Estudios Lésbicos en Argentina:

¿Un campo de estudio en desarrollo o una disciplina ausente?

Un estado de la cuestión

Cecilia Magdalena Malnis*

Resumen

El artículo revisa el estado actual de un campo de investigación que puede definirse como los “Estudios Lésbicos” en Argentina. A través de un análisis documental, se evidencia cómo la historia política de las lesbianas ha sido tratada de manera marginal dentro de la academia, conformando un corpus significativamente menor en comparación con la cantidad de estudios dedicados al colectivo LGBTTTQ en general y al movimiento feminista (a menudo abordado desde enfoques heterosexistas). En este sentido, se resalta el papel crucial de las activistas lesbianas y bisexuales, quienes han explorado la temática desde diversas perspectivas, utilizando su propia experiencia como base para reflexiones teóricas más amplias.

El artículo también analiza las primeras apariciones de las lesbianas en la academia, donde inicialmente no fueron ellas quienes hablaron, sino que fueron representadas por otros, desde perspectivas que las asociaban con la desviación, la patología y el crimen. Este enfoque contrasta con una tendencia más reciente en la que las lesbianas han comenzado a tener una voz directa dentro del ámbito académico.

 

Palabras clave: antecedentes - lesbianismo - estudios feministas - academia – activismo

 

Lesbian Studies in Argentina:

A Developing Field of Study or an Absent Discipline?

The state of the art.

Abstract

This article reviews the current state of a field of study that can be defined as “Lesbian Studies” in Argentina. Through a documentary analysis, it highlights how the political history of lesbians has been marginally addressed in the academy, forming a significantly smaller body of data compared to the volume of studies based on the LGBTTTQ community in general, and on the feminist movement which is often dealt with a heterosexist perspective. The paper emphasizes the crucial role of lesbian activists, who have explored the topic from various perspectives, using their own experiences as a foundation for broader theoretical reflections. This research also examines the early appearances of lesbians in academic circles, as objects of study often associated to a pathology, and crime instead of being participating as lecturers. This approach contrasts with a more recent trend in which lesbians have begun to have a direct voice within academic spaces.

 

Keywords: state of the art - lesbianism - Feminist Studies - academy – activism

 

El lesbianismo en la academia argentina: la sentencia al margen, la condena a la escasez, los antecedentes del delito y la apelación para aparecer

El artículo explora el estado de la cuestión sobre los abordajes que se han hecho al estudio de las lesbianas como sujeto sociológico en Argentina, en especial, a su historia política como grupo interviniente tanto dentro de los feminismos como en el colectivo LGBTTTQ. Los antecedentes incluyen desde textos académicos con perspectivas abiertamente discriminatorias y patologizantes, hasta investigaciones realizadas con enfoque de género pero que no logran diferenciar la experiencia específica de las lesbianas de la de otros grupos oprimidos, como mujeres o varones gays. También se incluyen estudios feministas que resaltan la relevancia y particularidad de este colectivo en la historia, la política, el arte y la literatura.

Una primera revisión de la bibliografía revela dos observaciones iniciales. En principio, que el lesbianismo y/o el grupo social de las lesbianas han sido poco estudiados desde la academia comparado con el volumen de trabajos que abordan al movimiento feminista (desde presupuestos heterosexistas) y al colectivo LGBTTTQ en general[I]. En segundo lugar, encontré que los trabajos que dicen ocuparse de este grupo en Argentina son, en realidad, estudios de experiencias locales ocurridas mayormente en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires o en el Área Metropolitana de Buenos Aires.

Dado que esta revisión documental fue parte de una investigación doctoral centrada en reconstruir las historias del activismo lésbico en diversas provincias de Argentina entre 1969 y 2012[II], este artículo ofrecerá algunas claves de lectura derivadas de dicho estudio. Mi propuesta doctoral (Malnis, 2024), basada en la constatación de que las lesbianas son un “sujeto esquivo” y en ocasiones ignorado por la academia, se enfocó en reexaminar este periodo a través de una relectura llamativa (Molloy, 2002) en su doble sentido de “notable, escandalosa si se quiere, y a la vez eficazmente interpeladora; una relectura no tanto para rescatar textos olvidados o ‛mal leídos’ (…), sino para fisurar lecturas establecidas” (: 166). Este enfoque de lectura buscó visibilizar la existencia lesbiana en las narrativas activistas y también históricas del feminismo y del movimiento LGBTTTQ para así destacar, por ejemplo, la participación fundamental de la poeta lesbiana Hilda Rais en la Comisión Pro Reforma de la Ley de Patria Potestad (1979-1981), de Safina Newbery en la creación de la Comisión por el Derecho al Aborto en 1988, o de los grupos Lesbianas a la Vista y Mujeres de la CHA en la lucha por la derogación de los edictos policiales.

La denuncia que Adrienne Rich realizó hace más de cuarenta años, señalando cómo las lesbianas han sido “[privadas] históricamente de existencia política, 'incluyéndolas' como versiones femeninas de la homosexualidad masculina” (1980:14), sigue siendo inquietante, especialmente si consideramos que el movimiento feminista tampoco ha reconocido el gran aporte que hicieron las lesbianas al mismo, asimilándolas como “mujeres” a un movimiento que se presupone heterosexual. Por ello, estudiar la historia política de las lesbianas en Argentina exige la construcción de una genealogía que recoja fragmentos y relatos poco difundidos o contados a sottovoce, al tiempo que demanda una lectura crítica que desafíe las interpretaciones de archivos y relatos establecidos, donde la presencia lesbiana ha sido silenciada. Esta tarea implica, fundamentalmente, un trabajo de excavación, en línea con la metáfora propuesta por Walter Benjamín (2013); es decir, una aproximación al pasado presentada como la alegoría de alguien que esparce y revuelve la tierra para que esos relatos e imágenes del pasado, “arrancadas de todos sus contextos anteriores, [aparezcan] como objetos de valor en los aposentos sobrios de nuestra comprensión tardía” (Benjamín, 2013:119).

Un concepto útil para empezar a preguntarnos por qué las lesbianas no han recibido tanta atención en la academia es el propuesto por el sociólogo Mario Pecheny: la discreción. Según Pecheny (2005), esta idea se refiere a la tendencia de las identidades no heterosexuales a fragmentarse y mostrarse de forma discontinua, con el “secreto” como característica central[III]. Esto implica un cierto (auto)ocultamiento o “actuación discreta” que, según el autor, permite a gays y lesbianas protegerse de las miradas sancionadoras, reservando o compartiendo información personal de manera estratégica. Este aporte permite entender la importancia que le asignaron los movimientos LGBTTTQ a la visibilidad, que “echa por tierra el lugar de la discreción tradicionalmente atribuido a los homosexuales” (Pecheny, 2001:25). Las Marchas del Orgullo que se realizan en Argentina desde 1992 –en principio, sólo en la Ciudad de Buenos Aires– han tenido un papel central en ese sentido porque son fundamentalmente marchas por la visibilización en las que se puede reconocer, a través de la “presencia de la máscara y la ornamentación en los discursos y acciones de los movimientos GLTTB, las marcas de saberes sociales previos a la constitución de los movimientos y sentidos del obrar colectivo” (Figari y Ponce, 1999:8). Es decir, según el autor, de trazarse un arco temporal, primero vendría la experiencia de la diferencia, el silencio y el secretismo, y luego la politización de lo que se muestra, de la visibilidad.

Aunque el aporte anterior resulta fundamental, a partir de mi tesis doctoral (Malnis, 2024) planteo la idea de que las lesbianas no experimentaron la “discreción” como un requisito ineludible. Ser lesbiana constituye una identidad que tiende a generar menos suspicacias que la homosexualidad masculina, debido a la marcada negación cultural que impera en este ámbito. Mientras el estudio de Pecheny sugiere que los gays recurren a la discreción para evitar sanciones sociales, mi investigación muestra que este no es necesariamente el caso para las lesbianas en Argentina. Aquí, la discreción no sería una estrategia que ellas adoptan activamente, sino más bien una interpretación externa: cuando una lesbiana no presenta una performatividad de género masculina, se la percibe simplemente como “mujer”.

El famoso ensayo de Adrienne Rich, Heterosexualidad obligatoria y existencia lesbiana (1980), da cuenta de la problemática anterior. A partir del concepto de “continuum lesbiano”, Rich sugiere que el lesbianismo abarca un amplio espectro de experiencias femeninas no solo a lo largo de sus vidas, sino también a lo largo de la historia. Este espacio de relaciones entre mujeres va más allá de lo meramente erótico o sexoafectivo, abarcando “formas de intensidad primaria entre dos o más mujeres, incluido el compartir una vida interior más rica, la solidaridad contra la tiranía masculina, el dar y el recibir apoyo práctico y político” (Rich, 1980:13). La pensadora norteamericana destaca cómo la cultura es más permisiva con las formas de cercanía afectiva entre mujeres (mientras penaliza estos mismos comportamientos entre varones) y no sospecha de una relación sexual o romántica en, por ejemplo, las amistades íntimas y apasionadas de las niñas de nueve años, ni en el agrupamiento de mujeres entre los siglos XII y XV (conocidas como beguinas), que compartían hogares (op. cit.:16). La propuesta de Rich es reveladora porque su análisis ilumina las interrupciones y discontinuidades en la historia del lesbianismo, subrayando que las lesbianas no siempre son visibles a quienes las observan.

El lesbianismo y, al mismo tiempo, las estrategias de las que se vale la cultura dominante para rechazarlo –el tabú, la censura, el silencio, la clandestinidad de los registros de las existencias lesbianas, entre otros– son manifestaciones de un conflicto social latente. Abordar las historias y las intervenciones lésbicas en la cultura implica desenterrar lo que la cultura hegemónica ha ocultado: en algunos casos, por no considerarlo adecuado éticamente y, en otros, por no considerarlo siquiera visible o problemático. En este sentido, propongo que la falta de atención hacia las lesbianas como sujetos de estudio también está relacionada con un sesgo heterosexista presente en ciertos enfoques feministas. Esto impide a quienes investigan al movimiento feminista entender la presencia de las lesbianas no como un “añadido”, sino como una alteridad política con su propia tradición dentro del feminismo, la cual ha sido, a su vez, fundamental para el mismo. En este sentido, Sylvia Molloy, en La flexión de género (2002), señaló que el “no querer saber” que caracteriza cierto tipo de lectura –que para la autora es representativa de Hispanoamérica y de los textos que componen la llamada cultura nacional– busca principalmente desplazar las cuestiones de género, en particular aquellas que “[hacen] visibles sexualidades que ponen en crisis las representaciones convencionales de género” (163-164). Estas experiencias, aunque representadas, son oscurecidas; las lecturas que se hacen de ellas, así como las interrupciones de sentido que generan, adoptan la forma de “omisiones”, lo que pone de manifiesto un conflicto social, como indicó Raymond Williams (2000).

Para mi propuesta en este artículo, empleo el concepto de discreción trabajado por Pecheny (2005), en su sentido vinculado a la discontinuidad que provoca; es decir, una fragmentación derivada de la alternancia entre visibilidad e invisibilidad, o la interrupción de la presencia por la ausencia. De esta manera, la discreción también afecta a las narrativas, historias y genealogías de las lesbianas, cuya presencia pública a menudo requiere ser “leída entre líneas”. Como ya establecí, considero que la interrupción en sus historias, así como ciertos vacíos, están propiciados no por la falta de información en sí, sino por los modos de lectura, como sugirió Arnés (2016) respecto a las ficciones lesbianas.

Hacia una genealogía de los “Estudios lésbicos” en Argentina

Si bien el activismo lésbico en Argentina no ha dejado de crecer y transformarse desde principios de los años ochenta, alimentando al movimiento y al pensamiento feminista y LGBTTTQ, no existen muchos trabajos en Argentina que lo estudien. A diferencia de lo que ocurrió en Estados Unidos a partir de los setenta –cuando una corriente crítica dentro de la academia llamada Lesbian Studies tomó como objeto de estudio las existencias lesbianas para practicar, inicialmente, cierto revisionismo en la historia y la literatura– en Argentina no se consolidó un campo de estudios lésbicos legitimados; aunque sí hubo académicas que, insertas en diferentes disciplinas, tomaron el tema del lesbianismo para desarrollar líneas de investigación específicas que, incluso hoy, continúan. Estas investigaciones se centran en diferentes problemáticas: algunas estudian el modo en que la literatura médica o jurídica empezó a representar a las lesbianas durante el siglo XX en Argentina; otras abordan a las lesbianas como parte del colectivo LGBTTTQ, sin preguntarse por su especificidad en tanto grupo social; también hay investigaciones que se han preguntado específicamente por el activismo de las lesbianas dentro del movimiento feminista o de los llamados “espacios de mujeres”. Sugiero que es particularmente este último grupo de trabajos el que podría considerarse como originando una tradición similar a la de los Lesbian Studies en Estados Unidos.

En este apartado, propongo explorar diversas reflexiones sobre el lesbianismo o lo que podríamos denominar “lo lesbiano,” basadas principalmente en estudios académicos realizados en universidades y organismos científicos nacionales. No obstante, es importante subrayar que también existe una gran cantidad de material que ha sido generado fuera de estas instituciones, o en la estrecha interrelación entre activismo y academia. Numerosas investigadoras lesbianas, bisexuales y queer han considerado históricamente a la academia como un “territorio de intervención política” (Richard, 2011), entendiendo la academia no solo como una institución, sino también como un topos, un espacio de posicionamiento dentro de la producción de conocimientos. Desde los setenta, pero más fuertemente desde el retorno de la democracia en 1983, muchas lesbianas y colectivos lésbicos comenzaron a traducir y producir teoría feminista y lésbica como parte de su activismo. Estos colectivos también crearon sus propios circuitos editoriales independientes y publicaron sus trabajos en plataformas como Hipólita Ediciones, Ají de Pollo, La Mondonga Dark y Bocavulvaria Ediciones, entre otras. Además, compartieron sus producciones a través de revistas, fanzines y blogs. Por otro lado, existe una considerable producción en el ámbito periodístico, con numerosos artículos y entrevistas publicadas en medios de comunicación. Entre estos, destaca el suplemento Soy de Página12, dedicado a la comunidad LGBTTTQ, la cultura, los derechos humanos y la sexualidad. Activistas lesbianas como Mónica Santino, Adriana Carrasco, Ilse Fuskova, Paula Jiménez España, Canela Gravila, Noe Gall, Marta Dillon, marian pessah, el Colectivo Cruzadas (Tucumán) y el grupo Malas como las Arañas (La Plata), entre otras, han contribuido con sus escritos a este suplemento.

Lo anterior es significativo, ya que refleja cómo las lesbianas han sido creadoras de sus propias auto-representaciones y contra-representaciones, desafiando el discurso hegemónico de la academia del siglo pasado que presentaba imágenes negativas del lesbianismo o estereotipos poco representativos en los medios de comunicación tradicionales.

Ahora sí, un estado de la cuestión. Dentro de los antecedentes, encuentro una primera línea de investigación importante que estudió las representaciones del lesbianismo. Laura Arnés (2016) –reflexionando acerca de la literatura y los afectos en la cultura argentina del siglo XX y XXI– propone el término ficciones lesbianas y lleva adelante un trabajo sobre los modos de leer y de ver las representaciones de aquellos elementos y narrativas que tendemos a sentir como despojados de toda historia. Con un objeto de estudio centrado en la literatura argentina del siglo XX y XXI, la autora, sin decirlo de ese modo, produce un archivo, problematiza la categoría de “genealogía” y demuestra que la omisión de lo lésbico no está producida ni legitimada por los textos en sí, sino por las lecturas que en determinados contextos generan ausencias. Es decir, el problema de investigación está atravesado por la pregunta acerca de la política de la voz: por un lado, qué se puede decir, en boca de quién y qué legitima. Por el otro lado, qué cosas o qué posiciones subjetivas –aun diciéndose– escapan a la representación, haciendo de la fuga, el secreto, el hiato o la invisibilidad una estrategia privilegiada de aparición[IV]. Además, es interesante el planteo teórico por el cual Arnés no conceptualiza a la lesbiana como una identidad, sino como un locus de significados y sentidos; no se trata de un objeto categorizado ni regulador, sino una posición capaz de trastocar lo previsible (que es, en el fondo, estudiar en las ficciones lesbianas su función política). En este momento Arnés continúa pensando junto a otres investigadores los modos en que se configuran los deseos, el conocimiento y la voz disidente o lésbica en autoras de la primera mitad del siglo XX (Arnés y Saxe, 2019; Arnés, De Leone y Punte, 2020).

Otros trabajos sobre lesbianismo y sus representaciones pueden encontrarse en el libro Escenas lesbianas. Tiempos, voces y afectos disidentes (Arnés y Saxe, 2019), que contiene aportes de diferentes autores. Este libro estudia los modos de aparecer en la cultura que tienen las lesbianas, en deuda con la propuesta de Arnés sobre los regímenes de visibilidad y la falta como una condición de acceso a la representación. En este libro se hace presente la voz en primera persona de la activista y docente Romina García Hermelo (“Lesbianas como alienígenas de la trama escolar: cuando ciertos silencios alimentan prejuicios”) y de val flores, quien en “Vivir en diferido. El fracaso lésbico del tiempo” problematiza cuestiones referidas a las temporalidades, a la inscripción de la primera persona, al silencio como una política de (i)representación, y traza también un recorrido político y subjetivo sobre su propia historia. También se encuentra la tesina de grado de Agustina Noceti (2018, Universidad de Buenos Aires) que estudia la experiencia de auto-representación lesbiana en los quince números de la revista Fulanas (2000-2001) desde la perspectiva de los Estudios Culturales y con perspectiva de género. Este trabajo indaga sobre ciertas construcciones ideológicas y de sentido propuestas por una corriente del activismo lésbico en Argentina a partir del material hemerográfico producido en el marco del activismo del grupo La Fulana.

Otra línea de investigación fundamental es aquella que estudió el cruce entre activismo lésbico y arte que –en algunos casos– se presenta como otra forma de abordar las representaciones. Los trabajos de María Laura Rosa (2014, 2017, 2018), Laura Gutiérrez y val flores (2017) y Laura Gutiérrez (2019, 2021), articulan feminismo y lesbianismo con arte/performance para pensarlos desde sus intersecciones, desbordes y reconfiguraciones mutuas, especialmente en el espacio público. Rosa fue una pionera en Argentina con estos temas; en particular me interesa el estudio que hizo de la fotografía de Alicia D’Amico en el que profundizó sobre la visibilidad lésbica y el papel que cumplió la fotografía en generar auto-representaciones políticas, convertidas –según sostiene la autora– en una especie de práctica de concienciación. Además, su trabajo sobre la figura de Ilse Fuskova –abordada en un capítulo de su libro Legados de Libertad (2014)– es clave en tanto toma las particularidades que adquiere la visibilidad del lesbianismo en la incipiente democracia de los ochenta y el papel re-subjetivante que ocupó el arte para posicionar en la esfera pública a los cuerpos lésbicos.

Gutiérrez y flores (2017), por otro lado, muestran la alianza particular que se estableció entre lesbianas y movimientos por los Derechos Humanos a partir de la experiencia artística-performática del grupo Lesbianas en la Resistencia durante los años 1995-1997. Su trabajo destaca entre otros (Kornblit et al., 1998; Bellucci, 2010; Pecoraro, de Grazia, Maffia et al., 2016) que estudiaron los aportes de los movimientos de DD.HH. a la construcción de una nueva escena política de discusión democrática para el colectivo LGBTTTQ, pero que no atendieron a la especificidad de esa articulación para las lesbianas.

El libro Imágenes de lo posible. Una genealogía de intervenciones lésbicas y feministas en Argentina (1986-2013) (2021) de Laura Gutiérrez representa una investigación profunda y exhaustiva acerca de las intervenciones artísticas realizadas por grupos lésbicos y feministas en diversas partes de Argentina. Estos grupos utilizaron el espacio público como un terreno político esencial para desafiar la invisibilidad a la que a menudo se condena a las lesbianas en la sociedad. Gutiérrez explora el concepto de topofobia (acuñado por Preciado en 2008), que describe una representación particular de la lesbiana como radicalmente anti-cartográfica. Esta noción se asemeja a la hipótesis propuesta por Arnés (2016) acerca de la invisibilidad como estrategia de aparición privilegiada de las figuraciones lesbianas. No obstante, mientras que Gutiérrez aboga por interrumpir la topofobia para permitir que la lesbiana sea legible, Arnés enfoca su trabajo en cuestionar los modos de lectura como la raíz del problema de la (in)visibilidad. El libro de Gutiérrez es un antecedente fundamental que nutre los “Estudios Lésbicos” en nuestro país, pues interpela a algunos colectivos lésbicos desde preguntas que relacionan la estética con la política, trazando una genealogía discontinua o, como también la denomina la autora, a-crono-lógica. Su aporte más importante, quizás, es la insistencia en visibilizar la presencia de las lesbianas en los feminismos locales, tendencia poco adoptada por una masa mayoritaria de trabajos adscriptos a los Estudios Feministas.

En esta línea de investigación que une activismo lésbico y arte, cabe mencionar también los trabajos de Anahí Mallol, Andy Nachón y Paula Jiménez España compilados en el tomo En la intemperie. Poéticas de la fragilidad y la revuelta (2020, Coord. Arnés, De Leone y Punte) de la Historia Feminista de la Literatura Argentina. Estos abordan la literatura no sólo como texto, sino como con-texto, como terreno de sociabilización para lesbianas: se centran en los talleres, ciclos de lectura, festivales y en la experiencia colectiva de publicación de antologías feministas y lésbicas. La primera autora –pensando a los colectivos de arte y poesía “Belleza y Felicidad” y “Zapatos Rojos”, en los que la disidencia sexo-genérica era un factor central de sociabilidad y de creación poética y artística– propone un uso interesante del concepto performance, como una obra que toma valor en su construcción, en el proceso y en su carácter efímero, y no necesariamente en su conclusión o terminación. Esto es importante para cualquier trabajo que se proponga estudiar a los activismos lésbicos, pues estos se nutrieron en numerosas ocasiones de esa herramienta de intervención política para poner en relieve al cuerpo sexuado en el hecho artístico. El artículo de Nachón, por otro lado, toma prestado de María Moreno el concepto de nombraderal para referirse a cierta genealogía de feministas y disidencias sexuales, y así contar la experiencia concreta de haber participado en una antología feminista y lesbiana titulada: Agua de beber (una extraña antología) (2002). Las alianzas intergeneracionales y la “urdimbre vinculante” entre las participantes que aborda Nachón, sugiero que son dos elementos modeladores y constitutivos de los colectivos lésbicos tal como fueron apareciendo en Argentina en experiencias concretas (tal como quedó demostrado en mi tesis doctoral). Finalmente, Jiménez España busca trazar una suerte de historia de los ciclos literarios feministas porteños, entre los cuales cobran particular importancia los círculos de lectura lésbicos –espacios de sociabilidad, de construcción subjetiva, política y poética. Algunos de ellos fueron: el sótano de Martha Ferro (que también analiza val flores en el libro El sótano de San Telmo (2015); los talleres literarios que dictaba la poeta Diana Bellessi en la casa cultural del grupo Las Lunas y las Otras –lesbianas feministas separatistas[V]– (1991), así como el tráfico de textos feministas y lésbicos que propició; el ciclo “Viernes Mágicos”, organizado por Mónica D’Uva en esa misma casa lesbofeminista (1995); el grupo Les Arts (2005-2006) y su proyecto de generar cambios culturales y en los discursos hegemónicos a través de la estética; el ciclo de poesía y performatividad llamado “Cuerpo extraño” (2005), que se realizaba en el espacio Militancia Homo; los ciclos de arte organizados en Casa Brandon, especialmente “La Rueda Lésbica” (2016-actualidad), entre otros.

De los trabajos de Mallol, Nachón y Jiménez España me interesa además destacar la idea de que la relación entre activismo lésbico y literatura –entendidos como espacios de sociabilización y de intervención política-cultural– fue y es una relación estrecha, de permeabilidad, superposición y de mutua conformación. A partir de estos trabajos, se puede recuperar una serie de textos que conformaron las lecturas de las lesbianas en los ochenta, noventa y principios de los dos mil y, por lo tanto, que eran parte de sus experiencias. Me refiero a textos como: Monte de Venus (1976) y El cielo dividido (1996) de Reina Roffé; En breve cárcel de Sylvia Molloy (1982); Lo impenetrable (1984) de Griselda Gambaro; Eroica (1988) de Diana Bellessi; El affair Skeffington (1992) de María Moreno; No es amor (2009) de Patricia Kolesnicov; La pasajera de arena (1992), Inferno (1999), Como mil flores (2007) de Macky Corbalán; Queerland (2010) de Gabby de Cicco; Las aventuras de la China Iron (2017) de Gabriela Cabezón Cámara, entre otros. Y esto, además, interesa porque la producción literaria también es un terreno de intervención política y un modelizador subjetivo si se piensa en términos de tecnología de género (de Lauretis, 2000). El activismo lésbico ha dejado mucho material que se encuentra en un cruce entre teoría-activismo-literatura. Como ejemplo de lo anterior puedo mencionar los Cuadernos de Existencia Lesbiana (1987-1996), la revista Tet-a-tet (1994), el boletín La sociedad de las extrañas (2004-2007), la revista Baruyera. Una tromba lesbiana feminista (2007-2009), entre otras publicaciones.

Como destaqué en mi investigación doctoral (Malnis, 2024), las revistas con temáticas lésbicas y feministas desempeñaron un papel de gran relevancia en el movimiento activista ya que dieron origen a una comunidad de lectoras que, en lugar de mantenerse pasivas, comenzaron a enriquecer el debate público en torno a las “cuestiones de género”. Estas revistas no solo aceptaban, sino que en muchos casos alentaban la contribución de material por parte del público, lo que llevó a que las lectoras se convirtieran en autoras, aumentando así el número de voces lesbianas y bisexuales que se atrevían a compartir sus experiencias en primera persona. Además, como destacó la investigadora argentina Paula Torricella, las revistas tuvieron una función política para nada despreciable: contribuyeron al trabajo de visibilización de las lesbianas. En palabras de esta autora:

Una revista en papel permite la lectura en ámbitos públicos y funciona como herramienta para la visibilización. No sólo revela cierto compromiso político en el momento de ser leída, cuando se la sostiene en un bar o cuando se la guarda en algún lugar dentro de la propia casa. Sino también en el momento de hacerla y ponerla en circulación (pensemos en la cantidad de personas involucradas en el proceso de redacción, edición, impresión, distribución y promoción de la misma). (2020:7-8)

Una tercera línea de investigación que incluye una preocupación por las lesbianas es la proveniente de las Ciencias Sociales, que ahondó en la correlación entre deseo, sexualidad, identidad y visibilidad –Figari y Ponce (1999), Figari et al. (2005), Meccia (2006), Pecheny et al. (2008), Rapisardi (2008), Moreno (2008). Sin embargo, no son trabajos que estudien específicamente a la población de lesbianas, sino que de forma más amplia abordaron al colectivo LGBTTTQ o a varios grupos que lo componen. También varies autores llegaron a interesarse por la cuestión de la ciudadanía en el cruce particular entre sexualidad y políticas públicas (Bellucci y Rapisardi, 1999; Pecheny, 2005; Pecheny, Figari y Jones, 2008; Pecheny y de la Dehesa, 2011; Hiller, 2008, 2011, 2012; Barrancos, 2014). Esta línea de investigación no tomó gran relevancia en los estudios sobre homosexualidad y lesbianismo sino hasta fines de los años noventa, y fue creciendo, especialmente, después de los debates sobre la aprobación de la ley 26.618 de Matrimonio Igualitario (2010). Ya para esos años –y sumadas la ley de Identidad de Género (2012) y la ley de Fertilización Asistida (2013)– algunas investigaciones se interesaron por el tema del reconocimiento legal de las parejas del mismo sexo (Ají de Pollo, 2007; Hiller 2009, 2010, 2017; Tabbush et al., 2016).

A partir de la sanción de las leyes anteriores, también entraron en el debate académico los temas relativos a las maternidades lésbicas y las formas alternativas de generar vínculos afectivos en las comunidades de lesbianas, como muestran los trabajos de: Lewin (1993), Butler et al. (2007), Bacin y Gemetro (2011), Libson (2012, 2013), Tarducci (2014), Lacombe (2016), Schwarz (2016) y Trupa (2017, 2018). Trabajos provenientes de lo que hoy llamamos norte global, como el de Weston (2003) y Butler (2004), fueron pioneros en el estudio de la amistad como un lazo duradero que en las comunidades LGBTTTQ funciona como una red de parentesco que puede llegar a sustituir a los lazos sanguíneos. En Latinoamérica, investigadoras como Mogrovejo et al. (2009), Cano (2015, 2021, 2022) y Mogrovejo (2017) continuaron esa línea de investigación.

En este punto, quiero traer a los antecedentes también textos que pusieron en contacto reflexiones “lesbo-feministas” con el género testimonial y/o autobiográfico: Rais (1984), Fuskova, Schmid y Marek (1994), Mogrovejo (2001), Espinosa Miñoso (2007), flores (2005, 2010a, 2010b, 2017, 2021), Torricella (2012), Mines et al. (2013), Tron y flores (2013), Cano (2015). La mayoría se encuentran en publicaciones generadas dentro del activismo, como en las revistas/fanzines Codo a Codo (1986-1989), Cuadernos de existencia lesbiana (1987-1996), Fulanas (2000-2001), La sociedad de las extrañas, (2004-2007), Baruyera (2007-2009), Tératos (2006). Esos textos producidos por activistas encontraron un circuito de distribución y consumo dentro de espacios lésbicos y feministas, aportando a la generación de referencias positivas para las lesbianas. Como sugerí en mi tesis doctoral (Malnis, 2024), la distribución de este tipo de revistas y fanzines, así como la presentación de libros pensados específicamente para ser compartidos con lesbianas, jugaron un papel fundamental en tanto se convirtieron en matrices esenciales de un “folklore lésbico” que estableció una tradición de encuentros políticos permeados por prácticas artísticas y culturales. Además, desempeñaron un papel crucial en la creación de una “comunidad de lectoras lesbianas” (como señalé arriba).

Pero mucho antes de eso, en Argentina las lesbianas hicieron sus primeras apariciones en los textos académicos dentro de la literatura médica y jurídica. Estas disciplinas fueron las primeras en representar al lesbianismo y a la homosexualidad, homologándolos directamente con la perversión, la desviación y el delito. En este sentido, el cruce entre cuerpo, poder, discursos e instituciones abrió una línea de trabajos que estudiaron la relación erótica entre mujeres como una herida y amenaza a la salud social de la nación, fundada en el lazo familiar[VI] (Salessi, 1995; Bazán, 2004; Felitti, 2006; Benavente y Gentile, 2013). El artículo de Ramaccioti y Valobra (2008) es quizás el más completo a la hora rastrear las representaciones provenientes de la institución médica. Allí, las autoras señalan que de la terminología utilizada en la Argentina de los años cuarenta y cincuenta para referirse a las relaciones sexuales y eróticas entre mujeres, las de uso más extendido fueron: tribadismo, safismo y homosexualidad femenina. A partir de la propuesta político-conceptual de Audre Lorde que sugiere pensar a lo erótico como una forma de poder, estas autoras mostraron el carácter subversivo del lesbianismo expresado en los actos más cotidianos, como son el rechazo a la maternidad, la cercanía e intimidad que se establece entre amigas mujeres y el cuidado mutuo, entre otros. Evidentemente, estos temas reaparecen y son reconceptualizados en la investigación que da cuerpo a esta tesis.

Figari y Gemetro (2009) también profundizaron en esa línea de investigación y mostraron que entre los años 1930 y 1976, a partir de la relación entre el Estado y la medicina, las intervenciones excedían a la clínica, promoviendo sanciones morales y legales que las lesbianas tanto internalizaron como resistieron. Tomando como corpus de análisis algunos testimonios de lesbianas cuyas experiencias transcurrieron entre 1930 y 1976, Figari y Gemetro insisten en que las lesbianas se veían interpeladas por la ley y la medicina de tres modos diferentes: por un lado, estaban aquellas que se reconocían en el síntoma médico y aceptaban hacer tratamientos de conversión y psiquiátricos; había otras que evadían su deseo, conformando relaciones heterosexuales. Finalmente, estaban aquellas que “en la clandestinidad, desarrollaban experiencias colectivas de resistencia y de encuentro común compartiendo vivencias con otras percibidas como iguales (aun cuando no desarrollaran identidades específicas)” (Figari y Gemetro, 2009:39). Es decir que, si bien las políticas represivas no anularon al lesbianismo como una práctica sexual, sí contribuyeron “a la disociación entre sexo y afecto, al aumento de riesgo de enfermedades de transmisión sexual, a la violencia” (Pecheny, 2001:42). Como indica también el trabajo de Sardá y Hernando (2001), esa violencia era distribuida desigualmente entre clases sociales: mientras que a les burgueses se les toleraban ciertos comportamientos vistos como “excentricidades”, las clases bajas sufrían mayor acoso en el espacio público.

La dificultad de trazar genealogías reaparece en el periodo anterior a la recuperación de la democracia en 1983 como consecuencia de las persecuciones policiales y de las razzias llevadas adelante contra la comunidad homosexual y travesti. Esto convierte en una notable excepción al libro de Sardá y Hernando (2020 [2001]), No soy un bombero, pero tampoco ando con puntillas, que recoge historias de vida de trece lesbianas de Buenos  Aires entre 1930 y 1976[VII]. En él se transmite el temor de quienes se animaron a romper el silencio y contar su historia antes de que existieran siquiera los conceptos de visibilidad lésbica y orgullo –miedo que quedó manifestado en el uso de pseudónimos.

En No soy un bombero… se hacen muy presentes las palabras “entendidas” y “better”. Según las autoras eran eufemismos muy usados a mediados del siglo pasado en Argentina, cuando todavía “la palabra ‘lesbiana’ no [aparecía] como término válido” para autoidentificarse (op. cit.:150). Además de la expresión “better”, también se usaba “parson” o “affair” (en francés) para referirse a que alguien era gay o lesbiana delante de personas que no eran del círculo (Sardá y Hernando, 2020; flores, 2015). Como explican Sardá y Hernando, el lugar de mayor sociabilización para lesbianas en los cuarenta y cincuenta eran las llamadas parties: fiestas cerradas en casas particulares que funcionaban como una especie de “evento iniciático” (Sardá y Hernando, 2020:233). El coqueteo, la seducción, los juegos de roles, así como la amistad eran muy importantes porque derribaban la idea de que eran “únicas en el mundo” o que “estaban solas”, al tiempo que desmontaban la idea de que eran “enfermas” o “perversas”. Frente al rechazo de las lesbianas a usar la palabra homosexual –porque remitía directamente al discurso médico y porque no contenía “toda la experiencia que significaba el deseo entre mujeres” (Figari y Gemetro, 2009:41)–, Sardá y Hernando proponen la hipótesis de que el uso de otros idiomas implicaba asumir la extranjería y la otredad impuesta al deseo lésbico, al tiempo que exhibía una “marca posible para denotar la diferencia” (2020:227). Esta hipótesis sirvió para los desarrollos de mi tesis doctoral (Malnis, 2024); en particular, para pensar en la tradición que tienen también palabras como lesbiana, torta y chonga en la Argentina, y en la reapropiación de la injuria –en términos generales– como una reterritorialización del lenguaje en la experiencia y la auto-representación de cierta posición política y/o identitaria. En este punto, el trabajo de Figari y Gemetro antes mencionado dialoga con el de Sardá y Hernando pues ambos problematizaron el tema de la auto-representación de las lesbianas. Según el primer par de autores, las denominaciones presentadas anteriormente no constituyeron necesariamente una identidad –como sí ocurrió posteriormente en la década del ochenta–, sino que más bien “situaban las experiencias de estas mujeres en términos de participación en prácticas y estilos concretos y en relación a status y roles de género” (2009:43).

Del periodo inmediatamente posterior al que abordan Sardá y Hernando se encarga val flores en el libro que mencioné en párrafos anteriores: El sótano de San Telmo. Una barricada proletaria para el deseo lésbico en los ’70 (2015). La autora rastrea la historia de un sótano en el barrio de San Telmo –perteneciente a la periodista, poeta y titiritera lesbiana Martha Ferro– donde se reunían lesbianas y mujeres militantes del Partido Socialista de los Trabajadores entre los años ‘76 y ’80: “El sótano ligó sexualidad y política, sociabilidad y conciencia de clase, lesbianismo y trotskismo” (flores, 2015:58). Se trata de un trabajo bastante excepcional porque se centra en ciertos hechos sucedidos durante la última dictadura cívico-militar en Argentina, en la que el terror instalado había generado “hábitos de ocultamiento de datos y destrucción de registros y documentos” sobre las existencias lesbianas (Peralta, 2014:5). También Ana Solari Paz (2021) en su trabajo aMorales en dictadura estudió el periodo de la dictadura militar iniciada en 1976, a través de documentación policial en la que encontró señales de persecución y represión hacia las disidencias sexo-genéricas.

De los trabajos anteriores rescato principalmente tres aportes: por un lado, el recordatorio de que aún en momentos de fuerte hostilidad social, represión y violencia estatal, las lesbianas siguieron construyendo y sosteniendo espacios para generar sociabilidad, conciencia política, erotismo y cultura lésbica –lo cual reaparece en muchos momentos de mi periodo de análisis, por ejemplo, al momento de la fuerte crisis política y económica que tuvo lugar en la Argentina de principios del siglo actual. Por otro lado, me interesa destacar la necesidad y el gesto de “recuperar” voces del pasado porque permiten el traspaso intergeneracional de experiencias y saberes, y –debido a la escasez de documentos tradicionales– aparece en escena el relato oral como una fuente privilegiada de reconstrucción histórica. Finalmente, esos trabajos son fundamentales porque conforman una historia a modo de mosaico que presenta diferentes recorridos y a partir de la lectura de todos ellos se pueden rastrear genealogías, amistades, tradiciones afectivo-políticas, formas de resistencia a la autoridad, recorridos teóricos y políticos, cruces entre las esferas y personalidades del arte y el activismo, entre otras.

Con respecto a investigaciones centradas específicamente en el activismo lésbico en Argentina, cabe citar trabajos como las tesinas de Mariana Paterlini, Entre lo personal y lo político. Análisis del discurso en la construcción de una grupalidad: Cruzadas (2014, Universidad Nacional de Tucumán) y la de Agustina Sarati, Gramáticas feministas. Luchas, trayectorias y experiencias en la ciudad de La Plata (2018, Universidad Nacional de La Plata), que abordaron en sus tesis de grado la historia de un colectivo lésbico local. Mientras que la primera hizo específicamente un estudio de caso del colectivo de lesbianas y bisexuales de Tucumán, Las Cruzadas, la segunda investigó en términos más amplios las trayectorias de cierta gramática feminista en la ciudad de La Plata, dentro de las cuales ahondó en un capítulo sobre el grupo lésbico Malas como las Arañas. Ambos trabajos presentaron un aporte al estudio de los movimientos sociales y la participación de grupos de la sociedad civil en la construcción política de imaginarios específicamente feministas y lesbianos.

También el texto de Mines et al. (2013) aborda el origen de un colectivo fundamental para el activismo lésbico y feminista a nivel nacional: Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto. Como propuesta de estudio, la suya es más acotada que las tesis citadas en el párrafo anterior, pues se trata de un artículo, pero me interesa la apuesta por lo testimonial que hacen las autoras, a la vez investigadoras e integrantes fundadoras de dicho grupo. El rescate de los saberes producidos en el activismo, en este caso, es puesto en valor por las propias activistas que profundizaron desde el análisis sociológico su experiencia en el socorrismo lésbico. El libro de Mogrovejo Un amor que se atrevió a decir su nombre (2021) hace un cruce similar entre la experiencia de la autora como activista y sus reflexiones teóricas que proponen un análisis historiográfico del movimiento lésbico latinoamericano en su relación con los movimientos feministas y homosexuales. Si bien en un capítulo aborda algunos colectivos lésbicos en la Argentina de los noventa, sugiero que su análisis de las corrientes institucionalista y autonomista resultan problemáticas por lo que consideré como una generalización excesiva para el caso argentino.

Otro aporte muy importante al estudio de los activismos lésbicos, interesado por los cruces entre la política y la biografía (resaltando las continuidades de “vida” y “obra”), es el trabajo presentado por Fabi Tron y Gabi Herzec en las 1ras. Jornadas Teorías Tortilleras: Memorias, errancias y vísceras conceptuales, titulado “Borrador para una genealogía del activismo lésbico cimarrona”. En él, las autoras rescatan “las huellas tortilleras de Ruth Mary Kelly, Elena Napolitano, Teresa de Rito y ‛la Negra’ Avendaño” (2024:1), y señalan que las lesbianas tienen una tradición política cuyas memorias son constantemente interrumpidas. Sin embargo, también denuncian que, dentro de este mismo grupo, existen distintos grados de invisibilidad, lo que lleva a que algunas lesbianas caigan aún más en el olvido que otras.

La antropóloga feminista Mónica Tarducci, en un capítulo del libro Feminismo, lesbianismo y maternidad en Argentina (2014) también reconstruye algunos hitos de la militancia lesbofeminista de Buenos Aires entre 1984 y 1995. Así, recupera a diferentes grupos y espacios que fueron verdaderos semilleros de activistas lesbianas en la Ciudad de Buenos Aires, como el grupo feminista ATEM, Lugar de Mujer, el Frente Sáfico, Las Lunas y las Otras, el grupo de los Cuadernos de Existencia Lesbiana o las publicaciones de las revistas Alfonsina y Brujas. Tarducci también conceptualiza la importación y traducción de textos como actos de activismo, subrayando su función en la promoción del carácter internacionalista del feminismo. Paula Torricella (2010; 2020) abordó asimismo este tema al analizar el proceso editorial de los Cuadernos de Existencia Lesbiana, resaltando la política de traducción emprendida por dicho proyecto. Esta estrategia permitió la recontextualización de textos extranjeros con el propósito de enriquecer el pensamiento feminista situado y dar forma a narrativas locales de lesbianas. La tesis doctoral de Torricella (2020, UBA), además, presenta otro punto en común con la propuesta de mi tesis que tiene que ver con una reflexión sobre los modos en que la escritura entre pares puede adquirir un carácter militante al aspirar a construir un contrapúblico feminista.

Finalmente, mi tesis doctoral (Malnis, Universidad Nacional de Cuyo, 2024) abarca muchos años de la historia del activismo lésbico y de la historia cultural de las lesbianas y mujeres bisexuales en diferentes provincias argentinas. El trabajo recoge historias del activismo lésbico entre 1969 y 2012, narradas a través del hilvanado entre las voces de algunas de sus protagonistas y de la revisión documental de algunos archivos gestados dentro del activismo, especialmente del Archivo Documental Digitalizado del Activismo Lésbico: Potencia Tortillera. El uso de esos dos registros (oral y documental) buscó no sólo dar cuenta de la historia, sino también darle vida, en el sentido de hacerla presente, humanizarla.

Como se deduce de la elección del tema, con los aportes de este trabajo también se nutren las historias del movimiento feminista en el país, mostrando en primera plana al activismo de las lesbianas cuyas contribuciones han sido, en muchos casos, olvidadas o consideradas secundarias dentro de la tradición feminista. Los grupos estudiados incluyen a Las Lunas y las Otras (1991-2000), Lesbianas a la Vista (1995-2001), Lesbianas en la Resistencia (1995-1997), La Fulana (1998-actualidad), Desalambrando (2002-2011), Lesbianas en Lucha (2003-2004), Lesbianas y Feministas por la Descriminalización del Aborto (2008-2018) y Lesmadres (2008-2013), todos grupos que tuvieron como escenario privilegiado de acción a la Ciudad de Buenos Aires. Pero también presento colectivos de otras ciudades, como Las Safinas (Rosario, 2003-actualidad), Fugitivas del Desierto (Neuquén, 2004-2008), Ultravioletas (Mendoza, 2007-2013), Malas como las Arañas (La Plata, 2007-2012) y Primorosa Preciosura (La Banda, 2008-2015), así como encuentros nacionales o interprovinciales de lesbianas, como el promovido por el Espacio de Articulación Lésbica (EspArtiLes) en 2008, la Juntada de Lesbianas Disidentes del 2009 o la Celebración de las Amantes del 2012 y 2014. La tesis en su conjunto se presenta como un testimonio de la intersección entre lo íntimo, lo público y lo político que revela la complejidad de los entramados afectivos que subyacen en las luchas por la visibilidad, el reconocimiento y la redistribución que encaró el activismo de las lesbianas en este país.

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* Instituto de Investigaciones de Estudios de Género, CONICET. Contacto: cecimalnis@gmai.com  

Cecilia Magdalena Malnis. “Estudios Lésbicos en Argentina: ¿Un campo de estudio en desarrollo o una disciplina ausente? Un estado de la cuestión” en Zona Franca. Revista del Centro de estudios Interdisciplinario sobre las Mujeres, y de la Maestría poder y sociedad desde la problemática de Género, N°32, 2024 pp. 209-239. ISSN, 2545-6504 Recibido: 18 de mayo 2024; Aceptado: 15 de octubre 2024

 

[I]Gran parte de la literatura existente sobre las disidencias sexuales refiere mayormente a los varones homosexuales, sus organizaciones y problemáticas, haciendo sólo algunas menciones marginales a las lesbianas. Florencia Gemetro muestra en un artículo titulado “Lesbianismo, homosexualidad femenina y homosexualidad” que hasta el 2009 “las producciones sobre gays en el país [triplicaban] los trabajos sobre lesbianismo” (2009, : 9).

[II]El período de estudio abarca desde el surgimiento de la primera organización homosexual en Argentina, Nuestro Mundo, que en 1971 se transformó en el Frente de Liberación Homosexual, del cual formaban parte varios grupos, incluido Safo; y concluye en 2012, con la primera Celebración de las Amantes en Córdoba como hito.

[III] Numerosos trabajos sobre homosexualidad y lesbianismo ―no específicamente en Argentina y desde diferentes perspectivas― señalan que las lesbianas y otras identidades sexo-disidentes entablan una relación particular con el secreto, las mentiras y la discreción (Lorde, 1984; Rich, 1985; Pollak, 1993, 2006; Kosofsky Sedgwick, 1998; Mogrovejo, 2000; Lacombe, 2010; Eribon, 2015). En términos generales, además, hay consenso acerca de que las lesbianas tienen una larga tradición con el silencio y parecería que romperlo requiere de cierta conciencia política.

[IV] En este punto, la propuesta de Arnés sigue la hipótesis planteada por Annemarie Jagose acerca de que la invisibilidad es una forma de representación lésbica –extraída de su libro Inconsequence. Lesbian representation and the logic of sexual sequence (2002).

[V] El separatismo como práctica y posición política había ya sido materia de reflexión para las feministas norteamericanas como Charlotte Bunch, Marilyn Frye, Sarah Hoagland, Roxane Dunbar, entre otras. Algunos fundamentos políticos de esta práctica defendían la importancia de la auto-organización y el autoconocimiento entre mujeres, la creación de espacios seguros y libres de violencia y discriminación, donde la organización fuese horizontal y excluyera la hegemonía masculina en la expresión. Se argumentaba que el movimiento feminista debía centrarse en las mujeres sin desviarse ni ser interrumpido por las necesidades o problemáticas de los hombres, así como en la separación de instituciones, prácticas y hábitos de raíz patriarcal. Paralelamente al separatismo feminista, las lesbianas también optaron por establecer espacios propios para su auto-organización. Pensadoras lesbianas como Adrienne Rich (1980), Marilyn Frye (1983) y Monique Wittig (1992) exploraron en sus obras ideas relacionadas con el separatismo, aunque no siempre lo respaldaron explícitamente. Rich introdujo el concepto del “continuum lésbico”, Wittig abordó la figura de las “guerrilleras” y las lesbianas como un tercer término más allá de las categorías de género tradicionales, y analizó cómo las instituciones masculinas generan separación entre mujeres, lesbianas y hombres. Frye, además, criticó la doble moral de la sociedad estadounidense, que acusaba a las feministas de separatismo mientras ignoraba la histórica segregación de los varones en clubes, ejército, sindicatos, entre otros.

[VI] El modelo patologizante e higienista dominaba el campo médico y penal del siglo XX en Argentina. Este modelo respondía al imperativo capitalista de controlar y optimizar el tiempo y los cuerpos de les trabajadores libres, extendiendo el ethos capitalista a todos los ámbitos de la vida cotidiana, incluyendo, por tanto, a la sexualidad, especialmente orientada a la reproducción para la conformación de familias integradas al sistema productivo. A esto se debe sumar, además, el discurso patriótico que proponía a la familia nuclear (heterosexual y reproductiva) como la base de una nación moralmente sana; y la intervención proveniente de la criminalística, que también producía sujetos (i)legítimos y (a)normales.

 

[VII] Este libro, junto a otra obra testimonial importante: Amor de Mujeres. El lesbianismo en la Argentina hoy, de Fuskova, Schmid y Marek (1994), son dos trabajos muy citados por la literatura de los últimos años que estudia al lesbianismo en el siglo pasado. El libro de Fuskova, Schmid y Marek posee gran valor histórico porque recoge experiencias militantes de las autoras en relación con el lesbianismo y la visibilidad en la época de la recuperación de la democracia; en él ya se observa un salto respecto al otro libro mencionado cuyas protagonistas aún no hablaban de su lesbianismo en términos políticos. Sin embargo, ambos trabajos confirman la historia de patologización que sufrieron las lesbianas en aquellos años, así como la estrategia de la “invisibilidad” que adoptaron para pasar desapercibidas en sus familias, trabajos, y hasta en los divanes de sus analistas.