Presentación al dossier “Feminismo materialista: debates y (re)lecturas desde el Sur”

María Muro*

Introducción

Las luchas encarnadas por el movimiento feminista a lo largo de la historia fueron capaces de producir importantes transformaciones sociales, gran parte de estas se tradujeron en derechos para las mujeres y el colectivo LGBTTIQ+. Otro tanto, todavía hoy son parte del repertorio de demandas que se expresan en las calles y en todos los espacios donde el feminismo ha permeado. Estos procesos, con avances y retrocesos, han posibilitado (re)politizar nuestra existencia cotidiana que soporta y resiste a los mecanismos de opresión y explotación que se reconfiguran permanentemente. Frente al recrudecimiento de políticas que hacen insostenible la vida de las mayorías y multiplican las violencias sobre los cuerpos feminizados, feminismos para vivir.

Sin dudas, el feminismo contiene una amplia diversidad de perspectivas. Las conceptualizaciones sobre reproducción, división sexual del trabajo, familia, hogar y unidad doméstica, así como los elementos que constituyen a los mecanismos de dominación patriarcal y las alternativas son siempre materia de discusión y debate entre corrientes. La perspectiva materialista juega en este amplio espectro una lectura posible en torno a estos tópicos y constituye el marco que opera como hilo conductor en este Dossier.

Proponemos un recorrido por algunos de los principales ejes transversales en el campo de las teorías materialistas y, también, neomaterialistas. Las discusiones sobre el trabajo no remunerado y la reproducción social, la consustancialidad de las relaciones sociales de sexo-género, clase y “raza”, así como también la crítica al biologicismo y esencialismo y su contribución a la perspectiva LGBTTIQ+ materialista son parte de los tópicos que atravesaron a lo largo de décadas la elaboración teórica y política de esta corriente en su heterogeneidad.

La propuesta de reunir trabajos en este Dossier, en torno a los tópicos del feminismo materialista, particularmente de su corriente francesa, surge en el marco de distintas iniciativas del Grupo de Estudios sobre Feminismo Materialista. Luego de iniciar un camino de lecturas, diálogos y debates, distintas investigadoras conformamos este grupo dedicado al estudio de las teorías materialistas, que se institucionalizaría en el año 2019 en el marco del Centro Interdisciplinario de Investigaciones en Género (CInIG) en el Instituto de Investigaciones en Humanidades y Ciencias Sociales (IdIHCS) de la Universidad Nacional de La Plata.

El Grupo fue el resultado de una serie de encuentros y recorridos en común, algunos de estos acaecidos de manera fortuita, otros tantos planificados en el marco de la vida académica que nos atraviesa. En este marco, un hito clave en nuestro devenir como colectivo de investigadoras fueron las Jornadas de Sociología de la Universidad Nacional de La Plata, luego de haber confluido varias de nosotras en la mesa “Hacia una crítica de la razón patriarcal” en diciembre de 2018. A partir de allí no tardamos en compartir el interés por una (re)lectura de Christine Delphy, una de las referentes más visibles de la corriente materialista francesa. A partir de allí comenzaron los intercambios en torno a nuestros proyectos de investigación en curso y posteriormente comenzamos a debatir las obras de Colette Guillaumin, Paola Tabet y Monique Wittig, que nos permitieron continuar esos diálogos.

Con el objetivo de tomar contacto con otras personas interesadas en la temática, nos propusimos, a inicios del año 2019, la organización de la I Jornada sobre Feminismo materialista: debates y (re)lecturas desde el Sur. La misma se realizó en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata y contó también con el apoyo de la Universidad Nacional de Avellaneda y del Centro de Estudios Urbanos y Regionales (CEUR-CONICET).  El 14 de noviembre de ese año, se dieron cita investigadores e investigadoras que compartieron sus trabajos y reflexiones en torno a diversos nudos problemáticos en el marco de la perspectiva materialista.[I]

Producto de esta experiencia, surgió el interés por elaborar este dossier con el propósito de restituir y de profundizar parte de los debates que atravesaron aquella jornada. Continuando en esa línea, la premisa es contribuir a la visibilización de los tópicos y elaboraciones de la perspectiva materialista en clave situada, fundamentada en la necesidad de aportar herramientas a la elaboración teórico-política de los feminismos en movimiento. Tal como nos planteamos desde el inicio de la conformación de nuestro colectivo, la mirada situada sobre las teorías feministas y la subversión del orden en que el pensamiento mainstream asume el origen de los conceptos y su problematización -siempre desde el norte hacia el sur- es parte de una postura teórico-política sobre la que construimos nuestras agendas de investigación.

Aportes de los materialismos

Desde la década de 1970 en adelante, se ha ido construyendo un espectro amplio de perspectivas o de agendas teórico-políticas dentro de los feminismos materialistas. Alrededor de esta corriente amplia, las elaboraciones de autoras como Mariarosa Dalla Costa o Silvia Federici, por mencionar las más reconocidas, han sido muy prolíferas en las discusiones en torno a la dimensión de los trabajos ligados a la reproducción en el capitalismo y han propiciado agudos debates con las posiciones del marxismo ortodoxo. Posteriormente encontramos a las teóricas de la reproducción social como Lise Vogel y las más recientes elaboraciones de Cinzia Arruzza y Tithi Bhatthacharya. También las miradas de la economía feminista de la ruptura a partir de los planteos de Amaia Perez Orozco y Cristina Carrasco sobre el avance del conflicto capital-vida y la propuesta de la sostenibilidad de la vida.

Dentro del diverso campo de los feminismos materialistas, se destaca la corriente del denominado Feminismo Materialista Francés que, pese a su actualidad y potencialidad teórica, no ha sido aún suficientemente abordada en nuestro medio local. Nacida al calor del movimiento de mujeres en Francia entre finales de la década de los 60 y mediados de los 70 fue conformada por un núcleo de activistas e intelectuales como Christine Delphy, Monique Wittig, Colette Guillaumin, Nicole-Claude Mathieu y la italiana Paola Tabet entre sus principales referencias.

Desde sus inicios, los debates propuestos por esta corriente polemizaron con las perspectivas dominantes de la época, tanto con el marxismo ortodoxo como las producciones del feminismo de la igualdad y las posiciones esencialistas. Los tópicos incluyen la discusión en torno al trabajo doméstico y la reproducción, así como también analizaron aspectos vinculados a los trabajos de cuidado a través del análisis de la apropiación del tiempo de las mujeres (Guillaumin, 2016 [1978]). Asimismo, otorgaron visibilidad a los mecanismos de control de la sexualidad y de la capacidad de gestación (Tabet, 2018 [1985]). Otro eje de elaboración teorico-político estuvo centrando en la comprensión de de las bases materiales y políticas del sistema heteronormativo (Wittig, 2017 [1992]) y la denominación del “sexo” como una categoria social, alejándose de la perspectiva biologicista que primaba en gran parte del discurso feminista.

La desnaturalización de la categoría de sexo permitió a las teóricas de esta corriente plantear con claridad que las mujeres no se definen por sus características anatomo-biológicas o psicológicas, sino que se constituyen como un grupo social en una relación dialéctica con el grupo social de los varones. Asimismo, pusieron el foco en la división sexual del trabajo y sus implicancias, que conlleva a una reelaboración de los términos en que el esquema marxista pensaba el problema de la opresión de las mujeres y la visibilidad de la coexistencia de un conjunto de relaciones de opresión que superan los límites de la dicotomía capital-trabajo en sentido estricto. Esta división sexual es (re)nombrada por Daniele Kergoat (1997) en términos de “relaciones sociales estructurales”. De este modo, la socióloga francesa desplaza el sesgo biologicista que se sostiene en la diferencia biológica primaria y que implicaría, en última instancia, la razón de esa división de los trabajos.

Para Guillaumin, como también para Mathieu, las mujeres son una clase social apropiada (Falquet, 2017; Femenías y Bolla, 2019). Esta relación de apropiación tiene un carácter estructural y es el quid de la opresión de las mujeres (Guillaumin, 1978). El resultado de esta relación de apropiación resulta en una construcción a la vez material e ideológica que reifica la relación mujer-naturaleza y reduce a estas a objeto material, a cuerpo disponible: en palabras de Guillaumin, a cuerpo máquina-fuerza-de-trabajo. Los productos del cuerpo apropiado entrelazan esa materialidad con los aspectos simbólicos y discursivos en los que se interrelacionan en nuestras sociedades[II].

Como señalan Curiel y Falquet (2005), la proposición clave de las contribuciones de la corriente feminista materialista francesa aboga por la comprensión de los varones y mujeres no como un grupo natural biológico, ni trata de librar una “guerra de sexos” sino que propone comprenderlos como producto de una relación social material, concreta e histórica. Van a decirnos que “(..) esta relación social es una relación de clase ligada al sistema de producción, al trabajo y a la explotación de una clase por otra” (Curiel y Falquet, 2005:8). Lejos del universalismo, las autoras van a aportar una clave interseccional que posibilita incorporar al análisis reflexiones acerca de la opresión transcultural, transclase o la relación intrínseca entre racismo y sexismo.

Las razones de esta invisibilidad de la corriente en nuestra región responde a varios factores. Por un lado, cierta complejidad en las conceptualizaciones y debates propuestos dificultaron su circulación fluida por fuera del ámbito académico y la posibilidad de divulgar sus producciones. Asimismo, los límites idiomáticos y la complejidad de acceso a traducciones o su tardío pasaje a versiones en español contribuyeron a limitar su llegada a la región. Sin embargo, más allá de estos elementos señalados, existe un aspecto en permanente tensión relacionado con las disputas epistémicas y los modos en que los enfoques y perspectivas se trasladan, se solapan y se interponen en un juego más complejo de saberes, poderes y regímenes de visibilidad/legitimidad.

El feminismo materialista francés se caracterizó por su enfoque antiesencialista y anti-biologicista. Contribuye, prístina y tempranamente, a resolver el escollo del reduccionismo lingüístico o discursivo que obtura el análisis de la dimensión económica y material de la violencia sexista y las desviaciones esencialistas que pregona la perspectiva del feminismo de la diferencia sexual. En este mismo sentido, podríamos decir que la reflexión del feminismo materialista francés habilita una mirada interseccional que dialoga con los feminismos afroamericanos y latinoamericanos (Crenshaw, 1991; Davis,1981; Viveros Vigoya, 2016; Curiel 2002).

Dentro de este espectro, es menester mencionar la propuesta de Jules Falquet (2017) que busca recuperar, en diálogo con nuestro continente y en español, la perspectiva feminista materialista francófona, para contribuir a los análisis marxistas que los movimientos sociales realizan en nuestros territorios, en los que la invasión y las violencias coloniales tienen un enorme impacto. Se trata de confluir en una perspectiva del feminismo decolonial del Abya Yala, a través de la conceptualización de la “combinatoria straight”, categoría que acuña para “analizar la producción y el intercambio de personas, y como nudo central de la imbricación de las relaciones sociales estructurales de sexo, «raza» y clase” (2017: 3). En efecto, Falquet sostiene que la alianza entre matrimonio y filiación se conjuga haciendo intervenir las dimensiones que implican la sexualidad, la «raza» y la clase simultáneamente. Será categórica al afirmar que ninguna de las lógicas que rigen estas dimensiones son naturales. Por el contrario, son producto de una construcción social dada por un conjunto de instituciones y reglas que organizan esa alianza entre filiación y matrimonio en función del juego simultáneo que rige las tres dimensiones. A partir de los aportes de Guillaumin, de Wittig, de Tabet y de Mathieu, busca restituir las primeras desnaturalizaciones que se realizaron de estas categorías.

Falquet comienza por la primera desnaturalización que se hace de la categoría «raza», de la mano de Colette Guillaumin, quien la presenta como una construcción social que legitima y organiza materialmente el modo de producción esclavista colonial a partir de la imposición de las de marcas físicas que ancla en los cuerpos las diferencias naturales para justificar las desigualdades sociales. La misma lógica naturalista sobre la que descansa el argumento de la apropiación de las mujeres en cuanto clase de sexo por los varones, según la autora. Otras de las desnaturalizaciones que restituye será la que realiza Monique Wittig. Esta autora según Falquet, fue de las primeras en criticar la supuesta binariedad de los sexos y del género, afirmando que se trata de una pura construcción social producida por el pensamiento de la diferencia (o pensamiento straight).

Materialismos situados

La construcción de la agenda política en el interior de los feminismos ha ido siempre acompañada de tensiones y disputas. Durante la denominada “segunda ola”, el surgimiento del feminismo negro[III], a finales de los años setenta y principios de los ochenta (Hooks,1984), fue en este sentido, sin dudas, un sismo para el movimiento. Pero las feministas negras no fueron las únicas que problematizaron los alcances y limitaciones de la hegemonía blanca, heterosexual y de sectores “acomodados” dentro del feminismo. También lo hizo irrupción del activismo lésbico (Rich, 1980), el feminismo chicano (Anzalzúa, 2012) y la perspectiva feminista poscolonial. Todas estas corrientes contribuyeron a cuestionar fuertemente el contenido eurocéntrico de las producciones mainstream, proponiendo la elaboración de categorías, nociones y herramientas de acción política contra la opresión patriarcal, colonial y capitalista desde los territorios y las comunidades subordinadas (Bidaseca y Vázquez Laba, 2011).

El feminismo hegemónico de occidente se produce en el marco de una globalidad que tiene efectos políticos en la constitución de una mirada de sí y en la construcción de demandas y reivindicaciones. Pensar en términos de mujeres como un todo, sin especificar el papel de las clases sociales y las contradicciones raciales/étnicas, produce una identidad bajo los parámetros de quienes ocupan lugares “privilegiados” con capacidad de producción y enunciación. En palabras de Mohanty:

“lo que resulta problemático en este uso de «mujeres» como grupo, como categoría de análisis estable, es que se asume una unidad antihistórica y universal entre las mujeres fundada en la noción generalizada de su subordinación. En vez de demostrar analíticamente la producción de las mujeres como grupos socioeconómicos y políticos dentro de contextos locales particulares, esta jugada analítica limita la definición del sujeto femenino a la identidad de género, ignorando por completo identidades de clase o étnicas (2008:141)

Del mismo modo, la autora propone una revisión de las conceptualizaciones sobre reproducción, división sexual del trabajo, familia, hogar, así como los elementos que constituyen a los mecanismos de dominación patriarcal específicos. La universalidad en la que redunda la mayor parte de la producción académica feminista no posibilita inscribir estas definiciones en los contextos particulares en los que operan. Esta colonización conceptual imposibilita la construcción de conocimiento efectivo sobre los modos en que se articulan los mecanismos de dominación sobre las mujeres, y mucho menos favorece la generación de herramientas para contrarrestar.

No obstante, la perspectiva materialista no ha sido potestad únicamente de las producciones del norte global. Está presente en nuestra región a través de la obra precursora de Isabel Larguía y John Dumoulin. Sus aportes sobre el trabajo doméstico y sus implicancias en el capitalismo han sido clave para posteriores elaboraciones, tal como reconoce Christine Delphy (1970:13 citado en Femenías y Bolla, 2019). Sus producciones, incluso su original denominación para los trabajos reproductivos como “trabajo invisible”, se entrelazan con su compromiso militante con los procesos revolucionarios de la época en nuestra región. Con residencia en la Cuba socialista, realizan gran parte de sus elaboraciones pioneras que, sin embargo, fueron poco visibilizadas y subsumidas dentro de las elaboraciones contemporáneas y posteriores en los países centrales. Recientemente Mabel Bellucci y Emmanuel Theumer (2018) permiten explorar en la vida intelectual y en la obra de Larguía y Dumoulin a través su cuidadoso trabajo de reconstrucción de sus principales debates y análisis, poniendo en valor la importancia de su trabajo.

En esta misma clave, los materialismos desde la perspectiva anticolonial también realizan una enorme contribución. Ochy Curiel (2010) propone la utilización del concepto de “descolonización” como una propuesta epistemológica y un posicionamiento político crítico que articule la clase, la raza y la sexualidad como pilares del feminismo situado en la realidad de América Latina. Para esto es necesario evitar toda representación de las mujeres como objetos y no como sujetas de su propia historia, a la vez que implica desligarse de la imagen victimista que las despoja de sus potencialidades y capacidad de agencia frente a la opresión patriarcal. Se trata de un ejercicio de relocalización del pensamiento y la acción feminista desde el Cono Sur, frente a la imposición de un feminismo ilustrado, blanco, heterosexual e institucional.

Contenido del Dossier

Como ya hemos dicho, dentro del campo de las perspectivas materialistas, coexisten muchas miradas y abordajes posibles. En este Dossier es posible advertir la diversidad de sentidos que adquiere el término “materialismo” según desde donde se lo aborde y en relación con qué objetivos teórico-políticos se lo recupere. Incluso una misma teoría puede comprenderse desde diferentes enfoques. Por ende, encontrarán aquí reunidos artículos diversos, cada uno de los cuales profundiza un aspecto de acuerdo a la posición de enunciación de cada autor/a. A continuación entonces haremos una breve introducción de cada uno de los seis artículos que componen este Dossier.

En primer lugar, nos encontramos con el artículo de Ariel Martínez “La ontología acuosa de Luce Irigaray. Aportes para un nuevo materialismo hidrofeminista” que propone en sus propios términos fracturar la identificación de la perspectiva teórica de la diferencia irigarayana con el esencialismo -mote que para Martinez constituye una injusticia epistemica y el resultado de lecturas poco matizadas dentro del amplio espectro de la teoría feminista-. También se dispone a una revisión amplia sobre los nuevos materialismos críticos feministas que, desde su perspectiva, posibilitan una recuperación de los planteos de Irigaray a partir de una preocupación ontológica por la materia que permite alejar estas elaboraciones de todo esencialismo. El artículo nos deja dos preguntas que posibilitan un replanteo en torno a la materialidad -problematizada a través del vínculo agua-cuerpo en el marco más amplio de destrucción de los recursos hídricos en nuestra región: ¿Se trata de volver a la naturaleza? ¿O más bien de teorizar una vinculación compleja entre lo discursivo y lo material desde nuevos marcos epistemológicos? Interrogantes más que interesantes para (re)pensar nuestros materialismos situados.

El artículo de Luisina Bolla y Victoria Estermann nos propone una revisión de los aportes de Christine Delphy en torno a su concepción sobre el sistema patriarcal -particularmente en su referencia a la categoría modo de producción doméstico- inscripta en los debates dentro del campo feminista de la década de los 70 entre las teóricas de la perspectiva unitaria y la perspectiva de los sistemas duales. La clave de este trabajo es poner de relieve las contribuciones de Delphy a las teorías marxistas y al amplio espectro del enfoque materialista. También este artículo da cuenta del recorrido y desarrollo de las postulaciones de Delphy y de las transformaciones teóricas que implican los aportes desde la perspectiva interseccional; al considerar de la existencia de otras relaciones sociales estructurales que permiten una revisión crítica acerca de la idea de la predominancia de “un (solo) enemigo principal”. El artículo nos deja abierta la puerta a (re)pensar estos desarrollos y aproximarnos a la construcción de puentes más directos entre la perspectiva materialista francesa y su diálogo posible con algunas teorías latinoamericanas contemporáneas.    

Por su parte, el trabajo de Melissa Fernández Chagoya busca indagar acerca del lugar que ocupan las personas trans en los feminismos de las agendas feministas. Con interrogantes como ¿a quién le pertenece el feminismo? o ¿quién puede ser feminista?, la autora busca retomar las nociones que las feministas materialistas ofrecen sobre `sexo´, para responder por qué prefieren llamar al género `diferencia sexual´ y, finalmente, abordar la discusión sobre la materialización del sexo, con la idea de tensionar algunas de las evidencias sobre las que se sostiene el debate entre las tradiciones de estudios feministas y queer.  En el intento de nutrir los debates de hoy en día, su principal objetivo es mostrar que el feminismo materialista francófono no es transexcluyente.

El artículo de Mariana Smaldone busca realizar un aporte teórico-conceptual para el debate sobre la paridad desde una perspectiva de género, a partir del pensamiento feminista materialista de Christine Delphy, especialmente su análisis en Classer, dominer. Qui sont les “autres”? (2008).  A partir de este análisis la autora propone reflexionar sobre la legislación para la paridad de género. Sin desconocer la realidad francesa sobre la que realiza sus explicaciones la intelectual francesa, la autora de este texto sostiene que aquellas líneas   permiten mantener encendida la crítica en vista de los avances legislativos en Argentina y al sur de América.

Por último, el artículo de Analía Aucía propone mostrar cómo el discurso jurídico resulta un componente ineludible de las formas materiales de apropiación sexual sobre las mujeres. A partir de los aportes teóricos del feminismo materialista francés, la autora discutirá sobre la violencia sexual como una relación de poder entre otras, que construye clases de sexo - varones y mujeres. Estas clases de sexo no son ni homogéneas ni estáticas ya que varían de acuerdo a las otras relaciones con las cuales se imbrican y con configuraciones históricas y geopolíticas distintas. Para esto, hace un análisis sobre una sentencia judicial emitida en el año 2020 por un tribunal argentino en el cual se juzga a un varón adulto acusado de violación sexual contra una niña.

Este compendio de trabajos aportan debates, evidencian tensiones y posibilitan hacernos nuevas preguntas en torno a nuestros objetos de investigación. Pero fundamentalmente, aportan a la visibilidad de un conjunto de conceptos y autoras que son de vital importancia para (re)pensar nuestra praxis feminista en tiempos complejos que nos atraviesan. 

Sin dudas, la agenda de los feminismos se ha caracterizado por ser sumamente heterogénea con reivindicaciones atravesadas por la propia composición política, racial y de clase de cada sector del movimiento. Asimismo, la incorporación de la “perspectiva de género” en el ámbito de las instituciones y las políticas de acción gubernamental nos ha puesto en otra encrucijada: la tensión entre el reconocimiento de las demandas del movimiento feminista y ciertas concesiones en torno a la necesidad de garantizar la legitimidad de los proyectos de modernización democrática capitalista excluyentes. En este sentido, los feminismos, y en particular las corrientes materialistas, tienen la potencialidad de convertirse en una herramienta capaz de condensar demandas, (re)elaborar teorías y articular formas de resistencia que emergen desde las experiencias concretas, lo que consideramos los llena de potencia.  Resulta urgente entonces, abordar la tarea de construir un puente más sólido entre ideas y acción política con el objetivo de crear alternativas para la transformación social en clave situada. 

Bibliografía

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* Lic. en Sociología (UNLP), Especialista en Educación en Géneros y Sexualidades (UNLP), Master di II livello in Sociologia: teoria, metodologia, ricerca (Roma TRE), Candidata a Doctora en Ciencias Sociales (FSOC - UBA), Becaria doctoral de CONICET, Centro de Estudios Urbanos y Regionales. maria.muro@conicet.gov.ar

 

[I] http://idihcs.fahce.unlp.edu.ar/cinig/610-2/

[II]  Guillaumin va a denominar sexage a la relación social de clase que se basa en la apropiación del cuerpo y tiempo de las mujeres tanto a nivel individual como colectivo, entre miembros de la clase de los varones y miembros de la clase de las mujeres (Femenías y Bolla, 2019: 100; Bolla, 2018)

 

[III] El feminismo negro propuso un profundo giro epistémico-político al exigir (e integrar) al análisis de los mecanismos de opresión no solo las experiencias de género sino también las de clase y raza. Este giró significó una transformación de la lucha estratégica y, por tanto, la redefinición del sujeto político central del movimiento feminista, ampliando sus propias fronteras internas (Femenías, 2019).