¡Obreras al poder!

El Partido Socialista de los Trabajadores /Movimiento Al Socialismo (PST/MAS) y el movimiento de mujeres

Natalia Casola *

Resumen

En este artículo realizamos un recorrido por las ideas, las políticas y las prácticas militantes definidas hacia el movimiento de mujeres por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) (1972-1982) renombrado como Movimiento al Socialismo (MAS) en 1982, ambas denominaciones, expresiones de la corriente trotskista liderada por Nahuel Moreno. El objetivo es describir la evolución de los debates y líneas políticas conectando la experiencia con la circulación de ideas en el marco de la IV Internacional. Consideramos esa influencia un factor decisivo para comprender el abordaje temprano de las ideas y temas propios del feminismo de la segunda ola. Asimismo, buscamos demostrar que el cruce entre los enfoques feministas y de clase planteó tensiones que las llevó a recortar el abordaje de la opresión femenina sobre las trabajadoras. Esa tensión también las condujo a rechazar la propuesta de conformar una agrupación de mujeres, decisión que operó en favor de una debilitación de la militancia específica.  

 

Palabras clave: Partido Socialista de los Trabajadores (PST)/ Movimiento al Socialismo (MAS), feminismo, movimiento de mujeres, trabajadoras

 

working women to power!

The Socialist Workers Party/Movement Toward Socialism (PST/MAS) and the women's movement

Abstract

In this article we make a journey through the ideas, policies and militant practices defined towards the women's movement by the Socialist Workers Party (PST) (1972-1982) renamed Movement to Socialism (MAS) in 1982, both denominations, expressions of the Trotskyist current led by Nahuel Moreno. The objective is to describe the evolution of the debates and political lines connecting the experience with the circulation of ideas in the framework of the Fourth International. We consider that influence a decisive factor to understand the early approach to the themes and ideas of second wave feminism. Likewise, we seek to demonstrate that the intersection between feminist and class approaches raised tensions that led them to reduce the approach to female oppression of female workers. This tension also led them to reject the proposal to form a women's group, a decision that worked in favor of a weakening of the specific militancy.

 

Keywords: Socialist Workers Party (PST), Movement to Socialism (MAS), feminism, women's movement, workers.

 

 

Introducción

En este artículo nos proponemos realizar un recorrido por las ideas, las políticas y las prácticas militantes definidas hacia el movimiento de mujeres por el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) (1972-1982) renombrado como Movimiento al Socialismo (MAS) en 1982, ambas denominaciones, expresiones de la corriente trotskista liderada por Nahuel Moreno. El análisis se inicia en la década de 1970 y se interrumpe en 1992 cuando se suscita la última de las grandes divisiones que se ocasionaron en el MAS desde 1988. A partir de entonces, el legado de la organización morenista quedó disperso en varios agrupamientos y partidos, además del propio MAS: el Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS), el Movimiento Socialista de los Trabajadores (MST) y otros más pequeños. Sin embargo, desde el punto de vista de la militancia en el movimiento de mujeres, estas organizaciones heredaron el enfoque anterior que se fue actualizando junto con los nuevos temas de la agenda pública, pero que no significaron una ruptura con el pasado. Por esa razón, privilegiamos ganar profundidad en el análisis del PST-MAS por considerarlo un tronco común para los agrupamientos posteriores. Dado que existen pocos trabajos académicos sobre la historia de la corriente morenista (Coggiola, 1985; Gonzales, 1995; Osuna, 2015; Mangiantini, 2018; Manduca, 2021), en especial sobre los años 80, este artículo también se propone contribuir a sentar un piso de conocimiento en torno de la experiencia partidaria más en general.[I]

El recorte temporal, a grandes rasgos definido por dos décadas, coincide con la conformación y el crecimiento del movimiento de mujeres y del feminismo en Argentina.[II] Varias investigaciones precedentes han contribuido a demostrar que la cuestión de la opresión femenina ocupó un lugar secundario en la mayoría de las organizaciones revolucionarias de los años 70 (Grammatico, 2005; 2011; Vasallo, 2009; Oberti, 2015 Sepúlveda, 2015;) y que fue en aquella década que surgieron las primeras agrupaciones feministas autónomas cuyos modos de organización se encararon en oposición a las estructuras partidarias consideradas verticalistas (Trebisacce, 2019). Sin embargo, la riqueza de los planteos feministas contrastaba con su escasa visibilidad pública. Fue en la década siguiente cuando se generaron las condiciones para el desarrollo de un movimiento feminista plural y aunado alrededor de ciertas demandas comunes que encontraban eco en el contexto de la democratización.[III] En ese marco, la mayoría de los partidos de izquierda comenzaron a prestar mayor atención y plantear acciones de lucha común, poniendo el eje en la doble opresión de las trabajadoras (Casola, 2021). 

En esta oportunidad vamos a reconstruir la evolución de la política hacia el movimiento de mujeres en el PST/MAS poniéndola en relación con las líneas generales y particulares del partido y con su cultura militante. Es decir, no consideramos la militancia hacia las mujeres como una dimensión separada del resto de los respectivos frentes partidarios; por lo contrario, la consideramos una expresión de la estrategia concebida en el orden general. 

Respecto de las fuentes utilizadas contamos con el análisis de la prensa partidaria, disponible en el Centro de Documentación e Investigación de la Cultura de Izquierdas (CEDINCI), y con numerosos documentos alojados en el archivo digital de la Editorial Pluma: documentos pre-congresales y congresales, circulares internas, minutas regionales, boletines de frentes, volantes, etc. También se realizaron algunas entrevistas orales a mujeres con amplia trayectoria política dentro del partido que nos permitieron cruzar y corroborar datos, pero fundamentalmente complejizar nuestra visión y poner en contexto las experiencias.  

El Partido Socialista de los Trabajadores y descubrimiento del feminismo

El PST fue fundado en 1972 y surgió de la fusión entre el Partido Revolucionario de los Trabajadores “La Verdad” (PRT-LV) y un grupo del Partido Socialista dirigido por Juan Carlos Coral. La reflexión en torno de la opresión femenina estuvo presente tempranamente en la corriente morenista. Como han demostrado Trebisacce y Mangiantini (2015), las ideas feministas ingresaron a inicios de la década de 1970 por influencia del Socialist Workers Party (SWP) de Estados Unidos en el marco de la pertenencia común al Secretariado Unificado (SU) de la IV Internacional.[IV] Como veremos a lo largo de este artículo la participación del PST en el SU ofrece pistas que pueden ser fundamentales para comprender la incorporación permanente de los debates en torno de la opresión femenina y de los enfoques feministas, un elemento que lo diferencia de otras experiencias de la izquierda nativa en los mismos años. La novedad respecto de cualquier otro abordaje realizado por la izquierda de la época radicaba en el reconocimiento de los elementos subjetivos y de las relaciones interpersonales como significativos para explicar la situación subordinada de las mujeres, más allá de su contribución a la reproducción del capital.[V] 

Ese aporte abría una serie de posibilidades políticas novedosas y se tradujo en la conformación del grupo Muchacha, el cual, sin embargo, no se reconocía como parte orgánica del partido. La relativa autonomía de esta experiencia abrió un debate interno porque tocaba dos fibras sensibles para la organización: en primer lugar, el feminismo incorporaba discursos que tensionaban las propias filas del partido, como lo muestra la coexistencia de nuevas y viejas valoraciones respecto de la familia tradicional, monógama y heterosexual (Mangiantini, 2018:239). En segundo lugar, existía la dificultad para encontrar un equilibrio entre las propuestas del feminismo, trasversales a todas las mujeres, y la centralidad de la cuestión de clase, que tendía a regresarlos a interpelar exclusivamente a las mujeres trabajadoras. Desde 1975 la cuestión tomó un giro y la sección “Mujer” del periódico Avanzada Socialista comenzó a reflejar solo la realidad de las mujeres inscriptas en luchas sindicales o estudiantiles (Mangiantini, 2018:240).   

Durante la dictadura militar, los debates se procesaron con dificultad debido al repliegue, la clandestinidad y los esfuerzos por mantener unidad entre la actividad dentro y fuera del país. Pese a ello, en 1978 realizaron una conferencia de mujeres que formalizó un documento que permitió darle mayor precisión al trabajo. En él se realizaba una caracterización del contexto en distintas escalas geográficas, apuntando la centralidad que adquirían las reivindicaciones de las mujeres en Estados Unidos y en varios países europeos. Señalaban que estos movimientos, a la vez que eran “progresivos”, también, por su carácter policlasista, tendían a presentar la lucha por la liberación de la mujer como un enfrentamiento entre sexos, colocando en un lugar secundario las diferencias de clase. También caracterizaban el relativo retraso que tales reivindicaciones tenían en América Latina y en Argentina, aunque notaban que la propia dictadura había dejado que varias de estas demandas comenzaran a circular, lo cual se expresaba en el lugar cada vez mayor que publicaciones como La Opinión, La Nación, Confirmado, Carta Política, entre otras, le dedicaban al tema: 

Muy probablemente el gobierno está viendo el proceso de inquietud que el tema provoca en sectores de la clase media e intenta canalizarlo, sin que le implique serios riesgos por el momento, ya que se trata exclusivamente de meras actividades culturales […] Nosotros creemos que de alguna forma está dejando correr porque ve la posibilidad de orientar también los cuestionamientos femeninos por la vía cultural: como posible válvula de escape a la falta de expresión y salida política.[VI] 

Como muestra el documento, el partido estaba atento a los cambios en la actitud política hacia las demandas de las mujeres para definir una acción propia. Para darle precisión a su trabajo resolvieron acompañar todas las reivindicaciones feministas, delimitándose, simultáneamente, de las propuestas policlasistas de estas agrupaciones. Asimismo, resolvieron la constitución de una Comisión Femenina y la incorporación, donde existieran conflictos obreros, de reivindicaciones tales como la formación de comisiones de mujeres en los sindicatos y la exigencia de igualdad salarial.

En 1979 esta política se materializó en la publicación de la revista Todas dirigida por, la entonces militante de base, Martha Ferro[VII] (Bellucci, 2018). Si bien la experiencia se desarrolló con dificultad y no prosperó en el tiempo, permitió organizar una agenda de temas de interés femenino con un ángulo de izquierda.

                                                       Tapas de la Revista Todas

 

La línea del partido alcanzó su mayor elaboración en 1980, durante el exilio colombiano del núcleo dirigente. Bajo la dirección de Nahuel Moreno, las militantes Mercedes Petit[VIII] y Carmen Carrasco[IX] redactaron un documento titulado “Mujeres trabajadoras y marxismo”. Si bien inicialmente no logró gran circulación, posteriormente fue tomado como base para la redacción del programa votado en el Congreso del MAS en 1985.[X] En él se afirmaba que “las tareas de la liberación de las mujeres como tales son democrático-burguesas, históricamente se plantean con el comienzo del capitalismo y pertenecen a todas las clases”. De esta caracterización se desprendía la necesidad de acompañar esas luchas en su conjunto, sin perder de vista que: “ninguna lucha democrática […] va objetivamente contra el capitalismo […] pueden adquirir una dinámica anticapitalista […] [pero] dependerá de su contexto, programa y dirección”. La conclusión era que debían acompañar la lucha de todas las mujeres, pero con un programa clasista dirigido a las trabajadoras “para movilizarlas hacia la toma del poder”[XI], lo cual, en la práctica, inevitablemente, las haría entrar en colisión con la perspectiva del feminismo autónomo. Este documento fue redactado en respuesta a la posición del Mary Alice Waters y el SWP de Estados Unidos, según los cuales, todas las reivindicaciones feministas eran objetivamente anticapitalistas en cuanto atacaban la familia tradicional, pilar esencial para la reproducción del sistema. De esta caracterización se desprendía una posición que alentaba la formación de organizaciones de mujeres para desarrollar sus reivindicaciones específicas.[XII] De acuerdo con el PST esta línea entrañaba el peligro de escindir las luchas por la liberación de la mujer del programa socialista y diluir los planteos específicos de las trabajadoras en una orientación policlasista. Por esa razón, en esos años y en los siguientes, tanto el PST como el MAS no conformaron una agrupación de mujeres. El argumento era que las reivindicaciones debían ser llevadas adelante como una dimensión más de la actividad de los distintos frentes del partido.

El Movimiento al Socialismo

En 1982 el PST cambió su nombre y fue renombrado como Movimiento al Socialismo (MAS) para sortear la proscripción vigente hasta el final de la dictadura y conseguir la legalidad necesaria para presentarse a elecciones. A lo largo de 1983 se desarrolló un intenso proceso de reestructuración partidaria sobre un esquema basado en el territorio.[XIII] Para ello se abrieron centenas de nuevos locales en todo el país que debían acompañar el proceso de apertura y democratización de la vida política. Para Moreno la derrota de Malvinas había desencadenado el “final” de la dictadura y el inicio de un proceso de pérdida de temor y participación popular que, en su visión, propició una etapa de “revolución democrática”.[XIV] Esa nueva disposición subjetiva de la población le daba al partido la oportunidad de capitalizarla y construir una poderosa corriente socialista de masas. La territorialización de la militancia no estaba dirigida únicamente a los vecinos. Los locales, funcionaban como nodos desde los cuales se abordaba la actividad sindical y estudiantil. La historiadora Florencia Osuna (2015) ha señalado que a diferencia del PST, el MAS, articuló un discurso menos centrado en la clase obrera y que interpelaba al pueblo en su conjunto. La proyección del mundo del trabajo al barrio y la inclusión explícita en el discurso político de otros sujetos sociales distintos del obrero favoreció el acercamiento hacia las mujeres, trabajadoras y amas de casa. Durante la campaña electoral de 1983 las demandas de las mujeres estuvieron muy presentes comenzando con la fórmula electoral que llevó a Luis Zamora y Silvia Díaz como candidatos a la presidencia y vicepresidencia, respectivamente. En aquellos meses prácticamente en todos los barrios los volantes del MAS hacían referencia a las mujeres que llevaban en sus listas: “Vote por un medio salario por hijo menor de 18 años y por el derecho al divorcio”, “Vecina: asegure con su voto la presencia de una mujer luchadora en el municipio”.[XV] La militancia morenista era receptiva a los planteos de las mujeres y existía, aun con límites, intentos de reflexión interna sobre el tema. 

Con la recuperación de la democracia, los 8 de marzo quedaron incorporados al calendario de conmemoraciones de lucha. La jornada de 1984 fue central para la constitución del movimiento de mujeres. En aquel año fue la Multisectorial de Mujeres, a la que adhería la mayoría de los partidos políticos, la que logró la mayor convocatoria en la Plaza de los dos Congresos. En esa ocasión, el MAS no adhirió a esa marcha porque consideraba que sería capitalizada por los partidos de la Multipartidaria. En cambio, se sumó a la ronda de los jueves de las Madres de Plaza de Mayo. Desde entonces, todos los años el partido comenzó a organizar la conmemoración del 8 de marzo alrededor de actividades propias que se desarrollaban en los distintos locales. Solo al finalizar la década se registran acciones de conmemoración conjuntas con otras organizaciones. 

A pesar de que las demandas femeninas ganaban espacio en la agenda pública, durante 1984 las consignas y actividades hacia las mujeres fueron pocas. Puede pensarse que la decisión de no conformar una agrupación de mujeres vinculada al partido les restaba fuerza para impulsar los reclamos específicos. En un contexto en el cual toda la actividad del MAS estaba absorbida por las luchas del movimiento obrero y el movimiento de derechos humanos, las tareas por las demandas de las mujeres eran abordadas en forma espasmódica, desaprovechando la mayor presencia femenina como resultado de la política de territorialización.[XVI] Esta situación, por ejemplo, fue reconocida parcialmente en un documento pre-congresal de 1985 firmado por varias militantes de diferentes barrios del conurbano bonaerense donde se afirmaba: 

Queremos desarrollar a través de esta propuesta, una hipótesis de trabajo sobre un sector que creemos no ha sido aprovechado hasta ahora en toda su potencialidad. Nos referimos específicamente a la mujer trabajadora ama de casa. Con el surgimiento del MAS y como fruto de la popularización del mismo entre los barrios obreros, se acerca y forman parte de la periferia firme del partido este sector que en la etapa anterior no tuvimos oportunidad de influenciar ni menos que organizar. […]

¿Por qué una política hacia el sector? Porque ellas tienen que superar mayores trabas objetivas y subjetivas que sus compañeros (hijos, atención del hogar, bajo nivel cultural, sometimiento social). De esto surge que para ayudarlas a avanzar se nos plantean tareas y propuestas concretas.[XVII] 

En otro pasaje sostenían que se trataba de un sector nuevo y diferenciado respecto de la generación anterior de mujeres: 

Nuevo porque la mujer militante que organizamos antes del surgimiento del MAS fue en su mayoría surgida de sectores estudiantiles o de gremios de clase media que se incorporaban al partido en forma integral, y tomando la militancia como eje de su desarrollo. La realidad hoy, son compañeras que asisten a las reuniones con sus chicos, preparan a toda su familia para asistir a las marchas y actos, hacen innumerables esfuerzos para trabajar, cuidar a su familia, repartir SS en el barrio, o asistir a una charla.[XVIII] 

Este último pasaje resulta interesante porque nos permite preguntarnos por las transformaciones producidas en la militancia partidaria entre la generación de los 70 y la de los 80 en términos etarios y de clase. Si bien, por el momento, no contamos con datos suficientes es posible interrogarnos si entre las militantes de los 70, más jóvenes y pertenecientes a los sectores medios no existía menor presión de las responsabilidades propias de la división sexual del trabajo.[XIX] Podría hipotetizarse que la territorialización, en cambio, posibilitó la incorporación de mujeres con un perfil mucho más heterogéneo y con menos tiempo para entregarse a una militancia que no contemplara su necesidad de responder a la demanda doméstica.[XX] 

El Congreso de1985 incorporó a su programa reivindicaciones muy amplias tales como: la igualdad legal y salarial con los hombres, la constitución de comisiones femeninas en los sindicatos, la paridad porcentual en las instituciones, salario y agremiación para las amas de casa, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo con la propuesta de aborto legal, pero también la construcción de refugios estatales para las mujeres golpeadas. A pesar de que el programa contemplaba una variedad de puntos, estas demandas no se sostenían con actividades específicas. Al no contar con organismos especializados las tareas quedaban en la mera enunciación. 

La cuestión adquirió mayor organicidad en 1986, luego del Primer Encuentro Nacional de Mujeres realizado en el Teatro San Martín en el mes mayo. El MAS participó con una pequeña delegación que junto con el PC en el marco del Frente del Pueblo[XXI] impulsó la organización de un Encuentro Nacional de Mujeres Trabajadoras (ENMT) que finalmente se realizó en marzo del año siguiente. De cara a los preparativos de ese ENMT, el MAS conformó una Comisión Femenina y comenzó a editar un boletín específico, Mujeres, para darle mayor sistematicidad y contenido a la participación. 

                                  Tapa del Boletín Mujeres, N°1, noviembre de 1986.

                                                           Archivo del Cedinci. 

 

El corto tiempo en que apareció Mujeres le permitió al partido ganar espesura en su propuesta. Allí se abordaron numerosas cuestiones tales como la conciliación entre el trabajo y la maternidad, las luchas sindicales, el trabajo doméstico, además de recoger noticias de otras partes del mundo y recuperar la historia de efemérides de lucha como el 8 de marzo.  

Durante 1986 las actividades fueron muy numerosas y las tuvieron como protagonistas en la Comisión Promotora del ENMT. Resulta interesante reconstruir los vericuetos de la realización de este encuentro de mujeres con eje en las trabajadoras porque permite analizar gran parte de las tensiones presentes en el movimiento de mujeres que nacía en aquellos años; por un lado, habían sido las feministas quienes más habían impulsado la realización del ENM; pero inmediatamente tanto el arco partidario como el sindical se hizo eco de ese espacio para replicarlo a su manera y con sus modos, muchos de los cuales justificaban a las feministas cuando acusaban a las “políticas” de “aparatear”. Una minuta sobre la preparación del ENMT advertía: “La situación de las otras fuerzas no es buena. Somos nosotros los que estamos motorizando. Se hace urgente entonces que las regionales en su conjunto tomen la propuesta y la desarrollen…”[XXII] En rigor, los debates con los grupos feministas encontraban puntos de tensión de difícil solución. Aunque la mayoría de las veces acordaban en los reclamos, las lógicas de construcción políticas eran opuestas. Las feministas consideraban necesario que las mujeres se organizaran de manera separada por sus demandas específicas y reclamaban formas de organización colectivas horizontales, orientadas a producir transformaciones individuales que propiciaran los cambios colectivos. Por esa razón, deleznaban las formas de construcción jerárquicas y verticales de los partidos y las asociaban a maneras machistas de hacer política.[XXIII] Pero también existía un fundado temor al atropello de las estructuras partidarias por imposición numérica y mayor experiencia política. Del otro lado, las mujeres militantes de la izquierda partidaria solían razonar en forma inversa. Su objetivo principal era la construcción de sus organizaciones políticas a las que consideraban una pieza clave e insustituible para el proceso de transformación social sin el cual la liberación de las mujeres resultaría imposible. De allí que podían incorporar con relativa facilidad las demandas y aportes del feminismo, pero no podían conceder en propuestas de construcción colectiva que tendían a eclipsar las identidades partidarias.      

Desde entonces, el MAS participó de los ENM focalizando su intervención en los talleres vinculados, sobre todo, a trabajo y sindicalismo. Asimismo, alentó la conformación de comisiones de mujeres en los cuerpos de delegados de los sindicatos donde tenían presencia y pugnó por la incorporación de reclamos específicos. Sin embargo, estas consignas no llegaron a conformar una política sostenida y, por esa razón, tampoco reconocemos dirigentas de aquellos años especializadas en la temática. En general, era Silvia Díaz quien en su calidad de principal candidata femenina se encargaba de dar charlas especificas en el marco del 8 de marzo o ante alguna lucha particular.[XXIV] Pero, ni la Comisión Femenina de 1986, ni su boletín, tuvieron continuidad en el tiempo, lo cual también se reflejó en la escasa presencia de las demandas de las mujeres en la prensa partidaria.  

                                                       Volante del MAS, 1989

 

Quizás, la mayor originalidad la tuvieron en el plano del movimiento por los derechos de las disidencias sexuales y la conformación de grupos de la corriente Alternativa Socialista por la Liberación Sexual (Bellucci, 2010) gracias al empuje, entre otros, de Gustavo Pecoraro, Magdalena Brumara, Ricardo De Monte, Nicolás Castelli y Daniel Retamar. Parte de esa experiencia está narrada en el libro Orgullo de Mabel Bellucci, una biografía de Carlos Jáuregui. Esta experiencia merece un análisis específico porque, puesta en contexto, muestra una radicalidad que no tuvo ninguna otra organización de la izquierda, y que, en algunos casos, tampoco tenían las feministas cuando solían rehuir a la cuestión del lesbianismo.[XXV] Desde luego, la conformación de esta corriente no expresaba necesariamente que el conjunto del partido abrazara esta política, pero sí muestra que al menos formalmente el MAS era receptivo a incorporar demandas de sectores que eran marginados socialmente a causa de su orientación sexual. 

Como había ocurrido en terreno de la organización de las mujeres, también sobre este punto fueron cruciales las experiencias en marco de la IV Internacional. Por caso, en Brasil, Convergencia Socialista de Brasil organizó en 1979 un sector homosexual del partido que participó en el grupo de liberación sexual “Somos”. 

Sin embargo, los límites de esa libertad de organización se manifestaban en una cantidad de prejuicios sostenidos en la supuesta necesidad de no “espantar” a la clase obrera. Esas situaciones muestran la pervivencia de contradicciones que ponen de relieve que no se trataba de una política extendida. Nora Ciapponi,[XXVI] una de las referentes más recocidas del MAS recuerda: 

Mirá, yo te podría decir que hubo décadas florecientes, donde la sociedad se abrió un poco más, pero yo te cuento una experiencia. Los prejuicios existían. O sea, yo conozco varios compañeros, que las mismas compañeras de sus lugares de militancia, le buscaban novia a un compañero que claramente era gay, entonces, todo eso, los llevaba a esconder su sexualidad. Todo eso tuvo sus contradicciones, con todo lo que traía la dictadura de prejuicios y de toda la importancia de que se hacía, más ideología que política real, y que como la clase obrera rechazaba, “había que ser cuidadoso”, todos esos prejuicios se tuvieron como parte de las contradicciones que la misma organización tenía. No fue lo mismo la década del 70 hasta la dictadura, sino que en la dictadura se volvió atrás de una manera escandalosa en todos los temas de sexualidad y género. Entonces, todo eso hubo que remontar, hubo que remontar…[XXVII]

Esta anécdota muestra cierta adaptación del partido a las posiciones más conservadoras por temor a quedar aislados de los trabajadores. En cierto sentido, las reivindicaciones de las mujeres eran mucho más fáciles de sostener cuando discurrían por canales tradicionales: reclamos para proteger a las madres trabajadoras, para conseguir mayor paridad en los sindicatos o cualquier otra medida que, de paso, coadyuvara con la finalidad de reclutar nuevos militantes. 

Yo cuando volví de estar afuera […] quería ir a una regional […] Y elijo San Martin, Tres de Febrero y ahí, al poco tiempo, […] cuando me quise acordar tenía en la regional llena de personas de distintas sexualidades. Es decir que se iban a pasando el dato de que en esta regional iban a estar tranquilos. Con total desprejuicio se fue logrando que los temas de sexualidad también se discutiesen con los obreros. Y todo eso se pudo hacer demostrando que el prejuicio estaba en nosotros y no en la clase obrera. Había que explicar que esto es así y nada más.[XXVIII]

Las tensiones y contradicciones entre los discursos y las experiencias de vida al interior del partido no eran exclusivas del MAS, sino que atravesaban también a otras organizaciones de izquierda en la medida que interpelaba a los militantes, varones y mujeres, poniendo en suspenso las certezas de sus propias elecciones y formas de existencia en el plano de la vida personal. De alguna manera, el ingreso en el movimiento de mujeres y de las disidencias sexuales hacía de lo personal una cuestión política, tal como afirmaba el feminismo. En ocasiones, solía justificarse el machismo de los militantes como un reflejo de la alienación capitalista. En otros casos, constituía un límite en el horizonte visual generacional. Por caso, el propio Nahuel Moreno en el libro El tigre de Pobladora, afirmaba: 

En el partido, en vez de nuevos valores, ha penetrado la manía del consumismo, el afán de cambiar de pareja como de ropa. 

De cualquier manera, puede ser que yo no entienda a fondo el cambio que se está produciendo; un cambio que tiende a que el sexo sea como tomar un té; entonces se va a desacralizar el sexo y tal vez lo que ahora vivimos es una etapa de transición hacia eso, entonces toda persona va a ser más individualista.[XXIX] 

Es interesante la asociación que realiza entre libertad sexual e individualismo yendo a contrapelo de toda la actividad contracultural que libraba una parte de la militancia. En el mismo libro, aparecen otras afirmaciones similares y relata algunas circunstancias de su vida personal que dan cuenta de la construcción de parejas con una división sexual del trabajo tajante. Por ejemplo, admite haber contado con tiempo suficiente para sus tareas como dirigente en buena medida porque sus hijos habían sido criados por su esposa. Por lo tanto, la diversidad de experiencias permite vislumbrar un panorama más complejo que no traducía automáticamente la línea del partido a la vida cotidiana.  

Con el fallecimiento de Nahuel Moreno en 1987 se abrió un proceso de deliberaciones y entre 1988 y 1992 se produjeron varias rupturas. La cuestión sobre la organización de las mujeres, entonces, volvió a reaparecer durante los años 1990 ya bajo otras denominaciones políticas. 

Consideraciones finales

La irrupción de la militancia trotskista en el movimiento de mujeres tuvo una importancia aun no considerada en toda su plenitud. A grandes rasgos, podemos afirmar que permitió recuperar y reinscribir la tradición marxista en las luchas por la liberación femenina, en un contexto donde esas ideas se resignificaron en contacto con el feminismo de la segunda ola. En Argentina, la corriente morenista fue, a su tiempo, parte de ese proceso de mutuas influencias.  

En este artículo vislumbramos que la pertenencia a la IV Internacional y la influencia del SWP fue importante para el abordaje temprano y sostenido en el tiempo de los temas y enfoques feministas.[XXX] Sin embargo, aunque incorporaron en forma pionera temas vinculados al placer sexual, la violencia machista y los derechos de las disidencias sexuales, los mayores esfuerzos estuvieron centrados en organizar a las mujeres en cuanto trabajadoras dentro y fuera del hogar. Al igual que otras expresiones de la izquierda coincidían en caracterizar al feminismo como un movimiento policlasista con el cual podían confluir solo coyunturalmente en torno de ciertas demandas consideradas como derechos democráticos, pero que a la larga las separaba un horizonte de clase. Por esa razón, para las/los trotskistas la lucha no era “sexo contra sexo” sino de clase. Esta caracterización común las llevó, por mucho tiempo, a rechazar la propuesta de conformar una agrupación de mujeres por temor a separar tales luchas del programa revolucionario. En este trabajo intentamos mostrar que esta posición en lugar de permitir una real integración de las demandas femeninas en las luchas cotidianas las condujo a colocarlas en un lugar secundario al que solo recurrían en determinadas circunstancias. De igual modo, nos preguntamos si no fue esta situación la que obturó la emergencia de una reflexión teórica específica, tal como se producía entre las feministas marxistas locales y de otras latitudes.[XXXI] Con excepción del documento elaborado durante el exilio, no registramos que en los años 80 haya habido nueva producción de envergadura, más allá de las referencias a los textos clásicos.  

Pese a estas limitaciones, la incorporación temprana de las problemáticas específicas de las mujeres plantea nuevos interrogantes para la investigación. Tanto la formación de Muchacha, como la del grupo alrededor de la revista Todas o la agrupación Alternativa Socialista por la Liberación Sexual, pueden pensarse como expresiones propias de un partido estructurado y educado en el derecho a formar tendencias y en la construcción de alianzas amplias. ¿Es posible argumentar que este elemento distintivo, a la par que introdujo conflictos de muchas maneras, favoreció el desarrollo de los planteos de las mujeres mostrando una actitud abierta? 

Sin duda, son muchas las preguntas que quedan abiertas a partir de este escrito. Un tema fundamental, solo mencionado superficialmente, es el análisis de la especificidad de las militancias femeninas para responder en qué medida la condición de género funcionó como un posibilitador o una limitante en el desarrollo político. En este sentido, nos preguntamos qué tensiones adicionales arrastraban las mujeres para desarrollarse como cuadros del partido y qué espacios existían para problematizarlas. Otro tema vinculado al anterior es de la experiencia de clase entre las mujeres militantes, si tomamos en cuenta que dentro los partidos revolucionarios también convivían realidades heterogéneas y contrapuestas determinadas por el lugar de residencia, el tipo de empleo, el ingreso y la posibilidad de contar con redes de apoyo en el ámbito reproductivo. Quizás sea este aspecto vinculado estrechamente con la división sexual del trabajo y la doble o triple jornada femenina, mucho más que en el estudio de la línea, donde podamos explorar las tensiones, las contradicciones y límites en las políticas de género. En esta ocasión, no hemos profundizado sobre esta dimensión, pero deseamos dejar sentada la necesidad de volver sobre ella en futuras investigaciones.

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VASALLO, Marta (2009). Militancia y transgresión. En AAVV. De minifaldas, militancias y revoluciones. Exploraciones sobre los 70 en Argentina. Ediciones Luxemburg, Buenos Aires, pp. 19-32.

VEIGA, Raúl (1989 [1984]). El Tigre de Pobladora. Diálogos inéditos con Nahuel Moreno. Cehus, Buenos Aires.  

 

 

 

 



* Instituto de Investigaciones de Estudios de Género. Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires. Contacto: nataliacasola@hotmail.com 

 

Casola, Natalia. “¡Obreras al poder! El Partido Socialista de los Trabajadores /Movimiento Al Socialismo (PST/MAS) y el movimiento de mujeres” en Zona Franca. Revista del Centro de estudios Interdisciplinario sobre las Mujeres, y de la Maestría poder y sociedad desde la problemática de Género, N°30, 2022 pp. 353-374. ISSN, 2545-6504 Recibido: 14 de julio 2022; Aceptado: 18 de octubre 2022.

 

 

[I]  Esta contribución es parte de una línea de investigación más amplia que busca analizar la política de los partidos políticos de izquierda en el movimiento de mujeres entre los años 70 y 90 a partir de la reconstrucción de sus líneas y prácticas militantes tanto hacia afuera como hacia adentro de las estructuras partidarias. Para ello se toman los casos del Partido Comunista (PC); el Partido Comunista Revolucionario (PCR); el Partido Socialista de los Trabajadores (PST)/Movimiento al Socialismo (MAS) y Política Obrera/Partido Obrero (PO).

[II]  El movimiento feminista argentino tuvo una primera etapa muy fructífera a comienzos del siglo XX en el marco del sufragismo. Ese ciclo tendió a cerrarse con la sanción de la Ley de sufragio femenino en 1947. Desde entonces y hasta la emergencia de los feminismos de los años ´70 y ´80, no es posible hablar de la existencia de un movimiento de mujeres. Si bien la mayoría de los partidos políticos incluían demandas específicas, éstas rara vez se traducían en acciones callejeras o peticiones públicas coordinadas.

[III]  Durante el gobierno de Alfonsín el feminismo comenzó a redireccionar su actividad en la demanda al Estado, lo cual se tradujo, entre otras cosas, en la creación de la Secretaría de la Mujer. Ese cambio de orientación del movimiento feminista se manifestó en la ocupación del espacio público, acción que le permitió ganar mayor visibilidad y establecer acuerdos y alianzas con un arco político amplio, que no necesariamente se reconocía feminista.

[IV] Como describe Mangiantini (2018:60) un rasgo identitario de peso en el PST fue su concepción internacionalista. En los años 70 el PST profundizó su vínculo del SWP conformando la denominada Tendencia Leninista Trotskista (TLT).

[V]  No se trata de un aspecto menor si se toma en cuenta que las izquierdas de los 70 tendieron a construir una cultura política sostenida en el sacrificio de la vida personal y la entrega total a las exigencias de la revolución. Incluso aquellos partidos que, como el PC, habían formado agrupaciones de mujeres, no actuaban con los enfoques del feminismo de la segunda ola y mantenían su actividad en los carriles ya definidos en los años 30.

[VI] Boletín de discusión interna N°6, 1978, p. 14

[VII] Martha Ferro, además de militante, fue poeta, titiritera y periodista. Fue redactora en la revista Crítica, y se destacó como periodista de policiales en Crónica y otras publicaciones.

[VIII] Mercedes Petit se incorporó en 1965 a Palabra Obrera, luego Partido Revolucionario de los Trabajadores-La Verdad (PRT-LV) y finalmente Partido Socialista de los Trabajadores (PST) como militante estudiantil de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Para 1969 ya era una militante de tiempo completo. Estaba rentada por el partido y ocupaba un lugar en el Comité Central. Con el tiempo se especializó en el frente Internacional y como cursillista. Se exilió en julio de 1976 en Bogotá donde ya estaba instalado Nahuel Moreno. El sostenimiento del partido fue acompañado por la organización hermana Bloque Socialista.

[IX] Carmen Carrasco era colombiana y formaba parte del Bloque Socialista, la organización hermana del PST en Colombia formada a instancias del morenismo.

[X] Entrevista con Mercedes Petit realizada por la autora el 21 de julio de 2021. Hasta el día de la fecha, Mujeres trabajadoras y marxismo constituye una referencia teórica en el marco de la corriente de la IV Internacional Huitzi.

 

[XI] Carrasco, C. y Petit, M., “Mujeres trabajadoras y marxismo”, 1979, pp. 250-253, http://phl.bibliotecaleontrotsky.org/arquivo/mv02nee/mv02nee-16cp.pdf

[XII] Waters, Mary Alice, “La Revolución Socialista y la Lucha por la Liberación de la Mujer”, Colección Polémica Internacional, PST©, Bogotá, 1979.

[XIII] Para junio de 1983 el MAS contaba con un total de 2780 militantes, de los cuales la propia organización consideraba a 1379 (el 50%) como cuadros. En los siguientes años, el partido continuó creciendo. Para 1984 contabilizaban un efectivo superior a los 3000 militantes. Otro parámetro para medir la influencia del MAS es el tiraje de la prensa partidaria Solidaridad Socialista que osciló, según el momento, entre los 12.000 y los 35.000 ejemplares cobrados por número. 

[XIV] De acuerdo con Moreno, los dos grandes aportes y aciertos de Trotsky consistían en haber señalado que las tareas socialistas comenzaban en la propia revolución democrática y haber demostrado el carácter necesariamente mundial de la revolución. De no producirse esa transformación, la revolución devendría en contrarrevolución. Este análisis adaptado a la situación argentina, lo llevó a señalar que cabía esperar que la contrarrevolución no operase a través de las Fuerzas Armadas y de un nuevo golpe de Estado, sino a través de los propios partidos de la burguesía que serían los encargados de reconstituir las bases de dominación en la nueva etapa. De allí se desprendía la necesidad de una militancia abierta, que hiciera uso de las libertades democráticas para construir un polo socialista y denunciara los planes de estabilización política de la Multipartidaria.

[XV] Volante del barrio Lago del Bosque, octubre de 1983

[XVI] Si bien es cierto que en el plano discursivo el MAS operó un desplazamiento y comenzó a interpelar al pueblo como una totalidad, se trató de un cambio que no debiera exagerarse. Para el MAS la inserción entre la clase obrera ocupada continuó siendo clave en detrimento de otros espacios de lucha.  

 

[XVII] Boletín de discusión N°7 (pre-congresal), 21 de febrero de 1985.

[XVIII] Idem.

[XIX] Algunas entrevistas con mujeres que responden a este perfil muestran que era habitual la tercerización de las tareas de cuidado.

[XX] En otras organizaciones de izquierda con mayor tradición en el trabajo barrial esta situación resultó menos conflictiva. Por caso la Unión de Mujeres Argentinas (UMA) vinculada al PC tenía larga experiencia en la militancia en sociedades de fomento y comedores populares. También fue el caso del Partido Comunista Revolucionario (PCR) con la conformación en 1982 de la agrupación Amas de Casa del País. 

[XXI] El Frente del Pueblo (FREPU) fue una alianza con el Partido Comunista en vistas a las elecciones legislativas de noviembre de 1985. Las acciones comunes se mantuvieron en el año siguiente.

[XXII] Circular interna, 156, 7/10/86

[XXIII] Las agrupaciones feministas no necesariamente eran reacias a los aportes del materialismo histórico. Al contrario, el marxismo fue un marco teórico al que apelaron frecuentemente para pensar cuestiones vinculadas a los cruces entre capitalismo y patriarcado. 

 

[XXIV] En 1988, el MAS se unió con el Frente Amplio de Liberación (FRAL) para presentar una lista unificada de cara a las elecciones presidenciales y legislativas de 1989 con la intención de unir a todo el campo político de izquierda. El frente resultante, Izquierda Unida (IU), logró 400.000 votos a nivel nacional, logrando una banca de diputado en el Congreso Nacional que fue ocupada por Luis Zamora. En 1991 se dividió en el marco de la crisis interna que atravesaron tanto el MAS como el PC.

[XXV] De acuerdo con Natalia Milanesio (2021) el llamado “destape” producido durante la posdictadura puso al sexo en un lugar central de la agenda pública, pero sin desarmar estereotipos de género ni la matriz heteronormativa.

[XXVI] Se incorporó a Palabra Obrera en 1963 y durante muchos años sostuvo militancia en el movimiento obrero. En 1973, con apenas 31 años, fue candidata a vicepresidenta junto a Juan Carlos Coral. En 1979 participó en Nicaragua de la Brigada Simón Bolivar. Luego, recaló en Colombia y en Centroamérica, con base en Costa Rica como parte de las tareas internacionales del partido. Volvió a la Argentina en 1983.

[XXVII]  Entrevista a Nora Ciapponi. Septiembre de 2020. Militante del PST desde su formación. Entre otras cosas

[XXVIII] Idem.

[XXIX]  El Tigre de Pobladora. Diálogos inéditos con Nahuel Moreno. Entrevistas por Raúl Veiga, Cehus, 1989 [1984], p., 25.

[XXX] En futuras investigaciones buscaremos aportar más elementos para la demostración de esta vía de circulación de los discursos e ideas feministas dentro del morenismo.

[XXXI] Esta situación las condujo a ignorar debates importantes como los desarrollados por Silvia Federici, Mariarosa Dalla Costa y Selma James (1975) que dieron origen a la “Campaña por el Salario para el Trabajo Doméstico” o las intervenciones de Lise Vogel (1982) en el marco de la Teoría de la Reproducción Social. Quizás, por esa razón, muchas veces encontramos al MAS sosteniendo simultáneamente la “socialización de las tareas domésticas” y “salario para las amas de casa”. En Argentina, el desarrollo de un feminismo marxista se produjo por afuera de los partidos políticos. En los años ´80 una usina de debate teórico se generó alrededor de la revista Brujas de la agrupación Asociación de Trabajo y Estudio sobre la Mujer, ATEM. 25 de noviembre y de la agrupación Lugar de Mujer (Tarducci, 2019).