“Siempre hay
fisuras entre las rocas; siempre hubo lugar para el cambio”: Una entrevista con
Kathleen Lynch.
Kathleen Lynch *
Resumen
Kathleen Lynch,
Profesora Emérita de Equality Studies en University College Dublin (UCD), jugó
un papel importante en el establecimiento del Equality Studies Centre en 1990
(Centro de Estudios sobre la Igualdad) y de la School of Social Justice
(Escuela de Justicia Social) en 2004/5, ambas en UCD. Es autora de varios
libros y artículos, especialmente en el terreno de la educación, la igualdad,
los cuidados y la justicia social. Su más
reciente libro, Care and Capitalism: Why
Affective Equality Matters for Social Justice, fue publicado por Polity
Press en 2022. En esta entrevista,
habla sobre las experiencias y los ideales que han dado forma a su trabajo como
activista intelectual: desde sus años de formación en el oeste de Irlanda hasta
su colaboración abriendo espacios para resistir la injusticia. También comenta
algunas de las motivaciones detrás de su trabajo sobre la desigualdad en el
cuidado y el afecto. La entrevista fue realizada en abril de 2018, y
posteriormente revisada para mayor claridad, de ahí que aparezcan referencias a
hechos posteriores, como la pandemia de Covid.
Palabras clave: activismo, desigualdad afectiva, cuidados, justicia social.
‘But
then there’s always fissures between the rocks; there’s always space for change’: An interview
with Kathleen Lynch.
Abstract
Kathleen Lynch is Professor of Equality Studies (Emerita) at University College Dublin, UCD. She played a leading role in establishing the UCD Equality Studies Centre (1990) and the UCD School of Social Justice (2004/5). She has authored many books and articles on all types of equality and social justice issues, especially in education, and more recently on the relationship between care and justice. Her most recent book, Care and Capitalism: Why Affective Equality Matters for Social Justice, was published by Polity Press, Cambridge in 2022. In this interview, she talks about the experiences and ideals that have shaped her work as an activist scholar: from her formative years in the West of Ireland to her collaboration opening spaces for resisting injustice, such as the Centre for Equality Studies and the School of Social Justice at University College Dublin. She also discusses some of the motivations behind her work on care and affective inequality, including her most recent book: Care and Capitalism. The interview was conducted on April 2018, and was subsequently revised for clarity.
Keywords: activism, affective inequality, care, social justice.
1. Orígenes personales e intelectuales
RF: ¿Cómo
describirías tus orígenes?
KL: Soy oriunda
del oeste de Irlanda, de County Clare. Mi familia es granjera, soy la segunda
más pequeña de mis cinco hermanos.
RF: ¿Y qué me
dices de tu infancia?
KL: De niños, ayudábamos a nuestros padres
trabajando en la granja; a veces era un trabajo duro, pero gratificante. Eso
nos dio una idea de nuestro propio valor, y el valor que tiene el trabajo
manual para la producción de comida.
A veces las
personas creen que los granjeros, los obreros, y personas que se dedican al
trabajo manual son poco intelectuales y no reflexivos. Esa no fue mi
experiencia. A pesar de que mi familia y mis vecinos tenían poco tiempo libre,
había una fuerte cultura intelectual donde vivía. Las personas eran muy conscientes de la
política, y las políticas eran un tema frecuente de discusión, especialmente
las políticas de la guerra civil, pero también las relacionadas con el
desarrollo comunitario orientadas a mejorar la calidad de vida y los ingresos
de las personas en las áreas rurales de Irlanda.[I] Las personas trabajaban de manera
colectiva en proyectos. Por ejemplo, nuestra escuela primaria fue convertida en
un centro comunitario, donde las personas se reunían a discutir asuntos locales,
organizar actividades sociales y charlas, ensayar obras, enseñar música y
danza, etc. Mis padres tenían interés activo en la comunidad local: se suponía
que cuando uno tenía suficientes recursos para sustentarse, se ocuparía de
servir a otros o a la comunidad. Mi
padre fue fundador y vicepresidente de Clare Cooperative Marts, la cual aún
sigue funcionando como una cooperativa propiedad de los granjeros. No quisiera
romantizar la vida, pero la cooperación y la cultura del meitheal estaban allí.[II]
RF: Entonces, ya
tenías un interés en cuestiones sociales.
KL: Era muy
consciente de las diferencias de clase social y de género, desde muy pequeña.
La desigualdad de género estaba fuertemente arraigada. Era una sociedad
patrilineal (en nuestro caso, la granja original de la familia había sido
heredada por los hombres, por el abuelo de mi padre) así que los niños tenían
más importancia que las niñas. Había cuatro mujeres y un hombre en nuestra
familia; se asumía que mi hermano tenía que heredar la granja.
También pude ver
cómo las mujeres no tenían tiempo para descansar, dado que eran granjeras y
eran las primeras encargadas de las tareas de cuidado de la familia. Las
desigualdades de género y de clase raramente se consideraban injusticias,
aunque mi madre las mencionaba a veces, especialmente a medida que iba
envejeciendo.
Sin embargo, más
allá de la clase, el género y otras divisiones, mis padres estaban muy a favor
de la igualdad. Tenían un fuerte sentido de la justicia social en un sentido
cristiano del término. Eso alimentaba su pensamiento sobre el movimiento
cooperativista, y toda la idea de la política y el activismo comunitario. A su
propio modo, mi padre era un pensador crítico. Detestaba a la pretenciosa y
snob clase media católica de la posindependencia, a la que él pertenecía (en
términos sociológicos) y lo expresaba muy firmemente. Tampoco aceptaba sin
cuestionar en las narrativas de los poderosos. Aunque teníamos visiones del
mundo diametralmente opuestas, creo que gracias a él aprendí a cuestionar todo.
No fuimos criados para pensar que un ser humano es mejor que otro.
RF: ¿Cómo era el
contexto intelectual en esa época?
KL: Se
había alineado un nacionalismo conservador con un fuerte antiintelectualismo en
Irlanda, como han documentado Joe Lee (1989) y Tom Garvin (2004). Tal como Tom
Inglis remarcó en Moral Monopoly
(1998), estas tradiciones fueron aumentadas por una religiosidad católica
ortodoxa: personas que eran críticas, en cualquier campo, eran vistas como
desleales, o hasta peligrosas. Y aquellos que suscribían al comunismo en
cualquiera forma pagaban un precio muy alto, como ha escrito mi amiga Anne
Boran (2021). En un país pequeño como Irlanda, aquellos que disentían eran muy
visibles.
2. Hacia la investigación social
RF: ¿Y el camino
hacia las ciencias sociales?
KL: El camino a
las ciencias sociales era algo que mi familia no esperaba, ni quería. ¡Les
preocupaba que nunca lograra conseguir un trabajo "apropiado"! Pero
había decidido que estudiaría una carrera de ciencias sociales y eso es lo que
hice.
Elegí sociología
y política social como mi campo de estudio, y estudié mi carrera en Dublín. A
principios de la década de 1970, muchas de los más altos cargos en ciencias
sociales, psicología, educación y política estaban ocupados por sacerdotes
católicos. Había académicos muy buenos en el Departamento. Pero los cargos
altos que no estaban ocupados por el clérigo eran ocupados por catedráticos
(hombres en su totalidad) que, si no eran religiosos, eran generalmente
política e intelectualmente conservadores. El temario de la sociología debería
haber sido dominado por el funcionalismo estructural, especialmente por Talcott
Parsons. Estudiábamos a Durkheim con algo de profundidad, y a Weber. No se
mencionaba a las cuestiones de género ni al feminismo. Y aunque sí estudiábamos
al marxismo y a la teoría crítica, no los tratábamos en profundidad. El
comunismo era visto como una amenaza, no un fenómeno al que debiéramos
investigar. Teníamos un libro en la carrera, que conservé para la posteridad,
que enumeraba todas las razones por las que debíamos rechazar el comunismo.
Solo leí las obras de Marx en su versión original cuando cursé mi maestría y
luego cuando hice el doctorado.
Y también me
dediqué al trabajo social. Tomé varias responsabilidades, entre las cuales
estuve en un hospital de salud mental por tres meses y en una cárcel
transitoria de menores para niñas en Escocia todo un verano. Yo creía que el
trabajo social iba a estar relacionado con tomar acciones radicales. Pero no lo
estaba. Aunque las asignaciones eran experiencias importantes de aprendizaje,
rápidamente aprendí que el trabajo social trataba de gestionar las heridas del
estado y hasta incluso racionalizar su rechazo y abuso.
RF: ¿Qué te llevó
a prestarle atención al tema de los cuidados?
KL: En el año
final de mi carrera, viví en un hogar de niños. Fui invitada a vivir allí (de
manera voluntaria) y a ayudar con el cuidado de los niños. Fue allí que aprendí
cuán verídica es la canción “El corazón siente tanto hambre como el cuerpo: danos
pan, pero danos también rosas.”[III]
Pasé muchas noches escuchando a los niños hablar de sus pérdidas, del
amor de sus padres que no estaba disponible por diferentes razones ¿Me
preguntas sobre mi educación? Yo diría que gran parte de ella sucedió fuera de
la universidad. Mencionaré dos experiencias destacables.
Hacia el final de
mi primer año en la universidad, trabajé en una planta procesadora de peces en
las Islas Shetland, para ganar dinero y costear la universidad. Había una
variedad de cuestiones laborales en la fábrica, entre ellas, que las mujeres no
obtenían el mismo dinero que los hombres por el mismo trabajo. A forma de
protesta, un grupo de nosotros realizó un paro repentino (no había un sindicato
en la fábrica) y marchó en el piso de la fábrica hasta el final del turno. Esto
fue a las 3.45 a.m. A las 8 a.m., las cuatro "agitadoras",
incluyéndome, estábamos despedidas. Esto me enseñó la importancia de los
sindicatos a una edad temprana.
Otro evento
significativo de aprendizaje involucró a mi hermano. Él quería que alguien lo
acompañara a realizar un viaje por Europa continental, porque tenía interés en
la historia; esto sucedió un año luego de que terminara mi carrera. Uno de los
lugares que visitamos fue el campo de concentración Dachau, cerca de Múnich en
Alemania. Eso me afectó de por vida. Quedé estupefacta por la escala de la
brutalidad organizada, y por el sufrimiento. Las imágenes seguían llegando en flashes, las cámaras de gas disfrazadas
de duchas, la falsa plataforma de "bienvenida", los lugares donde las
personas habían sido baleadas, las imágenes de personas hambrientas, humilladas
y desesperadas. Mientras leí sobre la guerra, jamás había sentido el horror del Holocausto de esta manera. Vi cómo la maldad
puede ser normalizada e invisibilizada. Eso me enseñó a alzar mi voz, no
quedarme con los brazos cruzados, desafiar las injusticias que aparecen.
Cuando terminé mi
carrera de grado no sabía qué hacer. Sabía que nunca me dedicaría al trabajo
social. Conseguí un trabajo como asistente investigadora en el Educational
Research Centre (ERC), en el St. Patrick’s College of Education, que ahora es
parte de Dublin City University (DCU). El ERC se dedicaba desarrollar
evaluaciones estandarizadas para las escuelas irlandesas. Allí aprendí mucho sobre
la inteligencia humana y las evaluaciones. Cuando conocí las maneras
arbitrarias en las que se creaban las evaluaciones, los puntos que se añadían y
quitaban a estas para que tuvieran el mismo efecto que las evaluaciones
anteriores, y/o las evaluaciones de los maestros sobre los alumnos, me volví
muy escéptica con respecto a todos los tipos de evaluaciones psicométricas y a
clasificar a las personas de maneras tan arbitrarias.
Como estaba
interesada en estudiar de manera crítica la vida social en Irlanda, comencé una
investigación para mi maestría en sociología y, comencé a enseñar de medio
tiempo. Aunque mi tesis de máster fue recomendada para un doctorado, decidí
dejar la academia. Tenía 25 años y me había vuelto muy escéptica con respecto a
la vida académica. Parecía que había una tremenda cantidad de investigación
para medir y documentar la pobreza, pero ningún sentido de urgencia para
desafiar las injusticias estructurales que yacen debajo de la pobreza, u otras
desigualdades. Quería involucrarme en algo más significativo. Una amiga
trabajaba en un hostal para niñas adolescentes sin hogar en el centro de la
ciudad. Parecía que su trabajo sí tenía un propósito. Viví y trabajé allí como
una "ama de casa", lo que ahora se llama "cuidador social".
RF: ¿Cómo fue esa
experiencia?
KL: Muy
educativa. El hostal era como el hogar de niños, la misma cuestión del pan y
las rosas. Por supuesto que el pan es necesario, pero también necesitas a
alguien que te cuide y dé cariño. Las adolescentes tenían grandes carencias de
cuidados. Sí, la pobreza basada en razones de clase y de género condicionaba
sus vidas, pero la mayoría de las niñas no tenían quién las cuidara en su día a
día, alguien que siempre estuviera allí, y que siempre estuviera a su lado. El
hostal fue mi primera experiencia de violencia doméstica; muchas de las niñas
habían experimentado abuso y violencia extremos, hasta el abuso sexual y la
violencia de la prostitución. Aprendí muchísimo allí, especialmente sobre mí
misma. Aprendí cuán clase media era. Aprendí sobre mis preconceptos y sobre
cómo muchos de ellos estaban equivocados. Aprendí sobre la absoluta
indiferencia por parte de gran parte de Irlanda sobre lo que le sucedía a gente
muy vulnerable, especialmente a mujeres jóvenes muy pobres.
3. La confluencia del conocimiento empírico y teórico
RF: Siempre has
combinado el activismo con la academia.
KL: Ser libres de
la necesidad para poder pensar y escribir era un privilegio tan extraordinario
que sentía la obligación de involucrarme y compartir mi experiencia y
conocimiento con activistas que no tenían el tiempo u otros recursos que los
académicos tenemos disponibles. A veces me involucraba en cuestiones
relacionadas con mi campo, luchando para lograr mayor equidad en el acceso a la
educación, y a veces en temas no relacionados, como por ejemplo en los derechos
de los inquilinos.
Pero también vi
el activismo como una manera de aprender, de conocer el mundo. El conocimiento
académico de la desigualdad es solo una manera de entender, también está el
conocimiento empírico, el conocimiento a través de la experiencia de primera
mano, particularmente de las injusticias. Tanto las teorizaciones inductivas
como las deductivas son abstracciones, pueden volverse más concretas e
irrelevantes. A menos que las teorías de la justicia sean informadas por
aquellos que viven la realidad de las injusticias diarias, puede haber
malentendidos y confusiones.[IV] El aprendizaje que viene de sentir el
dolor, la falta de respeto, la vergüenza, y el sufrimiento del racismo,
clasismo, sexismo, o de la discriminación hacia personas con discapacidades,
etc. A menos que estés viviendo en la injusticia, no la sientes realmente. Puedes saber algo teóricamente, pero tu
conocimiento está lejos de ser completo. Estar con el Otro y aprender de ellos
y de los marginados (outsiders) es una manera muy provechosa de conocer el
mundo; te fuerza a repensar tus teorías y proposiciones académicas. No es fácil
porque el idioma de las experiencias diarias es muy diferente al del idioma
académico.
RF: ¿Podríamos
explorar un poco tu trayectoria como activista?
KL: Al vivir en
una granja, sentía una fuerte afinidad con la naturaleza y los animales. Dado
que pasaba mucho tiempo de juego con los animales en la escuela primaria, podía
ver que sufrían miedo, dolor, y ansiedad. Protestaba a mis padres a mi propia e
infantil manera y logré ganar algunas pequeñas concesiones sobre cómo los animales
eran tratados. ¡Ese fue mi primer activismo!
Vi cómo las
mujeres eran ciudadanos de segunda categoría, al igual que los trabajadores y
aquellos que no tenían tierras ni propiedades. Esto no concordaba con la
retórica de "No le hagas a otros lo que no te gustaría que te
hicieran". Al igual que mucha gente joven, vi las contradicciones entre
los principios que enseña el cristianismo y la práctica de aquellos que decían
ser cristianos. Señalé lo que identificaba como hipocresía, aunque nadie me
prestó atención. El punto de vista de una joven niña no tenía importancia.
La experiencia de
Dachau siempre me hizo pensar sobre las injusticias que la sociedad trata de
ocultar. A medida que fui creciendo, comencé a interesarme en las políticas de
izquierda. Me identificaba con James Connolly, el revolucionario irlandés, su
compromiso con la igualdad de género, y sus ideales de un socialista
republicano. Pero no había políticas feministas organizadas aquí en Irlanda
cuando era niña o adolescente. Recién cuando me involucré en el Foro de
Estudios de Mujeres en UCD a principios de los 80 que tuve la oportunidad de
aprender de las feministas.
A menudo, la
gente me pregunta: "¿Planeaste ser una académica?" Nunca pensé en
convertirme en una académica, ni de adolescente, ni siquiera a mis veinte años.
Y nadie me lo sugirió. ¡Nadie esperaba que las mujeres rurales del oeste de
Irlanda se convirtieran en académicas!
Cuando ingresé a
UCD, no tenía intenciones de quedarme porque el sistema universitario no me
inspiraba. No quería pasar mi vida trabajando en un lugar donde las personas no
fueran entusiastas. Si me quedaba, quería involucrarme también en el activismo dentro de la academia. Comencé a pensar
en cómo la universidad podía ser un lugar de resistencia para todo tipo de
injusticias, algo que eventualmente llevó al desarrollo de los Estudios sobre
la Igualdad (Equality Studies) (Lynch 1995).
RF: ¿Quién te
inspiró?
KL: Había leído y
escuchado bastante sobre Noël Browne, un médico y anterior Ministro de Salud,
que estaba profundamente comprometido con la justicia social debido al trauma y
la pobreza que su propia familia había experimentado. Cuando comencé Estudios
sobre la Igualdad en UCD, su libro Against
the Tide (2007 [1986]),
realmente me
incentivó a seguir adelante, a no temerle a "ir contra la corriente".
Y sus fracasos me enseñaron la importancia de tener compañeros que te apoyen.[V]
En términos de
resistencia intelectual, intelectualmente me inspiraba en mis primeros años con
la escritura de Eric Fromm y la Escuela de Teoría Crítica de Frankfurt. Sentía
que había algo radical sobre su idea de conectar el pensamiento normativo con
el pensamiento y la acción analítica y transformadora. Más tarde, conocí a
Antonio Gramsci, especialmente su idea de la guerra de las posiciones, y su
optimismo me inspiró, al igual que los estudios de Bourdieu sobre la educación
y la cultura. También fueron de gran importancia para mí los primeros trabajos
de Marx sobre la ideología y su relación con las estructuras sociales. La obra
de Paulo Freire tuvo una gran influencia en mí. Leí y releí Pedagogía del Oprimido (Freire, 2022
[1968]) a
mitad de los años setenta. Y me
decía, "Esta es la forma en la que yo pienso". Así es como piensa la
gente oprimida. Internalizan al opresor. El concepto de la conciencia
hegemónica de Gramsci me ayudó a entender lo que significa saber. Gran parte de
la educación es meramente instrumental, se basa en una idea bancaria de la
educación; donde los estudiantes a menudo ven a sus títulos como un depósito a
través del cual obtendrán ganancias, un buen trabajo y una buena paga, un
pasaporte al privilegio. La educación podría ser diferente y contribuir a que
las personas pudieran transformarse y empoderarse a sí mismas; podría facilitar
un modelo de pensamiento reflexivo, u otros modelos de pensamiento, y podría
permitir a las personas el involucrarse de una manera crítica con todas las
ideas y las instituciones.
No creo que
puedas movilizar a la gente por cuestiones puramente económicas, ni concuerdo
con la idea de organizar el cambio desde arriba hacia abajo. Hay algo de
arrogancia en esas perspectivas; la idea de "vanguardia" asume que
las personas no saben o no pueden saber o pensar por sí mismas, mientras que la
visión económica materialista muestra que existe un profundo malentendido de
las complejidades de la condición humana. Eso no considera la profunda
significión cultural y las relaciones afectivas, y cómo éstas pueden contribuir
a los ejes que atraviesan la injusticia social. El pensamiento capitalocentrista
es un problema para la izquierda y una oportunidad para la derecha. Enmarca el
mundo en términos de lógica de mercado y busca soluciones solo en el lenguaje y
las instituciones controladas por el capital.
Las personas
conocen su propio mundo, aunque no tengan tiempo o idioma para nombrarlo.
Permitirles salir de su silencio importa, resaltar y permitir su consciencia y
articulación de lo que es injusto y debe cambiar. No veo cómo podrías lograr el
tipo de compromiso político necesario para el cambio radical igualitario sin
permitir que las personas conozcan el mundo, y sepan dónde se ejerce el poder
en él. Mientras que el conocimiento por sí solo no será suficiente para lograr
la acción, es la base para un pensamiento y acción a largo plazo. Como académico
activista, puedes presentar tus ideas y pensamientos, para que las personas se
informen y vean qué les resuena. Como educador, puedes mostrarle a la gente que
existen muchas posibilidades. Devolverles de una nueva forma, tal vez en un
nuevo idioma, lo que ya saben.
4. El cuidado y las perspectivas normativas
RF: Hablemos de
la literatura sobre los cuidados, la cual se deriva ampliamente del feminismo.
Mirando hacia atrás, ¿cómo ves el surgimiento de esta literatura, de la cual tu
trabajo es parte?
KL: Como estaba
trabajando en Equality: From Theory to
Action (2004) con John Baker (un filósofo político), Sara Cantillon (una
economista), y Judy Walsh (una abogada) tuve que leer extensamente disciplinas
distintas a la sociología: filosofía, especialmente teoría política, pero
también economía y leyes. Fue en ese tiempo que comencé a leer la obra de
académicas feministas, entre ellas pensadoras políticas como Joan Tronto y
Virginia Held, economistas feministas tales como Nancy Folbre y Julie Nelson, y
académicas feministas del derecho tales como Catharine McKinnon y Martha
Fineman. Cuando escribimos Equality, teníamos
intensos debates entre nosotros. Un día, John Baker y yo tuvimos una reunión
con la Doctora Alpha Connelly, abogada y fundadora de Estudios por la Igualdad,
sobre el concepto de igualdad; teníamos la esperanza de que Alpha contribuyera,
aunque ella se había alejado de la academia. Yo presenté la idea de la igualdad
afectiva como una nueva dimensión clave de la equidad, complementando las
dimensiones de redistribución y reconocimiento que Nancy Fraser ha expresado
tan bien (véase por ejemplo Fraser y Honneth 2003). A John y Alpha les gustó la
idea, entonces comencé a trabajar en ella. No llegué allí solo a través del
entendimiento académico. Cuando disertaba sobre igualdad, especialmente en
grupos de comunidades, las mujeres preguntaban sobre el cuidado. Yo también era
consciente de cuánto importaba el cuidado desde mi propia experiencia, viviendo
con niños que habían sufrido falta de cuidado. Era una combinación de
conocimiento intelectual y empírico.
RF: Una
característica importante de la literatura sobre los cuidados es que no separa
descripción y prescripción. ¿Cómo has logrado navegar esta distinción entre
hechos y valores que es tan predominante en las ciencias sociales?
KL: Yo siempre
fui escéptica al respecto de la distinción entre hechos y valores. Los hechos
que eliges conocer conllevan una elección de valores, al igual que los hechos
que ignoras. Hasta los métodos que empleas para investigar conllevan una
elección de valores dado que algunos métodos solo revelan algunos tipos de
verdad. También, teóricamente, no hay vista desde ningún lugar. Incluso si los
académicos nunca declaran sus valores, viven a partir de ellos, en términos de
lo que eligen estudiar, lo que ignoran, a quién leen, a quién citan; cómo
teorizan y conducen investigaciones empíricas está embebido en una serie de
valores sobre la epistemología y la ontología. Toma, por ejemplo, la idea de
que las personas actúan fundamentalmente a partir de su propio interés. Sí, las
personas pueden actuar de esta manera, no hay dudas al respecto; pero eso no es
todo. Los humanos actúan a partir de sí mismos (self-wise), pero también a
partir de otras personas (other-wise); las personas son seres relacionales y
morales, y sus sentimientos y preocupaciones por otras personas pueden afectar
su pensamiento y acción.
RF: Tu trabajo
sobre la desigualdad afectiva ha sido una contribución académica muy
importante. ¿Podrías resumir brevemente la idea de la desigualdad afectiva?
KL: Las personas
necesitan amor, cuidados y solidaridad para sobrevivir y para prosperar, al
igual que necesitan comida y refugio. Cuando nos privan de amor, de cuidados y
de solidaridad, se apaga de a poco la vida, y luego cuando directamente todo
eso está completamente ausente, se destruye la vida. La desigualdad afectiva se
trata de maximizar la capacidad de las personas y las instituciones sociales de
crear, mantener y enriquecer las relaciones afectivas que producen amor,
cuidados y solidaridad. Se trata también de asegurar que este trabajo sea
distribuido de manera equitativa entre mujeres y hombres, y a través de todos
los grupos sociales, de manera que nadie tenga una vida que demande tantos
cuidados que no tengan otra vida fuera de los cuidados.
En un nivel
íntimo, la igualdad afectiva trata de proteger y permitir que las relaciones
primarias de cuidados sean tan nutritivas como sea posible. Esto significa
permitir y enriquecer la labor de amor que involucran las relaciones afectivas
no sustituibles. También implica asegurar que las personas tengan la capacidad
de crear relaciones de cuidado fuera de la familia, amigos y otras personas
íntimas. La crianza debe ser provista y permitida en sitios de cuidados
secundarios, que incluyen centros de cuidado infantil, hospitales, hogares de
cuidado para adultos más ancianos/vulnerables. Finalmente, se trata de promover
y sostener el cuidado para los marginados en los dominios públicos y políticos
más amplios, en la comunidad local de cada uno, dentro de los empleos, y a
niveles regionales, nacionales e internacionales.
5. Fundando instituciones: los Estudios sobre la Igualdad
RF: Muchos
sociólogos han llegado a reconocer exactamente lo que estás diciendo: que los
hechos y los valores no son dos esferas diferentes. Sin embargo, la
investigación social convencional ha operado por un largo tiempo con una
distinción muy fuerte entre evaluación y descripción. ¿Cómo fue tu relación con
la investigación social convencional?
KL: Era ambivalente.
Sentía que la sociología convencional no estaba interesada en las cuestiones
que me concernían y eso fue lo que me llevó a fundar el Centro de Estudios
sobre la Igualdad en UCD.[VI] Había una fuerte literatura sobre la
desigualdad en la sociología (especialmente sobre las clases sociales y la
estratificación), pero lo que importaba en sociología parecía estar influido
por las modas intelectuales. En la década del 1970, se enfatizaban las
cuestiones de clase, luego, en los ochenta, las de género; el racismo
prevalecía en las investigaciones que provenían de EE.UU., pero no en Europa;
había algo de atención en la sexualidad y el poscolonialismo en los noventas,
pero nunca mucha en la discapacidad como un lugar de injusticia, aunque es un
problema enorme. Yo sentía que las disciplinas estaban manejadas por las modas.
RF: ¿Podrías
contarme un poco sobre el proceso de fundación del Centro de Estudios sobre la
Igualdad en UCD?
KL: Las
frustraciones que sentía eran con respecto a la universidad en general, tal vez
más con la sociología en sí misma. Eso me llevó a pensar en fundar un nuevo
campo, una nueva manera de educar y de llevar a cabo investigaciones.
Inicialmente contacté a otras dos académicas, Máire Nic Ghiolla Phádraig
(sociología) y Alpha Connelly (derecho) a las cuales ya conocía de mi activismo
algunos años antes. Con ellas conformé un pequeño grupo de trabajo, el Grupo de
Trabajo de los Estudios sobre la Igualdad.
Nos tomó casi
tres años lograr la aprobación del título de MSc in Equality Studies (Maestría
en Estudios sobre la Igualdad). Había demasiadas objeciones al respecto; era
muy política; era demasiado interdisciplinaria; no existe en ningún otro lugar;
nadie cursará el máster y será una pérdida de tiempo y dinero, etc. Un
economista lo etiquetó como: “La maestría de la Reina Roja". Éramos
jóvenes, determinadas y entusiastas. Teníamos el apoyo de otros colegas,
especialmente de John Baker en Política, John Blackwell en Economía; y Mary
Kelly en sociología. Buscamos aliados en un nivel más alto, inclusive al
profesor Connor Ward, profesor en Sociología, y a la doctora Helen Burke, en
Política Social. Sin su apoyo y el de otras personas más experimentadas, no habríamos
podido salir adelante. Eventualmente, logramos obtener el permiso para fundar
el Centro en 1989, y para comenzar a dictar la maestría en 1990.
RF: Y la maestría
aún sigue allí.
KL: Sí, la
Maestría y el Centro aún siguen allí.
Queríamos un Centro que fuera diferente, que enseñara e investigara de
una manera más emancipatoria (Lynch 1999). Conseguir personal era una lucha
constante. Y lo fue por varios años.
RF: En ese
sentido, ¿crees que el Centro cumplió sus objetivos?
KL: Creo que
logramos muchas cosas. Desde el comienzo, la política era educar a los
activistas para la igualdad y la justicia social, y a aquellos que quisieran
ser activistas. Incentivamos a esos tipos de estudiantes a aplicar y les dimos
a quienes aplicaban créditos en el proceso de aplicación para todas las formas
de activismo relacionadas con la igualdad. Por supuesto, no todos eran
activistas, pero ese era el objetivo. También llevamos a cabo programas por
fuera de la maestría para aquellos que no tenían títulos (el Certificado y el
Diploma en Estudios para la Igualdad); la gente podía pasar de éstos hacia la
Maestría. Fuimos exitosas en atraer activistas de las comunidades.
Había mucho
idealismo embebido en la organización del programa, inclusive en el hecho de
que el título era obtenido como un título de honor sin distinciones.
Enseñábamos durante el día, y también por la noche, dado que la mayoría de los
estudiantes que aplicaban eran maduros, y tenían que trabajar. Gradualmente,
construimos la enseñanza y la investigación. Muchas personas contribuyeron a su
éxito; hubo una gran parte de esfuerzo voluntario de colegas de UCD, colegas de
otras universidades, dentro y fuera de Irlanda, personas de la sociedad civil y
de entidades reglamentarias.
RF: ¿Y qué me
dices de la Escuela de Justicia Social de UCD?
KL: Cuando se
eligió un nuevo presidente en 2004, varios "departamentos" fueron
fusionados y renombrados como "Escuelas". Existía el peligro de que
el Centro de Estudios para la Igualdad fuera fusionado con una escuela más
grande y más conservadora. Dado que el Centre for Women Studies (Centro de
Estudios para la Mujer) enfrentaba desafíos similares, los dos centros
acordaron crear la Escuela de Justicia Social dentro de UCD. Queríamos que se
nos unieran el Disability Studies (Centro de Estudios sobre la Discapacidad) y
el Development Studies (Centro de Estudios sobre el Desarrollo), pero eligieron
no hacerlo. La Escuela de Justicia Social fue muy exitosa durante diez años.
Desarrollamos una licenciatura en Justicia Social con la Facultad de Derecho.
Era ofrecida como una opción de segunda especialidad con la Licenciatura en
Derecho Civil en un principio. Ahora, Justicia Social puede estudiarse como una
especialidad primaria junto con una variedad de otros campos.
En 2014/2015 se designó
a un nuevo presidente de UCD, que no estaba de acuerdo con que existiera una
Escuela para la Justicia Social independiente. Parte del personal académico y
administrativo de Justicia Social quería fusionarse con Social Policy and
Social Work (Política Social y Trabajo Social), dado que era una escuela más
grande y con mayores recursos. Política Social y Trabajo Social tenían valores
muy diferentes a la Justicia Social; tenían una fuerte orientación profesional,
entrenamiento para trabajadores sociales; aunque el personal individual estaba
comprometido con la justicia social, la investigación y la enseñanza para
promover la justicia social no eran su área principal.
Aquellos de
nosotros que habíamos luchado durante 20 o 30 años para lograr que existieran
un Centro de Estudios sobre la Igualdad, Estudios de la Mujer, y la Escuela de
Justina Social nos opusimos a ese movimiento (como muchos graduados y
académicos internacionales que escribieron a la Universidad oponiéndose a la
idea). No había una razón obvia para cerrar la Escuela, dado que era muy
exitosa según los criterios de las propias métricas universitarias, lo que
incluía reclutar estudiantes, conseguir fondos para investigaciones, perfil
público, actividades de alcance externo y activismo. A pesar de las súplicas
enviadas a las autoridades universitarias, la escuela fue cerrada en el verano
de 2015. El clima político del neoliberalismo emergente entre los académicos y
la alta gerencia no fueron favorables para la Escuela de Justicia Social, la cual
se volvió parte de un Departamento mucho más grande.
6. El neoliberalismo y la academia
RF: ¿Y has
escrito sobre toda esta tendencia en la academia?
KL: Como
documentamos con colegas (Lynch, Grummell, y Devine 2012), el neoliberalismo ha
entrado realmente en la academia a través de la práctica del así llamado “nuevo
gerencialismo” (new managerialism). Ha exacerbado el individualismo
inherente en la academia, donde todos piensan que son una estrella, o una
potencial estrella. Es necesario actuar colectivamente para resistir las
fuerzas tan poderosas como el neoliberalismo, y creo que los académicos no son
buenos para eso.
RF: El
neoliberalismo es enorme en Irlanda.
KL: Hubo un poco
de resistencia aquí, ejercida por los sindicatos de comercio. El problema es,
sin embargo, que mucha gente se beneficia del neoliberalismo. Hay una intensa
competitividad con el neoliberalismo, como Bröckling (2015) ha documentado.
Ofrece "éxito" a quienes hacen "mérito" y eso es un gran
incentivo para algunos en la academia. En una era neoliberal, ser ambicioso se
convierte en una virtud, incluso si sólo se trata de autobombo. La ideología de
la carrera es mucho más poderosa a un nivel individual que lo que era hace 20
años.
RF: Eres muy
crítica de la idea de hacer carrera.
KL: Si planeas
tener una carrera en un campo académico (o en cualquier profesión) como tu
principal objetivo, entonces, darte cuenta de tu ambición en términos de
estatus, de poder y/o dinero será el foco primario. Pero si tienes un ideal y
una creencia como académica, y quieres lograr algo por el bien de la sociedad y
del mundo a través de tu investigación y tu enseñanza, esa es una forma
completamente distinta de ver tu posición. Se trata de tener un ideal, una
creencia de que hay algo que importa más allá de ti. Se trata literalmente de
ser un servidor público, de trabajar por el bien colectivo. Temo que hemos
perdido mucho del sentido del servicio público en la academia, porque ha sido
comercializada.
RF: ¿Podrías
elaborar este punto?
KL: Cuando te
asignan un puesto en cualquier servicio público, no estás educada para lo que
significa ser un servidor público. No estoy diciendo que las personas que
trabajan en las universidades, o en el servicio público generalmente no tienen
derecho a ingresos razonables, salarios, seguridad, etc.; muy al contrario, sí
lo tienen. Aquellos que tenemos un empleo en una universidad somos servidores
públicos; tenemos obligaciones de cuidar y de ocuparnos de otros — algo que no
aplica en un negocio con fines de lucro. Ser un servidor público es algo que
debemos aprender a ser, a través de la educación y de la práctica. No es algo
que sucede automáticamente. Sin embargo, no existe un plan establecido para
crear la mentalidad y la práctica que se necesita para ser un buen servidor
público.
7. Ideales, investigación social y ética de la educación
RF: Déjame
intentar volver al tema de los ideales. Mirando hacia atrás, ¿cuáles dirías que
son los grandes ideales que han guiado tu vida?
KL: Tú mismo
puedes crear bondad en la vida. Puedes hacer de este mundo un mejor lugar. Mis
orígenes son católicos, y aunque eso tiene varias limitaciones, el mensaje de
"No le hagas a otros no que no te gustaría que te hicieran" es algo
que siempre he tomado muy seriamente. Por supuesto, a menudo no sabes qué
hacer, o cómo hacerlo, pero estar abierta a aprender y al diálogo ayuda. No
puedes confiar solo en ti misma. Escuchar y aprender es parte del proceso, y
reconocer que puedes equivocarte. Yo concibo la vida como la búsqueda de algún
concepto del bien.
Todo lo que he
estudiado y leído sobre la vida social muestra que, si las personas son más
iguales en términos económicos, políticos, culturales, y otras relaciones
sociales, hay una mejor vida para un todo colectivo. Entonces, esa es la
lógica. Todos y cada uno de los seres sintientes merecen tener una vida
decente, ser respetados. Pienso al respecto cada día.
RF: ¿Es eso una
motivación para la acción?
Sí, es una
motivación para la acción. Existe mucho sufrimiento innecesario, un poco de
sufrimiento puede ser inevitable, pero una gran cantidad de sufrimiento humano
no es necesario, ni es necesario el sufrimiento de animales o de otras
criaturas. Gran parte del daño es prevenible.
RF: ¿Qué rol
crees que tiene la investigación social en este contexto?
KL: La
investigación social es maravillosa si se abre el mundo. Lograr una buena
educación y una buena investigación es como abrir nuevas ventanas al mundo.
Estás en una gran torre, y mientras vas abriendo más y más ventanas, la gente puede
ver el mundo en sus 360
grados, tanto como tú. Así es como veo a lo mejor de la investigación. Si estás
haciendo buenas investigaciones, especialmente investigaciones que exponen las
injusticias del poder y las riquezas, siempre estarás del otro lado. Los
académicos deben apartarse del poder, donde sea que el poder esté. Eso es lo
que me preocupa sobre la financiación de las investigaciones; casi todo el
financiamiento más grande es brindado directa o indirectamente a través de los
gobiernos o las compañías. Eso está atado a los intereses y las instituciones
de poder. Los científicos sociales deberían ser más como los artistas: los
grandes artistas de la historia han estado frecuentemente en la periferia del
poder. Deberíamos estar siempre probando y siempre cuestionándonos a nosotros
mismos y a los intereses establecidos que podrían dinamitar la integridad de
nuestra investigación. Los académicos, al igual que todos los demás, somos
ciegos ante nuestro propio poder.
RF: ¿Y a menudo
te sientes en la periferia de la investigación social?
KL: Así es, gran
parte del tiempo. Aunque trabajo en la universidad, a menudo me siento una
extranjera, especialmente desde que la academia se ha vuelto más corporativa.
Para mí, ser académica significa siempre estar en el borde. Yo vería a los
académicos mucho más como escritores y artistas, excepto porque somos artistas
muy afortunados si tenemos trabajos. Nos dan la libertad de actuar
intelectualmente, pero no siempre la usamos.
RF: La libertad
de tener más tiempo para escribir puede estar fructíferamente asociada a algún
tipo de compromiso social (sin ignorar el valor de la búsqueda del conocimiento
por el bien del conocimiento mismo).
KL: Ya lo creo.
De otra forma, por qué trabajarías en la universidad. Si siempre vas a ser
portavoz del gobierno, o de alguna multinacional, entonces es razonable que
ellos te empleen. Si tus estudios están motivados por la financiación que
brindan grupos de intereses muy poderosos, tu libertad académica está
comprometida (Lynch e Ivancheva 2015). Cuando comencé en la academia, los
académicos no eran particularmente bien pagos. Ahora, los académicos titulares
tienen salarios relativamente altos, y los profesores en Irlanda tienen
salarios muy altos; son parte de la elite ya sea que lo vean, o no. Allí es
donde la afirmación de Gouldner (2000 [1970]) sobre cómo tus presunciones de
dominio impactan en tus presunciones paradigmáticas viene a colación: cómo
vives cada día, dónde vives y socializas, dónde envías a tus niños a la
escuela, etc. influencia tus presunciones del paradigma. Como observó Bourdieu
(1990: 41), tus hábitos de vida impactan en tus “…disposiciones a través de las
cuales los esquemas de pensamiento son formados y transformados”. No sé cómo la
universidad, o cualquier individuo puede personalmente salir de esos hábitos o
disposiciones sin comenzar a vivir, compartir y aprender con aquellos que están
por fuera del entorno privilegiado. Lo que yo denomino “coaliciones de
investigación” puede ayudar (Lynch 1999). Déjame contarte un ejemplo basado en
mi propia experiencia con los nómadas irlandeses (Irish Travellers).[VII] Aunque conocía a muchos nómadas
personalmente (soy madrina de niños nómadas) nunca había conocido su cultura o
la dimensión o la escala y la amplitud de la discriminación que sufren. Fue
solo a través del diálogo, de tenerlos como visitantes en mi casa y de asistir
a eventos con ellos, que caí en la cuenta de lo poco que sabía. Fue claro
entonces que las únicas personas que podían hablar sobre los nómadas eran los
nómadas. Esto abrió paso a una iniciativa educativa en UCD sobre los Derechos
de los nómadas, nomadismo y la cultura, impartida directamente por nómadas en
el 2013/2014, y una iniciativa similar en la Universidad Nacional de Irlanda,
Galway (NUIG) un año más tarde. La Universidad de Limerick (UL) creó un puesto
académico sobre los Estudios Nómadas en 2022.
RF: ¿Cuándo
comenzaste a trabajar con los nómadas irlandeses?
KL: He conocido a
algunas familias nómadas personalmente toda mi vida adulta. Pero se convirtió
en una cuestión política para mí en la academia unos 25 años atrás. Era muy
extraño ir a conferencias donde personas sedentarias disertaban sobre nómadas,
pero en las que no había nómadas presentes. Era como si las personas blancas
fuesen las únicas que disertaban sobre el racismo de color.
Ser un experto en
‘el Otro’, en una minoría o un grupo marginado (outside group) es generalmente
problemático; puedes quitarle la voz a las personas sin notarlo. El académico
experto puede decir que conoce el mundo de los otros mucho mejor que ellos mismos.
Una carrera académica puede estar construida sobre la escritura acerca de un
grupo excluido, pero los "otros" siguen estando subordinados, de la
misma forma en que lo estaban antes de existieran expertos. Es un tipo de
colonización. Cathleen O’Neill, una activista comunitaria de la clase
trabajadora, y yo, escribimos sobre esta problemática con respecto a la
investigación sobre la clase social (Lynch y O’Neill 1994). Es imposible salir
de tu propio mundo, sin importar qué tan bien intencionado seas, pero puedes
tener la humildad de reconocer tu propia ignorancia. Eso es algo que aprendí
lentamente.
8. Dar lugar al cambio social: Algunas lecciones aprendidas.
RF: ¿Puedo
preguntarte sobre tu experiencia tratando de fomentar el cambio social?
¿Podrías compartirnos algunas de las lecciones que aprendiste en ese proceso?
KL: No debes
rendirte jamás. Eso es lo más importante. Para evitar la desesperanza, debes
anticipar y aceptar la derrota, aprender de ella, y por supuesto, celebrar las
victorias.
Otra lección que
aprendí fue que el cambio social es un esfuerzo colectivo, siempre. Ser parte
de un grupo comprometido es crucial, y ayuda si ese grupo es una mezcla de
idealistas y soñadores, como así también de estrategas y pragmáticos. Y debes
seguir pensando hacia adelante. Las injusticias sociales evolucionan en tipo y
en forma; deber estar alerta. Los movimientos sociales deben ser parte del
proceso de hacer historia, no simplemente reaccionar a la agenda de otros.
Parte de ello es anticiparse a la resistencia, especialmente a los
contraataques, y en responder a tiempo. No debes jamás dormirte en los laureles
y asumir que has llegado.
Lo más importante
es persistir y aferrarse a los sueños. Y cuando encuentres oposición, porque la
encontrarás, busca nuevos accesos para la acción, nuevos aliados; siempre
encontrarás nuevos caminos y nuevas personas; nuevas colectividades con las que
puedas trabajar. Hay caminos alternativos que puedes tomar cuando el camino
principal está bloqueado. Cuando estábamos comenzando con Estudios para la
Igualdad, la gente decía: "No
puedes hacer eso en la universidad. No puedes incluir una asignatura sobre
sexualidad, o un sobre las clases y la política, o el feminismo". No puedo
decirte la cantidad de cosas que nos decían que no podíamos hacer.
Para fomentar el
cambio, debes creer en algo y aceptar que habrá oposición, y que puede haber un
precio por perseguir ese cambio. Necesitas la solidaridad de otros para
reconocer cuándo estás equivocado y para aprender sobre el camino. Y
simplemente seguir adelante. Siempre habrá muchas otras personas alrededor que
piensan como tú. Simplemente lleva tiempo crear esos aliados y esas alianzas.
RF: ¿Qué
lecciones has aprendido sobre la naturaleza de la política? No estoy seguro de
que naturaleza sea el término correcto...
KL: ¡No me siento
una experta en política! Obviamente los recursos, la planificación, la creación
de campañas, el lograr que las personas voten, informar a las personas,
contradecir a las mentiras, etc., todo es crucial. Pero también pienso que las
ideas importan. Yo creo en la creación de espacios donde pueden desarrollarse
ideas que cambien los discursos políticos y públicos. Se necesita de espacios
físicos, intelectuales y virtuales, donde las ideas y los movimientos puedan
crecer y desarrollarse. Y necesitamos mantener esos espacios abiertos. Siempre
hay pequeños tiempos y lugares, intersticios donde la resistencia a las
injusticias es posible y es fructífera. Es muy importante estar al tanto de
esos espacios, enriquecerlos y mantenerlos abiertos.
Tomemos, por
ejemplo, la Campaña del Matrimonio Igualitario,[VIII] en la que no estuve directamente
involucrada. Fue un gran suceso organizacional, pero también fue un éxito
construido a lo largo de varios años de campaña intelectual por varios grupos.
El Centro de Estudios para la Igualdad de UCD era un espacio intelectual seguro
(entre muchos otros, especialmente el Centro de Estudios para la Mujer) para
abrir debates acerca de la cuestión de la sexualidad y el género y conectar éstas
al derecho de tener amor y cuidados. Ayudamos a normalizar el lenguaje de la
igualdad afectiva en un foro nacional (por ejemplo, el Foro Nacional Económico
y Social a principios de los 2000).[IX] El Amor en Igualdad se volvió el lema de
la campaña del Matrimonio Igualitario. Tal vez hayamos contribuido en alguna
pequeña forma a poner ahí afuera la idea de que las personas tienen el derecho
a amar y a cuidarse más allá de su orientación sexual. El publicitar nuevas
ideas cambia el discurso público. Lleva tiempo.
RF: ¿Y qué hay
acerca de la naturaleza del cambio social?
KL: Siempre
pienso en la obra de Charles Tilly La
desigualdad persistente (2000).
Muestra cómo, cuando las desigualdades están embebidas en las instituciones,
las organizaciones son construidas alrededor de ellas, protegiéndolas; las
carreras se construyen alrededor de ellas; los futuros se desarrollan alrededor
de ellas, así como también el poder y la política. Y luego es muy, muy difícil
promover el cambio. Puedes ver cómo las leyes son aprobadas y son tan difíciles
de cambiar. Yo veo la justicia social como a una larga revolución en términos
de la creación de un mundo igualitario, habitable y amable.
Para tener
justicia social necesitamos cambiar la definición de la política, y pasar de ser
una política para el provecho propio, que es lo que ofrecen la mayoría de los
partidos políticos, a tener una visión más amplia de la política. La política
contemporánea está creada a partir de un modelo muy particular de un acotado
provecho propio, tanto de manera temporaria como intergeneracional, una
ontología que presume que no existe un ser relacional al que la política podría
apelar. Sí, reconocemos el provecho propio, pero también debemos crear una
sociedad donde haya solidaridad, un mundo donde todos nos importen,
especialmente aquellos que no son económicamente productivos.
Debemos contar
una nueva historia para la política, una que esté fundada en un entendimiento
más matizado de la condición humana, porque la mayoría de las personas quieren
seguridad, para sus niños y para sí mismos. Quieren estar libres de violencia.
Quieren una garantía de que, cuando ellos envejezcan, no serán abandonados.
Creo que, si uno crea esa visión, las personas estarán alineadas con eso. Es un
proceso lento.
En las elecciones
de 2016 en Irlanda, los partidos que estaban en el gobierno perdieron poder.
Propusieron reducir los impuestos personales y recortar servicios públicos.
Pero las encuestas de opinión demostraron que las personas no querían eso;
querían mejores servicios públicos, no recortes a los impuestos, incluso aunque
se beneficiaran personalmente de estos últimos. Es posible crear un tipo de
política diferente. Y algunos países lo han hecho, algunos más que otros.
RF: Tienes una muy linda metáfora para describir
el cambio social...
KL: Sí,
frecuentemente tengo una imagen de las regiones de karst, del Burren de North
Clare, no muy lejos de donde nací. Es un vasto pavimento agrietado de rocas de
caliza de la era glacial. Siempre hay fisuras entre las rocas, lugares y
espacios para el cambio. Es a través de las pequeñas fisuras que crecen algunas
de las flores alpinas más hermosas en el Burren. Las flores son una
inspiración. Parecen crecer de la nada misma. Y así sucede con el cambio
social. Parece que algo está tallado en piedra, y que nada nuevo será creado a
partir de ello. Pero siempre hay oportunidades.
RF: Es muy fácil
ser pesimista a veces.
KL: Es muy peligroso ser pesimista, muy peligroso
políticamente. Las personas jóvenes están llenas de idealismo. Los adultos
traicionan ese idealismo porque no les ofrece una visión diferente de la
sociedad. Simplemente les dicen que la vida es dura, que es como es, y que
deben cuidar de sí mismos. Los adultos hacen que se vean virtuosas la
competitividad y la codicia; lo que es bastante aterrador para los jóvenes,
dado que no pueden pertenecer a menos que "ganen" y a menos que
"consuman".[X] Lo que estoy diciendo es que podemos
crear una contranarrativa, y una contrahistoria de solidaridad, y de cuidado
para otros, lo que también significa cuidar de nosotros mismos. Necesitamos
nombrar y reconocer nuestra propia interdependencia y reclamar su lugar en la
política. Tal como observa Silvia Federici (2020), el cuidado es un prisma a
través del cual podemos reimaginar el mundo, y alrededor del cual nuevas
movilizaciones colectivas y resistencias pueden ocurrir. No veo por qué no
podemos crear el tipo de democracia fincada en los cuidados que ha propuesto
Joan Tronto (2013).
Siempre es una
lucha mantener formas cooperativas y afectuosas de trabajar y organizarse
políticamente: el conflicto debe ser gestionado y negociado, mientras que las
fuerzas que contrarrestan están sin duda presentes. Esto es algo que ha sido
aprendido por las cooperativas de trabajadores de
Mondragón en el País Vasco. Aunque fueron líderes mundiales en el movimiento
cooperativo, con limitados diferenciales de salario, siguen siendo una pequeña
isla en un mar de capitalismo corporativo.
RF: ¿Qué le
dirías a la gente que cree que es muy difícil promover el cambio y que no tiene
sentido ni siquiera intentarlo?
KL: Es difícil
pero no imposible. Para darte un ejemplo: en la década del 1970, Irlanda tenía
un sistema de bienestar social con bases muy pobres, y un número muy pequeño de
personas en la educación universitaria. Ahora tenemos un sistema de bienestar
mucho más mejorado, especialmente para las personas más ancianas, y una de las
tasas más altas de participación en la educación universitaria en Europa, algo
que era impensable, incluso en la década del 80. Irlanda no es de ninguna forma
una sociedad igualitaria, pero hubo cambios en la política que redujeron la
desigualdad, y tales cambios no llegaron accidentalmente. Existieron luchas,
algunas se perdieron, otras se ganaron. Y ahora hay nuevos desafíos,
especialmente con el neoliberalismo tomando fuerza en el pensamiento político.
Pero puede ser y será resistido. Entonces, cuando las personas dicen "las
cosas no pueden cambiar", yo no estoy de acuerdo. Los cambios sucedieron
gracias al activismo en muchos frentes.
RF: Y se pueden
tener logros...
KL: Sí,
lentamente. Los logros no suceden de la noche a la mañana. Cuando las personas
dicen "las cosas no pueden cambiar", eso es un fatalismo peligroso.
Es un trabajo duro movilizarse por la justicia social, lleva tiempo, y es más
tedioso que glamoroso. Y uno debe luchar para mantener lo que ha ganado en
términos de igualdad, derechos humanos y justicia social. Es peligroso asumir
que las victorias en la justicia social están ahí todo el tiempo. Las personas
pueden perder lo que han ganado si no trabajan para protegerlo.
Uno debe
construir una visión de una sociedad justa, desde cero, escuchando,
aprendiendo, teniendo en cuenta qué es lo que le importa a la gente. Lleva
tiempo. Conlleva humildad y paciencia. Uno quisiera que fuera más rápido. A
menos que la gente crea en ello, y que vea sus beneficios, no durará. Pero sí
creo que es posible. Absolutamente.
RF: Entonces,
Irlanda ha cambiado enormemente.
KL: Tomemos por
ejemplo el estatus de las mujeres y la campaña por el matrimonio igualitario.
El estatus de las mujeres ha cambiado significativamente, como se probó en el
referéndum donde se rechazó la octava enmienda.[XI] Es un cambio mayor. En 1993, cuando la
homosexualidad era criminalizada, hubiera sido inimaginable pensar que
tendríamos matrimonio igualitario en el 2015.
Donde veo el gran
desafío ahora es en la desigualdad económica; la desigualdad de riquezas está
creciendo globalmente (Ahmed et al. 2022). Darle a las mujeres el derecho a
ejercer control sobre sus propios cuerpos no fue un costo muy grande para el
ministerio de finanzas, ni tampoco el matrimonio igualitario. El reconocimiento
y el respeto son claves en el cambio cultural y eso es difícil; sin embargo,
puede ocurrir sin arruinar los intereses capitalistas, que es básicamente lo
que la redistribución radical requiere; y eso es un desafío mucho más grande
teniendo en cuenta el poder del capital globalizado.
RF: Y cuéntanos
qué consejo le darías a las personas que quieren hacer activismo y dedicarse a
la academia, y tal vez combinar ambas cosas.
KL: Las personas
que han logrado tener un empleo titular en la academia tienen la obligación
moral de hacerlo. Tienen la capacidad y tienen el poder. Las universidades (en
la mayoría de los países) no se desharán de ti por hacerlo, y puedes hacerlo en
tu propia forma, y a tu propio tiempo. Sin embargo, es muy difícil para las
personas que tienen contratos temporarios, debido al tiempo que conlleva ser un
activista y el énfasis en las publicaciones. Irónicamente, aquellos que tienen
contratos temporarios son a veces los más activos.
Hasta existe una
dimensión del activismo por interés propio, especialmente en las ciencias
sociales. Mientras que el público en general normalmente escucha la importancia
y el valor de las investigaciones médicas y de ciencias naturales, y de las
investigaciones de negocios y tecnología, no suelen escuchar muchas alabanzas a
las ciencias sociales. Nosotros debemos ser nuestros propios promotores, y
parte de eso es hacer que nuestro trabajo esté disponible y visible a través
del activismo, especialmente en asuntos de justicia social y equidad. Los
académicos que critican los abusos de poder, los privilegios y el dinero son
blancos fáciles cuando las universidades son desafiadas por los intereses
establecidos (Scholars at Risk 2021). Los académicos críticos, generalmente, y
aquellos en las artes y las ciencias sociales específicamente, necesitan los
aliados que les brinda el activismo.
Adicionalmente,
el activismo tiene valor para el futuro de la academia porque mejora y
enriquece el entendimiento; no hay nada como un diálogo con personas que no
comparten tus ideas para agudizar tu intelecto. Enriquece a la comunidad
académica.
Los académicos
tienen mucho para ofrecer educativamente fuera de la universidad. Entonces,
¿por qué limitar las lecciones/charlas a los estudiantes que lograron tener un
lugar en la universidad? Yo creo que compartir nuestro conocimiento es parte de
nuestro deber cívico. Pero las universidades deberían reconocerlo. Si las
universidades no reconocen al activismo como un servicio público y lo validan,
las personas tampoco lo harán.
RF: Había que
luchar para que las universidades lo reconocieran.
KL: Esa es otra
lucha para las ciencias sociales, dado que ellas frecuentemente tocan temas que
los poderosos preferirían mantener en el silencio. Un académico que me inspiró
fue RH Tawney, un profesor de Oxford a principios del siglo XX, y autor de
libros como La igualdad (1952
[1930]), y Religion and the Rise of
Capitalism (2015 [1926]). Él
solía decir que daba las mismas lecciones a los mineros que las que impartía en
la universidad. Yo creo que eso es posible. Si entiendes algo lo
suficientemente bien, y quieres que la gente lo entienda, puedes explicarlo en
palabras accesibles. Siempre traté de seguir ese lema. Impartí muchas lecciones
públicas a grupos que no tenían educación universitaria.[XII] Uno puede traducir lo académico de forma
que sea más accesible. Y aunque lleva tiempo traducirlo, puedes aprender de la
traducción dado que tendrás un nuevo diálogo sobre tus ideas con aquellos que
están fuera de la academia. Aprenderás nuevo vocabulario, y los dos
vocabularios estarán interpolados, uno enriquecerá al otro.
Debe haber una
valoración seria de lo que publicamos en las universidades y qué tan valioso
es. Compartir tus ideas a través de la comunicación oral y escrita al público
en general es una manera de publicar.
RF: Para los
activistas en general, las personas que quieren cambiar el mundo para bien, ya has
mencionado la necesidad de ser persistente...
KL: Y raros,
porque no le caerás en gracia a la gente.
RF: A la gente le
gusta caer en gracia.
KL: Es lindo caer
en gracia. Pero estar del otro lado, y ser menos que popular, es el precio que
pagas por tu pensamiento crítico. Muchos dramaturgos y artistas se encuentran
en esta posición. Ellos expresan ideas que las personas tienen miedo a
escuchar, pero que son verídicas. No creo que nuestro trabajo como académicos
sea caer en gracia. El precio a pagar por ser académico y ser intelectualmente
independiente es ser un "outsider". A veces serás la novedad del mes,
y otras veces no.
Para mí, la
honestidad y la integridad están en el centro de la academia. Se trata de
investigar verdades incómodas. Como académico, uno debe mantener una distancia
crítica de todas las instituciones de poder, y de las personas de poder. Ese es
nuestro rol en la sociedad, vivir en el límite.
RF: ¿Existe una
tensión en el activismo entre ser amigable y confrontar?
KL: Es posible
confrontar al nivel de las ideas y las instituciones, pero eso no significa que
debes confrontar en un nivel personal. Puede derivar en eso, por supuesto, a
veces sucede. Yo creo firmemente que nunca debiéramos discutir a nivel
personal. Parte de la ética del cuidado es enfrentarse a las injusticias. Si
las personas que sufren injusticias no logren hacerse escuchar; los académicos
pueden ser una voz facilitadora, sin tomar el mando, pero permitiendo y
facilitando. Cuando se desafía a los beneficiarios de estas injusticias, ellos
pueden resistir, como evidencian los recientes intentos del gobierno israelí de
clasificar a las organizaciones civiles de derechos humanos que luchan por los
derechos de los palestinos como "terroristas".
9. Los cuidados y el capitalismo
RF: Y para
finalizar esta entrevista, ¿podrías contarnos un poco qué te motivó a escribir Care and Capitalism (Lynch 2022)?
El libro funciona
en diferentes niveles. Es un intento de desafiar la hegemonía del
neoliberalismo y la resignación política al capitalismo, que es tan dominante.
Yo quería ayudar a desarrollar una manera de pensar fuera de las lógicas y
valores del capitalismo. El punto central del libro es documentar los desafíos
y las posibilidades que implican promover una narrativa guiada por el cuidado y
la justicia social en la vida política y social. En las palabras de Raymond
Williams (2000 [1977]), las relaciones de cuidado son “residuales”; permanecen
afuera y, en su mayor parte, en oposición a la política y cultura partidista.
Debido a que las relaciones afectivas de cuidado no se hayan alineadas e
incorporadas a este status quo, importan como potenciales sitios de
resistencia.
En términos
políticos, este es un buen momento para pensar diferente sobre la política: las
injusticias afectivas, o lo que es conocido como la crisis del cuidado es una
preocupación diaria para cientos de miles de personas alrededor del mundo
(Coffey et al. 2020). Mientras reconocemos el poder del capital, es necesario
movernos fuera del pensamiento capitalocéntrico si vamos a reimaginar nuevos
sitios para movilizarnos por la justicia social. En un nivel teórico, quería
crear un diálogo en el campo de los estudios de la igualdad entre el trabajo de
las académicas feministas y otras teoristas igualitarias, para llamar la
atención sobre la importancia de la justicia relacional y la igualdad afectiva.
También quería mostrar cómo la justicia relacional está profundamente embebida
en las relaciones de la justicia redistributiva que Fraser (2008) ha
documentado tan claramente.
RF: Care and Capitalism tiene un capítulo
dedicado al cuidado de los animales no humanos. ¿Podrías comentarnos un poco
sobre tu preocupación al respecto?
KL: Amo a los
animales, estar con ellos, mirarlos, y hablarles. Los encuentro fascinantes y
hermosos, en igual medida. Para mí, ellos son pura bondad. Me entristece el
especismo de los humanos, y el profundo antropocentrismo de gran parte del
pensamiento académico sobre la justicia social y política. Sé por experiencia
propia que los animales no humanos (los mamíferos específicamente) sufren y
disfrutan la vida de muchas formas similares a las de los humanos. Experimentan
miedo, ansiedad, pérdida, dolor, acompañamiento y cariño. Dado que los humanos
hemos tomado gran parte de sus mundos, tenemos una obligación de cuidado con
ellos. Y ellos merecen ser respetados porque tienen sus propios propósitos, y
sufren al igual que nosotros.
RF: Lo que nos
trae nuevamente a la granja. ¿Aún tienes esa conexión?
KL: Sí, amo y
aprecio la belleza de la naturaleza, los árboles, el pasto, los cercos y las
flores. Amo ver las cosas crecer y permitir a las cosas alrededor mío que
crezcan, ya sean personas, flores, vegetales u otros animales y pájaros.
RF: Lo que es un buen punto para poner fin a nuestra conversación. Muchas gracias.
KL: Por nada.
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*
University College Dublin. Contacto: kathleen.lynch@ucd.ie
** University College Dublin. E-mail: ruben.flores@ucd.ie
La versión en inglés de esta entrevista está disponible en la revista INTERthesis (Brasil) v.20, 2023. Traducción: Paula Romero, traductora independiente.
[I] Muintir Na Tíre era el Movimiento
Cristiano Comunitario. Como otros movimientos cristianos en Europa, fue apoyado
por la iglesia católica a partir de los años treinta. Promovía el bienestar
social, cultural y económico de las personas en las áreas rurales (Riley 1967).
También se trataba de movilizar a las personas en proyectos de desarrollo
comunitario y cooperativas para prevenir el avance del comunismo y el socialismo,
por un lado, y el totalitarismo por otro. Aunque esto último nunca fue
declarado como un propósito, estaba implícito. Sus orígenes ideológicos y
políticos son similares a otros proyectos de desarrollo comunitario y
cooperativos en Europa, como las Cooperativas Mondragón fundadas en la década
del 1950 en la región vasca.
[II] 4 El término irlandés meitheal originariamente se refería a
grupos de personas (generalmente vecinos) que se agrupaban colectivamente para
llevar a cabo una tarea. Sucedía de formas diferentes, pero especialmente donde
el trabajo tenía que hacerse rápido y a mano, y se necesitaba un grupo de
personas para hacerlo. Tareas como guardar el heno en verano, hacer una reserva
de heno para alimentar al ganado en invierno, guardar la turba para hacer
fuego, o cosechar el maíz en otoño y depositarlo en los graneros para el
invierno, generalmente involucraban un meitheal.
[III] Esta es una referencia al poema de James
Oppenheim “Bread and Roses”.
[IV] Bissett (2023) es un buen ejemplo de un
activista académico de la comunidad que documenta críticamente la cuestión de
las viviendas públicas desde adentro.
[V] Máire Nic Ghiolla Phádraig (sociología),
Alpha Connelly (derecho), y yo fuimos las primeras colaboradoras en fundar el
Equality Studies Centre en UCD.
[VI] Para un recuento sobre los antecedentes
intelectuales y el proceso que llevó a la fundación de los Estudios para la
Igualdad, véase Lynch (1995).
[VII] Los nómadas
irlandeses (Irish Travellers) “son una minoría indígena que, de acuerdo a
fuentes históricas, ha sido parte de la sociedad irlandesa por siglos. Su
cultura y estilo de vida, de los cuales el nomadismo es un factor importante,
los distingue de la población sedentaria […] Tanto a nivel individual como a
nivel de grupo, los nómadas irlandeses sufren de un nivel muy elevado de
prejuicio y exclusión dentro de la sociedad irlandesa.” Irish Traveller Movement,
https://itmtrav.ie/what-is-itm/irish-travellers/
[VIII] "El 22 de mayo de 2015, se llevó a cabo un referéndum en Irlanda para modificar la Constitución con respecto a la legalización del matrimonio entre personas del mismo sexo. 62.07% del electorado votó a favor de la modificación." Con este referéndum, Irlanda se convirtió en "el primer país en el mundo en aprobar el matrimonio entre personas del mismo sexo a través del voto popular.” Same Sex Marriage 2015. RTÉ Archives. https://www.rte.ie/archives/2018/0628/973935-marriage-equality-in-ireland/
[IX] Los documentos de divulgación que
escribimos para el National Economic and Social Forum (Foro Nacional Económico
y Social) sobre el significado de la igualdad fueron ampliamente diseminados a
lo largo del país. Habíamos incluido la idea de igualdad afectiva en esos
documentos, la idea de que la igualdad en el dar y recibir amor, cuidados y
solidaridad importaba. Nuestro libro Affective
Equality (Lynch et al. 2016) fue muy bien recibido y fue nominado como uno
de los libros del año por el Irish Times.
[X] Susanne Soederberg (2014) ha expresado
muy bien esta idea, mientras que Shoshana Zuboff (2019) también trata el tema.
[XI] Esta es una
referencia al referéndum sobre la regulación de la interrupción del embarazo,
de mayo del 2018.
[XII] En
tales eventos fue que di una plática sobre Igualdad
afectiva, en el condado de Mayo en 2012, cuando se estaba sintiendo
fuertemente el impacto de la crisis financiera. La charla era sobre cómo la
emigración es una injusticia basada en el cuidado, un ejemplo de la desigualdad
afectiva. La sala estaba llena. Las personas sabían exactamente de qué estaba
hablando, dado que el oeste de Irlanda ha sentido la pérdida de la emigración a
través de las generaciones; la sintieron nuevamente luego de la crisis
financiera del 2008, cuando comenzó a incrementar la emigración. Yo estaba
refiriéndome a la experiencia de una nueva manera orientada hacia la justicia
social.