tanto, los desempleados son una proporción aún más grande de nuestra población y también son desproporcionadamente miembros de otras categorías que intersecan, por ejemplo, jóvenes, personas de color y privadas de la libertad. Aún si descartamos el concepto de clase y nos referimos en cambio a la estratificación económica, la experiencia no brinda una imagen ordenada de los estratos económicos. Las teorías posmodernas de interseccionalidad podrán negar la clase porque es más difícil representar las posiciones económicas como fluidas, dada la poca frecuencia de la movilidad económica en los Estados Unidos. Más recientemente, el silencio sobre la desigualdad económica ha tenido el apoyo del poder de las protestas de Black Lives Matter y la inmediatez de la brutalidad y los asesinatos de la policía que se infligen desproporcionadamente sobre las y los estadounidenses negros[XXII]. El hecho de que los hombres y las mujeres de color de clases más altas —como el profesor de Harvard Henry Louis Gates, la estrella de tenis James Blake y el profesor de Princeton Imani Perry— también sean vulnerables a los abusos policiales demuestra, por supuesto, que el racismo puede ser más “visible” y palpable que la explotación económica[XXIII]. Sin embargo, a medida que estos activistas lo entienden también, creo que es importante manifestar que la injusticia económica es el principal problema de la mayoría de las y los estadounidenses negros. La pobreza y desigualdad que viven es responsable de injurias de todo tipo[XXIV].

Interseccionalidad y activismo

En los últimos años pasó algo sorprendente: el término interseccionalidad empezó a volverse parte de la lengua vernácula y popular de internet. Ya es parte de la lengua común en las redes sociales. Los sitios web feministas lo discuten, con una mirada de aprobación, por supuesto, pero así también lo hacen otros prestigiosos sitios web no feministas. The Huffington Post usa el término como una categoría de artículos en su archivo. En Tumblr ocurre lo mismo. El International Business Times lo usa en un titular sobre un artículo acerca del feminismo[XXV]. La Academia de Medicina Khan tiene una presentación de PowerPoint publicada en YouTube que explica el término[XXVI]. Incluso, hay un sitio web de interseccionalidad vegana[XXVII]. El Instituto para la investigación y las políticas en interseccionalidad de la Universidad Simon Fraser tiene un miembro en su facultad que estudia la interseccionalidad en la gastronomía[XXVIII]. Hay blogs de moda interseccionales[XXIX]. Los sitios web de celebridades hablan con frecuencia de interseccionalidad. La comediante de YouTube Akilah Hughes lo explica en Boing Boing[XXX]. La revista en línea Sinuous defiende a Beyoncé en el nombre de la interseccionalidad ante quienes la acusan de que su modo de vestirse es muy sexual[XXXI].

Como hablar sobre la interseccionalidad ya es algo masivo, puede ser objeto de bromas. Según Urban Dictionary, un glosario en línea de términos actuales: ‘1. A term used in feminist discourse to mean “I may drag all my issues into every discussion”. 2. A methodology of making any issue too complex to be resolved, thus keeping academic theorists in a job’[XXXII]. [“1. Término usual del vocabulario feminista que quiere decir 'probablemente lleve todos mis problemas a las discusiones de cualquier cosa'. 2. Método de complejizar tanto cada problema de modo tal que no se pueda resolver y le dé trabajo a las y los teóricos académicos”]. Otra persona usuaria del diccionario en línea define el término como un ‘Concept used to describe ways in which shitty social constructs like -isms & -phobias are interconnected (intersectional! geddit?) and not magically separate issues’[XXXIII] [Concepto que se usa para describir modos en los que conceptos sociales de mierda como los -ismos y las -fobias se entrelazan (¡interseccional! ¿Captás?) y no son mágicamente cuestiones separadas].

La interseccionalidad también es blanco de ataques, tanto amables como amenazantes. Algunas son expresiones de represalias contra la corrección política, por ejemplo: La Jefa de redacción adjunta del New Statesman, Helen Lewis, escribió ‘Intersectionality! Boo! Are you scared yet?[XXXIV] [¡Interseccionalidad! ¡Bu! ¿Ya te asustaste?]. En el sitio web de North American Animal Liberation, que promueve la violencia contra las personas que abusan de animales uno de los enemigos es la ‘Intersectional Animal Liberation’[XXXV] (liberación animal interseccional). Varias publicaciones definen a la interseccionalidad como un plan antisionista[XXXVI]. En defensa de la política israelí, David Bernstein, presidente y director ejecutivo del Jewish Council for Public Affairs, escribe que “es probable que no podamos desacreditar la interseccionalidad con Israel más allá de sus fronteras, pero podemos limitar su alcance”[XXXVII].

La interseccionalidad genera mucho tráfico en la web y evoca publicaciones irascibles, gritos y críticas de muchos blogs y redes sociales de la derecha. Una persona furiosa que se hace llamar “Sophia a Gnostic Goddess of Wisdom” denuncia la interseccionalidad con una foto de la cabeza de una mujer que está siendo atacada con una picadora de hielo y la frase ‘This is your brain on Cultural Marxist Queer Feminist Theory’[XXXVIII] (“Este es tu cerebro cuando leés sobre teoría feminista queer marxista cultural”). Lord Frontbottom define el término como ‘Cultural Marxist bullshit mainly espoused by self-loathing white leftist nutjobs and noisy minorities who live in the west and enjoy all its’ [“basura del marxismo cultural impulsada principalmente por zurdos locos y blancos que se odian a sí mismos y por minorías bulliciosas que viven en barrios de categoría y disfrutan de todos sus”] [sic] beneficios mientras critican todo lo que estos barrios representan. Mejor ignorarlo. Intersectionality is why I’m a useless twat and a failure in life and it’s all your fault’[XXXIX] [“La interseccionalidad es la causa por la que soy una persona imbécil y fracasada y es todo tu culpa”]. El jefe de redacción de Reductress.com, que se define a sí mismo como un “defensor de la interseccionalidad de los derechos del hombre” nos advierte que “los hombres viven menos que las mujeres porque sus vientres les dan trato preferencial a las bebés”. Afirma que es interseccional porque admite hombres de todas las clases y razas[XL].

Parte de las críticas no están muy bien informadas, pero sus comentarios son entendibles de todos modos. Un hombre pobre blanco asocia la interseccionalidad con que le digan que tiene un privilegio por ser blanco: “Entonces, cuando esa feminista me dijo que tenía un 'privilegio blanco', le dije que mi piel blanca no hizo un carajo”. Explica lo siguiente: “¿Alguna vez pasaste un crudo invierno al norte de Illinois sin calefacción ni agua corriente? Yo sí. Cuando tenías 12 años, ¿preparaste fideos en una cafetera con agua de un baño público? Yo sí”[XLI]. Otros hicieron preguntas más serias y críticas. Un estudiante blogger de la Universidad de Columbia, hombre de color, revierte la crítica a la interseccionalidad de las políticas contra la identidad y sostiene que cuando múltiples grupos de interés se encuentran, eclipsan sus demandas y fijan las metas más bajas que son el denominador común[XLII].

Muchas personas definen la interseccionalidad como una instrucción o un llamamiento a poner más personas de color, o mujeres, o feministas de color en cargos clave —esta es la ecuación de interseccionalidad con diversidad que discutí más arriba. Los gerentes y responsables de personal de las empresas a menudo hacen charlas de interseccionalidad. Bajo la misma comprensión, la que establece que la interseccionalidad es equivalente a la representación, se encuentra la queja de la estrella negra de televisión que dice que los empleadores que afirmen que no pueden encontrar personas de color calificadas hacen un “flaco intento de interseccionalidad”[XLIII].

Es frecuente que el concepto se limite para referirse solamente a personas afroamericanas o con tono negativo al racismo blanco. Es una limitación que se usa en paralelo al uso de parte de la academia. Este uso puede tener una inclinación menos culta: El sitio Rogue Feminist, al igual que la crítica de Silma Bilge, sostiene que las mujeres blancas directamente no deberían usar el término porque las blancas “no lo viven”. “Una vez que las personas blancas empiezan a entender y les empieza a gustar algo que inventaron las personas negras, tienen que hacerlo cada vez más inaccesible para las personas negras a la vez que lo hacen más y más blanco, hasta que no se note que es una creación negra”[XLIV]. Otras personas asocian solamente a las mujeres con la interseccionalidad. Ava Vidal define el término como “una concepción en la que se afirma que las mujeres viven la opresión en distintas configuraciones y en distintos grados de intensidad”[XLV]. Otro blog se titula ‘10 Things White Feminists Should Know To Better Understand Intersectionality[XLVI] [Diez cosas que las feministas blancas deberían saber para entender mejor la interseccionalidad]. La crítica interseccional a veces culpa especialmente a las feministas blancas. Así, cuando la estrella de MTV Franchesca Ramsay comenta que “las feministas blancas tienden a separar la idea de 'mujer' de la idea de 'de color', como si 'mujer de color' no existiera, se pierde por completo el sentido de la interseccionalidad”[XLVII]. Cuando se reivindica la interseccionalidad en redes sociales, las dos categorías que se incluyen con más frecuencia después de la raza son lo queer y la discapacidad. Stephanie D. Johnson, también llamada Najma, es una educadora panqueer, negra sordociega de la comunidad que usa ejemplos específicos de lo queer para mostrar dónde hay interseccionalidad[XLVIII]. Incluso quienes escribieron Notorious RBG: The Life and Times of Ruth Bader Ginsberg afirman que la interseccionalidad “es una parte del feminismo que es vital para las mujeres de color, lesbianas y con discapacidad, y, básicamente, para cualquier persona que no sea blanca ni heterosexual”[XLIX]. La mayoría de estos usos tienden ser reduccionistas y limitan el sentido y el potencial del término.

No obstante, algo importante está pasando: la interseccionalidad se ha vuelto parte del vocabulario de las activistas jóvenes progresistas. En las protestas de Black Lives Matter se habla mucho sobre interseccionalidad. El movimiento tiene por objetivo “ser explícitamente interseccional y liderar un movimiento que marcha por todas las vidas negras y promueve la visibilización de cuestiones de injusticia racial que afectan a la comunidad”[L]. Las mujeres que interrumpieron el discurso de campaña de Bernie Sanders en Seattle estaban “ejerciendo la interseccionalidad”[LI].

Además, por su asociación con el feminismo, las charlas sobre interseccionalidad señalan una apertura al liderazgo de las mujeres negras en el movimiento. Una parte desproporcionada de estas mujeres jóvenes suele ser gay, transgénero o tener otro tipo de identidad fuera del binarismo. Por ejemplo, dos líderes clave de Ferguson, Alexis Templeton y Brittany Ferrell, captaron la atención de los medios cuando se unieron en matrimonio. “Cuando la gente dice ‘sin líderes’”, afirma Ashley Farmer, colega de posdoctorado en el departamento de Historia de la Universidad Duke, “simplemente no ve a las mujeres que lideran el movimiento”[LII]. Esta invisibilidad de liderazgo femenino se produce por varios factores: sexismo abierto, rechazo a la capacidad de liderazgo de las mujeres jóvenes en particular, así como el hecho de que las mujeres a menudo lideran con menos grandilocuencia que los hombres.

Si bien la conversación sobre interseccionalidad surge con mayor frecuencia en el activismo afroamericano, algunos grupos recurren a esta etiqueta para autorizar un mayor alcance. Millennial Activists United y Black Youth Project 100 son lazos con grupos de personas latinas. BAJI, la Black Alliance for Just Immigration, explica por qué tiene por objetivo construir un movimiento interseccional con una cita de Audre Lorde: “No luchamos por una sola cuestión, porque no vivimos una sola cuestión”. BAJI también revierte el tema en ‘Why the Migrant Rights Movement Must Show Up for Black Lives’[LIII]. En representación de Farmworker Advocacy Network, Justin Flores afirma “las cuestiones de interseccionalidad de las y los trabajadores de la agricultura y de las y los trabajadores de cadenas de comidas rápidas”[LIV]. En un ensayo con un profundo análisis sobre Black Lives Matter, Katie Hinchey se refiere a las incipientes protestas como “la creación de un movimiento interseccional” y afirma que “es más grande que el racismo, también”[LV]. En World News Trust, Mickey Z escribe sobre ‘Black Lives Matter, Veganism, and Intersectionality’[LVI]. Este enfoque que usa la interseccionalidad para llegar más allá del activismo sobre una sola cuestión también es característico de National Nurses United, quienes bregaron para detener a Keystone XL; la Cowboy Indian Alliance, que representa ranchos blancos del oeste; se unieron con pueblos originarios contra Keystone; Forward Together, un grupo de personas asiáticas americanas, y redactaron una guía LBGT para la ley de cuidado de salud asequible.

La interseccionalidad es un marco que también usan algunas causas que luchan por una sola cuestión. En la lucha de trabajadores de cadenas de comida rápida por un salario mínimo de USD 15 por hora, Philly15Now! brega por “Salario de USD 15 la hora e interseccionalidad” y cita la “interseccionalidad de la discriminación”[LVII]. El título de una noticia de una persona representante de un movimiento de justicia climática fue “Con la interseccionalidad no solo ganamos todos, sino que es la única salida”[LVIII]. En la conferencia sobre el clima Power Shift del año pasado hubo un taller llamado “Por qué el movimiento climático debe ser interseccional”. “Necesitamos ser el virus de la interseccionalidad”, afirma alguien del St Louis Schools Project[LIX]. El Intersectional Souls Project, un movimiento de personas jóvenes negras sordas, declara que “la comunidad sorda (DDBDDHH, BIPOC, LGBTQIA) es un ejemplo perfecto de la mezcla interseccional de almas”[LX]. Grupos tales como Undocuqueers —inmigrantes LGBTQ indocumentados— que bregaban por derechos de ciudadanía para parejas del mismo sexo biológico también demuestran el alcance del término entre activistas[LXI].

Las referencias a los usos activistas de la interseccionalidad se podrían multiplicar con solo una tarde de navegación por la Web, pero creo que estos ejemplos sirven para ilustrar un desarrollo inusual: un término académico se volvió el lema de una nueva marea activista. Kristen Moe describe esta actualidad como “la evolución de la interseccionalidad: de la teoría al modo de lucha”[LXII]. Cuando la interseccionalidad es un eslogan activista, por supuesto que tiene una definición menos rigurosa. Es una señal o un sello, incluso. En la jerga activista, anuncia que la o el usuario habla desde la posición de una persona subordinada: personas de color, feministas de color, personas con identidades de géneros no tradicionales. También anuncian un deseo de construir coaliciones entre muchos grupos víctimas de injusticias.

El discurso de la interseccionalidad ha destacado algunos temas, pero no hizo lo mismo con otros. Por ejemplo, a pesar del liderazgo femenino de Black Lives Matter, los nombres que ahora son casi íconos de los asesinados por la policía son tradicionalmente masculinos. Las lesiones a mujeres reciben muchísima menos atención que las que reciben hombres en las denuncias y la sensibilización de los abusos policiales. Aunque el eslogan ‘Say Her Name’ (“decí el nombre de ella”) que introdujo el African American Policy Forum en la primavera boreal de 2015 fue muy evocativo y poderoso, muy pocos estadounidenses reconocen los nombres Alberta Spruill, Rekia Boyd, Shantel Davis, Shelley Frey, Kayla Moore, Kyam Livingston, Miriam Carely, Michelle Cusseaux, Aiyana Stanley-Jones, Yvette Smith y Tanisha Anderson —y a todas ellas las mató la policía. Tal como manifiesta la líder de Black Lives Matter Marsha Chatelain en Dissent, las mujeres negras también sufren a menudo otras formas de violencia policial que no están reconocidas: “Aunque las mujeres no sean la mayoría de las víctimas de homicidios, el modo en el que son blanco de la policía, y el modo en que ésta arma sus perfiles, están tamizados increíblemente por el género”. Además, trata la cuestión del acoso sexual por parte de la policía y hace mención especial a las violaciones del oficial de policía Daniel Holtzclaw. Estos delitos, no obstante, en general no aparecen en los medios hegemónicos como cuestiones de Black Lives Matter.

En otra limitación del uso activista del discurso interseccional, algunas publicaciones de feministas negras en internet expresan hostilidad únicamente contra el feminismo blanco. Esta ira no es nueva ni es del todo inapropiada, y refleja el foco en el feminismo de estos sitios. Sin embargo, un efecto secundario muy desafortunado es el error de enfoque en el análisis, que atribuye el racismo únicamente a las feministas blancas, como si el racismo no fuese una característica de las personas blancas en general. Estoy segura de que aquellas y aquellos que expresan este resentimiento saben a la perfección cuáles son las profundas y anchas raíces del racismo en los Estados Unidos, pero, a veces, su discurso reduce el concepto de interseccionalidad a un concepto que se usa solamente entre feministas.

Mientras tanto, los análisis de clase se extinguen en la conversación sobre interseccionalidad, tanto en el ámbito popular como en el académico. Las desigualdades en la riqueza desaparecen. Muy pocos de los sitios activistas o sobre interseccionalidad que descubrí —ya sean predominantemente negros o predominantemente femeninos, o de ambas características— tratan los problemas de las personas con bajos ingresos, como la prohibición de la financiación federal para el aborto, el alto costo del cuidado decente de los menores, la falta de licencias familiares y por enfermedad, el desempleo, las condiciones de las cárceles, el desfinanciamiento a las escuelas, los costos de los medicamentos recetados, los bajos salarios mínimos y el fraude salarial. Mientras escribo este texto, en los temas de la campaña presidencial de Bernie Sanders se sugiere que la raza y la clase se han convertido en temas de respuesta cerrada para la reforma, en el que las personas blancas hacen hincapié en la desigualdad económica y las personas negras en la brutalidad policial, las expresiones verbales de racismo y las exclusiones sociales. En un gráfico del libro ‘A Primer on Intersectionality’ se ilustra la falta de movilidad de clase o desigualdad económica[LXIII].

La ausencia de una protesta basada en la clase es por supuesto un signo de los tiempos, no una creación para hablar de interseccionalidad. Incluso el reciente movimiento Occupy, con sus condenas a la avaricia de Wall Street como fuente de injusticia, falló en promover un análisis profundo de clase. Después de todo, ningún examen de la desigualdad económica real podría describir a los Estados Unidos divididos entre un 1 % y un 99 %, un análisis que agrupa a las personas trabajadoras agricultoras migrantes, a las personas trabajadoras en cuidado del hogar indocumentadas y a las personas trabajadoras de cadenas de comida rápida en la misma categoría que a las y los médicos y las y los profesores universitarios.

Tampoco ningún discurso activista sobre la interseccionalidad se explayó en una perspectiva global. Muy pocos escritores trataron la intersección entre la injusticia local y global y el tratamiento israelí hacia las personas palestinas[LXIV]. Menos aún veo qué otras conexiones mundiales están articuladas en internet. Es importante mencionar que la mayoría de las campañas que hablan sobre interseccionalidad en redes sociales no son directamente redistributivas económicamente. Tampoco, a excepción de la lucha contra la violación, promueven la redistribución del poder.

Así y todo, más allá de sus limitaciones, la sensibilización acerca de la interseccionalidad en el activismo claramente se desarrolló más allá de las ideas del feminismo socialista de la Nueva Izquierda de las décadas de los sesenta y de los setenta. La interseccionalidad de hoy día llama al reconocimiento y al respeto de una variedad más amplia de identidades y causas, y une a personas negras, latinas, feministas, lesbianas, gay, transgénero y otras identidades fuera del binarismo. La sensibilización acerca de la interseccionalidad ha dejado el mundo de la jerga académica de la década de los noventa para ingresar en la lengua vernácula. Ya es un eslogan que representa una comprensión amplia que establece que no todas las mujeres somos iguales y que los grupos subordinados no aceptarán la supresión de sus identidades, intereses y prioridades. La sensibilización acerca de la interseccionalidad ha restado legitimación a las afirmaciones de las personas blancas y de élite sobre las mujeres y los géneros —notablemente, rechaza los reclamos de universalización que fueron características de algunos discursos feministas de la década de los setenta. La cuestión de la interseccionalidad trabaja a la par de la insistencia posmoderna de la fluidez y la variedad a tal punto de que ha convertido el estudio de género en el estudio de la indeterminación. A tal punto ocurre esto que muchas personas activistas son estudiantes universitarias; existe una especie de fertilización cruzada entre la academia y el activismo.

No obstante, entre las académicas feministas, la interseccionalidad fue durante mucho tiempo un tropo discursivo abstracto más que una premisa de investigación. Incluso cuando reconocemos la diversidad humana y sus desigualdades, incluso cuando reconocemos el doble, triple o múltiple riesgo y las pequeñas agresiones que condicionan la experiencia, debemos examinar cómo operan estos riesgos en la práctica, en la cultura, en la economía y en la política. Después de todo, ese fue el aporte original de Crenshaw —un despliegue de afirmaciones que producían leyes que no podrían responder a la injusticia tal como se vive en la actualidad. Espero que la academia siga trabajando en quitarle al término interseccionalidad su parte de eslogan para usarlo como una guía en las preguntas de investigación.

 

           

 



El artículo original contiene tres gráficos que por dificultades de edición no pudieron ser reproducidos. De todos modos, no agregan información que no esté representada en esta traducción.

 

** Título original: ‘‘Intersectionality’, Socialist Feminism and Contemporary Activism: Musings by a Second-Wave Socialist Feminist’. Gender & History, Vol.28 No.2 August 2016, pp. 340–357. Traducción de Lía Diaz.

 

 

[I]  El desarrollo teórico de la Teoría Crítica de la Raza (Critical Race Theory, CRT) comenzó en las facultades de Derecho de los Estados Unidos en la década de los ochenta, en la que los académicos y las académicas reaccionaban ante el dominio de las jerarquías y la indiferencia a la cuestión racial en los estudios críticos jurídicos. La Teoría Crítica de la Raza también hace su crítica a la antigua academia en materia de derechos civiles, que propulsaba un sistema jurídico indiferente a la raza y con un enfoque en el ataque a la discriminación legal sin un análisis crítico más profundo a la desigualdad racial estructural. La Teoría Crítica de la Raza se enfocó en cómo la ley, la abogacía y los tribunales contribuyeron a la producción y reproducción del racismo mediante la aceptación de un sistema jurídico que era, supuestamente, indiferente a la raza.

[II] Patricia Williams, The Alchemy of Race and Rights: Diary of A Law Professor (Cambridge: Harvard University Press, 1992); Kimberle Crenshaw, ‘Race, Reform and Retrenchment: Transformation and Legitimation in Anti-Discrimination Law’, Harvard Law Review 101 (1988), pp. 1331-87; Kimberle Crenshaw, ‘Intersectionality: The Double Bind of Race and Gender’, Perspectives (2004), http://www.americanbar.org/content/dam/aba/publishing/perspectives_magazine/women_perspectives _Spring2004CrenshawPSP.authcheckdam.pdf.

[III] DeGraffenreid v. General Motors Assembly Div., 556 F.2d 480, United States Court of Appeals, Eighth Court. Sentencia del 15 de julio de 1977. Véase el registro del caso en el siguiente enlace:  http://www.leagle.com/decision/1976555413FSupp142_1520.xml/DEGRAFFENREID%20v.%20GENERAL%20MOTORS% 20ASSEMBLY%20DIV.,%20ETC. Crenshaw lo cita a menudo, recientemente en African American Policy Forum, ‘A Primer on Intersectionality’,   http://www.aapf.org/publications/.

[IV] La crítica al análisis de eje único o aislado, sin embargo, no se asemeja a la crítica sobre políticas de identidad de autores tales como Todd Gitlin. Aquella antigua crítica estuvo plagada de irritación hacia las feministas y otros colectivos que formaron organizaciones autónomas porque se daban cuenta de que sus intereses quedaban atrás cuando intentaban encajar en formaciones dominadas por personas blancas o varones. Crenshaw no criticó la existencia de organizaciones independientes integradas únicamente por mujeres negras.

[V] Este primer acercamiento a la interseccionalidad fue clave para que el feminismo socialista de los setenta se separe del feminismo marxista. Este último defendía una política en la que la explotación de clases era la única base de privilegio para el análisis; la única injusticia. El feminismo marxista era la ideología de los grupos sectarios marxistas-leninistas, que a menudo se llamaban a sí mismos partidos, que usaban a los movimientos de mujeres como terreno de captación. Los partidos que allí operaban eran, entre otros, el Socialist Workers Party), el Partido Comunista, el Progressive Labor Party) y el International Socialists entre otros grupos más pequeños. Estos grupos consideraban que la opresión de las mujeres era principalmente un producto de la sociedad de clase y que el marxismo o el marxismo-leninismo contenían una teoría adecuada para comprender la dominación masculina (y todas las formas de dominación) y se enfocaban exclusivamente en estrategias anticapitalistas. Las feministas socialistas, en cambio, llegaron a la conclusión de que el capitalismo y la clase no eran de ningún modo las únicas raíces de la dominación masculina —ni del racismo— existentes antes y después del capitalismo; y que la dominación masculina mostraba gran flexibilidad en su éxito para la adaptación a varias formas de organización social.

[VI] Sara Evans, ‘Women’s Liberation: Seeing the Revolution Clearly’, Feminist Studies 41 (2015), pp. 138-49, aquí p. 144.

[VII] Linda Gordon, ‘The Women’s Liberation Movement’, en Dorothy Sue Cobble, Linda Gordon y Astrid Henry, Feminism Unfinished: A Short, Surprising History of American Women’s Movements (Nueva York: Norton, 2014), recuadro en capítulo 2, pp. 69-144, esp. pp. 95-6.

[VIII] Fran Beal, ‘Black Women’s Manifesto; Double Jeopardy: To Be Black and Female’, panfleto de Third World Women’s Alliance, 1969, http://www.hartford-hwp.com/archives/45a/196.html.

[IX] Combahee River Collective, ‘The Combahee River Collective Statement’, abril de 1977,  http://circuitous.org/scraps/combahee.html.

[X] Al mismo tiempo, el mito del divorcio entre el feminismo y la Nueva Izquierda deriva de la concepción de que la Nueva Izquierda era un movimiento homogéneo y enfocado en Students for a Democratic Society —SDS— y en los hombres jóvenes y blancos que lideraban tal movimiento. Además, este mito excluye implícitamente los derechos civiles de la Nueva Izquierda y considera al feminismo como exclusivamente blanco, un asunto que trataré luego. Esta historia de la separación entre el feminismo y la Nueva Izquierda reduce, empobrece y descascara a la Nueva Izquierda. Además, replica las prioridades políticas del movimiento de estudiantes blancos: por ejemplo, categoriza la crítica del complejo universidad/milicia/industria, lo hace más básico y consecuente que, por ejemplo, la crítica al racismo estructural.

[XI] Ambos artículos están a disposición en Rosalyn Baxandall y Linda Gordon (eds.), Dear Sisters: Dispatches from the Women’s Liberation Movement (Nueva York: Basic Books, 2000), pp. 254-60.

[XII] Téngase en cuenta que el “feminismo radical” en el Reino Unido hacía referencia al feminismo revolucionario.

[XIII] Francoise d’Eaubonne, Le Feminisme ou la Mort (París: P. Horay, 1974); Vandana Shiva, Staying Alive: Women, Ecology and Development (Londres: Zed Books, 1989): Carolyn Merchant, The Death of Nature: Women, Ecology and the Scientific Revolution (San Francisco: Harper & Row, 1980).

[XIV] Sirma Bilge, ‘Intersectionality Undone: Saving Intersectionality from Feminism Intersectionality Studies’, Du Bois Review 10 (2013), pp. 405-24.

[XV] Esta comprensión de interseccionalidad me recuerda a veces a un concepto anterior muy usado por las feministas, “diferencia”; un término que merecía mi crítica de la misma manera. Linda Gordon, ‘On Difference’, Genders 10 (1991), pp. 91-111.

[XVI] Hace poco, en una charla de estudiantes de color en la NYU, me dejó perpleja escuchar cuán a menudo estas estudiantes se enfrentaban a profesores que las convocaban a representar a su grupo. Los docentes se dirigían a los estudiantes negros y les preguntaban: ¿qué piensan los afroamericanos de esto? También ocurre con estudiantes en hiyab, a quienes les preguntan: ¿qué opinan los musulmanes al respecto?

[XVII] Jennifer Nash, ‘Practicing Love: Black Feminism, Love-Politics, and Post-Intersectionality’, Meridians: Feminism, Race, Transnationalism 11 (2013), pp. 1-24, aquí en pp. 4-5. La cita es de José Esteban Muñoz, ‘Feeling Brown, Feeling Down: Latina Affect, the Performativity of Race, and the Depressive Position’, Signs 31 (2006), pp. 675-88, aquí en p. 677.

[XVIII] Véase, por ejemplo, Bilge, ‘Intersectionality Undone’, p. 412.

[XIX] Leslie McCall, ‘The Complexity of Intersectionality’, Signs 30 (2005), pp. 1771-800, aquí en pp. 1785-6.

[XX] African American Policy Forum, ‘A Primer on Intersectionality’, p. 4.

[XXI] University of Albany School of Social Welfare, ‘Módulo 2: Actividad de “interseccionalidad”’, 2009, http://www.albany.edu/ssw/efc/pdf/Module%202_1_Intersectionality%20Activity%20Final.pdf.

[XXII] Nuevamente, aquí observamos la falta de consciencia histórica; los nuevos movimientos muy pocas veces se identifican con las luchas históricas contra la brutalidad policial. Las historias del trabajo conservan documentos de ataques policiales a trabajadores y organizadores en huelga; también hay documentos históricos de luchas afroamericanas con decenas de campañas contra la violencia policial.

[XXIII] Abby Goodnough, ‘Harvard Professor Jailed; Officer is Accused of Bias’, The New York Times, 20 de julio de 2009, http://www.nytimes.com/2009/07/21/us/21gates.html?_r=0; ‘James Blake: NYC Police Used Excessive Force in Arrest’, BBC, 8 de octubre de 2015, http://www.bbc.com/news/world-us-canada-34469294; y Susan Svrluga, ‘A Black Princeton Professor says she was Handcuffed to a Table for her Unpaid Parking Ticket’, The Washington Post, 10 de febrero de 2016, https://www.washingtonpost.com/news/grade- point/wp/2016/02/08/a-black-princeton-professor-says-she-was-handcuffed-to-a-table-for-her-unpaid- parking-ticket/.

[XXIV] Y en el caso de las y los estadounidenses blancos también: las pérdidas económicas sufridas por las y los blancos alimentaron peligrosos populismos racistas.

[XXV] Barbara Herman, ‘Feminism 2014: Hobby Lobby, Gamergate and “Intersectionality”’, International Business Times, 26 de diciembre de 2014, http://www.ibtimes.com/feminism-2014-hobby-lobby-gamergate- intersectionality-1763627.

[XXVI] Khan Academy, ‘Intersectionality’, YouTube, 20 de enero de 2015, https://www.youtube.com/watch?v=n2kUpKP18z8.

[XXVII] Intersectional Vegan, 2015, http://www.intersectionalvegan.com/.

[XXVIII] Institute for Intersectionality Research and Policy, Simon Fraser University, https://www.sfu.ca/iirp/affiliates_regional.html.

[XXIX] Emily Lau, ‘Fashion’s Latest Trent: Pushing Boundaries of Beauty with Intersectional Identities’, The Morn- ingside Review, Edición 2013/2014, http://morningsidereview.org/essay/fashions-latest-trend-pushing-the- boundaries-of-beauty-with-intersectional-identities/.

[XXX] Caroline Siede, ‘Intersectionality in Feminism: Men are Burgers, Women Pizza. But there are Many Kinds of Pizza’, Boing Boing, 9 de abril de 2015, http://boingboing.net/2015/04/09/explaining-intersectionality-a.html.

[XXXI] theComplex, ‘Beyonce, Feminism & Intersectionality: Fuck Your “Fourth Wave”’, Sinuous Magazine, 2 de mayo de 2013, http://www.sinuousmag.com/2013/05/beyonce-feminism-4th-wave/.

[XXXII] mum61e, ‘Intersectionality’, Urban Dictionary, 5 de enero de 2013, http://www.urbandictionary.com/define.php?term=intersectionality.

[XXXIII] thedeadlymoose, ‘Intersectionality’, Urban Dictionary, 7 de abril de 2013, http://www.urbandictionary.com/define.php?term=intersectionality.

[XXXIV] Helen Lewis, ‘The Uses and Abuses of Intersectionality’, New Statesman, 20 de febrero de 2014, http://www.newstatesman.com/helen-lewis/2014/02/uses-and-abuses-intersectionality.

[XXXV] Derk A. Brachmann, ‘The Absurdities of Pacifism and Intersectional Activism in Animal Liberation’, North American Animal Liberation Press Office, 2 de octubre de 2015, https://animalliberationpressoffice.org/NAALPO/2015/10/02/the-absurdities-of-pacifism-and-intersectional-activism-in-animal-liberation/.

[XXXVI] Dr Michael Marten (DrMMarten), perfil de Twitter, consulta el 27 de marzo de 2016, https://twitter.com/drmmarte>; Greg Piper, ‘Intersectionality is the Height of Intolerance, as Pro-Israel Feminists are Learning’, The College Fix, 15 de diciembre de 2015, http://www.thecollegefix.com/post/25511/.

[XXXVII] David Bernstein, ‘The Anti-Israel Trend You’ve Never Heard of’, Jewish Telegraphic Agency, 4 de enero de 2016, http://www.jta.org/2016/01/04/news-opinion/united-states/op-ed-the-anti-israel-trend-youve-never- heard-of; David Bernstein, ‘BDS and the Rising Danger of “Intersectionality” ’, Forward, 4 de enero de 2016, http://forward.com/opinion/328585/bds-and-the-rising-danger-of-intersectionality/.

[XXXVIII] Sophia Eris (HiddenTara), ‘This is Your Brain on Cultural Marxist Queer Feminist Theory: #Intersectionality #Truth Hurts’, Twitter, 22 de diciembre de 2015, https://twitter.com/hiddentara/status/679546105277845504.

[XXXIX] Lord Frontbottom, ‘Intersectionality’, Urban Dictionary, 9 de marzo de 2015, http://www.urbandictionary.com/define.php?term=intersectionality. Énfasis en el original.

[XL] Jefe de redacción, ‘Actually, I’m an Intersectional Men’s Rights Activist’, Reductress, 2 de marzo de 2015, http:// reductress.com/post/actually-im-an-intersectional-mens-rights-activist/.

[XLI] Gina Crosley-Corcoran, ‘Explaining White Privilege to a Broke White Person’, The Huffington Post, 2 de septiembre de2014, http://www.huffingtonpost.com/gina-crosleycorcoran/explaining-white-privilege-to-a- broke-white-person_b_5269255.html.

[XLII] Robert Ying, ‘When Intersectionality Hurts Effective Activism’, Aeturnalus, 11 de diciembre de 2015, http://aeturnalus.com/school/when-intersectionality-hurts-effective-activism/.

[XLIII] Teresa Jusino, ‘Franchesca Ramsey of MTV’s Decoded Speaks Out About White Feminism and Intersectionality’, The Mary Sue, 27 de enero de 2016, http://www.themarysue.com/franchesca-ramsey- intersectionality/.

[XLIV] Iphis, ‘If You’re White, don’t Call Yourself an “Intersectional Feminist” and don’t Use “Intersectionality” for White People’, the rogue feminist, 5 de diciembre de 2013, http://theroguefeminist.tumblr .com/post/69108181677/if-youre-white-dont-call-yourself-an. Para una respuesta blanca, véase ‘Can We White Feminists Call Ourselves Intersectional?’, Time Machine? Yeah!, 8 de enero de 2014, http://timemachineyeah.tumblr.com/post/72697038500/can-we-white-feminists-call-ourselves.

[XLV] Ava Vidal, ‘“Intersectional Feminism”. What the Hell is it? (And Why You Should Care)’, The Telegraph, 15 de enero de 2014, http://www.telegraph.co.uk/women/womens-life/10572435/Intersectional-feminism.- What-the-hell-is-it-And-why-you-should-care.html. La autora no incluye referencias bibliográficas.

[XLVI] Tiffanie Drayton, ‘10 Things White Feminists Should Know to Better Understand Intersectionality’, The Frisky, 6 de octubre de 2014, http://empathyeducates.org/10-things-white-feminists-should-know-to-better- understand-intersectionality/.

[XLVII] Jusino, ‘FranchescaRamsey of MTV’s Decoded Speaks Out About White Feminism and Intersectionality’, 27 de enero de 2016, http://www.themarysue.com/franchesca-ramsey-intersectionality/.

[XLVIII] S. D. Johnson, ‘What Exactly is Intersectionality?’, Intersectional Souls Project (2015), http://intersectionalsouls.weebly.com/what-is-intersectionality.html.

[XLIX] Ryan Buxton, ‘“Notorious RBG” Authors on Ruth Bader Ginsburg and Intersectionality’, The Huffington Post, 29 de octubre de 2015, http://www.huffingtonpost.com/entry/ruth-bader-ginsburg-intersectionality_us_563128fae4b00aa54a4c728b.

[L] Deron Dalton, ‘How 4 Black Lives Matter Activists Handle Queerness and Trans Issues’, The Daily Dot, 11 de octubre de 2015, http://www.dailydot.com/politics/black-lives-matter-queer-trans-issues/.

[LI] Andrew Marshall, ‘How White Leftists Should Respond to Black Lives Matter Protests’, Union Solidarity International, 2 de octubre de 2015, https://usilive.org/opinions/challenging-white-supremacy-and-practicing- intersectionality/.

[LII] Kendra Pierre-Louis, ‘The Women Behind Black Lives Matter’, In These Times, 22 de enero de 2015, http://inthesetimes.com/article/17551/the_women_behind_blacklivesmatter.

[LIII] Devonte Jackson, ‘Transformational Solidarity in Practice: Building Intersectional Movements’, Black Alliance for Just Immigration, 7 de abril de 2015, http://www.blackalliance.org/buildingintersectionalmovements/.

[LIV] Catherine Crowe, ‘Fight for $15 and the Farmworker Movement’, Farmworker Advocacy Network, 19 de noviembre de 2014, http://www.ncfan.org/blog/2014/11/19/fight-for-15-and-the-farmworker- movement.html#.VUf6nmbuydM.

[LV] Katie Hinchey, ‘#AllBlackLivesMatter: The Creation of an Intersectional Movement’, Identity Matters: Being, Belonging, Becoming, 19 de diciembre de 2014, https://serendip.brynmawr.edu/oneworld/identity-matters- being-belonging-becoming/allblacklivesmatter-creation-intersectional-movement.

[LVI] Mickey Z., ‘#BlackLivesMatter, Veganism, & Intersectionality’, World News Trust, 16 de enero de 2015, http://worldnewstrust.com/blacklivesmatter-veganism-intersectionality-mickey-z.

[LVII] Philadelphia 15Now! (2015), http://philly15now.org/tag/fight-for-15/; e Ian Reifowitz, ‘Check Out the Emerging Coalition Unifying Black Lives Matter, LGBT Equality, and the Fight for a Living Wage’, The Huffington Post, 13 de abril de 2015, http://www.huffingtonpost.com/ian-reifowitz/check-out-the-emerging- co_b_7055884.html.

[LVIII] Henia Belalia, ‘Intersectionality Isn’t Just a Win-Win; It’s The Only Way Out’, Popular Resistance, 27 de mayo de 2014, https://www.popularresistance.org/intersectionality-isnt-just-a-win-win-its-the-only-way- out/.

[LIX] ‘Ferguson and the Fight for 15: Washington University Political Review’, SLS Project, 14 de abril de 2015, http://stlouisschoolsproject.blogspot.com/2015/04/ferguson-and-fight-for-15-washington.html.

[LX] La sigla DDBDDHH hace referencia a Deaf, Deaf-Blind, Deaf-Disabled, Hard of Hearing (personas sordas, sordas y ciegas, sordas y discapacitadas y con dificultades auditivas). La sigla BIPOC hace referencia a Black, Indigenous and Peoples of Colour (personas negras, indígenas y de color). Intersectional Souls Project (2015), http://intersectionalsouls.weebly.com/.

[LXI] Kristin Moe, ‘The Evolution of “Intersectionality:” From a Theory to a Way to Fight Back’, Yes! Magazine, 9 de abril de 2014, http://www3.alternet.org/activism/evolution-intersectionality-theory-way-fight-back. Kristin Moe, ‘Cowboys and Indians” Camp Together to Build Alliance Against Keystone XL’, Yes! Magazine, 22 de noviembre de 2013, http://www.yesmagazine.org/peace-justice/cowboys-and-indians-camp-together- to-build-alliance-against-keystone-xl.

[LXII] Moe, ‘The Evolution of “Intersectionality”’.

[LXIII] African American Policy Forum, ‘A Primer on Intersectionality’, p. 3.

[LXIV] Students for Justice in Palestine y la red de estudiantes Jewish Voice for Peace hacen esto: SJP Loyola, ‘Intersectionalities of Societal Oppression: From Palestine to Ferguson with Adam Hudson’, Facebook, 20 de noviembre de 2014, https://www.facebook.com/events/875180379193187/.